extra uno
extra uno
Hace dos años.
—Por fin llegas, Haru. —Habló Thatch, la rubia sonrió.
— ¿Cuántas veces te atrapó la marina esta vez? —preguntó Teach con una sonrisa burlona, Haru le dio un golpe en el costado y los demás rieron.
— ¿Ha pasado algo nuevo en estas...cinco semanas que me fui? —preguntó la chica girando su cabeza, Marco asintió.
—Llegó un chico nuevo, debe tener...dieciocho años, tal vez, intentó matar a padre unas cien veces. —Dijo Marco con media sonrisa, Haru asintió con una carcajada. — ¿Por qué no lo saludas? Está por allá. —Señaló a un chico sentado en el piso alejado de la fiesta. —Ten, llévale esto, no ha comido y no creo que cene tampoco.
—Bien. —Asintió, tomó el plato que Marco le dio anteriormente y caminó hasta el chico, cuando estuvo frente a él este levantó la cabeza mirándola con la boca abierta. —Cierra la boca, amigo, se te cae la baba. —Dijo burlona, el chico bajó la cabeza escondiendo un sonrojo. —Ten. —Puso el plato a un lado de él pero este de inmediato lo alejó.
—Estoy bien, gracias. —Dijo de mala gana, la chica se puso en cuclillas frente al muchacho y abrazó sus piernas. — ¿Qué?
—Me dijeron que no has cenado, y que tampoco comiste hace un rato. —Dijo ella con media sonrisa, el chico apartó la vista, en ese momento su estómago rugió. —Deja el orgullo a un lado, compañero. Padre nos ha enseñado a querernos y cuidarnos unos a otros, no te dejaré morir de hambre.
—Qué les pasa a todos aquí, ¿por qué le dicen padre a su capitán? Suena estúpido. —Escupió, Haru frunció el ceño.
—Venga, no creo que suene estúpido decirle padre a tu creador. —Dijo ella completamente seria, el pelinegro giró su vista sorprendido. —Buenas noches, novato, mi nombre es Edward D. Haru, para servirte. —Dijo ella levantándose.
—Genial, hice enojar a la consentida de papá. —Murmuró el chico para sí mismo, lástima, Haru alcanzó a escuchar. No dio ni dos pasos cuando ya estaba tomando al chico del cuello, estampándolo contra la baranda del barco.
—Escucha, niñito arrogante, podré ser todo lo que quieras, pero ser una consentida de papá en tus sueños. —Dijo ella amenazante. —Te escucho decir eso una vez más y yo misma me encargaré de mandarte a volar hasta el South Blue, querido.
Soltó al chico bruscamente, este puso su mano sobre su sombrero y se levantó, al ser hombre era mucho más alto que la chica por lo que quiso intimidarla, la rubia sonrió cínicamente y se cruzó de brazos.
—No porque seas hija del capitán debo obedecerte. —Dijo él. —Tu fuerza y la de tu padre no tienen nada que ver, enana.
La chica asintió lentamente, se agachó en silencio y tomó el plato con comida que anteriormente había dejado a su lado, luego de eso lo estrelló contra la cara del muchacho, este no se inmutó si no hasta que la chica retiró el plato de su cara, pasó sus manos y quitó todo lo que pudo de sus ojos.
—Estás advertido. —Musitó ella para luego irse a paso rápido de ahí, avanzó entre sus compañeros y entró a su habitación en silencio.
Marco, junto con los demás que habían observado todo estaban sorprendidos, el rubio carcajeó en voz baja y se giró hasta sus compañeros.
—Bien, amigos, no hay nada que ver, la obra terminó. —anunció él haciendo que sus nakama se retirarán, una vez que comenzaron a irse caminó hasta el chico. —Espero que estés orgulloso, la hiciste enojar.
— ¿Qué mierda le pasa? —gruñó este limpiándose con las manos, Marco sacó un pañuelo y se lo paso.
—Lo que más la molesta es que crean que depende de la fuerza de su padre para vivir, pero créeme, ella es la más fuerte de todos los comandantes. —Dijo Marco.
—No me importa. —gruñó el chico.
—Bueno, supongo que empezaron mal, tal vez después se lleven mejor.
***
—Oe, Haru. —La llamó Ace, la chica se giró y miró extrañada al chico. — ¿Quién crees que es el nuevo comandante de la segunda división? —preguntó el peli-negro, la chica abrió la boca para responder pero se quedó callada. — ¿Alguna idea?
— ¿Comandante de la segunda división? Pero yo soy la... —abrió los ojos sorprendida y apretó los dientes. —No es cierto...
Bajó de la baranda donde estaba en cuclillas mirando hacia el mar y paso a un lado de Ace hecha una furia. Caminó sintiendo los pasos de Ace detrás de ella y saltó hasta estar en sus rodillas, su padre dejó de beber su sake y la miró enarcando una ceja.
— ¿Ace comandante de la segunda división? —preguntó sorprendida. — ¿Enserio?
