Capítulo 1

"Basureros y fresas"

Jimin ya estaba cansado, su madre había ido a una entrevista de trabajo y lo había enviado a la tintorería para recoger su nuevo uniforme escolar. El clima no era el mejor, el cielo estaba gris y el viento seco y quizá un poco polvoriento, soplaba con fuerza en su rostro. Había caminado de un lado a otro buscando la tintorería, casi había pasado una hora y no había podido encontrarla lo cual ya estaba empezando a frustrarle bastante. Quería encontrarla de una vez y volver a casa para poder tomar el líquido rojo y vital que tanto necesita para vivir, ver alguna programa de televisión aburrido y luego cuestionar su existencia en la comodidad de su cama. Pero en lugar de estar en casa descansando, ahora estaba como loco en medio de una plaza tratando de cumplir con el encargo de su madre.

Caminó un poco más y al final encontró la dichosa tintorería, hubiera sido bueno verla hace una hora atrás cuando no estaba que se lo llevaba el demonio. Caminó hasta ahí y le entregó el ticket que le había entregado su madre a la chica que estaba atendiendo en el mostrador. La chica, una rubia de sonrisa encantadora no dudo en aprovechar la oportunidad para guiñarle el ojo al castaño e ir a la parte de atrás por los uniformes que la madre de Jimin había encargado asear. Jimin no le dio importancia, su alma gay ni siquiera se inmutó ante el guiño. La chica sacó los trajes y se los entregó a Jimin para luego entregarle un ticket de entregado y recibido. Jimin salió del lugar sin mediar una sola palabra con la chica, pero luego se dio cuanta de que en la parte posterior del ticket, la misma había escrito su número telefónico, su nombre y había puesto un poco de su labial en forma de beso. 

— Eww —se quejó— gérmenes, que asco. 

Jimin hizo una mueca de desagrado para luego hacer un puño el papel y tirarlo en el cesto de la basura. 

Salió de aquella plaza lo más rápido que pudo con rumbo a su casa, estaba ansioso por llegar, comer y descansar un rato. Cuando salió de aquel lugar pensó que el clima tal vez mejoraría aunque sea un poco, pero en lugar de eso, solo empeoró. El viento ahora soplaba con más intensidad y el cielo estaba lleno de nubarrones. Él caminó lo más rápido que pudo para poder llegar pronto a su casa, ya que no quería encontrarse en la calle si caía una tormenta a esas horas de la tarde.

Mientras caminaba el viento sopló e hizo que una bolsa de frituras se pegara en su cara sin previo aviso y tomándolo por sorpresa. "Demonios" pensó para si mismo. Según él las cosas no podían salir peor de lo que ya estaban. Un poco frustrado se quitó la bolsa que se le había pegado y la deposito en un bote de basura cercano. Cuando el castaño alzó la vista se quedó pasmado al ver a un pelirrubio caminando por la calle con los audífonos puestos y tarareando una canción en voz alta, al parecer el pelirrubio lo hacía sin darse cuenta, parecía estar en su propio mundl. A los ojos del castaño, el pelirrubio se veía realmente adorable, y sin darse cuanta terminó sonriendo como bobo mientras se apoyaba en el cesto de la basura.

El pelirrubio se paró justo a su lado, y fue ahí que Jimin pudo sentir mejor el aroma del pelirrubio. "Es muy dulce" pensó al sentirse atraído por el olor del chico que estaba a su lado, y fue entonces que volvió en si y comenzó a paniquearse, ya que se dio cuanta de que el efecto de los medicamentos especiales estaba empezando a acabarse, y si no se iba pronto a casa, podía terminar causando una desgracia mucho mayor de la que su mente podía imaginar. Volvió a alzar la mirada y se dio cuanta de que el semáforo ya había cambiado a rojo y que los peatones podrían cruzar la calle sin problemas, y eso incluía a él pequeño pelirrubio quien ahora ya se encontraba casi a media cuadra de distancia de donde Jimin estaba parado, pero aún podía sentir su aroma, ese delicioso aroma a fresas. 

Jimin se apresuró nuevamente a cruzar la calle y así poder llegar pronto a casa. El aire se sentía húmedo y la tormenta que se avecinaba era más que evidente. Jimin caminaba rápido pero no prestaba ni la más mínima atención a lo que sucedía a su alrededor. Su mente había sido cegada por la esencia dulce del pelirrubio, y fue ahí donde empezó a preguntarse a sí mismo ¿Cómo sería su sangre? ¿Sería tan dulce como su aroma? Jimin sacudió su cabeza en negación, era inconcebible que él estuviera pensando semejante cosa en aquel momento.

