15| "Perdido"

—Lo mato a golpes —nos informa Massimo.

Mi vista va al albino, ha estado silencioso desde que se enteró, ¿estará preocupado por él?

—Es imposible, dejamos a Mark con su equipo —replica Iván.

—Parece que el muy imbécil decidió hacer la parte final solo. No se que le paso por la cabeza, le contó todo lo que le hizo a la chica.

—Dios, esto es una maldita desgracia.

—Lo encontramos muerto en la misma habitación, lo desfiguró a golpes, volvió a cubrir a la chica, sin dejar rastros.

—Este error no lo podemos dejar pasar.

—Lo se, Iván —señala—. Quiero que lo busquen, encuentre a Mikey, y traigan me su cabeza, ¿entendido?

Asentimos.

—Bien, vayan, ¡ya!

Salgo junto a Alexei, Iván sale momento después, sin vernos, y desaparece.

El albino mueve la cabeza, una seña para que salgamos del lugar, asiento.

—Mikey sigue vivo.

—Si...

—Creí que lo habían matado... Junto a la chica.

Mi mano se mueve instintivamente al bolsillo de mi chaqueta, mis dedos rozan el pequeño contenedor... Creí que lo había perdido.

—¿Aún llevas eso? —pregunta algo asqueado.

—Si encontramos a Mikey, supongo que querrá tener esto...

—Si lo encontramos —repite

Nos detenemos delante de mí auto... ¿Dónde se supone que lo busquemos?

—Adney, ¿crees que sea buena idea buscarlo? Mataron a Auri, intentaron matarlo... Justo ahora, Mikey debe estar inestable.

—Y si no lo buscamos, Massimo querrá matarnos, que dilema —suelto con frustración.

—¿Por qué no nos pidió ayuda?

—No lo se Alexei... Yo no lo sé.

—Si nos hubiera contado lo de Auri... Tal vez.

—Estuviéramos muertos.

Silencio, uno bastante incomodo. Un suspiro escapa de mis labios, y veo al albino.

—Si Mikey te hubiese contado lo que pasaba, ¿lo fueras traicionado? —pregunto serio.

El albino me ve, indignado, aparta su mirada y deja escapar un suspiro.

—No... Yo lo hubiese ayudado.

—¿Incluso si significaba morir?

—Massimo me quería muerto, Mikey debía matarme, pero en vez de eso me salvó... Le debo un favor.

Me subo al auto, el albino hace lo mismo, sin apartar su mirada de mí.

—¿Tu lo hubieses traicionado? —suelta con un tono sombrío.

—No.

Su mirada sigue sobre mí, clavándose como miles de puñales. ¿Sería capaz de traicionar a Mikey? La verdad... Es que no, él era distinto a nosotros, él no merecía esto.

Él fue arrastrado a toda esta mierda en contra de su voluntad, nosotros lo convertimos en lo que es... Yo no podría traicionarlo.

No sería capaz de joder aún más las cosas.

—¿Adónde iremos? —desvía el tema, serio.

—Con la única persona que podría averiguar algo de Mikey.

—Ashley.

—Los "ojos" de la calle del pecado.

Enciendo el auto, el rugido del motor rompe el delgado silencio.

Alexei me ve de reojo, con su mirada llena de desconfianza, dejo escapar un suspiro... ¿Que hubiera pasado si Mikey nos lo contaba todo?

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Detengo el auto delante del "local" de Ashley, el albino se adentra al sitio, lo sigo tomándome mi tiempo.

Soy recibido por las miradas aterrada de los clientes, instintivamente veo al encargo, espantado, esto no es normal, ¿qué ocurre?

Bajo a la "oficina" de la chica, y ahí está. De espaldas contra la pared, tirada en el piso cual muñeca de trapo y rodeada de chatarra... No. Rodeada de lo que alguna vez fue el ordenador que usaba para ver "las calles del pecado".

A su lado esta Alexei, ofreciéndole su mano para ayudarla a ponerse de pie.

—¿Qué ocurrió aquí?

—Iván —susurra.

Ella acepta la ayuda, se pone de pie. Su mejilla pálida esta tomando un color carmesí, un pequeño hilo de sangre se desliza por su labio, su cabello está hecho un desastre... Pero sus ojos, sus ojos están inexpresivos.

—Ese infeliz vino buscando información de Mikey, le di toda la que tenía, pero dijo que no era suficiente, perdió los estribos cuando le dije que no podía averiguar más y de la nada me golpeó, destruyó mi ordenador y se fue hecho una furia —explico restándole importancia.

—Se nos adelanto —señala el albino.

—¿Se les adelanto? ¿Ustedes también buscan a Mikey?

Asiento, la chica deja escapar un suspiro.

