03. the streak
・:*:・゚☆∥ 03. the streak
❝ someday we will find
what we are looking for.
or maybe not,
maybe we'll find something
much greater than that. ❞ *
—¿YA PUDO LOCALIZAR A SU CITA?
―Acompañante ―corrigió rápidamente, como si ese término hiciera de su situación mucho mejor.
Northrop alzó su mirada al retrovisor para ojear a la joven rápidamente, y negó con la cabeza.
―Bien, pues su acompañante viene increíblemente tarde ―mencionó con un tono de desaprobación.
Morgan contuvo el aire en sus pulmones para retener su inquietud, jugando con la tela de los guantes de seda que había llevado esa noche.
Desde que tenía edad suficiente, su madre había insistido en la importancia de llevar algún acompañante a todos los eventos públicos. Todavía podía escuchar su voz repitiendo lo mal que se vería ante el ojo público que una joven como ella anduviera sola. La peor parte de su situación no era tener que llevar a alguien de compañía al evento de la empresa de su madre, como si fuera una invitada más y no la dueña de una increíble cantidad de acciones en ésta. Tampoco era el que quisieran diluir su imagen de poder para no iniciar terribles conversaciones por internet que involucraran su vida personal. A todo eso estaba acostumbrada. La peor parte tenía que ser que habían nombrado a Nicholas Hunt como su pareja de la noche.
Nicholas Hunt es el hijo de Oswald Hunt, director ejecutivo de las instalaciones de Whitmore's Industries en Central City. Él era conformado de un metro ochenta y ocho de puro orgullo, cabellera rizada y oscura, junto a la sonrisa más confiada y detestable que Morgan había visto jamás. Con respecto a sus responsabilidades dentro de la empresa, casi se podría considerar que Nicholas era la contraparte del puesto de Morgan. Eso solo hacía que la sangre de la joven hirviera más, porque constantemente se sentía en la necesidad de probar su mérito por el simple hecho de ser una mujer joven en un mundo mayormente manejado por hombres. Era algo que sabía por hecho que Nicholas no vivía. Solo se paraba ahí, hacía sus cosas y se veía bonito.
Ahora más que nunca, ella repudiaba tener que reunirse con Nicholas. Después de su incidente, había tenido que tomar un paso atrás en sus responsabilidades con la empresa y Nicholas había sido puesto en cargo total. Oswald también había sido ascendido nueve meses atrás, cuando las Whitmore abandonaron Central City. Ambos, Angelique y Oswald, habían arreglado ese encuentro entre sus dos hijos con intenciones escondidas de levantar la imagen de unión entre las varias ramas de Whitmore's Industries. La castaña no podía estar más molesta, pero si en algo era buena era en mantener apariencias.
Lidiar con su unilateral pelea contra Nicholas Hunt no era lo único que merodeaba por su constantemente atribulada cabeza; Morgan estaba esperando algo, lo que fuera. Añoraba alcanzar a visualizar un destello que le indicara que la ciudad estaba tan cambiada como ella se sentía. Su ilusión no hizo más que aumentar desde que puso pie en Central City. Miraba por las ventanas aguardando por cualquier cosa que pudiera ver con sus propios ojos y que se sintiera real.
De pequeña su madre siempre le reprimía eso: esperar lo imposible. ¿Cómo podía pedirle eso, cuando había todo tipo de cosas imposibles? Como doblar una hoja más de cinco veces por sí misma, alcanzar a lamerte el codo, hacerte cosquillas a ti mismo, decir la letra P con la boca abierta, ir en contra del orden establecido por la naturaleza, encontrar la verdad absoluta del mundo y esperar que tu difunto padre regresara a decirte que todo estará bien. No era su culpa, para que conste. Todos esos pensamientos habían sido alimentados por el mismo Piero Whitmore y no había remedio.
―Northrop ―habló en un impulso, llamando la atención de su mayordomo, y encontrando sus miradas por el retrovisor―. ¿Has escuchado hablar sobre un rayo de luz que salva personas aquí en Central City?
