Capítulo 010

miren la cosita bella que @mgranger_ me hizo hace ya varios días. es precioso y no puedo parar de mirarlo. si me hacen cosas así, por favor por favor por favor, no duden en mandarlo. me encantan y me dan muchísima ilusión.

(hizo otro basado en el capítulo 7. lo subiré ahí <3)

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Mientras que Nancy escalaba las sábanas para llegar hasta los más jóvenes, Max miró a Jade, confusa al dejar de sentir su mano sostenerla. Se quedó unos momentos mirándola, creyendo que Jade tan solo estaba en un trance inocente. 

— ¿Jade? —dijo Max, poniéndose frente a ella y agarrando sus mejillas con delicadeza.

La pelirroja entreabrió sus labios y dejó escapar un suspiro. Lucas miró a su mejor amiga al ver como Max la llamaba. Max comenzó a sacudirla suavemente y luego se fijó en los ojos de Jade. No tenían ese color azul claro que solían tener. Estaban en blanco y parecían dar espasmos veloces. Jade estaba en ese trance.

— ¡Jade! —exclama Max, sacudiéndola con un poco más de fuerza.

Nancy justo cayó en el colchón. Se levantó a toda velocidad cuando escuchó la voz de Max.

— ¿Qué pasa? —pregunta Dustin.

Ahora todos estaban mirando a la pareja con ojos llenos de preocupación.

— ¿Jade? —pregunta Lucas— Jade.

— Jade, despierta. ¡Jade! —volvió a decir Max.

Lucas se puso al lado de la pelirroja y agarró uno de los hombros de la joven Harrington. 

— Eh, oigan, ¿qué pasa? —pregunta Steve desde el otro lado del portal— ¿Qué pasa?

— ¡Es Vecna! —grita Max sin mirarlo.

Eso fue suficiente para que Steve escalase por la sábana como si su propia vida dependiese de ello. Se levantó del colchón con la ayuda de Robin y corrió junto a su hermana, Lucas y Max. Se llevó las manos a la cabeza cuando vio como tenía los ojos. Recordó a Max con los mismos ojos cuando Vecna fue a por ella. 

Jade se secó las lagrimas rápidamente y se levantó del suelo. Estaba en su habitación. Sus cosas estaban ahí. Sus posters, sus fotos, sus cintas de música, sus trofeos, los dibujos de Will en las paredes, su ropa tirada por el suelo. Todo se veía relativamente normal. Excepto que su habitación parecía no haber sido tocada desde 1983. Habían fotos que no deberían estar ahí. Ni algunos de esos posters. Ni su ropa tirada en el suelo.

— ¡Eres una maldita desgracia para esta familia! ¡Y una inconsciente!

— ¡Lárgate! —gritaba Jennifer— ¡No vuelvas a tocar a mi hija, Oliver! 

Jade se giró y salió de su habitación. Fue hasta el enorme salón de su casa. Era tan extraño poder ver un recuerdo desde otra perspectiva. Y más raro era verse a sí misma con 12 años. Solo habían pasado tres años, pero se veía mucho más mayor ahora. Su yo más joven sollozaba muerta de miedo detrás de su madre protectora, agarrándose su labio roto. Oliver miraba Jade con los ojos inyectados de sangre, rabioso, olvidándose de que esa era su hija. Steve también estaba en escena, al lado de su madre para proteger a su hermana. Troy se había encerrado en su habitación tras contarle a su padre que su hija era una homosexual. Una enferma.

— No des un paso más —dijo Jennifer amenazadora.

— ¿De verdad se lo permites? —habla el hombre— No permitiré que mi hija sea una enferma.

— ¿Por qué es lo único que te importa? —dijo Jennifer, con los ojos llenos de lágrimas— Después de todo lo que ha pasado... después de que nuestros hijos estuviesen a punto de pasarles algo, ¿eso es lo que te importa?

— ¡Está enferma! —grita Oliver dando un paso al frente.

— ¡Es tan solo una niña! —grita Jennifer a todo pulmón.

Oliver se quedó callado por un momento, respirando pesadamente y clavando sus oscuros ojos marrones en la pequeña Jade. Esta se escondió más detrás de su madre. 

— Podemos solucionar esto —dijo Oliver, tratando de recuperar la calma— Podemos mandarla a terapia por algunas semanas. A una terapia de conversión —dijo— O... este matrimonio está acabado. Y me llevaré a mis hijos conmigo.

— No me voy a ir con un monstruo como tú —dijo Steve con veneno en sus palabras.

