Capítulo 2

"Peligros, fresas y malentendidos"

Jimin continuaba cubriendo su rostro con el libro. Esa pregunta seguía resonando en su cabeza. Lastimosamente  no tenía respuesta y el aroma del rubio se había hecho mas intenso. Tomó una de las pastillas que llevaba consigo y la bebió con la esperanza de calmarse al ya haber tomado un dosis doble esa mañana.

En una de las pantallas del autobús se reproducía un reportaje televisivo en el que se decía que una criatura de la noche había atacado a un humano y lo había matado de la peor forma que se pudiera imaginar. Jimin, —quien ahora ya se sentía un poco mas calmado— miró la pantalla que estaba frente a él, y se asustó cuando vió a la Guardia llevándose al supuesto vampiro que había causado disturbios y había arremetido contra la vida de un ser humano.

La voz del conductor del tren anunció que estaban a punto de llegar a su parada. El hombre que estaba sentado justo a un lado de Jimin se levantó de su asiento y chocó con otro hombre que se levantó al mismo tiempo. Él hombre se disculpó y se levantó del piso debido a que se había caído por el impacto con el otro hombre. Cuando este se levantó dejó caer un paquete de jugo de fresas parecido al que le había dado su madre. Las puertas se abrieron y la gente comenzó a caminar apresurada sin notar el paquete en el suelo. Una de las mujeres lo piso con su tacón e hizo que el contenido saliera disparado por todos lados. Salpicando específicamente el rostro de jimin. Este ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar, lo que había salpicado su rostro no era nada mas ni nada menos que sangre.

Cautivado por sus instintos, se levantó y caminó hasta donde estaba la bolsa y tocó la sangre con uno de sus dedos. Jimin estaba en una especie de trance mental del cual no sabía como salir. De pronto, una mano se posó en su espalda y lo hizo reaccionar y volver en sí. Se dio la vuelta y observó con los ojos borrosos que el pequeño pelirrubio le decía cosas. Cosas que el no podía entender debido a que se encontraba extasiado por el olor de la sangre en el piso.

— ¡Oye! ¿Te sientes bien?— Le decía el pelirrubio mientras veía con preocupación al castaño que se encontraba en el piso.

— Y-yo, yo estoy bien. — Contestó Jimin mientras se levantaba y quitaba la mano del pelirrubio de su hombro y salió del tren casi corriendo. Para él, ese momento había sido el mas largo de toda su vida, era como si hubiera pasado en cámara lenta. Miró su reloj y se dio cuenta de que el tiempo que había pasado era menor del que él pensó. Solamente habían pasado alrededor de cinco minutos. Jimin llevó una de sus manos a su pecho e intentó calmarse nuevamente.

Comenzó a caminar ahora con la visión normal y sintiéndose fresco otra vez. Pero a la misma vez no podía sacarse la escena de él siendo ayudado por el pelirrubio en pleno tren. Si bien aun no había visto su rostro, su aroma le decía que era una persona muy dulce. Pero lo que no terminaba de entender, era el por qué se sentía tan atraído a su sangre. Era algo que simplemente no podía sacar de su cabeza, a tal grado de que ya se encontraba frente a su nueva academia y ni siquiera se había percatado de eso.

Nerviosamente comenzó a caminar hasta la entrada de la Academia. Suspiró un par de veces y se adentro a ella con la cabeza en alto. Se dirigió al despacho del director y tocó dos veces al estar frente a la puerta. Se escuchó la voz del director dándole permiso para entrar, así que decidió dar vuelta a la manija y entrar de una buena vez.

— Buenos días. Usted debe ser el director Jung, ¿Verdad?— Preguntó Jimin con un poco de timidez.

— Así es. Y usted debe ser Park Jimin, ¿cierto?— Preguntó el director mientras le sonreía con calidez.

— Sí, señor.— Respondió Jimin mientras hacía una reverencia a modo de respeto y trataba de devolverle la sonrisa al hombre frente a él.

