Capítulo 24: Sorpresas inesperadas


El silencio reinaba en aquella sala. Tan sólo el altavoz llamando a algún paciente era audible cada ciertos minutos. La gente esperaba pacientemente a que les llamasen pero así era urgencias. Él, en cambio... esperaba. Tan sólo podía hacer eso, esperar por unas noticias que no parecían llegar.

Resopló y acarició el cabello de su hijo con suavidad. Se estaba quedando dormido en su regazo y es que era tarde para él. Llevaba más de una hora esperando y no había forma de que alguien le dijera nada. Tampoco tenían obligación puesto que él no era familia ni nada similar a Sasuke. Su sorpresa llegó cuando vio aparecer a su padre por la sala de emergencias. Todavía llevaba su bata blanca, por lo que Naruto imaginó que seguía de guardia.

- Me han dicho que estabas aquí. ¿Estás bien? – preguntó Minato preocupado por su hijo.

- Sí, yo sí. Estoy esperando por noticias de Sasuke. Me dijeron que lo traían al hospital pero... todavía no me han dicho nada.

- Ni te lo dirán – sonrió su padre – no eres familiar, no tienen motivos para darte información de un paciente.

- Pero... él no tiene a nadie más, creo – susurró Naruto.

- Déjame ver qué puedo hacer, ¿vale? Espera aquí.

Minato se acercó hacia la recepcionista y trató de averiguar algo sobre Sasuke Uchiha, aunque por mucha labia de la que disponía su padre, tampoco pareció conseguir mucho. Al fin y al cabo... él era cardiólogo, no trabajaba en urgencias y, por tanto, le restringían sus movimientos en otras áreas.

- ¿Nada? – preguntó Naruto al ver cómo su padre llegaba hasta él.

- No hay forma de que puedas verle, pero... él está bien. Eso es lo que me han contado como un favor personal. Espera un momento aquí – susurró hacia él pese a que su mirada se había desviado por encima del hombro de su hijo y miraba a alguien en el fondo de la sala.

Al ver cómo su padre se movía y caminaba por la sala, se giró para observar a un chico rubio que dejaba una carpeta blanca con papeles sobre el mostrador de recepción. Parecía muy joven y por algún motivo extraño... le sonaba de algo aunque no podía ubicarle con exactitud.

- ¿Estás en urgencias hoy? – preguntó Minato con una sonrisa.

- Sí... la vida del interino – sonrió Deidara.

- ¿Cuántas horas llevas?

- Una eternidad – sonrió intentando evitar mirarle a la cara, pero Minato se agachó ligeramente para ver sus ojeras.

- ¿Cuántas?

- Veintitrés y media – susurró.

- Te queda media hora más, ¿no?

- Me quedan... como cuatro horas más. Mi turno de veinticuatro horas y un compañero que se ha puesto malo y no ha podido venir. Me han pedido que me quede a cubrirle unas horas.

- Necesitas un café.

- Necesito una cama – sonrió Deidara, haciendo reír también a Minato.

- Yo sólo puedo traerte café si quieres. ¿Te has tomado ya alguno?

- He perdido la cuenta a partir del... - pensó cuántos cafés llevaba a lo largo de su jornada – no sé... creo que a partir del veinte. Ahora dime de verdad qué necesitas.

Minato sonrió. Ese chico era inteligente e intuitivo. Algo le olía extraño, seguramente ver a un cardiólogo por urgencias no era para nada habitual. Sus ojos se fijaron entonces en Naruto, al otro lado de la sala.

- Ya... necesito un favor.

- Dime.

- Estoy buscando un poco de información sobre Sasuke Uchiha. Ha entrado hace una hora más o menos por urgencias. No nos quieren decir nada porque no somos familiares pero... tú estás en urgencias, podrías ser su médico. Sólo me han dicho que está bien – intentó asegurarle Minato al ver la cara de preocupación que ponía Deidara, sobre todo porque conocía al chico. Ante aquella afirmación, Deidara se relajó.

- Veré a ver de qué me entero – sonrió Deidara – esperad aquí. Vuelvo en cinco minutos.

¡Ligar! Eso era lo que hacía Deidara, sonreír y lanzar halagos a la recepcionista casi como si ligase con ella, explicándole que le habían pedido que fuera a revisar al paciente pero se le había olvidado el número de la habitación que le habían dicho. Minato sonrió al ver a ese chico tan suelto y cómo la recepcionista sonreía y le devolvía los piropos a ese chico rubio, dejándole el informe sobre la encimera.