Oliver lo miró decepcionado y con furia y luego miró a Jennifer, esperando a que accediera a la primera opción. Jenny se puso derecha y fijó sus ojos azules tan fríos como el hielo y con un profundo desprecio al hombre que una vez pudo amar. 

— Nos vemos en los tribunales —dijo con seriedad.

La pelea continuó. Jade cerró los ojos con fuerza y se tapó los oídos con las palmas de sus manos. Se dio la vuelta para no seguir viendo como su familia se desestructuraba frente a ella una vez más. Nada más abrir la puerta principal de su propio hogar, se encontró en la cima de unas escaleras.

Ahora, estaba en un lugar que reconocía gracia a los dibujos de Max. Todo era rojo, tal y como Max lo dibujó y describió. Sangriento. Horripilante. Habían trozos de esa casa flotando por aquel mundo extraño y varios relojes de péndulo. Bajó las escaleras lentamente, analizando todo con su mirada. 

Max seguía sacudiendo el cuerpo inmóvil de Jade y llamando su nombre junto a Lucas y Steve, mientras que los demás habían ido a la habitación de Eddie a buscar la cinta de "Take On Me", tal y como Max les había ordenado.

— ¡Ede, despierta! —dijo Lucas— ¡Vamos, despierta!

— ¡Jade! —exclama Max— ¡Despierta! ¡Ede!

— Oye, oye, Jade. ¡Jade! —dijo Steve dando palmadas en su rostro— ¡Jade! ¡Vamos!

— ¡Jade! —volvió a decir Max, mucho más nerviosa.

Jade dio un paso atrás, completamente horrorizada al ver los cuerpos de Chrissy, Fred y también Patrick con las extremidades y las mandíbulas destrozadas, sin ojos en sus cuencas y atrapados por las enredaderas. Apartó la mirada, algo revuelta y vio esa puerta con un vitral de rosa de la casa de Victor Creel. Caminó hasta él, curiosa y abrió la puerta. Todo a su alrededor dejó de ser rojo y tenebroso y había cobrado algo de vida. Ahora estaba frente a una familia normal que parecían de los años 50. Victor, Virginia, Alice y Henry Creel. 

— ¿Qué te dije? —dijo Victor mirando a su esposa con una sonrisa.

— Wow —dijo la mujer, maravillada con la casa.

— Esto es increíble —dijo Alice, emocionada— Parece un cuento de hadas. Un sueño.

Alice pasó justo por al lado de Jade y corrió por las escaleras con la misma emoción típica de una niña de su edad. Jade la miró subir y luego clavó su atención en Henry, que no parecía nada emocionado.

— Alice, no corras —regaña Virginia, con una pequeña sonrisa.

— ¡Es enorme! —grita la niña.

El hombre soltó una muy suave carcajada. Abrazó a su esposa y la miró con cariño.

— Está muy bien —dijo Victor.

— Sí —dijo Virginia apoyando su cabeza en su hombro.

— Sí.

"Al igual que tú, no encajaba con los otros niños. Algo pasaba conmigo."

Henry levantó la mirada del suelo y Jade pudo sentir su vello ponerse de punta. Esa no era la mirada de un niño al que simplemente no le gustaba algo. Eso tampoco era un adulto. Jade podía reconocer esos ojos en alguna parte.

"Todos los profesores y doctores decían que estaba... Enfermo. Mis padres pensaron que un cambio, un nuevo inicio en Hawkins, podría curarme. Era absurdo. Cómo si el mundo fuera a ser distinto aquí."

De un momento a otro, Jade había seguido al Creel hasta el baño. Se fijó en como unas luces parpadeaban cuando el niño pasaba cerca de ellas.

"Pero luego, para mi sorpresa, nuestra nueva casa me proporcionó un descubrimiento. Me hizo sentir que tenía un propósito. Encontré un nido de viudas negras en un conducto."

Henry se arrodilló y quitó las rejillas de un conducto para revelar un nido de viudas negras. 

"La mayoría de personas rechazan las arañas. Las detestan. Sin embargo, a mí me parecían infinitamente fascinantes. Más que eso. En ellas, encontré consuelo."

Ella observó atentamente al niño dejar que una araña escalase su mano, pero su atención se desvió por completo al escuchar a alguien corretear detrás de ella. Jade se giró, para darse cuenta de que era Henry de nuevo. Estaba en otro recuerdo. 

— ¡Jade! ¡Jade, por favor! ¡Jade!

"Un parentesco. Como yo, son criaturas solitarias. Y profundamente incomprendidas. Son..."

Caminó hasta el ático, dónde Henry se había escabullido. Se acercó a él y se fijó en que estaba dibujando a la luz de las velas una viuda negra en su cuaderno. Parecía profundamente concentrado en ello.