El hombre soltó una risotada, asumiendo que era una broma lo que escuchaba. Arrepentida de preguntar, Morgan desvío la mirada, evitando pasar vergüenza. Nuevamente hundió su curiosidad en el fondo de su pecho y recobró la compostura que sabía que debía tener. Casi como si su restablecimiento lo hubiera llamado, se dieron un par de toques en su ventana con la intención de llamar su atención.
―Genial ―murmuró sarcásticamente para sí misma en cuanto distinguió a su acompañante a través de la ventana polarizada del coche.
Con un chasquido la puerta se abrió, y Morgan aceptó la mano que el joven le ofrecía, ayudándole a bajar del coche con más gracia. Nicholas llevaba un traje negro que le quedaba a la perfección. Se veía pulido, elegante y apuesto; la imagen de ellos dos juntos fue todo lo que el público esperaba y más. Aun así, no se salvó de recibir una gélida mirada de indiferencia por parte de Morgan.
―Nicholas Hunt, te ves aún mejor de lo que recordaba. Es una pena que sigas siendo un completo extraño ante el concepto de puntualidad. Una verdadera pena ―destacó sin quitar la sonrisa prefabricada que había formado para los asistentes que pasaban a su lado.
―Tú llegaste muy temprano, princesa ―contradijo Nicholas, besando el dorso de la mano de la muchacha. Ella sostuvo repentinamente su aliento, sintiendo su piel cosquillear justo donde él había plasmado sus labios. No fue una sensación muy agradable, sino que a ella le pareció invasivo. Morgan no tardó en retirar su mano lejos del alcance del castaño con evidente urgencia―. ¿Vamos?
Ella no respondió, simplemente se limitó a emprender el paso hacia el edificio anfitrión. Pudo ver los destellos de flash de algunas cámaras impactar su perfil, haciendo conjunto con los gritos de unas personas queriendo obtener un testimonio de ella en relación con la empresa y sus escándalos. Los ignoró olímpicamente. Apresuró su caminar, aferrándose a su bolsa de mano con Nicholas pisándole los talones. Llevaron ese ritmo hasta que ambos se vieron adentrados en la privacidad de uno de los ascensores. Nicholas estiró su brazo para presionar el piso correspondiente en el tablero, en lo que Morgan echaba una ojeada rápida para revisar su reflejo.
Esa noche llevaba un vestido color lila de tirantes con unos pliegues cayendo por sus hombros. El escote era profundo, bastante elegante. El vestido se alargaba hasta el suelo con una abertura que descubría su pierna izquierda, alargando su figura. Ella detalló cada centímetro de su imagen en busca de alguna imperfección, sin embargo no las encontró. Llevaba años perfeccionando su presentación pública, no había manera de que se equivocara y aún así se revisaba cada vez.
―Creo que sorprenderás a todos esta noche. ―Nicholas rompió el silencio, recargándose contra una de las paredes del elevador con el semblante de apatía que se acostumbraba a dedicarle a Morgan.
―Suelo tener ese efecto.
Nicholas rodó los ojos mentalmente. Él estaba al tanto del disgusto que le causaba a la joven Whitmore, aunque jamás había sabido de dónde provenía su animosidad. Tampoco estaba muy interesado en averiguarlo. Aún así había momentos en los que él consideraba racional retomar una interacción cordial, pero algo en ella lo hacía terriblemente difícil.
―Muchos se preguntaban qué había ocurrido contigo, después de tu accidente. ―El comentario logró picar su interés. No sabía que los socios de la compañía sabían de su accidente, siempre había asumido que su madre habría inventado otra excusa que justificara su traslado a Starling City―. Creímos que regresarías con la cara deforme o algo por el estilo.
Morgan sonrió con condescendencia al ver la expresión del chico.
―Vamos, no suenes tan decepcionado de que haya mantenido mi apariencia intacta. Si algún día termino con una trágica desfiguración, serás el primero en saberlo, Nicky.