—Les diré todo lo que se...

—Pero no nos será de ayuda —termino lo que iba a decir.

—Entonces que hacemos, ¿dónde lo buscamos?

—No lo se Alexei, pero aquí no lo encontraremos, lamentamos la molestia Ashley.

Alexei deja escapar un suspiro lleno de frustración, camina con lentitud a la escaleras, lo sigo, subo el primer escalón.

—Esperen... Hay algo que no le dije a Iván —confiesa.

El albino voltea de forma brusca, yo me tomo mi tiempo.

—¿De qué hablas? —pregunta Alexei, esperanzado

—Hubo un pequeño detalle que oculté.

—¿Y por qué nos lo dices ahora?

La chica baja su mirada.

—Ustedes no quieren herirlo... Solo desean encontrarlo.

—Si, así es —suelta el albino con rapidez.

—¿Por qué te interesa eso, solo eres una informante?

El albino me ve, molesto, nunca espere que fuera alguien tan "sentimental". Lo ignoro, veo a Ashley, aún con su mirada fija en el piso.

—Él no merecía nada de esto... Solo era un chico.

—¿Le tienes lastima?

—Si... Un niño no debería pagar por los pecados de su padre, él no merecía esta vida.

Silencio, la chica toma su teléfono.

El tono de mi teléfono rompe el silencio, veo de reojo el mensaje, una dirección enviada por Ashley. Alzo mi mirada solo para encontrarme con los ojos de la chica, llenos de pesar.

Ashley, ¿qué sabes de Mikey qué nosotros no?

¿Qué nos ocultas?

—Ahí lo encontrarán.

—Gracias Ashley.

—¿Dónde?

Subo al local, lo abandonó y me adentro al auto. Alexei me sigue casi corriendo, con su semblante dominado por la amargura.

—¿Qué rayos Adney? —replica.

Enciendo el motor, su rugido opaca todo sonido, y antes de que el albino pudiera volver a replicar, aceleró, debemos ir rápido a nuestro destino.

¿A qué sitio de Nueva York nos llevará esta dirección?

                     [———————]

—¿No podíamos ir a un sitio más lindo?

—Esta es la dirección Alexei.

—¿Esta? ¡Y justamente esa casa! —señala el albino.

Su tono acusatorio junto a su expresión de desagrado me recuerda lo obvio, aún es un mocoso, aunque esta casa...

El dedo índice del albino señala la peor casa en una hilera de ellas, el peor hogar de todo el vecindario. Con vidrios rotos, madera podrida, moho.

Una casa salida de un relato de terror, una casa embrujada.

Entramos al patio delantero, con sus arbustos muertos, pasto seco, árboles torcidos y sin hojas, como si la vida hubiese abandonado este sitio hace años.

—Genial, la madera rechina —se queja el albino.

—Si hacemos esto rápido nos vamos rápidos.

—Si claro... Lo que sea.

De una patada la puerta se abre, y la humedad corre a recibirnos. Una nube de polvo se alza, se mezcla con el olor y sale disparada hasta donde estamos, Alexei tose, yo tapo mi nariz y boca.

Esto es maravilloso.

Sin decirme algo el albino entra a la morada, lo sigo con dudas. Es una casa abandonada en todo el sentido de la palabra, telarañas cubriendo el lugar, muebles antiguos abandonados y llenos de polvo, manchas producidas por la humedad, un sitio abandonado por el tiempo, por la vida... Por el mundo.

—¿De qué nos ayudará este lugar?

—No lo se —susurro.

Un golpeteo nos interrumpe, el albino se pone pálido, siento como mi corazón se detiene... ¿No estamos solos?

—¿Dónde...?

Señalo el pasillo por el cual el sonido llegó, Alexei saca su arma, se agacha y de forma sigilosa empieza a caminar; saco mi arma y lo sigo.

Tras cada paso siento un dolor punzante en la cabeza, las corrientes frías chocan con mis manos desnudas y mi cuello. Nos detenemos antes de llegar a la siguiente sala, retrocedo unos pasos, el albino me hace una seña, asiento.

De un movimiento rápido se adentra, apunta su arma... Y no reacciona.

—¿Alexei?

No obtengo respuestas, el albino sigue ajeno al mundo.

—Alexei.

Su silencio sigue.

—¡Alexei!

—¿Así qué... Vinieron a buscarme?

El arma se desliza de mi manos, el golpe seco logra traerme de regreso a la realidad. Doy grandes zancadas hasta la sala y lo veo.

Mikey, sentado sobre la madera llena de moho, su espalda contra uno de los soportes de la mesa polvorienta. Con su cabello despeinado y su mirada fija en la nada.

Derrotado...

—Estas bien —susurra Alexei.

—Por desgracia —susurra el rubio.

