capítulo 3
"Pesadillas y fresas"
Su profesor le sonrió y le ayudó a levantarse. Si Jimin antes se sentía peor, ahora el sentimiento era mucho peor e incluso está deseando poder morir. Si podía ocultarle a sus compañeros la clase de criatura que era él en realidad, ¿cómo podría ocultárselo a su profesor? Debía encontrar una excusa y debía hacerlo pronto o sino correría peligro. Debía ir a su casa y debía hacerlo pronto.
— Vamos a mi despacho, Jimin.— Le dijo suavemente y lo arrastró hacía su despacho.
El profesor Kim le indicó que se sentara en una de las sillas frente a su escritorio. Jimin se sentó y empezó a jugar nuevamente con la manga de su camisa. Se sentía impotente en aquel momento. El profesor Kim, se dió la vuelta y comenzó a rebuscar entre todos sus papeles y luego en su maletín. Se dió la vuelta nuevamente y le sonrió a Jimin mostrando unos bellos hoyuelos en sus mejillas. Le extendió una bolsa de jugo de fresas a jimin y continuó sonriendole mientras le miraba enternecido.
— Bébelo. — Le dijo mientras se sentaba frente a él tras el escritorio color caoba.
Jimin analizó un poco el paquete con su mirada y luego miró a su profesor. Este le miraba de brazos cruzados y apoyando su espalda en su silla de escritorio. Jimin arrancó la pajilla y la introdujo dentro. Con cuidado puso la pajilla en su boca, y comenzó a beber el jugo sintiendo como este aliviaba el ardor de su garganta. Efectivamente aquello no era un simple jugo de fresa, aquello no era mas ni nada menos que de la misma sangre que su madre le había dado esa mañana y que él había decidido no beber.
Levantó la mirada y miró confuso a su profesor. ¿Acaso había sido descubierto? Casi se golpea a si mismo de solo pensarlo, pero, a la misma vez cabía la remota posibilidad de que su maestro de linda sonrisa y hoyuelos fuera una persona igual a él. Cuando terminó de beber la bolsa, la colocó en su regazo y levantó la vista hacia la de su profesor ya que había vuelto a bajarla segundos atrás.
— Profesor kim, de causalidad usted... — Jimin estaba dudando entre si preguntar o no. Su pregunta podría exponerlo mas de lo que ya estaba.
— Yo... — Prosiguió el rubio mientras le invitaba a que le expresara sin desconfianza todo lo que deseaba decirle.
— De causalidad usted es un... ¿Un vampiro?— Soltó con miedo a la respuesta que su profesor pudiera darle.
— Sí, sí lo soy.— Contestó el rubio con toda tranquilidad y levantándose de su asiento.— ¿Que te sucedió allá afuera, Jimin?— Preguntó mientras apoyaba su espalda en el escritorio y le veía con una expresión relajada.
— Yo, solo dejé de beber mi dosis en el almuerzo. — Contestó con la cabeza gacha debido a que se sentía avergonzado por haber sido tan negligente.
— ¿Por qué lo hiciste? Sabes que no debes hacerlo.— Le contestó ahora volviendo nuevamente a su sonriente expresión.
— Tuve... Tuve miedo. No quería que me descubrieran y que luego tuviéramos que mudarnos otra vez.— Contestó Jimin mientras mantenía la cabeza gacha— Así que decidí no tomar la dosis y comer como un adolescente normal. Pero creo que no fue una de mis mejores ideas.
— Entiendo lo que sientes, pero no debiste dejar de tomar tu dosis. Al dejar de beberla solo te expusiste más a que alguien supiera lo que eres, en lugar de mantenerlo en secreto. Podemos dar gracias de que los pasillos estuvieran vacíos cuando te encontré.— El pelirrubio lucía pensativo, llevó una de sus manos a su barbilla, posiblemente buscando una solución al problema de Jimin.— ¿Qué te parece si hacemos algo?— Jimin levantó la cabeza y esperó para escuchar la propuesta de su profesor.— ¿Qué te parece si almuerzas aquí de vez en cuando para que no sientas la presión de estar rodeado de tus compañeros y dejes de sentirte tan ansioso.