- Y ahora le debo un café a la guapa recepcionista – sonrió Deidara llegando al lado de ambos, aunque los dos miraron a aquella mujer de cincuenta y pico años para nada atractiva – tenía razón, está bien. Se ha dado un golpe en la cabeza y le han puesto puntos. Lo único raro aquí... es que tiene un problema serio de inanición. Seguramente ha sido por eso por lo que se ha desmayado.

- ¿Tiene hambre? – preguntó Naruto casi sorprendido.

- Básicamente. Parece que le falta comer. Ha debido estar saltándose comidas. Imagino que le vigilarán durante unos días para asegurarse que come y recupera fuerzas.

Un pitido llamó la atención de los tres. Minato no pudo evitar sonreír al ver cómo Deidara cogía el busca atado en la cinturilla de su pantalón y lo miraba agotado y frustrado.

- Por favor... matadme – susurró gastando una broma.

- Ánimo. Si necesitas un café, sube por cardiología. Estaré hasta las ocho de la mañana. Tengo guardia hoy.

- Subiré a por ese café. Te lo aseguro – sonrió Deidara iniciando el camino donde requerían su presencia.

Minato cogió el expediente de Sasuke, observando los detalles que allí habían colocado con expresión preocupada. Algo estaba mal en todo eso, lo sabía. En parte... quería hablar, pero no podía desvelar el secreto profesional.

- ¿Qué ocurre?

- Es que... me preocupa un poco el motivo por el que haya dejado de comer – dijo Minato.

- ¿A qué te refieres?

- No es un chico que parezca trastornos alimenticios ni nada por el estilo. Cuando vino a mi consulta... no podía pagar mis servicios.

- ¿Y la tarjeta del seguro nacional de salud?

- Sólo paga el setenta por ciento de la factura y la medicación tiene que pagarla el paciente. Además siempre dan la medicación exacta. No tenía tanto dinero, le dije que yo le daría la medicación pero... estas últimas semanas no ha venido a que se la diera.

- ¿Crees que no se la está tomando?

- No era medicación para él, Naruto – susurró su padre – dudo que la haya dejado, creo que la está comprando él y con ese gasto extra, es posible que... se haya quitado otras cosas para pagarla.

- ¿Como la comida?

- Sí, habrá reducido el gasto de comida – pensó por unos segundos y entonces sí se preocupó de verdad – tienes que hacerme un favor. Sasuke va a estar aquí un par de días. ¿Sabes dónde vive?

- Sí.

- Tienes que ir y recoger a alguien.

- ¿A quién?

- A su hijo. Es posible que esta noche que él trabajaba esté con alguien pero... mañana por la mañana volvería a estar solo, tienes que recogerlo y traerlo.

- ¿Hijo? – preguntó Naruto confuso – espera, espera... ¿Sasuke tiene un hijo? Eso no me lo había dicho.

- Y yo tampoco debería decírtelo. Te lo comento ahora porque es una emergencia. Ve a recogerle. Yo puedo cuidar de Asahi mientras. Tengo un sofá muy cómodo en el despacho, podrá dormir esta noche allí. Nadie le molestará.

Se sentía mareado. Un hijo de Sasuke Uchiha. Tan sólo podía pensar en quién habría sido la mujer que le habría dado ese hijo, tan sólo en si realmente Sasuke estaba casado o... ¿Qué habría pasado en su vida? ¿Por qué tenía un hijo? ¿Con quién lo había tenido? ¿Se casó o seguía casado? Estaba tan confuso.

- Son casi las seis de la mañana... entre que llego a su casa serán las siete con el tráfico a estas horas. Voy a ir acercándome – dijo finalmente Naruto – en cuanto abran el horario de visitas vendremos a ver cómo se encuentra Sasuke. ¿Sabes cómo se llama el niño? – preguntó algo melancólico.

- Menma.

Su corazón se encogía a cada palabra. Tenía sentimientos encontrados, por una parte... ¡Era un hijo de Sasuke! Amaba a Sasuke y cualquier cosa que viniera de él le encantaba, pero... por otro lado, era doloroso saber que había sido de otra persona, que Sasuke podía estar casado o divorciado como él, la cuestión era que tenía un hijo fuera como fuera.

- Aún le quieres – susurró su padre – lo veo en tus ojos, tu mirada te delata.

