CAPÍTULO 1
Como cada mañana mi despertador me arrancó de mi apacible sueño. Aunque fuera fin de semana, tenía la costumbre de levantarme relativamente temprano, ya que detestaba perder el tiempo entre mis sábanas.
Y como cada mañana, esperaba el olor a tostadas que me despertara cálidamente como cada mañana.
Era un sábado de primavera no muy caluroso, con el suficiente viento para que los árboles danzaran y sus ramas golpeasen los cristales de mi ventana. Adoraba que todo fuera igual cada día, esa rutina envolvente carente de sobresaltos y sorpresas que pueden llegar a ser dolorosas; adoraba que todos los días se anunciaran igual, me tranquilizaba.
Bajé las escaleras alegremente dispuesta a recibir a mis padres con mi buenos días habitual, pero en lugar de ellos me encontré la mesa puesta, con mis tostadas y mi café pero sin ellos sentados a la mesa.
Por mucho que los llamaba no me contestaban y eso me hacía poner nerviosa ya que ellos jamás se iban sin decirme nada. Encima de la mesa, junto con mi desayuno había una carta escrita con una letra que pretendía ser de papá, pero que era desconocida para mí, que decía lo siguiente:
Querida hija:
Sentimos partir tan de pronto y sin decirte nada, unos primos de tu madre contactaron con ella ya que tenían algo importante que decirle. Siento no poder haberte llevado con nosotros, no queríamos que perdieras clase ya que no sabemos cuántos días estaremos fuera. Hasta entonces estarás sola y te ocuparás de la casa como una mujercita mayor, sabemos que eres capaz. Lo más pronto que podamos nos contactaremos contigo, un enorme beso:
Tus padres
Me quedé en silencio reflexionando acerca de lo que acababa de leer. No entendía que era tan urgente y lo que es más extraño, todo era acerca de unos primos de mi madre de los que nunca me hablaron.
Como no podía hacer nada al respecto,entonces empecé a tomar el desayuno con la esperanza de que esos días de los que hablaba mi padre no fueran muchos. Barajé la posibilidad de llamarlos al móvil para saber si estaban bien, y sobre todo, para que me explicaran algo más acerca de su repentino viaje.
Empecé a marcar el número de mamá, y cuando iba a pulsar el botón de llamada, un extraño sonido me hizo sobresaltar en el salón.
Con el teléfono abrazado, empecé a caminar lentamente hacia el salón. Al estar sola en casa, todas las alarmas de peligro se dispararon y una punzada de miedo se me instaló en el corazón.
Con los sentidos agudizados, me percaté que había un sobre en el felpudo de casa, el cual antes no estaba. De nuevo, todos mis sentidos se activaron, así que antes de coger la carta corrí hacia la ventana para ver si podía conseguir ver quien me había dejado ese sobre pero no vi nada, todo estaba como siempre.
Eché de nuevo las cortinas y me encaminé hacia el sobre desconocido del felpudo.
Con mis manos temblorosas, abrí el sobre.
Las letras no coincidían con las de mis padres, era una caligrafía como de libro antiguo, con las letras en cursiva y llenas de detalles.
Lo peor no era eso, sino el mensaje que contenía, el cual me paralizó.
ELLEN, JAMÁS ABRAS LA PUERTA A NADIE, DA IGUAL QUIEN SEA. QUEDATE DONDE ESTAS HASTA QUE LLEGUEN TUS PADRES, NO SALGAS JAMAS DE TU CASA Y NO HAGAS RUIDO, HAZ COMO SI NADIE VIVIERA EN TU CASA. NO LLAMES A NADIE, NI SIQUIERA A TUS PADRES, SINO ALGO HORRIBLE PODRIA PASARTE, ESTAS ADVERTIDA.
La carta cayó de mis manos con un sonido delicado, como un aleteo. Mis lágrimas empezaron a salir de golpe, intentando derribar lo que me quedaba de cordura. Con el teléfono aún en mis manos quise llamar a mis padres, muy en el fondo esperaba que todo fuese una broma. Recordé la advertencia de la carta, pero necesitaba saber si ellos estaban bien, así que volví a marcar el teléfono de mama.