— Lo he estado esperando señor Park. Es un gusto para mí darle la bienvenida a nuestra institución. — Dijo amablemente mientras seguía dedicándole la misma sonrisa de antes. Él asintió y luego escuchó la puerta siendo tocada nuevamente.— Adelante. — Respondió el señor Jung y la puerta se abrió dejando ver a un lindo y pequeño pelirrubio. La boca de jimin casi cae al piso de la impresión, quería morirse ahí mismo, o que lo tragara la tierra y lo vomitara en África.

— Señor Min. Que bueno que llegó pronto.— Dijo el director mientras le indicaba al pelirrubio que pasara y se sentara junto al castaño. Jimin estaba con la cabeza gacha y jugaba con sus manos debido al nerviosismo que sentía en aquel momento.— Señor Park. — Llamó el señor Jung mientras le miraba siempre con su típica sonrisa. Cualquiera diría que ese hombre sonreía demasiado.

— ¿Sí?— Respondió Jimin alzando la cabeza sin mirar al pelirrubio a su lado.

— Él es el señor Min Yoongi. Es el presidente de su clase y uno de nuestros alumnos mas sobresalientes dentro de nuestra academia.— Dijo rebuscando entre algunos papeles, los cuales le entregó al pelirrubio después de encontrarlos.— El señor Min le mostrará la institución y le ayudará en sus primeros días aquí. Esperamos que se acople pronto y que se sienta a gusto en esta academia.— Jimin asintió y se levantó al mismo tiempo que el pelirrubio lo hacía. Ambos hicieron una reverencia y se retiraron del despacho del director Jung.

Jimin salió con la cabeza gacha y Min Yoongi se preguntaba porque el chico parecía sentirse tímido, pero a la vez le parecía haber visto esa cabeza castaña antes en algún lugar.

— Soy Min Yoongi, es un gusto conocerte, Jimin.— Dijo extendiendo su mano para estrechar la del castaño.

Jimin levantó su cabeza de a poco y pudo observar mejor el rostro del pelirrubio. Cuando estuvo en la calle solo pudo ver su perfil y su espalda, y cuando se encontró con él en el tren, no pudo ver su rostro por lo aturdido que estaba. Pero ahora las cosas era diferentes, ahora podía apreciar aquella pequeña y chata nariz. Sus ojos parecidos a los de un minino, su piel pálida como la nieve y aquella inigualable sonrisa de labios finos. Todo en el pelirrubio era completamente  hermoso.

— Soy Park Jimin, el gusto es mío. — Dijo tratando de sonar seguro de si mismo y tomando la mano tersa del rubio.

Yoongi analizó mejor el rostro del chico frente a él. Sus mejillas abultadas, aquellos labios gruesos y rosados y todas las facciones de su rostro, fue entonces que se dio cuenta de que a esa persona ya la había visto antes. — ¿Tu no eras el chico de esta mañana? te sentías mal en el tren hoy.— Preguntó tomando a Jimin por sorpresa. El castaño pensó que el rubio tal vez ya se habría olvidado de su rostro y no lo reconocería a primera instancia.

— Sí, así es— Contestó mientras con nerviosismo jugaba con la manga de la chaqueta que llevaba puesta.

— ¿Te encuentras mejor? Esta mañana parecías estar en una especie de shock— Le dijo el pelirrubio mientras ponía una de sus manos sobre el hombro de Jimin.

Jimin se removió incómodo, y con la mayor sutileza posible, apartó la mano de yoongi de sobre su hombro. — Sí, ya me encuentro mejor. Gracias por preguntar. — Respondió Jimin mientras le dedicaba una de sus mejores sonrisas.

— Es bueno oír eso.— Le contrató sonriente— Entonces ven, te mostraré la escuela hoy. — Le dijo yoongi para empezar a caminar por el pasillo. Jimin tragó duro, acomodó su mochila y comenzó a caminar tras el pelirrubio. A los ojos de Jimin, Yoongi era de lo más adorable —Y según él— bastante mimable. Pero aún así no dejaba de sentirse incómodo cuando el aroma a frutillas inundaba sus narices y lo hacía perderse de la realidad. Durante un rato el pelirrubio le mostró al castaño donde se encontraba la cancha de baloncesto, la de fútbol, el laboratorio, la panadería de la escuela, el taller de arte y por último le mostró el aula donde recibiría clases junto a él lo que restaba del año.