"... como dioses en nuestro mundo. El depredador más importante. Inmovilizan y se alimentan del débil, trayendo balance y orden a nuestro desestabilizado ecosistema."

— ¡Jade! ¡Despierta!

"Pero el mundo humano estaba molestando esta harmonía. Los humanos son un tipo único de plaga que se multiplica y envenena nuestro mundo, todo mientras impone su propia estructura. Una estructura profundamente antinatural."

Jade bajó junto a Henry por las escaleras. Él se detuvo frente al reloj de péndulo que Max había visto antes. Era exactamente el mismo que estaba actualmente en la casa de los Creel, solo que este si funcionaba y no estaba polvoriento. La muchacha podía reconocer ese tictac a kilómetros de distancia. Al igual que Max, ella también lo había escuchado antes.

"Donde otras veían orden, yo veía una camisa de fuerza. Un mundo cruel y opresivo, dictado por reglas inventadas. Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, décadas. Cada vida una copia descolorida de la anterior. Despertar, comer, trabajar, dormir, reproducirse y morir. Todos están esperando. Esperando a que todo termine. Y mientras, actúan en una obra tonta, terrible, día tras día. Yo no podía. No podía cerrar mi mente y unirme a la locura. No podía fingir. Y me di cuenta de que no tenía que hacerlo."

Henry cerró los ojos, todavía frente al reloj. De inmediato, este comenzó a retroceder. Sonaba terrible, como si los repiques del reloj estuviesen distorsionados. Jade jadeó suavemente y retrocedió, mirando a Henry profundamente. Sus ojos se movían de un lado para otro sin parar bajo sus parpados.

"Podía hacer mis propias reglas. Podía restaurar el balance a un mundo estropeado. Un depredador, pero para el bien."

Jade se giró rápidamente cuando escuchó un pequeño chillido. Estaba ahora en el jardín, viendo a un pequeño conejo retorciéndose y luchando por escapar de una trampa. Henry estaba ahí, delante del pequeño conejo, con el mismo rostro sin emociones.

"Mientras practicaba, me di cuenta de que podía hacer más de lo que imaginaba."

Henry extendió su mano frente al conejo y este cedió, aún chillando sin control. Jade miraba horrorizada.

"Podía llegar a los demás, a sus mentes, a sus recuerdos"

El conejo comenzó a despedazarse frente a Henry. Aún chillaba. A duras penas. Jade pudo escuchar con claridad como sus pequeños huesos se rompían. Uno por uno. Y como sus cuerpecito se abría y dejaba escapar sus órganos. Siguió mirando. Las piezas encajaban. Ese niño que parecía simplemente un incomprendido, era un asesino. El mismo que estaba yendo a por Max.

"Me volví un explorador. Vi a mis padres como realmente eran. Al mundo, se presentaban como personas buenas y normales. Pero como todo lo demás en este mundo, era una mentira. Una mentira terrible. Habían hecho cosas, Eleven, cosas horribles."

Jade se metió en la casa aún descolocada por el descubrimiento. Esta vez Victor Creel estaba solo en el salón leyendo un periódico. Delante de la chimenea, estaba una cuna en llamas. Los llantos rotos y desgarradores de dolor de un bebé que se estaba quemando vivo llenaban la casa y causaban más estrés en Jade, quien tan solo quería salir de aquel lugar.

— ¡Jade, vuelve!

"Yo les mostré quienes eran en realidad. Les puse un espejo delante. El ingenuo de mi padre creyó que un demonio los estaba castigando por sus pecados. Pero mi madre de alguna forma, lo sabía. Sabía que era yo el que sostenía el espejo. Y por eso me detestaba."

La chica salió del salón y fue hasta el comedor. Ahí estaba toda la familia Creel cenando en silencio. Una de las canciones que sus propios padres escuchaban cuando ella era pequeña, sonaba a través de la antigua radio. "Dream a Little Dream".

"Llamó a un doctor, un experto. Quería que me encerrara, que me arreglara, aunque yo no era el que estaba dañado. Eran ellos."

Henry comenzó a distorsionar la radio y su padre se levantó a tratar de corregirla. El muchacho miró a su madre con unos ojos llenos de odio y resentimiento que Jade ya había visto antes en su vida. 

"Así que no me dejó alternativa. Tuve que reaccionar."

