CAPÍTULO 4



Después de encontrarme con el cuerpo de mi padre apuñalado por mis manos, perdí el conocimiento a causa de la fuerte conmoción que sufrí. Antes de cerrar mis ojos, unas piernas con un hacha se visualizaron en mi campo de visión. Cada vez temía menos a la muerte; era como si me estuviera rindiendo al saber que no tenía posibilidades de escapar. Tenía la sensación de que aquella mujer solo deseaba jugar conmigo hasta que enloqueciese y luego matarme de la forma más cruel posible.

Mientras seguía dentro de mi estado catatónico, de nuevo las voces comenzaron a sonar en mi cabeza, construyendo frases más largas que las veces anteriores:

"Su hija padece un trastorno psiquiátrico que debe de tratarse, porque es realmente peligroso"

"No descansa bien doctor, es como si algo le impidiese dormir"

"La culpa de lo que ha hecho..."

"¡Pero está enferma doctor! ¡Ella no controla lo que hace!"

"Debemos de controlarla y mantenerla vigilada antes de que cometa otro crimen"

¿Crimen? ¿Qué crimen?

"Tengo miedo doctor, ella cada vez está peor..."

"Si no se soluciona con terapia, no hay mucho que podamos hacer..."

Me desperté sobresaltada sobre la cama de mis padres. No recordaba cómo había llegado hasta allí, me sentía terriblemente confusa y mi cuerpo se sentía extraño. Notaba unas fuertes nauseas y las manchas de sangre de mi camisón me hacían sentir asqueada.

Me levanté de la cama con un dolor terrible de cabeza, sujetándola con ambas manos y suspirando pesadamente. Necesitaba cambiarme de ropa así que me fui al armario de mi madre y lo abrí. Tomé una camiseta ancha que usaría como vestido. Al fondo del armario encontré una caja de zapatos que no había visto nunca la cual pesaba bastante.

La tomé entre las manos y la abrí, derramando su interior en el suelo. Eran historiales médicos, centenares de pruebas médicas todas a mi nombre. Todas eran sesiones de psicólogos y psiquiatras intentando evaluar la causa de mi trastorno mental.

La frase que más se repetía una y otra vez en el apartado "causa" era el síndrome de la mano fantasma o síndrome de la mano extraña. Aquello jamás en mi vida lo había escuchado...

En el fondo de la caja había una llave pequeña que no sabía que podrá abrir. Comencé a buscar en cada rincón del cuarto y probando en cada cajón de la mesilla de mis padres, pero nada daba resultado.

Entonces recordé algo...recordé una trampilla que había en casa que yo misma descubrí. Esta casa ya había pertenecido a otra familia la cual parecía gustarle mucho las habitaciones y cuartos secretos.

Corrí al salón, justo a la entrada de la puerta principal y aparté de una patada la alfombra. Ahí estaba aquella diminuta cerradura que parecía ser la propietaria de aquella llave.

La giré oyendo un clic en forma de eco. La trampilla se abrió visualizando unas escaleras que bajaban muy profundamente. Tomé la linterna de la cocina que usábamos para los apagones y comencé a bajar los peldaños. Había una enorme humedad y el frío se te metía en la piel haciéndote sentir terriblemente incómoda.

Conforme descendía en aquel pequeño espacio que no parecía tener fin, la imagen demacrada de mi padre atenazó mi cabeza, haciéndome llorar con fuerza. Intentaba mantener el más absoluto silencio para que aquella mujer del hacha no me encontrase de nuevo e hiciera de las suyas.

Mis pies tocaron por fin el suelo, pudiendo caminar por un enorme pasillo que daba a una puerta de madera. Al no tener cerradura pude entrar libremente.

Apreté el interruptor dando gracias a que aquella luz funcionase. Al fondo de la sala había una televisión con una caja de cartón llena de cintas. Todas ponían sesión y un número.

Había por lo menos más de 100 cintas, eligiendo la número 1 e introduciéndola en el video.

En la imagen salía un hombre canoso mirando a cámara con un porte serio hablando directamente al cámara.

-Buenos días me llamo Jeremy y soy el doctor de la señorita Ellen Filtzgerald. Ha comenzado la terapia hoy lunes 3 de marzo de 1998 con la edad de 13 años. Presenta un cuadro de ansiedad extremo, con dos episodios epilépticos severos que casi le cuestan la vida.los síntomas aparecieron cuando la joven sufrió una tremenda caída en bicicleta cuando iba por la orilla de la carretera, sufriendo un traumatismo severo que la tuvo varios días con memoria parcial. A pesar de recuperar la memoria, la niña no volvió a ser igual, cuyo carácter parecía el de otra persona. Las costumbres más típicas de la niña hasta sus gustos porque tipo de alimentos o platos comer, fueron totalmente cambiados o excluidos. De momento, ella sigue en observación, realizándole TACS para ver el alcance del daño cerebral y así realizar un diagnóstico más claro.

No recordaba aquel accidente, era como si mi memoria lo hubiese borrado. Además, la cinta era de hacía tres años y no recordaba una sola sesión de todas aquellas que habían en las cajas. Tomé la número 10; en ella salía yo sentada con gran seriedad y mi doctor justo en frente con una libreta.

-Hola Ellen, soy el doctor Jeremy. Sabes que tengo que preguntarte varias cosas y me gustaría que me respondieses con toda la sinceridad del mundo. Sabes que tenemos el trato de solo saberlo yo lo que se habla aquí, así que adelante; puedes expresarte libremente. Quisiera saber, ¿Por qué lo hiciste Ellen?¿Por qué mataste al perro de la vecina?

-Yo no lo hice; lo hizo Verónica. Yo estaba durmiendo la siesta y ella lo hizo. Me dijo que era porque le molestaba los ladridos y tuvo que hacerlo. Yo nunca lo haría.

-Pero Ellen, la vecina te vio con el cuchillo; sabemos que fuiste tú.

-¡Yo no fui, fue Verónica! ¡Ella es la mala no yo!

En una parte de la entrevista, hubo un corte donde el doctor hablaba acerca de la entrevista que me había hecho sin mí delante, dando su opinión:

-Tras preguntarle a Ellen acerca del incidente, he comprobado que ella se ha creado una personalidad para evadir la culpa acerca de los actos malévolos que ella realiza. Esa personalidad doble tiene desde su propia voz hasta conciencia, sin que la una y la otra se entere de lo que hablan o lo que hacen cuando la otra no está. Pero parece ser que hay algo más que me he dado cuenta. La mano derecha de Ellen, a veces, actúa como si tuviera espasmos involuntarios, tirando cosas de la mesa o golpeándose a sí misma. Además de la doble personalidad de Ellen, sospecho que ella padece el síndrome de la mano ajena o mano fantasma que concordaría con el accidente que tuvo y con los ataques epilépticos que a veces sufre. Seguiré realizándole pruebas para poder saber más sobre ella.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top