Jimin le miró por unos segundos y analizó la propuesta. Sonaba bien, él podría evitar un contacto excesivo con sus compañeros, e incluso quizá podría evitar ver el rostro del pequeño pelirrubio. Porque sí, Jimin estaba tan avergonzado que no creyó que podría verle a la cara nuevamente sin terminar rojo como una frutilla.
— ¿Puedo hacerlo?— Preguntó incrédulo ante lo que sus oídos escucharon. El profesor Kim asintió gustoso y Jimin estaba rebosante de felicidad.— Gracias por la ayuda profesor Kim. Es usted muy amable.
— ¡Oh! No hay problema. Y, por favor llámame Namjoon, me siento viejo cuando me llaman profesor Kim.— Contestó el pelirrubio mientras se rescaba la nuca.
— Esta bien, NamJoon. — Contestó Jimin.
— ¿Quién es tu padre, Jimin?— Preguntó esta vez el pelirrubio.
— Park HyungJae. Él es mi padre, y mi madre es Park HyeSun.— Contestó.
— ¿Ellos trabajan?— Preguntó y Jimin agachó la cabeza nuevamente.
— No, llegamos a la ciudad hace poco debido a que tuvimos problemas en nuestro natal, Busan. Mi padre y madre aun están buscando trabajo, y vivimos a base de nuestros ahorros por el momento.— Jimin trataba de no hablar con casi nadie de ese tema, pero por alguna razón Namjoon le había inspirado confianza. Esa preocupación era algo que venía cargando desde que salieron de Busan, no había hablado con nadie de eso y desahogarse le hacía sentirse realmente bien.
— Ya veo, lamento mucho eso.— Respondió el rubio mientras alentaba a Jimin con pequeñas palmadas en su hombro.
— No es su culpa. Es un problema pasajero.— Jimin trató de sonreír. Pero de sus labios solo se escapó una mueca demasiado extraña.
El pelirrubio se dió la vuelta y sacó un papel de su maletín. Escribió algo en el papel y se lo entregó a Jimin quien lo tomó en sus manos y le dió una pequeña leída. — Con ese papel te dejaran entrar a clases. Puedes regresar ahora a tu salón.— Indicó Namjoon, y Jimin asintió en respuesta. Sé levantó, hizo una reverencia y se despidió para luego salir por la puerta al pasillo.
Jimin fue a su salón y le mostró el papel a la profesora que se encontraba impartiendo su clase de geografía y Estudios Sociales. Ella le dejó pasar y él entró sin dirigirle la mirada a nadie. Aun así podía sentir la mirada de sus demás compañeros y del pequeño pelirrubio sobre él, y eso lo ponía nervioso y avergonzado. Mientras que, efectivamente, el pelirrubio se había quedado mirando a Jimin por un rato. Y en cuanto miraba sus libros también miraba al castaño de reojo.
Yoongi aun no dejaba de preguntarse como era que ese chico podía ser tan único. Su comportamiento y forma de ser eran únicas. Ese momento en que lo había abrazado sintió algo que nunca había sentido y que pensó que nunca experimentaría, "las mariposas en el estómago". Su madre le había hablado mucho acerca de ese sentimiento, pero el mismo pensaba que era una simple tontería. Pero ahora que lo había experimentado no sabía cómo debía reaccionar o que pensar.
— Señor Min, ¡Señor Min!— Casi gritó su maestra haciéndolo volver a la realidad.
— Sí, señorita Manoban. — Respondió un poco asustado.
— Le preguntaba, ¿cuál es la definición de Estudios Sociales?— Le dijo su maestra mientras le miraba con una ceja alzada. Seguramente se había dado cuenta de que estaba distraído y decidió lanzarle una pregunta para probarlo.
— Pues, no hay una definición concreta, pero se puede definir como un campo amplio y multidisciplinario que comprende las ciencias sociales y humanidades.— Contestó y su maestra asintió a forma de aprobación. Yoongi se sintió aliviado y agradeció el haber estudiado bien el tema la noche anterior.
— Señor, Park.— Llamó la atención de Jimin la señorita Manoban y este la miró esperando para saber cual sería la pregunta que debía responder— Ya que los Estudios Sociales están ligados con las Ciencias Sociales, Por favor digame cuál es la definición de ese campo.— Jimin asintió y se dispuso a contestar.