Las luces comenzaron a parpadear descontroladamente en cuanto Henry cerró los ojos. Jade miró a su alrededor y de pronto, Virginia fue elevada en el aire, exactamente como le había pasado a Max. La mujer lanzó un grito que no duró mucho. Sus extremidades se quebraron con una extrema facilidad, sus ojos se habían puesto completamente blancos y sangre comenzó a deslizarse por sus mejillas. Su mandíbula se rompió y finalmente, sus ojos fueron succionados hacia dentro de las cuencas. Jade abrió la boca, más aterrorizada que con la muerte del pobre conejo.

"Con cada vida que tomaba, me volvía más fuerte. Más poderoso."

Henry limpió la sangre que había comenzado a caer de su nariz, mientras veía el cuerpo sin vida de su madre caer sobre la mesa como un saco de cemento. Estaba inexpresivo. Sin arrepentirse de matar a su propia madre. Su padre lo levantó de la silla

Jade comenzó a negar con su cabeza y a retroceder. No quería seguir mirando. No quería seguir allí. Si Vecna quería maldecirla y simplemente matarla, ¿por qué le mostraba todo esto? 

En un pestañeo, estaba en la entrada de la casa. La pequeña Alice Creel yacía muerta en el suelo, con las extremidades rotas.

"Se volvían parte de mí. Pero todavía era un niño. Y no conocía mis límites. Y eso casi me mata."

Henry cayó al suelo inconsciente. Victor no había corrido la misma suerte que su hija y su esposa, pero sí que había sido arrestado poco después de los asesinatos de Henry.

— ¡Jade! ¿¡Por qué no se despierta!? ¡Jade! ¡Jade!

"Me desperté del coma bajo el cuidado de un doctor, el doctor del que había querido escapar. Doctor Martin Brenner. Pero la verdad es que él no solo quería estudiarme. Quería más. Quería controlar."

Ahora, estaban en el laboratorio. Jade, que aún estaba completamente descolocada y abrumada por todo lo que había estado viendo hasta ahora, estaba parada frente a la persona que había hecho la vida imposible a Eleven, y Henry. El niño estaba tumbado en una silla reclinable, con una bata de hospital y Brenner estaba tatuando un '001' en su muñeca.

"Cuando papa se dio cuenta de que no podía controlarme, trató de recrearme. Comenzó un programa. Y pronto, nacieron otros. Naciste tú. Y me alegra de que hayas nacido, Eleven. Me alegra mucho."

— Listo —dijo Brenner, pasando una gasa por el tatuaje—  No estuvo tan mal, ¿no? ¿Ves? No hay nada que temer.

El doctor le sonrió amablemente. 

— ¿No es así, Jade? 

El rostro de Jade cambió por completo. Abrió un poco los ojos, incrédula.

 — ¿Por qué no te sientas?  —dijo, mirando a la joven. El doctor tenía los ojos blanquecinos y su voz estaba distorsionada.

Jade no dudó ni un instante en salir corriendo de aquel lugar. Al salir, se quedó quieta por un momento para mirar sus alrededores. Todo el pasillo estaba lleno de muerte. Habían innumerables cuerpos en el suelo y sangre por el suelo y las paredes. Se escuchaban gritos desgarradores de fondo. Era como estar en una verdadera pesadilla. Harrington siguió corriendo despavorida.

— ¿Estás segura de que no tienes la cinta?  —pregunta Steve apresurado.

— ¡No! ¡No la tengo, Steve!  —grita Max mirándolo.

— ¡Jade, quédate conmigo!  —gritó Steve, agarrando las mejillas de su hermana — ¡Dense prisa con lo que estén haciendo!

Erica captó el mensaje y corrió a la habitación de Eddie, dónde estaban todos, a excepción de Max, buscando la cinta que salvaría a Jade.

— ¡Steve dice que se den prisa!  —repitió la niña.

— ¡No me digas!  —grita Dustin, girando su cabeza para mirarla.

— ¡No encontramos nada!  —gritó Rebeca, también estresada.

Nancy buscaba junto a Robin cualquier cinta de Madonna, tal y como Max les había dicho.

— En serio, ¿qué es toda esta mierda?  —dijo Robin con un puñado de cintas.

— ¿Qué estamos buscando?  —pregunta Eddie.

— ¡Max dijo que algo de Madonna servía! —gritó Beca.

— ¿¡Madonna, Blondie, Bowie, Beatles!?  —exclama Robin— ¡Música! ¡Necesitamos música!  —dijo, sosteniendo una cinta de Iron Maiden.

— ¡Esto es música!  —grita Eddie arrebatándole la cinta de las manos.

Mientras tanto, Jade seguía corriendo muerta de miedo, buscando alguna salida. Para su desgracia, su posible salida estaba bloqueada con tablones de madera. Empezó a intentar quitarlos con sus propias manos. La adrenalina que estaba sintiendo podría ayudarla.