A sus dieciocho años de vida el nunca había probado la sangre de un ser humano, y eso era debido a el tratado que se había firmado junto con el gobierno del país. Ellos debían permanecer en las sombras y vivir como personas normales, mientras que el gobierno les proporcionaría sangre y medicamentos para que pusieran gozar de los mismos beneficios que un humano. Esa ya era una especie de rutina, era algo monótono en la vida de Jimin, y eso era lo que más odiaba, "la monotonía". Su madre lo obligaba a tomar sus pastillas, a beber sangre a sus horas, a ponerse crema protectora y un sin fin de cosas solo para poder ir a dar un simple paseo al parque.

Jimin sabía que no podía ni siquiera pensar en la posibilidad de beber la sangre, ni del pelirrubio, ni la de nadie más. Eso significaría romper el tratado y enfrentarse a un duro castigo. Él no era ignorante, él ya había presenciado lo que podía pasarle a alguien que desobedecía, el había visto los crueles castigos que iban, desde exponerlos cruelmente a los rayos del sol, dejarles sin comer por varios días, o incluso —como pena máxima— ser atravesados con una estaca en el corazón. Al pensar en todos esos factores, nadie se atrevería siquiera a cometer el más pequeño y mínimo error, eso podría significar el fin de tu vida, aunque si era sincero, morir era algo bueno que podría pasarle. 

Jimin abrió la puerta de su casa consumido por la desesperación. Entró sin siquiera saludar a su padre y hermana, quienes se encontraban juntos en la sala mientras veían un partido de fútbol en la televisión. Jimin colgó la ropa en su armario y fue directamente a la cocina para poder beber una bolsa de sangre. Cuando terminó, se sintió satisfecho y renovado, se apoyó con sus dos manos y espalda en la mesa del comedor y pensó que al fin podría estar en paz y descansar un poco. Pero esa paz se fue por el caño cuando escuchó un grito ahogado por parte de su madre y proveniente de la sala de estar.

Jimin pensó en la peor escena posible al oir gritos. Se levantó bruscamente y fue casi cayéndose a la sala, si era un ladrón no dudaria en usar un bate de béisbol. Pero cuando por fin se encontró en el lugar, la escena que encontró era totalmente diferente a la que el había imaginado en su cabeza. Solamente se encontró a su madre regañando a su padre con todas sus fuerzas.

— ¿Que te he dicho de comprar tonterías en la tienda que conveniencia, Hyungjae?— Reclamó la madre de Jimin mientras le apuntaba furiosa con el dedo índice a su marido.

— Perdón, HyeSun — Se disculpó su esposo mientras miraba con nostalgia las costillas barbecue sobre la mesa de centro— Es que yo también quería sentir lo que era ver la televisión mientras comes costillistas y tomas soda con mucho hielito—  Admitió con una sonrisa nerviosa mientras abrazaba a su pequeña hija a modo de protección, su mujer aunque no quisiera admitirlo, le causaba cierto pavor.

— Pero te das cuanta de que no podemos comer eso. En todo caso podrías comerlo crudo, o drenarle la sangre. Pero ese olor a barbacoa me esta matando las fosas nasales — Siguió reclamando su esposa con un toque de dramatismo. Jimin, por su parte, solo miro desde un rincón, tratando de procesar el por qué sus padre estaban peleando por unas costillas. 

— No lo volveré a hacer— Dijo el hombre mientras se levantaba del sofá y abrazaba a su esposa por la espalda— Prometo que no volverá a pasar, HyeSun.

— Esta bien— Dijo mientras correspondía al abrazo de su marido— de ahora en adelante yo manejare el dinero — y entonces su esposo se desmoronó, adiós a su idea de comprar costillas a escondidas. 

Mientras tanto, Jimin observaba la escena aún confundido, aturdido y al final un poco asqueado. Aun seguía sin comprender porque habían costillas barbecue en la casa cuando ellos no podían consumirlas, ni entendía los gritos y el enojo de su madre. Trató de atar todos los cabos sueltos y se dio cuanta de que todo era nada mas que una insignificante y rutinaria pelea de sus padres. Ambos eran inmaduros como unos niños, pero debía admitir que tanto su padre como su madre tenían un gran conocimiento y grandes virtudes. Su madre sabía mucho acerca de remedios caseros para su familia y su padre conocía a la perfección los tratados con el mundo humano, lo que les ayudaba a ser una familia ejemplar hasta donde se pudiera.