Él optó por ignorar el terrible sobrenombre que ella había utilizado para él, una vez que las puertas del elevador se abrieron de par en par. Su nuevo acceso los rodeó de un jazz genérico y suave, acompañado por el amortiguado sonido de todas las conversaciones en el fondo. Meseros pasaban de lado a lado entregando aperitivos y bebidas con su presencia apenas siendo reconocida, creando una extraña sensación de fluida actividad. El lugar se veía increíblemente acogedor con luces amarillentas colgadas por todos los techos, adornos dorados que bañaban todas las paredes y las mesas rebosantes de comida y bebidas.
A su lado, Nicholas posó su mano derecha en la espalda baja de Morgan, incitándola a caminar dentro. Ella no se opuso, y siguió al joven con la cabeza en alto, dando su primera aparición pública en Central City después del incidente. Observó a su alrededor, enfocándose en puntos específicos del lugar para que pareciera que estaba dando una buena ojeada de los asistentes, pero intencionalmente escapaba crear algún tipo de contacto visual.
―Ahí está Jasmine Colton.
En cuánto lo mencionó, Morgan notó cómo Nicholas se erguía, haciéndose ver más alto de lo que era. Los ojos del joven huyeron de la presencia de la mencionada hasta toparse con la mirada de Morgan, quién enarcaba una ceja interrogante.
―¿Jasmine Colton?
¿La hija de uno de los inversionistas más importantes de Whitmore's Industries? Ella nunca asistía a esas cosas. ¿Y por qué lo mencionaba? Era aleatorio, ¿o no?
Morgan soltó una risa una vez que logró poner pieza con pieza―: Ooooh. ¿No salías con ella, Nicky? ¿Por qué no vinieron ustedes dos juntos?
―Eso no importa. Estoy aquí contigo, así que de nada.
Ella frunció el ceño con disgusto.
―Bueno, tampoco actúes como que me estás haciendo un favor.
―¿No lo estoy haciendo?
Morgan frunció los labios, reteniendo las ganas de arrancarle los ojos con sus propias manos. Él no le estaba haciendo un favor, era completamente lo contrario.
―¿Quiénes más vendrán? ―preguntó para divergir el tema, tragándose el mal gusto en su boca con esfuerzo.
Mientras él proseguía a recitar una lista de nombres importantes, su mente viajó justo a dónde ella no quería que viajara: Cada vez era más evidente que su madre nunca la tomaría en serio en esa empresa. La escondía de los medios importantes, pero no porque quisiera proteger su privacidad (si fuera así, también la resguardaría de las columnas de chismes que tanto solían cotillear en su nombre). Todo lo que su madre había hecho en su carrera, había diluido el papel de importancia o poder de su hija. Era doloroso de pensar, pero eran los hechos. ¿Por qué? No tenía idea. Por miedo a no decepcionar, jamás la había cuestionado.
Así que sí, la vocecilla dentro de su cabeza le gritaba que su asistencia esa noche no era más que una distracción para las personas con dinero. Ella era buena para infundirles calma, era la imagen joven de Whitmore's Industries. No era exactamente negativo, pero nunca quiso ser solo eso. Si su madre no la tomaba lo suficientemente en serio, ¿quién sí lo haría?
Volvió a apartar sus pensamientos, cuando la voz de un hombre comenzó a llamar la atención de todos los asistentes a través de un micrófono. Estaba de pie en el escenario que habían montado en la parte más visible del salón, mismo que estaba plasmado con el logo de la empresa.
―¡Sean todos bienvenidos! De parte de Whitmore's Industries, agradecemos su asistencia a ésta maravillosa noche. Nos reunimos una vez más a celebrar los frutos de ésta compañía, éxito que compartimos con cada uno de ustedes. Sin más preámbulo, escuchemos unas palabras de una de las dos mujeres que han podido hacer todo esto posible. ―El hombre alzó su copa en dirección al público, mientras con sus ojos buscaban a la mencionada―: ¡Morgan Ayn Whitmore!