— Las ciencias sociales son las ramas de la ciencia relacionadas con la sociedad y el comportamiento humano. Esta ligada con las disciplinas que ayudan a identificar el comportamiento de las masas e individuos dentro de la sociedad.— Jimin se sentía orgulloso de su respuesta, tal vez no era el mejor estudiante, pero hacía el esfuerzo.
— Muy bien Señor Park. Para ser su primer día se nota que estudió muy bien en casa.— Felicitó y se dió la vuelta para atacar a otra persona.— Jeon Jungkook, defina la palabra humanidades.— Se dirigió a un castaño que se encontraba en la misma mesa que el pequeño pelirrubio ese mediodía. Pero en este caso, lo tomó por sorpresa ya que se había quedado dormido a media clase,
Y así continuaron las últimas dos horas del día. La señorita Lisa escribía en el pizarron, lanzaba preguntas al azar, sacó a uno que otro chistoso del salón y dejó su rutinaria tarea de siempre y luego la campaña sonó anunciando el fin de la jornada. El pelirrubio miró de reojo al castaño. Este estaba muy concentrado guardando sus cosas en sus mochila. Cuando Jimin termino de guardar sus cosas, yoongi lo vio salir del salón con rapidez, y cuando él mismo salió, lo vió perderse entre los pasillos.
Ajustó mejor las correas de su mochila y caminó decidido a salir de la escuela. Pero fue detenido por los ruidosos gritos y las escandalosas risas de un pelinaranja que venía corriendo hacia él y que casi lo atropella en pleno pasillo.
— ¡Te dije que me esperaras, Yoongi!— reclamó el pelinaranja al ver que su amigo se iba sin él. — Dijiste que iríamos a los videojuegos hoy.
— Es cierto, lo olvide Hoseok. — Admitió mientras pasaba una mano por su cabello.— Podemos ir ahora si lo deseas.— El pelinaranja asistió y jaló a Yoongi del brazo y salió corriendo como si su vida dependiera de ir a los videojuegos.
Hoseok y Yoongi pasaron la tarde juntos. El pelinaranja a veces podía parecer un niño de cinco años corriendo por todo el centro de juegos, pero a la vez Yoongi sabía que cuando este estaba serio, enojado o bajo presión, pues era mejor correr por tu vida, él era totalmente escalofriante y con una dualidad excepcional. Después de esa alocada tarde en la que Yoongi tuvo que seguir a Hoseok, regañarlo y por algunos momentos ser objeto de sus experimentos. Al fin pudo regresar a su casa para ponerse cómodo y descansar.
La noche estaba fresca y el firmamento era más que precioso aquella noche. Las calles cerca de su vecindario yacían un poco desoladas, pero no era nada del otro mundo, las hermosas estrellas lo acompañaban en aquel momento. Aún así, mientras caminaba. Otra vez volvió a su mente la imagen del castaño al que ya había visto en múltiples ocasiones. Lo había visto casi en shock en el tren, también le había mostrado la escuela, y por último también se lo había encontrado en el pasillo de la escuela en donde le dio aquel abrazo. Pero tenía la sensación de haberlo visto antes, sabía que en algún lugar lo había visto, pero simplemente no lo recordaba del todo bien o solo había sido un dejavú que su mente había creado.
Entre tantos pensamientos ni siquiera se dió cuenta de que ya se encontraba frente a aquel edificio de apartamentos en el que residía. Al final entró, saludo al portero y luego subió por el ascensor hasta el cuarto piso. Abrió la puerta con su llave y entró encontrandose con un panorama que él en realidad no deseaba ver en aquel momento. Esa sola cosa arruinó lo que había sido una hermosa tarde.
— ¿Qué hace aquí Profesor Kim?— Le preguntó al pelirrubio sin siquiera mirarle a los ojos.
— Tu padre me pidió que te trajera esto.— Contestó mostrándole el piano eléctrico que su padre había comprado para él como regalo.— Él puso mucho esfuerzo para comprarlo.
— Mi padre— Rió Yoongi sarcástico.— Dile a Seokjin que deje de hacer cosas ridículas. Él sabe muy bien que yo ya no toco el piano.— Replicó Yoongi con neutralidad pero sin dejar de sonar tosco y brusco.