Le entregó los papeles que el director le había entregado, los cuales resultaron ser su carnet de estudiante y su horario de clases. Desde el momento en que su profesor de matemáticas, el señor Kim Namjoon lo hizo presentarse y casi se cae en público, supo que ese no sería su mejor día. Las horas parecían eternas para Jimin. Sus clases eran interesantes, eso no podía negarlo en lo absoluto, pero lo que sí lo tenía contristado era aquel embriagador olor y estar encerrado sin remedio en aquel salón. Quería salir corriendo, pero ya no tenía más excusas para hacerlo. Ya había pedido permiso para ir al sanitario dos veces, una tercera se vería demasiado sospechosa, o alguien pensaría que estaba mal de estómago.

Estaba tan cohibido y pensativo que ni siquiera se dio cuanta de que campaña del almuerzo había sonado y ahora solamente él se encontraba dentro del salón de clases. Se levantó y tomó la bolsa que su padre le había dado esta mañana. Fue a la cafetería con la intención de no ser notado por nadie que estuviera por ahí. Quizá podría sentarse en una de las mesas del fondo y ser una especie de fantasma solitario.

Mientras caminaba pudo notar a dos chicas que murmuraban cosas que, debido a su agudizado oído, podía escuchar a la perfección.

— ¿Escuchaste sobre el ataque del día anterior?— Le preguntó la rubia a la pelirroja.

— Sí, quien pensaría que esas cosas existían. Te imaginas si hubiera uno de esos vampiros entre nosotros. Me da escalofríos de tan solo pensarlo.— Contestó la pelirroja mientras se abrazaba a si misma.

— Supongo que sería fácil identificarlos.— Dijo la rubia y señaló la bandeja de sopa de ajos que había en la cafetería— Seguramente no comerían de eso. Ellos odian los ajos y cualquier tipo de comida.— Su amiga la pelirroja lo pensó por un momento y asintió para luego tomar una bandeja y hacer fila para tomar su almuerzo.

Jimin pensó en sus palabras por un momento. ¿Y si lo descubrían por su forma de alimentación? Eso podría en peligro a su familia y así mismo, tendrían que volver a mudarse igual que en las ocasiones anteriores. Él no quería eso, no podía permitirlo, no de nuevo. Jimin tragó duro y se dirigió a su casillero para poder guardar las bolsas que su padre le había dado. Retomó el paso hacia la cafetería y tomó una de las bandejas que estaban en la cafetería. Hizo fila y miró la variedad de alimentos que se encontraban en las bandejas. Tomó un poco de lo que mas le llamó la atención, pero tomó una fuerte cantidad de sopa de ajos. Eso no lo mataría, pero aun así sabía que tendría problemas en comer demasiado de lo que no debía.

Luego de pagar fue a una de las mesas del final. Empezó a comer con rapidez. Miraba a las personas a su alrededor, todas tenían compañía excepto él. Eso lo hacia sentir un poco solo. Miró hacia una de las mesas que estaban cerca de la entrada y fuente entonces que vió al pequeño pelirrubio el cual reía a carcajadas con un chico de cabello naranja. Si mal no recordaba, su nombre era Hoseok. Justo a su su lado están un castaño que comía y los miraba de reojo y frente a ellos estaba una chica de pelo castaño que les sonreía con dulzura. Era una linda escena de amigos.