— Hijo de...  —exclama Jade apretando los dientes y forcejeando las tablas— ¡Dios!

Pudo retirar el primer tablón. 

— Jade  —llamó Vecna.

Jade giró la cabeza, jadeando del cansancio. Vecna estaba caminando hacia ella, despacio.

— ¿Qué estás haciendo?  —pregunta— No es hora de que te vayas.

La chica volvió a darse la vuelta y continuó tratando de arrancar los tablones. Consiguió quitar otro tablón. Tan solo le quedaba uno para poder pasar por la puerta.

— Ahora que has visto dónde he estado... —dijo, acercándose más— Quiero enseñarte a dónde voy.

Jade logró quitar el último tablón. Arremetió contra la puerta, tan solo para acabar en el principio de nuevo. La misma sala en la que Brenner estaba tatuando a Henry. Miró hacia un lado al sentir una presencia maligna. Era el mismo Brenner con los ojos blanquecinos.

— Toma asiento, Jade.

Las luces se apagaron y se hizo el silencio absoluto. Lo único que podía escucharse eran los jadeos de cansancio y miedo de Jade. Al encenderse, Jade estaba en la misma silla en la que estaba Henry. Tenía los brazos y las piernas inmovilizados por unas enredaderas. Las miró y de inmediato trató de escapar, sin éxito.

— ¡Aléjate! ¡No! —gritó la muchacha, comenzando a llorar agobiada.

Vecna se acercó a la adolescente y se detuvo delante de ella. Tenía una respiración espeluznante y fuerte. Se inclinó hacia adelante, acercando su rostro terrorífico a Jade, que estaba paralizada y sollozando en silencio.

— Quiero... —dijo, con la voz grave y profunda— que le cuentes a Eleven. Quiero que le cuentes todo lo que ves.

Vecna acercó su enorme mano hacia el rostro de Jade. La chica la miró con los ojos bien abiertos. Y cuando Vecna abrió su mano, Jade comenzó a ver cosas. Cosas que no habían pasado. Esas extrañas visiones iban demasiado rápido, pero definitivamente se le quedarían marcadas en la mente para siempre. Vio como se abría un gigantesco portal en la casa de los Creel y luego en la misma carretera en la que Fred murió. Eran enormes grietas de un color amarillo/naranja brillante. Parecían las puertas del infierno.

— ¡No! —gritaba desquiciada.

En el tráiler de Eddie también apareció un portal. Entre esas visiones, estaba ese reloj de péndulo que parecía perseguirla allá donde fuera. El Lover's Lake tampoco se había librado. Había una enorme nube negra en el cielo. Su madre estaba muerta. Steve estaba muerto. Max estaba muerta. Lucas estaba muerto. Todos los que amaba Jade estaban muertos.

— ¡No! —gritó de nuevo.

— Cuéntale... 

— ¡No! ¡No! —gritó con la voz rota.

Todo Hawkins parecía un completo infierno. 

— ... todo.

— ¡No! —gritó aún más fuerte.

— Y no te olvides... —susurró Vecna, acercándose a su oído— Te vas a unir a mí.

Jade abrió los ojos y jadeó. Tenía los ojos llenos de lágrimas que no tardaron nada en caer por sus mejillas. Se sentía sin nada de fuerza y no podía parar de hiperventilar. Sus piernas fallaron en mantenerla de pie, pero por suerte Max fue más rápida. Sostuvo a Jade entre sus brazos y comenzó a dejarla en el suelo delicadamente.

— Ede, Ede —dijo Max apresurada, poniendo una mano sobre su mejilla— Tranquila, tranquila. Estoy aquí.

Jade tenía la mirada perdida, hiperventilando y sollozando silenciosamente entre los brazos de Max. Steve estaba a su lado, apartando los cabellos que se habían pegado a su rostro por el sudor. A Jade le estaba costando concentrarse y darse cuenta de que había despertado del trance.

— Jade —dijo Max, con la voz más suave, acercando su rostro al de su pareja— Estoy aquí, estoy aquí. Estás bien.

Jade comenzó a calmarse y miró los ojos azulados de Max en profundidad. Eso era todo lo que Jade quería: ahogarse en esos ojos para siempre. Puso su mano encima de la de Max y la apretó levemente entre temblores. Luego desvió su mirada hacia su hermano. 

— Estamos aquí —dijo él, agarrando su hombro— Estás a salvo.