— Él lo sabe. Aún así quería que lo tuvieras.— Namjoon se acercó a Yoongi y quizo poner una de sus manos en su hombro. Pero el pelirrubio no se lo permitió.
— Dile a papá que estoy bien. No tiene que hacer estas cosas, ni es necesario que aparezcas en mi casa de esta manera.— Yoongi lo miró serio. Él estaba ardiendo en fuego por dentro, pero no iba a demostrarlo, era demasiado orgulloso incluso para demostrar ese sentimiento.
— Tu padre, Seokjin. Él quiere que vayas a verlo más seguido.— Dijo mientras miraba a Yoongi con ternura. Él nunca quizo tener problemas con Yoongi, pero ese pequeño pelirrubio era como una cebolla. Tenía que pelar capa tras capa para llegar a su corazón, y él aún no había logrado penetrarlo, más bien parecía que se alejaba cada vez más de ellos.
— Lo pensaré.— Dijo Yoongi mientras se daba la media vuelta y le daba la espalda a Namjoon.— Si no te molesta, tengo muchas cosas que hacer.— Siguió su camino hacia su habitación sin despedirse, sin mirar a su mayor al rostro. Era tanta su rabia que ni siquiera podía verle a los ojos. Ya de por si tenía que verle todos los días en la escuela. Lo que menos quería era llegar a su casa y encontrarlo sentado en el sofá.
Seguramente cualquiera se preguntaría ¿Por qué Yoongi sentía tanto odio y apatía hacia su profesor? Pero el hecho es de que no era simplemente su profesor, sino que también era el actual esposo de su padre. Yoongi aún no podía aceptar que su padre pudiera volverse a casar y que lo hiciera con esa asquerosa criatura. Porque sí, Yoongi sabía que Namjoon era un vampiro, él sabía la clase de criatura con la que su padre había decidido unirse en matrimonio. Él odiaba a esos seres, si por el fuera podrían extinguirse y desaparecer de la faz de la tierra. Eran cosas que él simplemente detestaba con todas sus fuerzas.
Yoongi tiró su mochila quien sabe a dónde y entró a su cuarto de baño. Se metió en la ducha con el uniforme puesto y dejó que el agua fría cayera por su rostro y cuerpo empapando completamente la ropa que había usado ese día. Simplemente habían llegado a él malos recuerdos de su muy dura niñez. Quería correr, quería escapar de todo lo que conocía, él odiaba el amor y no quería sentirlo. Empezó a llorar dentro de la ducha, luego empezó a gritar sin control alguno. Quería sacar todo lo que llevaba dentro, ya no quería guardarlo más.
No podía ni siquiera mirar a los ojos a su propio padre. Cuando este se casó con su profesor decidió cambiarse el apellido Kim por el de su madre pasando así a llamarse Min Yoongi. Ya no quería relacionarse mucho con su progenitor, ni siquiera sabía cómo había llegado a odiar tanto a su propio padre. No le moslestaba en lo absoluto que se hubiese casado con un hombre, lo que sí le rompió su pequeño corazón fue saber que su padre se casaría y a su corta edad lo cambiaría por otra persona, una persona mala, una persona que a sus ojos solo los destruiría como familia, y es que al final por su propio orgullo eso terminó sucediendo.
Salió de la ducha ya un poco más calmado. Cambió su ropa mojada por su pijama. Ni siquiera se dio el tiempo de cenar. Solamente se acostó en la cama, apago las luces, abrazó a su peluche de kumamon y decidió quedarse en la oscuridad mirando el techo. De pronto en su mente apareció nuevamente la imagen del castaño. Quizá pasaría la media noche en aquel momento y él estaba ahí, pensando en una persona que apenas conocía. Sus párpados empezaron a pesar en aquel momento, y cuando menos sintió cayó en las manos de morfeo, y se dedicó a dormir, cosa que le encantaba ya que según él. Alejaba todos sus problemas.
"El pelirrubio no dejaba de pensar en las lindas y abultadas mejillas del castaño, así como en su sonrisa. Pero lo que él no sabía era que detrás de esa sonrisa, se encontraba lo que él tanto odiaba"
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