—Creímos que-

—¿Qué había muerto? No... Aún no —me interrumpe.

Mikey alza su mirada... La ira se refleja en sus ojos azules.

—No moriré hasta que Massimo me las pague... No lo perdonaré.

El albino se acerca con rapidez, le ofrece su mano para ayudarlo a ponerse de pie... El rubio rechaza la oferta dándole un manotazo.

—¿Como encontraron este sitio? —pregunta adoptando un tono oscuro.

—Ashley nos dio la dirección.

—Vaya, nada se le escapa...

—¿Qué es este sitio? —se anima a preguntar el albino.

—¿Los mando sin decirles nada?

Asentimos, Mikey suelta una risa bastante forzada.

—Aquí empezó todo.

—¿De qué hablas Mikey?

—Aquí nació Mikey... Y murió Jonas.

Jonas... La leyenda urbana de Nueva York.

—Mikey...

—¿Si, Adney?

—¿Acaso tú eres?

—Oh... Eres rápido atando cabos. Yo soy Jonas Miller, el de la leyenda.

Siento como el ambiente se tensa, otra corriente fría se cuela por los ventanales rotos y choca contra mi piel... Mikey.

—¿Tu hiciste eso...? —pregunta Alexei consternado.

—No... Yo no fui, pero, es lo que todos creen —responde, viendo alrededor.

—Mikey...

—¡Yo no viole a mi hermana. Maldición! ¿Como mierda podría yo hacer algo así? ¡Como! —grita

Su respiración se agita, un pequeño silbido escapa de su máscara cada vez que toma aire, sus ojos recorren la sala, la ira no lo abandona y sus dedos siguen golpeando la madera, como si buscará forma una melodía con esos golpes.

Mikey esta enloqueciendo...

—Yo no le hice nada a mi hermana... Yo quería salvarla, quería darle una buena vida... Solo quería salvarla. Quería salvarlas, Auri, Heather —El rubio se tapa el rostro y sin más llora.

El albino se acerca a él, lo abraza.

—Déjalo salir Mikey...

—Yo no fui. Yo solo quería ayudar...

—Lo sabemos Mikey, queremos saber la verdad, cuéntanos la verdad —le pido, y dejo mi mano sobre su hombro.

—Nunca se lo he dicho a alguien, nunca quise. Solo quería olvidarlo, quiero olvidarlo, necesito una cerveza, yo necesito...

—Déjalo salir —repite Alexei—, debes dejarlo salir, no puedes seguir cargando con este peso.

Mikey solloza, luego de unos momentos aparta sus manos de su rostro con lentitud, y un suspiro escapa de sus labios...

—Él nos odiaba, siempre nos odio, pero a mí más. Desde que nací nunca estuvo feliz, ni orgulloso, solo era un estorbo, una boca más para alimentar, más de una vez me golpeó, sin motivo, solo me golpeaba hasta dejarme inconsciente. Mi madre, ella era un ángel, me daba comida cuando él no estaba, curaba mis heridas, me daba todo el amor que tenía... Pero no podía hacer nada contra él, ella tenía miedo de alterarlo, de morir y dejarnos a la deriva.

El rubio rasca la palma de su mano, cierra sus ojos y suelta otro suspiro. Abre sus ojos, la ira lo abandonó, y ahora la tristeza lo domina.

—Yo lo soportaba, sus golpes, sus insultos, sus escupitajos, todo, lo hacía porque creía que nunca le haría algo a mi hermana, Heather. Era dos años menor que yo, nunca se quejó por los gritos de él, nunca le recriminó a mamá nada, nunca se apartó de mi, era la menor... Pero era mucho más madura que yo, parecía la mayor.

Mikey sigue rascando su palma, con más fuerza...

—Mamá consiguió un trabajo a medio tiempo, todo el dinero que hacía lo ahorraba, era nuestro dinero para huir. A él no le agrado, mamá empezó a tener muchos "accidentes", golpes con la puerta, caídas, tropezones, aunque ella nos mentía ambos entendíamos, mamá también era una víctima. Un día el volvió temprano, totalmente ebrio, fue directo a nuestro cuarto, maldiciendo a mamá, a nosotros... Ese día casi muero, casi me mata a golpes, y mientras yo estaba ahí, casi muerto, mi indefensa hermana... Lo que él le hizo ese...

Las manos de Mikey van a su cuello, sus uñas se clavan sin piedad contra el mismo. Sus ojos vuelven a recorrer todo el lugar, otro suspiro cargado de frustración sale...

¿Tiene miedo de quedarse atrapado en el recuerdo?