En fin, Jimin trato de darse la vuelta antes de su madre notara su presencia. Pero no lo logró ya que su madre siempre supo que él había estado ahí. Solo debía regañar a su marido y luego poder hablar con el mayor de sus bebés.

— Jimin, ¿no saludaras a tu madre?— Dijo la castaña mientras habría sus brazos esperando el abrazo de su hijo mayor.

— Mamá, — Renegó— Ya estoy grande para esas cosas— Refunfuñó. Pensó que con eso lograría que su madre olvidara lo del abrazo y lo dejara ir. Pero estaba muy equivocado. La mayor frunció el ceño y caminó hacia su hijo. Lo rodeo con sus manos y lo apretujó en un abrazo bastante fuerte. Si el tuviera pulmones que funcionaran, seguramente ya se habría quedado sin aire. Esas eran las pocas ventajas de pertenecer a una familia de vampiros.

— Nunca seras demasiado grande para mis abrazos, Park Jimin. Siempre seras mi lindo y tierno bebé de mejillas esponjosas— Dijo la castaña para separase de su hijo y acariciar su mejillas— ¿Fuiste por tus uniformes, Jimin?— Preguntó ella mientras se dirigía al patio de la casa y lo llamaba para que se sentaran juntos afuera.

— Sí, lo hice— Contestó mientras seguía a su madre y se sentaba junto a ella en unas sillas que estaban afuera.

— Estas preocupado, ¿cierto?— Jimin abrió los ojos sorprendido. Casi siempre parecía como si su madre pudiera penetrar en sus pensamientos y saber hasta lo mas profundo que sentía en su interior— ¿Te preocupa empezar de nuevo?

— Pues, siendo sincero, me siento nervioso. Pero por alguna razón pienso que pasará algo bueno al final. Tengo ese presentimiento— Confesó Jimin. Desde esta tarde había empezado a sentir esa premonición que le oprimía el pecho.

— Pues, no sé si lo que voy a decir será lo mejor pero... ¿Estas seguro de querer volver al instituto? Quiero decir, lo pasaste pésimo la última vez, amor— El comentario de su madre lo hizo revivir recuerdos bastante amargos. Pero aun así estaba seguro de que quería continuar.

— Sí, mamá. Ya veras que las cosas serán diferentes a cuando vivíamos en Busan— Dijo mostrándole una leve sonrisa a su madre.

— Esta bien, cariño. Aun así sabes que cuentas con mi apoyo. Nosotros siempre te querremos y siempre estaremos ahí para ti— Dijo su madre en tono dulce mientras apoyaba la cabeza de su hijo sobre su pecho y acariciaba su cabeza haciéndole piojito. De poco a poco Jimin se quedó dormido en el pecho de su madre y ella empezó a cantarle dulcemente mientras seguía acariciando sus mejillas y su sedoso cabello. Su madre era la mejor, de eso no había duda. 

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Jimin se había despertado debido al molesto sonido de la alarma por la mañana. Si bien era un vampiro, eso no quería decir que no tuviera el sueño pesado de vez en cuando. Se levantó de la cama perezosamente y se duchó. Se vistió con su uniforme nuevo y salio para beber una bolsa de sangre como desayuno. Se dio la vuelta para terminar de arreglarse y dio un brinco al ver a su pequeña hermana parada detrás de él y usando su pequeña pijama de animalitos.

— Oppa, tengo hambre. ¿Me das de comer?— Preguntó la pequeña de ojos soñadores y abultadas mejillas.

— ¿Quieres comer, SunHee?— La pequeña asintió y estiró sus brazos para que Jimin la cargara. Él la tomó en brazos y abrió el refrigerador, tomó una bolsa de sangre y se la dio a la menor.

— ¡No quiero!— Refunfuñó la pequeña castaña mientras hacía un puchero y alejaba la bolsa de sangre de su lado.

— ¿Y qué es lo que quieres? No puedes comer ninguna otra cosa — La pequeña sonrió y apuntó al cuello de Jimin. Ella amaba beber del cuello de su hermano, y siendo una bebé eso no estaría mal siempre y cuando fuera a él a quien mordiera— No SunHee.