La pequeña Harrington rompió a llorar, escondiéndose en Max, que no había dejado de sostenerla con fuerza. Había intentado aguantarse el llanto pero simplemente no pudo. Todas las visiones se sintieron demasiado real.

[...]

— Me mostró cosas que aún no han pasado —dijo Jade en voz baja y con la mirada perdida, aún traumatizada por lo que había pasado la noche anterior— Cosas horribles.

Max estaba sentada a su lado, mirándola con atención y una mirada de lástima, sosteniendo su mano. Aún no podía creer que Vecna había dañado a Jade de la misma forma que a ella.

— Vi una nube oscura que se expandía sobre Hawkins —dijo— El centro en llamas. Soldados muertos.

Los demás escuchaban atentos.

— Y una... criatura gigante con... la boca abierta. Y la criatura no estaba sola —dijo sintiendo sus ojos picar por las lágrimas— Había muchos monstruos. Un ejército. Y estaban entrando a Hawkins. A nuestros vecindarios. Nuestras casas.

Hizo una pequeña pausa para poder tragarse el llanto y la enorme tristeza que le provocaba la siguiente visión.

— Y luego... me mostró a mi madre. A Steve. A Max. Mis... amigos —dijo, con la voz casi rota por completo— Y estaban... Todos estaban... —no pudo finalizar.

Max apretó más su agarre. Acarició el dorso de la mano de Jade con su pulgar, intentando calmarla. Steve cerró los ojos, sintiendo angustia en lo más profundo de su corazón.

— Vale, pero solo intenta asustarte, Ede —dijo Steve, intentando consolarla— ¿No? Es decir... no es real. 

— Todavía no —dijo Jade, en voz baja y mirando a Steve— Pero... había algo más. Me mostró portales. Cuatro portales. Extendiéndose por Hawkins. Y estos portales se parecían al del tráiler de Eddie, pero no paraban de crecer. Y no era el Hawkins del Upside Down. Era nuestro Hawkins. Nuestro hogar —dijo con amargura.

Steve se llevó las manos a la boca, preocupado y pensativo. El resto estaba en su mismo estado. 

— Cuatro campanadas —dijo Max, causando que todos las miraran— El reloj de Venca. Siempre suena cuatro veces. Cuatro exacto.

— Yo también lo escuché —dijo Jade.

— Nos estuvo contando su plan desde el principio —continuó la pelirroja.

— Cuatro muertes —dijo Lucas de pronto, sonando desesperanzado— Cuatro portales —miró a su mejor amiga— El fin del mundo.

— Si eso es cierto... está a solo una muerte —dijo Dustin.

— Jesucristo —dijo Eddie, pasándose las manos por la cara.

— Llámalos de nuevo —le dijo Steve a Max.

La chica se levantó y agarró el teléfono. Marcó el número de la casa de los Byers. Esperó unos segundos. Nada. Comunicado, como llevaba pasando desde hacía días.

— ¿Y?

— Nada —dijo Max, colgando— Sonó un par de veces y dio ocupado. 

— Quizás marcaste mal —dijo Steve.

— No marqué mal —dijo Max con un tono de molestia, volviendo descolgar el teléfono y a marcar el número.

— Bueno, no lo sé.

— Creo que sabe cómo se usa un teléfono —dijo Dustin, irónico.

— Solo digo que podría haber marcado mal.

— La misma mierda —dijo Max, suspirando.

— Dios, extraño mucho a El y a Will —murmuró Jade, suspirando.

Max colgó otra vez el teléfono al recibir exactamente lo mismo de antes. Se fue junto a Jade, entrelazando sus dedos.

— ¿Cómo es posible? —pregunta Lucas con las manos apoyadas en su cintura.

— Joyce es tele vendedora. Siempre está al teléfono —explicó Dustin—  Mike no para de quejarse por eso.

— Sí pero su teléfono ha estado ocupado desde hace cuánto, ¿tres días? —dijo Max— No es Joyce. 

— Imposible —añadió Jade— Algo va mal.

— Tienen razón —dijo Nancy caminando hasta la ventana— No puede ser una coincidencia. Es imposible. Lo que sea que está pasando en Lenora está conectado a todo esto. Estoy muy segura —dijo— Pero Vecna no puede hacerles daño. No si está muerto.

— Tenemos que volver ahí. Al Upside Down —dijo Jade.

— ¿Qué? No, no, no no. Ni de coña —dijo Steve— Tú no vas a ir.

— Nope —dijo Eddie.

— Estoy con Jade —dijo Nancy, decidida— Tenemos que volver.

— Vamos a pensarlo bien —dijo Steve, levantándose.