—No desperté hasta tres días después, hambriento, y amarrado en el cobertizo. Cuando mamá llevo mi comida lo entendí todo, su rostro lleno de maquillaje para ocultar sus golpes hablo por ella, estábamos en el infierno... Esa noche escuché a mi hermana gritar, llorar, gemir... Mientras que yo me sentía débil e inútil, miserable. Patético por no poder ayudar.

>>Había días en los que me dejaba entrar a casa, solo para casi matarme a golpes y obligarme a ver como violaba a Heather, un día todo se fue a la mierda. Me dejó comer la cena junto a mamá, mientras él le hacía eso a mi hermana... Mi madre no lo soporto más, fue hasta uno de los cajones de la cocina y tomo un arma; me asusté, ella intento calmarme, y entonces lo escuchamos, un gritó lleno de ira de él, uno lleno de miedo de mi hermana, y un golpe seco.

>>Mamá subió corriendo, no escuché nada por unos segundos, hasta que mamá gritó aquello que se grabó en mi mente: ¡Mataste a Heather!

Mikey se calla, ve sus uñas decoradas por finos hilos de su propia sangre, cierra sus ojos e intenta controlar su respiración. Su cuerpo empieza a temblar, su mueca se tuerce...

—Yo no la mate... Fuiste tú —susurra.

El rubio abre sus ojos, cristalino por las lágrimas.

—Él le gritó a mamá, discutieron, y entonces oí otro golpe seco. Me decidí a subir cuando el cuerpo de mamá cayó por las escaleras, sin vida, sus ojos estaban fijos sobre mi, su boca estaba algo abierta... La oí, puedo jurar que oí su susurro, me pidió que huyera. Corrí a la cocina, tome el arma del cajón y me senté a esperarlo. Él llego, vestido con su horrenda ropa, maldiciendo me como siempre, a punto de matarme... Y jale el gatillo.

>>La policía me encontró aquí, cubierto por su sangre, con su cadáver a mis pies. Fui el único sobreviviente, me encontraron con el arma, y las personas aman el morbo. ¿Como nuestro amado doctor podría matar a su esposa la enfermera, a su hija y dejar vivo al rarito de su hijo? Yo pagué por los pecados de mi padre... Yo fui el monstruo de la historia, y para poder vivir una vida normal, Jonas debió morir, y Mikey nacer.

El albino guardo silencio, abrazo con fuerza al rubio... Sintiendo lástima por él...

—Solo el licor me ayudaba, podía olvidarlo todo con una botella, y cuando las drogas llegaron todo mejoro, podía olvidarlo todo. Las personas se daban por vencidas conmigo, no le contaba a nadie mis problemas, no dejaba mi actitud autodestructiva, así que solo me vigilaban sin interés alguno, y cuando cumplí la mayoría me botaron del orfanato, no sé como me gradué, ni como llegue a la universidad, se que era buen estudiante, pero nunca creí que podría llegar hasta ese punto.

—Y entonces llegó Massimo —El albino se aparta.

—Y todo se fue a la mierda —completa el rubio—. Ya no puedo tomar, ni drogarme, no soy de utilidad, sigo siendo un problema... Y ya no puedo olvidarlo, no puede olvidar que les falle.

—Mikey.

—Les falle Adney, no pude salvar a mi hermana, no pude salvar a Auri, ambas murieron, ¡y yo no pude hacer nada!

—No fue tu culpa —señala el albino.

—Tuve que hacer algo, debí estar preparado, debí ser fuerte...

—No podías controlar la situación, no sabías que pasaría —suelto viéndolo.

—Sabía que todo se iría al carajo... Y aún así no hice nada.

Con dificultad Mikey se pone de pie, sin ayuda.

—El asesino aún está libre...

—Massimo.

—El padre de ambos.

Desvío la mirada, Alexei deja escapar un gruñido.

—¡Él no es mi padre! —grita el albino, dejando escapar su acento ruso.

—Lo es aunque lo niegues...

—Alguien debe parar a Massimo, esta fuera de control —señalo.

—Él nunca ha tenido el control, siempre ha sido inestable, y ahora...

—Quiere deshacerse de todos los peones inútiles —termina Mikey.

Silencio.

Mikey nos apunta con su arma.

—¿Qué haces? —grita Alexei.

—Massimo los matará de todas formas... Él está iniciando una purga, así que, ¿por qué no enviarle un mensaje?

—Mikey, no —pido.

—No es nada personal chicos... Pero Massimo quería a un monstruo, quería que fuera como ustedes, y ahora lo soy.

Veo como le quita el seguro al arma.

Veo nuestras armas en el piso, lejos de nuestro alcance.

—Mikey...

Cierro mis ojos esperando lo peor.

Continuará...

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Este capítulo me duele... Bueno, espero les haya gustado, estrellita y compartir ayuda mucho, y nos vemos la próxima amigos.

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