— Pero oppa... — Dijo la menor en un sollozo, y ya casi al borde de las lágrimas y el llanto.

— Esta bien— Jimin se rindió y apartó el cuello de su camisa para que la pequeña pudiera alimentarse— Pero si ensucias mi ropa no volveré a dejarte beber de mí— La chiquilla asintió con una gran sonrisa y se acerco a su cuello para enterrar sus colmillos como la total inexperta que era, y haciendo jadear un poco a Jimin.

— Pequeña traviesa— Dijo la madre de ambos mientras los miraba graciosamente — Ven acá y deja en paz el cuello de tu hermano— Dijo extendiendo sus brazos. La menor dejó el cuello de Jimin y empezó a beber del de su madre— Ya es tarde, hijo. Deberías irte, cariño— Recomendó su madre. Él miró su reloj y se dio cuenta de que no era tarde, era tardísimo.

Corrió a su habitación y tomó su mochila. Le dió un beso a su madre y salió de casa acompañado solamente de su mochila y sus audífonos. Empezó a caminar apresurado, pero una voz conocida lo hizo darse la media vuelta y mirar hacia atrás. Era su padre quien venía corriendo para entregarle el almuerzo que su madre había preparado para él el día anterior.

— Olvidaste tu almuerzo hijo— Le entregó una bolsa de papel color café que contenía dos bolsas de sangre disfrazadas bajo un empaque de jugo de fresas.

— Gracias, papá. Lo olvidé por completo— Dijo agradeciendo con una reverencia.

—No te preocupes, hijo. Corre o se te hará tarde— Dijo su padre para que se apresurara, pero dijo algo más antes de que este pudiera dar media vuelta sobre sus talones y continuar su camino— Y Jimin, cuídate mucho hijo. Comienza tu historia de nuevo y no pierdas la vista de tu objetivo— Jimin le sonrió ampliamente, esa era una de las pocas veces en que su padre no hacía de las cosas un completo chiste. Verle hablar tan seriamente sobre sus metas lo hacía sentir feliz. Él asintió y continuó su camino hacia la estación del metro.

Cuando estuvo en la terminal, pudo soltar todo el peso que traía recargado. Seguramente se habría sentido de lo peor si hubiera sabido que iba a llegar tarde en su primer día de clases, al menos él no podía permitírselo. Se paró justo frente donde el tren pararía y sacó uno de sus libros favoritos para poder leerlo mientras esperaba. Su lectura se había vuelto muy interesante desde la ultima vez, se encontraba casi al final del libro y estaba emocionado por saber cuál sería el final, pero de repente algo empezó a moslestarle, era su nariz. Olisqueó un poco buscando de donde provenía ese tenue olor tan familiar. Nuevamente podía sentir el olor a frutilla y frutos rojos, ese olor solo lo había sentido una vez, la vez que estuvo en aquella esquina junto a aquel pequeño pelirrubio.

Paseó su mirada por todo el andén, pero en ningún momento lo vió, de modo que ignoró sus pensamientos y continuó con su lectura. De un momento a otro y sin darse cuenta, el tren estaba justo frente a él. Cerró su libro y se encaminó hacia adentro, buscó un asiento libre y se sentó en él. Acomodó mejor su mochila y abrió su libro para terminar la última página faltante, pero nuevamente aquel olor se hacía presente, y esta vez era aún más fuerte y dulce que antes, era totalmente embriagador. Levantó la mirada y fue entonces que se quedó estático en su lugar. El pequeño pelirrubio se encontraba sentado justamente frente a él, estaba escuchando música con sus audífonos y parecía tararear la misma canción de la última vez.

Jimin se fijó en su ropa y se dio cuanta de que ambos usaban el mismo uniforme. Se dió un facepalm mental debido a que ahora tendría que soportar el dulce olor de su sangre todos los días, y esa sería una prueba grande para él. Jimin escondió su rostro en el libro y trató de tranquilizarse mientras tapaba su nariz con una de sus manos. Este día no había empezado muy bien que digamos y quien sabe cómo iba a terminar. Jimin sencillamente tenía mucho más miedo que antes.

"El castaño estaba cautivado por el dulce aroma del pelirrubio, pero también sabía que ese lindo aroma, podía ser también su dulce perdición"

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