— ¿Qué tiene de malo? —preguntó Thatch llegando a un lado de la silla de Shirohige.
—Ese puesto era mío. —Habló ella indignada.
—Tú nunca estás en el barco, así que se lo di a Ace. —Dijo su padre, la chica enrojeció y miró a Ace quien sonreía satisfecho.
—No tengo problema en perder el puesto, pero... ¿por qué él? —preguntó de nuevo, tanto Ace como Marco, que acababa de llegar, rieron.
—Ace ya está al nivel de un comandante, se ha ganado el puesto. —Dijo su padre comenzando a beber de nuevo.
—Supéralo, Haru, el puesto ya lo tiene, qué más da cómo lo ganó. —dijo Marco, la chica apretó los labios y bajó a mirada, la sonrisa de Ace y Marco se borró.
—Debo irme, vuelvo en unos días. —Dijo ella saltando de las piernas de su padre, pasó entre Ace y Marco, y subió a la baranda del barco, dio un salto antes de comenzar a elevarse con su Geppo.
—O-Oe, ella... ¿está bien? —preguntó Ace, de pronto se puso serio. —Dijo que no le importaba el puesto, ¿por qué se...?
—No es por el puesto. —Dijo Shirohige, la vista de los que estaban ahí se dirigieron hacia su padre. —Cree que tengo preferencia por ti sobre ella.
—P-Pero yo...
—No es culpa tuya. —Dijo Thatch, Ace asintió poco convencido y miró el lugar por donde la chica se fue. —Vamos, debes estar feliz, eres comandante.
—Sí, soy comandante. —Dijo él con media sonrisa.
***
—Padre, mira, padre. —llamaba Ace subiendo a la silla de su padre, le mostró un papel que tenía en su mano y sonrió. —Mi recompensa subió a quinientos cincuenta millones. —Dijo Ace feliz.
—Me alegro, Ace. Es de las recompensas más altas entre los comandantes. —Dijo él, Ace sonrió orgulloso.
—Papá, me encontré con Mihawk en mi viaje, ¿te lo dije? —preguntó la chica apareciendo de repente, su padre asintió sonriendo, luego volvió su vista a su vaso de sake, Haru apretó los labios. —Padre...
—Haru, ¿cuál es tu recompensa? —preguntó Ace, la chica abrió la boca.
—Quinientos veinte millones. —Dijo ella, Ace sonrió y se acercó a ella enseñándole el cartel, se le notaba feliz.
—Mira, ¿no es asombroso? —preguntó él, Haru asintió con una sonrisa, supo enseguida que Ace no lo decía por maldad, sino porque en realidad sí estaba feliz. — ¿Qué pasa? —preguntó él notando su mirada.
—N-Nada. —Dijo ella mirando a su padre, este la miró de reojo pero siguió bebiendo. —Padre, yo...nada.
Se dio media vuelta y caminó hasta subir a la barandilla del barco, se puso en cuclillas y se quedó mirando el atardecer. Ace, al notar su cambio de humor se sintió culpable, a pesar de que Haru no lo mirara de la misma manera en que él lo hacía eso no impedía que el muchacho sintiera revolotear su estómago con tan solo la imagen mental de la rubia, si ella se encontraba mal a él le dolía también.
Caminó tras de ella y se sentó sobre la baranda del barco con la vista hacia el mar, giró su cabeza y la vio de perfil, la chica era muy hermosa, le había gustado desde el primer día que llegó, por eso las constantes peleas que él provocaba.
—No quería deprimirte... —empezó él, pero la chica lo calló.
—No me deprimí, es sólo...no sé qué hacer para que Papá me note. —dijo ella apoyando su mejilla en su rodilla. —Es como si...como si fuera invisible para él.
—No es que no te note, solo... —comenzó de nuevo, pero se calló al instante sin saber que decir, sabía que ella tenía razón. —Bueno, él...
—No importa, Ace. —Dijo ella con una sonrisa forzada. —Mejor me voy, una base de la marina que destruir me espera en alguna isla. —Habló levantándose, una vez de pie miró a Ace.
— ¿Una base de la marina? —preguntó él, la chica asintió.
—Si quiero superarte debo hacer algo grande. —dijo ella. —Por cierto, ¿ese tal Mugiwara es tu hermano? —el chico asintió con orgullo. —Bueno, si llego a encontrarlo en algún lado probaré que tan fuerte es, esos cien millones de recompensa significan algo.
—No seas tan ruda con él. —la muchacha asintió.
—Haré varias escalas por lo que duraré más de unas semanas, tal vez un mes o dos. —Dijo ella rascándose la nuca, se encogió en hombros y sonrió. —Nos vemos, Ace, no mueras hasta que vuelva.
—Eso debería decirte a ti. —Dijo el chico burlón. — ¿Tienes algún lugar pensado?
—Sí, alguna de las tres islas afiliadas a la marina. —Dijo ella, Ace la miró sorprendido.
—Estás loca. —La chica rió.
—No te imaginas cuanto...
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