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ACOMPAÑADA POR UN VIGOROSO RUGIDO DE APLAUSOS, Morgan abandonó a paso seguro el escenario que tan bien la había recibido. Se sentía revitalizada. Su piel cosquilleaba desde sus tobillos hasta sus hombros debido a los nuevos estímulos que acababa de recibir su espíritu. Después de haber tomado una larga pausa en sus responsabilidades en la empresa y de haber sido lanzada directamente a dirigir unas palabras a todas las personas que habían puesto su fe en este proyecto, Morgan estaba inyectada de una nueva inspiración para ser mejor. Para eso tendría que hablar con Nicholas y entablar una buena conversación que los pusiera en la misma página con respecto a los objetivos futuros de Whitmore's Industries.
¿Qué importaba lo que su madre pensara? Su trabajo era su trabajo y nadie se lo podría quitar.
Antes de ir directo en busca del castaño, ella se tomó unos minutos para recibir con cariño las felicitaciones por el discurso dado, más los comentarios de valoración. Inclusive Oswald Hunt se había acercado a darle un buen saludo y un corto intercambio de palabras con esa severa mirada suya que pretendía intimidarla sin éxito. La música reanudó, junto al chachareo de las personas, y la joven se dispuso a buscar a su acompañante. ¿Dónde se había metido Nicholas?
Después de ser traída de lado a lado, saludando a todos los presentes posibles y perfeccionando el arte de las conversaciones cortas y memorables, Morgan terminó dando al balcón de la estancia. Una de las amigas de su madre le había indicado que probablemente podría encontrar al joven Hunt ahí afuera. Para su sorpresa, éste era bastante espacioso. Se expandía con unas cuantas jardineras, acompañadas de un puñado de personas que habían salido a tomar el aire. La iluminación era mínima, pero se complementaba con las múltiples luces que la ciudad les regalaba. Era un ambiente totalmente distinto al que experimentaba dentro.
Prontamente su piel se erizó en respuesta al aire frío. La tela de su vestido se le antojaba demasiado delgada, una vez que la exponía a la abrasadora noche. Tomados un par de segundos para detallar el paisaje, ella comenzó a adentrarse un poco más al balcón para ver si daba con la cabellera rizada, escuchando sus tacones resonar secamente en la piedra bajo sus pies. Morgan se paró en seco al percibir dos sombras entre las enredaderas, pobremente escondidas. Se envolvían el uno al otro en un momento evidentemente privado.
Jasmine Colton y Nicholas Hunt estaban compartiendo un apasionado beso en la parte más alejada de la terraza.
En un torpe intento de retroceder con prisa para no ser vista, su bolso se resbaló de sus manos, creando un ruido metálico que resonó un poco más alto de lo que esperaba. Esta interrupción hizo que la pareja se incorpora con rapidez, sobresaltados por verse descubiertos. Morgan tragó con fuerza el nudo que se le estaba formando en el pecho, mirando con disimulo a su alrededor para asegurarse de que nadie estuviera presenciando la situación. Una vez que se vio a salvo de miradas curiosas, ella se atrevió a hablar:
―Una disculpa ―soltó con monotonía, inclinándose a recoger su bolso con gracia. Le dio una falaz sonrisa a Jasmine, y a Nicholas una imponente mirada que ella deseaba que le quemara en las pupilas―. Los dejaré a lo suyo.
Con eso dio un giro en su lugar para emprender su camino de regreso al evento con las pisadas más firmes que podría dar con tacones de 15 cm.
―¡Hey, espera! ―le gritó el joven, igualando su paso en segundos gracias a sus extensas zancadas. Se plantó justo frente a ella, obligándola a detenerse―. Oye, tu discurso me pareció encantador, fueron palabras muy acertadas. . .
―Oh, guardatelo ―lo cortó, rodando los ojos.
Intentó rodearlo para así dejarlo atrás, pero con insistencia él volvió a interponerse en su camino.
―¿Qué fue eso? ¿Estás molesta?
Morgan y Nicholas conectaron sus miradas, acogidos por una violenta fuerza de atracción que les impidió apartar los ojos del otro. Emanaban un disgusto que solo se alimentaba con la presencia del otro.
