III

Las aves nocturnas huyeron de las copas de los árboles espantadas por el sonido del disparo.

Pronto un silencio perpetuo reinó en los alrededores.

Como único testigo, la luna llena; que había adquirido una palidez aún más amarillenta si eso fuera posible, al presenciar con pena y lástima el último adiós en esos ojos pardos desolados que se cerraron tras su debacle.

Pobre alma marchita que no sabe lo que ha hecho.

No conocía que la muerte solo sería su principio y había obligado al astro redondo a acogerlo como uno más de sus hijos.

Regia en el firmamento lo anunció, otro condenado de la noche.


El huérfano Kim despertó con la aspiración descomedida de una bocanada de aire.

Como un individuo en el fondo de un lago oscuro que alcanza por fin el preciado oxígeno de la superficie.

Había un charco de sangre, que se extendía por los tablones de la madera, acumulada bajo su cuerpo.

Su propia sangre, recordó a pesar del desconcierto.

¿Qué hacía de vuelta en este mundo?

Sintiendo plomo en las extremidades se puso en sus pies como pudo.

Taehyung no se sentía bien.

Estaba débil, y oía voces, su vista estaba empañada, y tenía hambre.

Afuera era de día, o cercana a la hora prima al menos. El sol coló sus rayos dorados por las rendijas destartaladas del ventanal.

Guiado por los sonidos persistentes en su cabeza se acercó a la ventana, sin embargo cuando quiso apoyar una mano en el alféizar soltó un siseo violento de dolor.

Ardía.

Llevó la mano herida hasta su pecho y perplejo observó las llagas de quemaduras, como tras los segundos la carne subía hasta cicatrizar en breves minutos como si nunca hubiera estado ahí en primer lugar.

Taehyung comprendió entonces que las voces en su cabeza no eran fruto de su imaginación, era la naturaleza oculta a su alrededor; podía escuchar las hormigas trasladar las alas de cucarachas hasta su grieta en las tablas, el aleteo de un colibrí en su recolecta diaria de polen, las patitas de los conejos que se esconden tras los arbustos.

Su vista, que creía opaca, solo era un lente poderoso, uno que le permitió ver varias yardas más allá de bosque espeso, cruzando el río que descendió de la montaña hasta llegar a la civilización en la que había vivido antes.

Sus nuevos sentidos estaban destapados a los verdaderos matices del mundo en que habitaba. Y era aturdidor.

Lo peor, era ese ansia que dominaba su cuerpo: una necesidad como ninguna otra que haya experimentado antes. Era hambre cruda mezclada con la sed y la furia del deseo.

Y estaba perturbado, porque a su mente llegó una nueva memoria. Una silueta estilizada de un chico con trajes remachados, pelo crespo claro y oyuelos que se asomaban cada vez que sonreía.

Park Bogum.


A este punto, Taehyung solo estaba seguro de dos cosas: su nueva condición antihumana, y el paradero de Bogum.

Cómo era esto siquiera posible, no lo entendía. Pero había algo en su interior atado que lo guiaba hasta Bogum, como una cuerda.

Esa fue la única razón por la cual, aún asustado, abandonó el ático en el granero en busca de su amigo.

Ya había establecido que el sol era enemigo, y era un movimiento demasiado arriesgado, pero encerrado aquí arriba nunca conseguiría respuestas.

Tuvo suerte de haber traído una gabardina larga ayer para cubrirse del frío de la noche, y que esta no estuviera salpicada de sangre.

Taehyung llegó hasta el cause del río y se agachó juntando sus manos en forma de cuenco para lavarse el rostro y cuello. Paró un instante y observó a su alrededor, el recuerdo agridulce de sus amigos lo invadió.

Enseguida negó con la cabeza, de nada serviría ponerse melancólico ahora.

Llevó la poca agua que podía juntar entre la gruesa tela y se talló la cara.

En el líquido tan cristalino que fluía sin restricción, pudo ver su reflejo; el iris en sus ojos, que antes había sido de un tierno marrón, estaba rojo cual escarlata. Los rasgos en su rostro se encontraban más definidos, angulosos, y los destellos dorados de su cabello, que tanto amaba, se habían ido. Ahora no era más que un color oscuro común, como la tierra mojada.

Lo peor fue cuando quiso beber agua: dos colmillos filosos, como los caninos de un gato montés, se asomaron por su labio superior.

Estaría en problemas si alguien lo ve de cerca.

Limpiando la suciedad que pudo se levantó. Su piel ahora estaba limpia, sin embargo su camisa, que había dejado de ser blanca hace mucho, era una historia distinta; con varios manchones de sangre semi seca.

Así que se había cubierto con la gabardina -cuyos puños estaban mojados por el contacto con el agua- lo mejor que le fue posible, extendiendo las solapas del cuello. La llevaba como una especie de capa y era lo suficientemente larga para aislar su piel de los rayos de luz. Sus pantalones y zapatos hacían el resto del trabajo.

Ver de día también era una tortura a sus ahora sensibles ojos.

Tenía que encontrar a Bogum cuanto antes.

1/2

Capítulo cortito porque me quedaba muy extenso si no lo dividía.

En unos minutos subiré el próximo.

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