CAPÍTULO 5

No podía creer que yo hiciera todo aquello; no recordaba absolutamente nada de todo aquello. Pequeñas fragmentos de conversaciones me asaltaban a la mente haciéndome sentir desorientada. Aquellos fragmentos coincidían con la voz de aquel doctor, por lo que algo me decía que me había pasado algo para que me volviera amnésica. Quizás algún golpe o trauma que aún no conseguía recordar.

Tomé otra cinta; esta vez era la número 27.

En la imagen me veía a mí sentada con los brazos cruzados visiblemente enfadada, mientras que el doctor me miraba de forma amable.

-Ellen, ¿Puedes decirme porque pegaste a tu compañera?

-No soy Ellen, soy Verónica; yo fui la que lo hice. Ellen no dañaría a una mosca, es demasiado débil...

-¿Es que no te cae bien Ellen?, se supone que sois amigas.

-Ella solo me sirve para lo que quiero hacer. Quiero que la gente sufra...-Dije con los ojos desorbitados.

No me reconocía...no parecía ser yo misma...

-¿Y eso porqué, Verónica? ¿Qué te han hecho los demás?

-Adoro matar, sentir como la vida se escapa entre mis dedos. Ver como la piel de mi víctima palidece, como sus dedos se amarillean y ver como la sangre deja de correr.

El terapeuta se removió ligeramente en su asiento, pero no se veía perturbado; de seguro había oído cosas como ésta e incluso peores. En la cinta no me reconocía, ¿De verdad dije todas esas cosas? ¿Y por qué no me acordaba de nada?

Mi mirada era tan glacial que parecía atravesar la película incidiendo directamente en mis pupilas. La media sonrisa que mostraba la blancura de mis dientes era sencillamente terrorífica para ser una niña de 13 años.

Saqué la cinta con nerviosismo, tomando la primera de todas. Debía de saber cómo comenzó todo y asimilar la cruda verdad, ¿Era cierto que estaba enferma y no era consciente de ello?

La imagen un tanto borrosa de mi terapeuta salió en la pantalla. No tenía entradas, percibiéndose bastante más joven que en la cinta que había visto anteriormente. Su rostro siempre era el mismo: marcado por la seriedad y el profesionalismo que lo caracterizaba.

La voz clara del doctor comenzó a sonar a través de los altavoces de la vieja televisión:

"Buenos días, soy el doctor Jeremy Thobías y soy un terapeuta especializado en psicología infantil. Sobre todo, trato trastornos de personalidad y patrones de comportamiento tanto dañinos como autodestructivos. Llevo ejerciendo en esta clínica unos 12 años y hoy tengo a una nueva paciente bastante joven. Suelo trabajar con niños de mínimo 10 años, pero nunca uno tan joven. La pequeña Ellen Filtzgerald tiene tan solo 5 años de edad, pero muestra un patrón de comportamiento bastante extraño y dañino según sus padres. Esta mañana han acudido con bastante miedo en el cuerpo tras encontrar a la pequeña con tres cuerpos de perros totalmente mutilados y un cuchillo entre sus manos ensangrentadas. Según la niña, Verónica fue la que la obligó a hacerlo en contra de su voluntad. 

Tras realizarle análisis médicos, hemos visto que la niña está en perfectas condiciones de salud, por lo que descartamos enfermedades del tipo esquizofrenia paranoide o epilepsia. Lo único que me queda en el tintero es la posibilidad de la sobre personalidad por lo que comencé la entrevista con los padres antes que con la pequeña.

Normalmente el trastorno de doble personalidad se manifiesta en pacientes que han sufrido un trauma tan grande que el cuerpo crea otra personalidad que la ayude a tolerar su realidad. Esa personalidad llega a tal punto de hacerse tan real que toma el control del paciente sin poder controlar sus actos.

Pero los padres de la pequeña aseguraron que ella siempre fue normal y que nada extraño o traumático había pasado en la familia. Ni siquiera en el ambiente de la guardería o con los vecinos con los que jugaba, había ocurrido algún acontecimiento que fuera la causa de ese trastorno.

Por lo que no me queda más que hablar con la pequeña Ellen. Esta es la primera sesión donde recogeré toda la entrevista que le haré a la pequeña y donde, con el paso de las sesiones, iremos conociéndola más e intentando indagar en su problema.

Tras el discurso, hubo un corte y apareció la imagen de él sentado en una silla mirando a la pantalla. Hizo un cambio de vista para enfocarnos a ambos y yo me vi con una muñeca de trapo entre las manos mientras que estaba cabizbaja en presencia del terapeuta. parecía encontrarme fuera de mi lugar y visiblemente afectada; no puedo imaginar el trauma que me supuso ver aquella masacre.

-Hola Ellen, soy el doctor Jeremy y seremos unos buenos amigos a partir de ahora,dime Ellen, ¿Te gustan los caramelos?-Me preguntó mientras me ofrecía una bandeja la cual miré un instante.

-No, mis padres me dijeron que no cogiera cosas de extraños.

El doctor me miró con cierta benevolencia y puso la bandeja encima del escritorio reanudando nuestra conversación:

- ¿Qué te parece si coges uno cuando sientas que no soy un extraño? ¿Te parece bien?

Asentí tímidamente sin apartar la mirada de mi regazo donde mi muñeca descansaba. El doctor puso su vista en ella, haciéndome la primera de tantas preguntas:

-Dime Ellen, ¿Cómo se llama tu muñeca?

-Verónica; ella es bailarina.

-Oh vaya, es muy interesante. Dime más sobre Verónica, ¿Os lleváis bien?

Mi mirada comenzó a mostrar inseguridad, aferrándome más a la muñeca en señal de protección. El doctor seguía estoico:

-A veces discutimos, pero nos llevamos bien.

-Dime Ellen, ¿Por qué discutís?
-No puedo decírtelo,Verónica no quiere.
-Dime Ellen,¿Porque no puedes decírmelo al oído sin que Verónica se entere?

Miré en dirección a la muñeca quedándome en silencio varios minutos. Y por primera vez, vi como el terapeuta mostró sorpresa ante mi respuesta:

-Porque si te lo digo, Verónica te clavará el bisturí que tienes en el cajón derecho de tu escritorio.

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