―Tu padre y tú se creen muy inteligentes y superiores, pero va siendo hora de que me tomen en serio. Ambos están llevando a Whitmore's Industries. Vine a Central City a que recogiéramos los pedazos rotos del hacer de tu padre, no a ser un papel secundario en tu retorno con Jasmine Colton ―exclamó, apuntándolo con un dedo acusador.
―No podía estar haciéndola de niñera toda la noche, Whitmore.
―¡No entiendes nada! Yo soy la que siempre tiene que estarse probando a sí misma, cuando tú eres el que está aquí afuera jugándola al príncipe encantador. Ahora escucha bien esto, porque no lo voy a repetir ―aclaró, dando un paso hacia el frente. Sus narices estaban por rozarse, pero Morgan no parecía inmutarse. Quería darle el mensaje de que no tenía miedo―: No dejaré que pasen sobre mí mucho más. Esta es mi empresa. Más vale que te cuides, porque regresaré y ésta vez no para una co-posición a tu lado. Vengo por el puesto completo, guapo.
Nicholas apretó la mandíbula sin dejar de mirarla con profundidad, pero no replicó ni intentó detenerla cuando se alejó de ahí a paso apresurado.
Ya estaba siendo recibida con la calidez del interior, pero nada de eso le infundió calma. Sus sentimientos seguían desbordándose, lo que la inquietaba aún más, porque ella nunca perdía el control. Antes de ser divisada por algún asistente, Morgan apresuró los pasos en dirección a los baños para conseguir un momento en el que podría refrescarse.
Un golpe de buena suerte le concedió encontrarse con que el baño estaba completamente vacío. Al notarlo, no tardó en echar el pestillo a la puerta para asegurarse de que seguiría siendo así por el tiempo que ella necesitara. Consiguiendo algo de paz en la soledad, Morgan se encaró a su reflejo y el enojo comenzó a golpear su pecho como una bestia. Verse ahí con la brillante cubierta de maquillaje, joyas y vestidos; se sentía un completo chiste.
Enfócate, Morgan, se exigía. ¿Cuál sería su siguiente movimiento?
Con sus emociones tomando lo mejor de ella, Morgan rebuscó en su bolso para extraer de él su móvil. Sus dedos se desplazaron por la pantalla en busca del número de su madre, pues era momento de poner algunas cosas en orden. Inoportunamente, un fuerte dolor de cabeza comenzó a abrumarla hasta nublar su vista. No fue paulatino, fue acelerado y sobrecogedor. Forzosamente se despojó de sus cosas, dejándolas sobre el lavabo para poder aprisionar su cabeza entre sus manos con un quejido de dolor. Las luces en el techo comenzaron a titilar a lo largo de todo el sanitario; aumentaban y disminuían su brillo inestablemente.
―No, no, no ―susurró para sí misma, mientras se precipitaba sobre el lavamanos.
Con manos temblorosas se quitó los guantes de seda con delicadeza y abrió la llave de agua para dejar que ésta corriera. Metió ambas manos en el chorro, sustancialmente inundada por todas las sensaciones que su piel había sido inhibida de sentir por la tela en la que las había rodeado. Con un bufido de inquietud, ella miró su palma izquierda y comenzó a rascar los bordes de su prominente cicatriz. Sin quererlo, de reojo atrapó otro vistazo de su apariencia y ésta vez logró sacarse un grito ahogado.
Sus ojos habían comenzado a cobrar un brillo peculiar que le caló miedo en los huesos.
Con más presura que antes, Morgan remojó sus manos para comenzar a palparse el cuello y la frente, esperando no arruinar su maquillaje, pero sí bajar su temperatura. Podía escuchar un silbido aturdir su oído que solo aumentaba su desesperación. Sin saber qué más hacer y con miedo al desenlace, se encorvó contra el mármol del lavabo, apoyando su frente en sus manos y cerrando los ojos con fuerza.