- Siento tanto dolor ahora mismo. Sé que no puedo reprocharle nada, yo tengo un hijo con Hinata. Este mismo dolor que siento yo es lo que él sintió. Me lo merezco pero... me habría gustado poder estar a su lado, ser su apoyo en los malos momentos. Aun así, estoy convencido de que habrá sido mejor padre de lo que yo he sido.

- También tuvo que aprender, Naruto, y cometería sus errores. Quizá no pudiste ayudarle entonces pero... puede que consigas hacerlo ahora.

- ¿Cómo le auxilias cuando él no quiere ayuda?

- Obligándole a aceptarla – sonrió Minato – dándosela sin que te la pida, estando ahí siempre.

- Voy a ir a recoger al niño. Sasuke querrá verle cuando despierte.

- Iré a despertar a Asahi para que vaya contigo.

- No lo hagas, lo cogeré en brazos. Dejemos que duerma un poco más.

- De acuerdo.

Estaba confuso y desorientado, pero aun así, se acercó hacia su hijo, tumbado en una de las sillas. No podía ver sus ojos azules, pero su rostro angelical causaba en él una sensación de tranquilidad pese a la situación. Tenía que llevarlo a casa para que descansase, ya había estado demasiado tiempo campando por la ciudad a altas horas de la noche.

Pasó uno de sus brazos bajo su nuca y el otro bajo sus rodillas para levantarle. Lo hizo con mucha suavidad para que sus párpados se mantuvieran cerrados. La gente le miraba, algunos con una ligera sonrisa al ver cómo cuidaba de su hijo y lo abrazaba contra su pecho para llevarlo al coche.

- ¿Ya nos vamos, papá? – preguntó casi en un susurró Asahi.

- Sí. Vamos a pasar por casa de Sasuke primero a recoger a Menma, ¿vale?

- Vale – dijo el pequeño dando un bostezo.

Ni el pequeño se cuestionó cómo su padre conocía a Menma por el cansancio acumulado, ni Naruto quiso insistirle para saber cómo era que su hijo conocía el nombre del retoño de Sasuke. No quería despertarle para hacer esa pregunta cuando podría saber la respuesta a la mañana siguiente. Era mejor que ahora descansase.

- Naruto... - intervino Minato algo preocupado al ver la carilla del niño – lleva mucho rato durmiendo en un coche y de malas formas aquí en los sillones. Te insisto en lo del sofá, irás más tranquilo si Asahi se queda aquí y puede dormir mejor.

- Creo que tienes razón – suspiró finalmente Naruto algo abatido – es demasiado para un niño. Está bien, lo subiré a tu despacho.

- Vamos, te acompaño. Me quedaré con él hasta que finalice mi turno.

El ascensor tardó una eternidad en bajar, era típico del hospital, daba igual la cantidad de ascensores que tuvieran, siempre tenían tránsito. Unas veces por camillas, otras...enfermeros estresados que iban de un lado a otro o familiares que no dejaban de pulsar los interruptores, nerviosos por querer ver a sus seres queridos.

Tardaron casi diez minutos en subir a la planta de cardiología y caminar la mitad del ala hasta el despacho de su padre. Eran los pioneros en Tokio en cardiología, su planta era la más grande de la ciudad, con un sin fin de estudiantes que intentaban aprender todo lo posible de los mejores cirujanos del país.

Minato abrió la puerta de su despacho y dejó entrar a su hijo. A su padre siempre le habían gustado las cosas antiguas, se notaba en sus muebles de roble oscuro, en las estanterías antiguas repletas de libros sobre medicina y los marcos de los cuadros que alardeaban los premios y diplomas ganados. Tan sólo el portátil que reposaba sobre su escritorio era algo actual.

Naruto observó el sofá de época en una de las esquinas. Sus asientos eran mullidos y anchos, parecía cómodo tal y como dijo su padre. ¿Cuántas noches habría pasado su padre allí? Seguramente demasiadas. Minato buscó en uno de los cajones una pequeña manta y esperó a que su hijo dejase a Asahi en el sofá para taparle.

- ¿Dónde vas? – preguntó Asahi entre bostezos, sin ser capaz de abrir los ojos y cogiendo el dedo índice de su padre para evitar que se alejase.

- Ey, cielo – sonrió Naruto acariciando su cabello – voy a ir a buscar a Menma, ¿vale? Tú sólo descansa aquí un rato. El abuelo se queda contigo.

- Yo quiero verle – susurró sin poder despertarse.

- Claro que le verás, voy a traerlo aquí para que vea a su padre, ¿vale? Tú descansa. En cuanto esté aquí vendré, a despertarte para que puedas estar con él.

- Vale.

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