— ¿Qué hay que pensar bien? —debate Jade, frunciendo el ceño y levantándose.

— Apenas salimos de ahí.

— Sí, porque no estábamos preparados —dijo Nancy, poniéndose al lado de Jade— Pero esta vez, lo estaremos. Conseguiremos armas y protección. Cruzamos por el portal, lo encontramos y lo matamos.

— O nos mata a nosotros —dijo Steve— La única razón por la que Jade sobrevivió es porque él quiso.

Jade rodó los ojos. Max se aferró a su mano. No pudo dejar de pensar en que casi Jade moría frente a ella. Otra vez.

— No nos tiene miedo —dijo Steve de nuevo.

— Y con razón —dijo Robin, levantándose del suelo— Nos equivocamos con Vecna. Henry. One. ¿Cómo lo llamamos ahora? 

— One —dijo Dustin.

— Vecna —dijo Erika a la vez.

— One —dijo Lucas.

— Henry —dijo esta vez Nancy.

— ¡Qué importa! —exclama Jade exasperada.

— Vale —dijo Robin ignorándolos— Aprendimos algo sobre Venca/Henry/One. Es un número, como Eleven, pero la versión masculina, malvada y con piel horrible —habló rápidamente— P-pero el punto es que es superpoderoso. Nos pulverizaría en un solo segundo. No es una pelea justa.

— ¿Por qué pelear justo? —dijo Dustin— Tienes razón. Es como Eleven. Pero eso nos da una ventaja. Sabemos los puntos fuertes de Eleven. Y sus debilidades.

— ¿Debilidades? —dijo Erica, mirando a Dustin como si hubiese dicho una tontería.

— Cuando el viaja remotamente, entra en una especie de trance —dijo Jade. A medida que hablaba, sentía que alguien los estaba escuchando, pero no se paró a pensar en quién— Apuesto a que es lo mismo con Vecna/One/Henry.

— Eso explicaría lo que hacía en ese ático —dijo Lucas.

— Exactamente —dijo Jade— Cuando ataca a su próxima víctima, les aseguro que estará en ese ático de nuevo, físicamente indefenso.

— ¿Indefenso? ¿Qué hay del ejército de murciélagos? —dijo Steve, señalándose el cuello.

— Cierto. Tenemos que encontrar alguna forma de esquivarlos —dijo Dustin— Distraerlos.

— Y, uh, ¿cómo hacemos eso, exactamente? —pregunta Eddie.

— Ni idea —dijo Dustin— Pero una vez que no estén, no tendrá oportunidad. Será como matar a Drácula mientras duerme. 

— Todo eso suena bien en la teoría, pero no hay ningún patrón de los asesinatos de Vecna. Al menos no uno que pueda descifrar —dijo Robin— No sabemos cuándo va a atacar. Ni siquiera sabemos a quién va a atacar.

— Sí, lo sabemos —dijo Max.

Todos dirigieron su atención a la pelirroja.

— Aún puedo sentirlo. Sigo marcada. Maldita —dijo— Si dejo de escuchar a Kate Bush, volverá a enfocarse en mí.

— No —dijo Jade, frunciendo el ceño y mirándola— Ni de coña. No. Estás loca —dijo— Te matará.

— Ya sobreviví una vez.

— Max —advierte Jade, cerrando los ojos— No te vas a poner como carnada. Ni en sueños.

— Puedo sobrevivir de nuevo —interrumpió— Solo tengo que entretenerlo lo suficiente como para que ustedes lleguen al ático. Luego pueden cortarle la cabeza. Apuñalarle en el corazón. Hacerlo volar con explosivos caseros de Dustin. No me importa como pondrán a este gilipollas en su tumba. Pero sea lo que sea... hagan lo que hagan... intenten no fallar.

Jade se alejó frustrada del salón y fue hasta el baño. Se encerró ahí y se quedó apoyada en la puerta, tapándose los oídos con las palmas de sus manos y cerrando sus ojos. Intentó controlar su agitada respiración.

— ¡Billy!

— Todo eso es culpa tuya.

— Eres la que provocará mi muerte.

— No —susurró Jade, angustiada.

— Jade —dijo Max tras la puerta— Ábreme.

— Déjame en paz —dijo Jade sin abrir los ojos.

— No te lo estoy preguntando —dijo Max— Abre.

Jade se quedó en silencio. Escuchó a Max suspirar y apoyar su frente en la puerta.

— Ábreme. ¿Por favor? —dijo con suavidad.