Todo se detuvo tan rápido como llegó; lo comprobó dubitativamente. Las luces se estabilizaron junto a su respiración, y en sus ojos no podía ver otro color que no fuera el azul usual de estos.
Ella soltó un suspiro de alivio, ya sin rastro del dolor de cabeza. Agitó su cabeza suavemente, mientras cerraba la llave de agua. No era la primera vez que le pasaba en las pasadas semanas. Tomó una servilleta de papel que usó para secar sus manos, y después de un último retoque a su imagen, se dispuso a marcharse de ahí y terminar con la noche lo más pronto posible.
Su primera impresión al salir al pasillo externo fue que estaba extrañamente silencioso y abandonado. Se vio rápidamente contrariada, cuando su mirada divisó una figura masculina a unos metros de ella. Morgan asimiló al hombre unos segundos, pero no pudo reconocerlo como algún asistente de cara conocida, pero eso quizás se debía a la poca iluminación. Se aferró a su bolso de mano y decidió ignorarlo, caminando al extremo opuesto, donde se encontraba el resto del evento.
Cuando el aparente silencio fue interrumpido por las pisadas del hombre detrás de ella, sus nervios se pusieron de punta. Le pareció extraño. Estaba por dar un vistazo por encima de su hombro, cuando otro hombre giró por la esquina, adentrándose a ese mismo pasillo. De él sí estaba segura que no pertenecía a los invitados del evento. Era demasiado fornido y atemorizante como para haberlo pasado por alto. La miraba con tal intensidad que asomó sus verdaderas intenciones. Entre ambos desconocidos la iban a acorralar y no daba buena pinta.
Mentalmente, Morgan puso todas sus opciones sobre la mesa. No podía correr, sus tacones no le permitirían ser lo suficientemente ágil. Tampoco podía enfrentarlos ahí mismo, pues la posición en la que la tenían era poco beneficiosa para sus probabilidades. Sin querer tomarse un segundo más para pensar, abrió la siguiente puerta disponible a su izquierda. Ese movimiento enalteció la precipitación de los hombres en intentar alcanzarla, por lo que no demoró en adentrarse a la habitación, cerrar la puerta detrás de ella y asegurarse de echar cerrojo con manos temblorosas y rápidas. Los hombres intentaron entrar desesperadamente, manipulando el picaporte con brusquedad.
Soltó una maldición por la bajo, despotricando contra su nueva coyuntura. Encaró el espacio a sus espaldas para familiarizarse con el contexto. Se había introducido al estudio del lugar, probablemente donde el dueño solía poner sus intereses en orden. Tenía grandes libreros que alcanzaban el techo, un imponente escritorio en el centro y asientos de todos tipos, entre otras cosas. Morgan no se paró más tiempo a fijarse en detalles, fue directamente a rebuscar entre los cajones. Sentía sus frenéticos latidos resonar en sus oídos, mientras procuraba mantener la mente calmada, a pesar de los porrazos que amenazaban con tirar la puerta. Se preparó, lista para poner todas las lecciones que tomó de krav magá a prueba y se armó con unas tijeras.
No podía llamar a la policía. Si el público se enteraba de que hubo vidas en peligro la noche del evento de Whitmore's Industries, solo mancharía más su imagen y arruinaría todo el propósito de su asistencia. De igual manera, si su madre supiera de la situación en la que se encontraba, le daría más razones para minimizar su participación en la compañía. Con eso en mente, tomó su celular y llamó a la única persona que consideró que podría hacer algo rápido.
―¿Qué quieres?
―Nicholas, ayuda ―susurró con urgencia.
―¿Morgan?
―Creo que me harán daño, estoy en el estudio. . .
La puerta se abrió con un poderoso estruendo, haciendo que Morgan dejara caer su celular al suelo con un pequeño grito. Con las manos ahora desocupadas y como su primer instinto, Morgan tomó uno de los grandes jarrones decorativos y lo lanzó en dirección a la cabeza del hombre primerizo en entrar. El jarrón se rompió en pedazos, creando un gran estruendo y logrando derribar al objetivo.
