epílogo.

Una linda tarde. Algo calurosa, pero con una simple bebida todo se resolvía.

Era así como luego de que sonara la campana anunciando la hora de salida, JiMin se dirigía a la cafetería de la escuela antes de que ésta cerrara, para poder obtener su deseada malteada.

No se veían muchos alumnos en los pasillos; a pesar de que el timbre había sonado hace pocos minutos, todos parecían haber salido inmediatamente.

En la cafetería habían unos siete alumnos, algunos recién llegando como JiMin en aquel momento.

—Una malteada de fresa, por favor —desvió su mirada de la cajera, observando un poco el lugar—. En realidad, que sean dos.

Ambas bebidas fueron entregadas inmediatamente, y con ello salió del lugar en busca de cierto chico que había visto segundos atrás.

—¡Hey! —llamó al visualizarlo—. Toma.

TaeHyung tomó feliz la bebida. Sin embargo, se extrañó al ver que JiMin tenía una igual.

—¿Por qué tienes una malteada de fresa? —preguntó curioso—. Dijiste que no te gustan.

—Bueno... —rió nervioso—, se podría decir que me empezaron a gustar las fresas.

TaeHyung sonrió con dulzura. —¿Qué dijiste? —preguntó en broma.

Un suspiro largo salió de los labios de JiMin, aunque lo que dijo después hizo que Tae se alterara.

—Yah, bebé, no me hagas deletrearlo —sonrió ante la cara de pánico de Kim—. Ya sabes que te amo.

El pelirrosa era un lío total, ¿realmente le había llamado bebé? ¡E incluso se le acababa de confesar indirectamente!

—Eres tremendo, Park —fue lo único que pudo decir antes de recibir un abrazo por parte del menor.

—¿Me amas?

Tae asintió, enterrando su cara en el cuello de Park. —Te amo.

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