Jimin terminó de comer y dejó la bandeja en su lugar junto con los trastes que había ocupado. Caminó hacía su salón de clase con tranquilidad hasta que un dolor punzante en su estómago se hizo presente, casi cae al suelo al sentir aquello, y luego de eso le invadieron unas nauseas incontrolables. Jimin corrió hacía el baño y se tomó el vientre adolorido. Sin poder controlarse comenzó a vomitar todo lo que había almorzado aquel. Su cuerpo se estaba resistiendo a que dentro de él entrará algo que simplemente no podía comer, pero que Jimin se había obligado a comer incluso sabiendo cuales serían las consecuencias.

Debía beber la sangre que su madre preparó esa mañana para él, pero simplemente no lo hizo. Y ahora no tenía la fuerza suficiente para subir al segundo piso, buscar la bolsa y beberla. Eso sin tomar en cuanta de que su clase de literatura seguramente ya había empezado y su profesor no le dejaría pasar. Jimin estaba afligido, al menos sus pastillas le ayudaban a no descontrolarse por completo, pero en algún momento el efecto terminaría y sucumbiría ante el hambre que sentía.

Se paró del suelo decidido a regresar a su casa a como diera lugar, ya no podía permanecer ahí por un segundo más. Salió del baño y comenzó a caminar con dificultad mientras se apoyaba en las paredes y los casilleros que habían. Caminó por alrededor de dos pasillos y luego cayó al piso sintiéndose débil. Tomó su garganta con sus dos manos, esta ardía y quemaba como el mismísimo fuego.

—¡Jimin!— Escuchó que alguien gritó su nombre. Este levantó la mirada y sintió que su espíritu abandonaba su cuerpo. Tenía que ser Yoongi quien apareciera en ese momento. — ¿Jimin qué te sucede?— Le preguntó acurrucandose a su altura y sobando su espalda.

Jimin no contestó. Movido por sus impulsos abrazó fuertemente al pelirrubio. Dejó que su esencia y el dulce olor de su sangre inundara sus fosas nasales, era simplemente delicioso. El olor de yoongi le daba calma, pero en ese momento de hambre estaba empezando a cederle lugar a sus instintos. Escondió su cabeza en el cuello de yoongi, mientras que el otro solo permanecía inmóvil ante las acciones de Jimin. Yoongi no sabía que sentir, solamente sentía algo que revoloteaba en su estómago en aquel momento.

Jimin estaba cautivado por el cuello pálido del rubio. Era tan pálido que podía ver las venas de su cuello y como la sangre circulaba por ellas, Jimin quería besar y morder esa zona de su cuerpo. Pero luego de permanecer un momento abrazando a Yoongi, una parte de su humanidad le decía que no podía hacerlo. El rubio se alejaría de él al saber la verdad, pondría en peligro la integridad de su familia, seguramente volverían a mudarse y si la Guardia se enteraba de que había mordido a alguien por su negligencia, lo mas seguro era que recibiría un castigo por sus acciones.

Tomando el cuanta todo lo anterior. Con toda la fuerza de voluntad que le quedaba se levantó y dejó  a yoongi tirado en el suelo. Dio la vuelta en el siguiente pasillo y comenzó a caminar mientras seguía tomando su garganta con una de sus manos. Pero no pudo resistir más. Jimin cayó al suelo otra vez y esta vez estaba llorando en desconsuelo. Sintió una mano en su hombro y se alarmó pensando que nuevamente era Min Yoongi. Se dió la vuelta con miedo y se dio cuanta de que no era Min quien se encontraba ahí tocando su hombrl. Mas bien era su profesor de matemáticas, el profesor Kim Namjoon.

Su profesor le sonrió y le ayudó a levantarse. Si Jimin antes se sentía peor, ahora el sentimiento era mucho peor. Si podía ocultarle a sus compañeros la clase de criatura que era él en realidad, ¿cómo podría ocultárselo a su profesor? Debía encontrar una excusa y debía hacerlo pronto o sino correría peligro, debía ir a su casa y debía hacerlo pronto.

"El castaño cargaba con un sin fin de problemas, temía por el rubio y pensó que jamás volvería a hablarle o mirarle, pero lo que él no sabía, era que aquel pequeño pelirrubio había quedado encantado con su sola presencia"

Dedicado a SoferMD

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