Max dejó de apoyarse en cuanto sintió la puerta desbloquearse y abrirse. Vio como Jade tenía la cabeza baja para no mirarla. Max se metió con ella en el baño y cerró tras ella rápidamente, antes de que a Harrington se le ocurriese cerrarle en la cara. Jade siguió sin mirarla.

— ¿De verdad estás enfadada? 

— No estoy enfadada —dijo Jade.

— Vale, entonces, ¿por qué actúas de esta forma? —pregunta Max, frunciendo un poco el ceño.

Jade la miró incrédula y se cruzó de brazos.

— ¿En serio me lo estás preguntando?

— ¡Sí! —exclama Max alzando sus manos— Te lo estoy preguntando en serio.

— ¡Me preocupas, Max! —exclama Jade, alzando un poco la voz— Estás actuando como si fuese muy sencillo escapar de nuevo del ataque de Henry. No sé, como si fuese un puto videojuego.

— No pienso que sea fácil.

— ¡Pues claro que sí! —interrumpe, claramente frustrada— ¡Te vi elevarte a metros del suelo, Max! ¿Me entiendes? Te vi y pensé que ibas a morir en ese momento —gritó— Estabas en el aire, indefensa, fuera de nuestro alcance. No pude hacer absolutamente nada más que mirar y esperar a que Kate Bush te salvase el culo. Casi no sales de ahí.

— Jade...

— ¡No! —exclama, alzando un dedo— No. No intentes convencerme de que ser la carnada para Henry es el único plan porque te juro, Max, que... Dios. No puedo creer que nadie haya dicho nada sobre esa mierda de plan —dijo, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas. Miró hacia arriba y le dio la espalda a Max por un momento, para después volver a mirarla— Estabas muerta. Lo vi. Vecna me lo mostró en la visión. Se sintió tan... tan real. Era como una pesadilla y no quiero revivirla. No quiero. Así que por favor, ¿podemos pensar en otro plan? —dijo rápidamente— Te amo y no puedo perderte.

Max siguió mirándola. Esta vez con una mirada tierna y profunda de amor. Tenía los labios entreabiertos y su corazón comenzó a latir un poco más fuerte de lo normal. Agarró ambas mejillas de Jade y secó sus lagrimas con sus pulgares. Sonrió mínimamente mientras apoyaba su frente contra la de ella.

— Yo también te amo, Jadie —susurró Max— No me vas a perder.

— Promételo.

— ¿Qué?

— Prométeme que no vas a morir.

Max se quedó en silencio, separándose unos milímetros de Jade.

— Jade, no... —dijo con tristeza.

— Max, promételo. Promételo, vamos —insistió al borde de las lágrimas, poniendo sus manos sobre las de Max que aún estaban sobre sus mejillas— Por favor. Tan solo promételo.

La pelirroja sintió sus propios ojos azules llenarse de lágrimas. Su inferior tembló levemente. Su corazón dolía porque sabía que no podía prometerle algo así. Tenía una leve esperanza de que todo saldría bien, pero no podía estar segura.

— Te prometo, Maxie... —dijo Jade, cortando el silencio— Te prometo que no voy a morir. El año pasado no me pasó nada y este tampoco —dijo, intentando darle más esperanza a Max.

— ¿Llamas haber perdido mucha sangre hasta el punto de que tu corazón se detuvo por unos segundos "nada"?

Las chicas rieron entre pequeños sollozos. Siguieron sin separarse ni un poco, disfrutando cada segundo la cercanía de la otra. No solían tener tantos momentos a solas, así que este era un momento perfecto para simplemente apreciarse y quererse.

— Daños colaterales —dijo Jade sonriendo ampliamente.

— Idiota —dijo Max, riéndose en voz baja.

La mirada de Jade viajó de sus ojos azules a sus labios, y sin pensarlo dos veces, eliminó la distancia entre ellos cerrando los ojos y besando a Max con dolor y miedo a perderla. Sin embargo, encontró algo de consuelo en el beso a pesar de todo lo que les estaba pasando y de todas las cosas horribles que vio la noche anterior. Max encontró la esperanza y el valor que ella necesitaba para seguir luchando en esta interminable batalla. La pelirroja la acercó aún más sin soltar las mejillas de Jade y suspiró suavemente en el beso. Jade se relajó lentamente y se agarró a la parte superior de la chaqueta marrón de Max, sin querer soltar a su novia nunca. Max necesitaba seguir viva por ella y por Jade.

———

me encantó este capítulo awjdfa

chao como las quiero. dios,  cuando me toca a mí? cuando es mi turno de tener algo como lo que tienen Jade y Max? CUÁNDO? es que les juro que estoy harta. me pongo de envidiosa con algo que yo misma escribo????????

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