El segundo hombre fue directo hacia ella, tomándola por ambas muñecas con intención de restringir sus movimientos. Antes de que pudiera lograrlo, Morgan se deshizo de ese agarre. Como respuesta, atrajo a su atacante por la nuca y le plantó el codo en la cara, específicamente en la nariz. El hombre perdió el equilibrio y comenzó a palpar su ropa a tientas; estaba en busca de su arma. Ella alcanzó a reaccionar, soltándole una patada en la mano. Se enfocó en enterrar con fuerza su tacón, para después hacerlo retroceder con una patada en el pecho.
Su compañero ya había recobrado la compostura, y estaba listo para reintegrarse a la pelea, cuando el último jarrón que adornaba la entrada cayó sobre su cabeza, derribándolo una vez más. Los ojos de Morgan se posaron ante el causante de tal agresión, completamente boquiabierta. Nicholas acababa de aparecer a su defensa.
―¡Qué demonios! ―exclamó Nicholas, sorprendido por sus propias acciones y por el entorno en el que acababa de introducirse.
El hombre que Morgan había pateado con anterioridad ya estaba de pie nuevamente. Su atención bailó entre Morgan, Nicholas, y por último en la pistola que se había caído de sus bolsillos por accidente. Los tres parecieron pensar lo mismo, pues se abalanzaron al centro de la habitación en compás, queriendo tomar posesión del arma. Morgan cambió de parecer al último momento. En vez de forcejear por la pistola, empuñó las tijeras que había encontrado en el escritorio. Con la alta de adrenalina bombeando bajo su piel, reunió la fuerza que encontró dentro de sí y terminó por enterrar las tijeras en la pierna del desconocido. Él se dobló por la mitad, sacudiéndose del dolor por los posibles nervios que ella acababa de dañar y finalmente cayó al suelo.
Morgan respiró con agitación sin quitarle los ojos a su agresor, quien se retorcía en el suelo. Se quitó el cabello de la cara, respirando con pesadez, y estiró una mano demandante hacia Nicholas que observaba la escena perplejo.
―Dámela ―exigió con voz severa.
Él bajó la mirada hacia el arma que había alcanzado, gracias a la intervención de Morgan.
―¿Esto? ¿Estás loca?
―Nicholas ―repitió, dejando en claro que no bromeaba, mientras observaba la forma tan extraña en la que él la sostenía―. Ni siquiera sabes cómo se usa. Dámela.
―Olvídalo. Llamaré a la policía ―declaró, sacando su celular de su bolsillo.
Antes de que ella pudiera volver a protestar, uno de sus atacantes ―el que había sido derribado por dos jarrones―, se había reincorporado nuevamente. Sin dejarlos reaccionar, cruzó el rostro de Nicholas con un golpe limpio y éste cayó inerte en el suelo. Morgan jadeó de sorpresa, habiendo bajado la guardia por un momento.
¿Cómo demonios seguía en pie?
―Tú ―la señaló con el ceño fruncido, cargado de odio―. Nos has traído más problemas de los que deberías.
En un intento desesperado, Morgan trató de correr. Se encontraba más cerca de la salida que su opuesto, pero aun así fue alcanzada. El hombre la tomó del cabello y la azotó contra el suelo de un solo jalón. Morgan soltó un grito lastimero, sintiendo su pecho inundarse de todo tipo de emociones que recorrieron sus extremidades: el miedo como protagonista, apoderándose de cada célula en su cuerpo. Contempló brevemente qué pasaría si se dejara perder el control; se planteó la probabilidad de que quizás lo que había intentado reprimir por tanto tiempo, sería lo que le salvaría la vida en ese momento.
El hombre se puso a horcajadas sobre ella y rodeó su cuello con sus regordetas manos. Morgan trató de quitarlo de encima, empujándole la cara con ambas manos. Como respuesta solo pudo sentir su agarre ceñirse, cortándole cada vez más el acceso al oxígeno. Ella comenzó a sentir la desesperación arañarle el pecho, mientras su mirada se desenfocaba cada vez más.
―Créeme ―balbuceó con voz grave, sin soltar el agarre a su garganta―. Lo agradecerás después.
Las luces del estudio comenzaron a titilar con rapidez, subiendo y bajando de intensidad sin control. Uno a uno, los focos terminaron por explotar sonoramente a su alrededor, pero lo que más desorientó al hombre fueron los ojos de la chica que estaba asfixiando. No solamente estaban llenos de terror, sino que habían comenzado a teñirse de un tono cerúleo brillante. Antes de que su atacante pudiera reaccionar, éste fue derribado por lo que parecía ser un rayo de luz, dejando a la joven libre de su captura.
Morgan rodó a su costado instantáneamente, tomando una brusca bocanada de aire y masajeando su cuello con ambas manos. Tosió y tosió, parpadeando lo suficiente para que su mirada cesara de estar nublada de lágrimas.
―Así que pensaron que podrían atormentarla en medio de la fiesta ―habló una nueva voz a sus espaldas―. Qué pocos modales.
Morgan se giró, incorporándose en el suelo. Había una nueva figura vestida completamente de rojo, que parecía moverse a la velocidad de la luz. En menos de lo que pudo registrar, los dos hombres ya se veían en esposas, completamente indefensos e inconscientes. El enmascarado caminó hacia ella y se arrodilló a su lado, tomando sus precauciones; los ojos de la joven seguían iluminados en un anormal azul.
―¿Estás bien?
Ella apenas pudo registrar su mirada de preocupación, cuando bajó la vista al rayo que mostraba en su pecho.
―The. . . ―balbuceó, todavía recuperando el aliento―. The streak.
Recordaba el blog que había leído previamente sobre el rayo de luz que había estado salvando a la gente. Su mente no podía concentrarse, sentía cada centímetro de ella cargarse de un tipo de energía más poderoso de lo que podría controlar. Se sentía vulnerable, sobrepasada y desconectada.
―Ven, hay que sacarte de aquí. ―Él extendió su mano hacia ella, queriendo tomarla del brazo con la intención de ayudarla a ponerse de pie, pero en cuanto hizo contacto con su piel, se creó un gran estallido de luz verde que los propulsó a ambos a lados distintos de la habitación.
Ese estallido logró crear un apagón en todo el edificio, alarmando a todos los asistentes, quienes permanecían ignorantes a lo que había ocurrido en ese estudio. El héroe se puso de pie con esfuerzo, sin poder entender lo que había pasado. A pesar de sus avanzadas capacidades regenerativas, dejó salir un quejido de dolor. Por la oscuridad, se hizo camino hasta la joven, intentando revisar su estado. Estaba inconsciente. Escudriñando su rostro, pudo reconocerla con seguridad.
Después de tantos años de no verla, Barry estaba seguro de lo que había presenciado, pero eso no lo hacía más fácil de procesar.
¿Morgan Whitmore era una meta-humana?
* "Algún día encontraremos lo que estamos buscando o tal vez no, tal vez encontremos algo mucho más grande que eso. "
(n/a) ¡ya llegamos a 280 leídas! que emociónnnnnnn, les besaría a todos de una, aveda. para todos mis lectores fantasma, no sean tímidosssss, no muerdo. dejen su votito, quizás un comentario (si les apetece) y sean felicessss, gracias por leer la historia.
gracias por todo el apoyo ver que votan, comentan o lo guardan en sus listas de lectura me hace KWJENEKQIWNNSNWKW !!!
por finnn Barry y Morgan se encuentran y Morgan (más o menos) muestra poquito sus poderes. además conocieron a Nicholas que eventualmente es un personaje que me gusta bastante.
peroooo, ¿quién mandó a los matones?
omg, cuanto suspenso. nos vemos aquí el siguiente sábado. ¿quieren que les haga un especial Día de San Valentín? quizás lo haga, no lo séeeee.
cuídense mucho,
un besazoooo con mucho amor,
NIAM ROCA
[ editado 20 de septiembre, 2021. ]
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