Tan pronto como pulsé el botón de llamar, el sonido del teléfono de mi madre hizo eco en mi casa. Me apresuré a colgar y marqué el teléfono de papá, pero paso exactamente lo mismo, el sonido de su móvil sonaba por toda la casa, por lo que decidí buscar la fuente de dicho sonido. Subí las escaleras que llevaban a la habitación de mis padres, ya que era el lugar donde más alto sonaba, y abrí el cajón de la mesilla de mamá.
Todo lo que había dentro había desaparecido, todas las fotos que guardaba de mi infancia las habían quitado y en su lugar había una caja de hierro oxidada, en cuyo interior estaba los móviles de mis padres.
Abatida, caí al suelo sin saber qué hacer ni que pensar, jamás mis padres se dejaban los móviles en casa, ya que si no no podrían comunicarse conmigo. Entonces recordé aquella misteriosa carta, la cual decía que no debía hablar con nadie, ni siquiera con mis padres. Empecé a sospechar que aquel que me había escrito esa carta estaba detrás de todo eso, y para mayor terror, estaba sola en casa y éste lo sabía.
Estaba a merced de cualquier persona que quisiera entrar a mi propiedad. Empecé a llorar y agarré mis rodillas con fuerza pidiendo por favor que esto solo fuera una broma de muy mal gusto. Cuando por fin iba a rendirme me acordé de la agenda de teléfonos de mi madre, la cual ella guardaba en la cocina. En esa agenda estaba el teléfono de mi abuela y de los vecinos de mi alrededor, además de amigos de la familia, por lo que podría avisarles de lo que me había pasado.
Con miedo a que alguien que estuviera fuera de mi casa, empecé a caminar despacio de camino a la cocina para no llamar la atención a posibles intrusos. Cuando llegué a mi destino, abrí el cajón de las galletas pero la agenda no estaba. Desmantelé cada cajón de la cocina, pero la agenda no estaba.
Mi madre jamás la guardaba en otro sitio, por lo que empecé a pensar que alguien se había colando en mi casa para así evitar que me contactara con el exterior.
Con más preguntas que respuestas, empecé a divagar acerca de un lugar seguro donde pudiera esconderme. No me encontraba segura en mi propia casa por lo que tenía que hacer seguro mi propio refugio.
Recogí un cuchillo y un soplete de la cocina y lo guardé en mi mochila del instituto. Bajé al sótano y cogí varias cajas de herramientas, y las fui subiendo poco a poco a mi habitación. Necesitaba poner cosas muy pesadas en la puerta de mi recámara para evitar que nadie se colara dentro mientras yo dormía.
Fui apilando las cajas y moví varios armarios taponando la entrada a mi habitación.
Cuando terminé con la puerta, empecé con la ventana. Con la pistola de silicona de papá pude sellar la ventana lo suficientemente fuerte para que nadie la pudiese abrir.
En mi mochila también había cogido comida y agua suficiente por si me tenía que quedar más de un día en mi cuarto. Esperé hasta las tres de la mañana para cerrar las persianas de mi habitación con precaución de que nadie me viese y entonces me fui a la cama.
Esa noche demasiado larga y, aunque se suponía que estaba a salvo, yo no me sentía así, sentía que en cualquier momento alguien entraría a mi habitación. Después de varias vueltas en mi cama sin poder conciliar el sueño,decidí desechar esos pensamientos y cerré los ojos.
Como cada mañana, mi despertador sonó, pero no me levanté con la misma sensación que siempre. Mi rutina se había roto con aquel repentino viaje de mis padres y la posibilidad de un maníaco acechando alrededor de mi casa.
Abrí los ojos con cuidado y eché un rápido vistazo para verificar si estaba sola.
Abrí rápidamente los armarios y miré debajo de la cama. Exploré cada rincón estratégico susceptible de poder ser usado como escondite, pero no había nadie.
Me senté en el suelo resoplando de alivio y recuperando un poco la tranquilidad de la rutina de cada mañana. Rebusqué en mi mochila y saqué mis galletas junto con mi brick de batido y me dispuse a comer sentada en el suelo rodeada de todos mis peluches.
Mientras tanto empecé a pensar acerca de cómo sobrellevar todos los días que faltaban hasta que mis padres volviesen. ¿Qué paso debería de dar? ¿Debería de quedarme encerrada en casa? ¿Y en mi habitación? ¿de verdad alguien estaba entrando en casa? ¿hay alguna forma de comunicarme con el exterior?. Mientras seguía con mis cavilaciones, oí un ruido procedente del salón de casa.
Una sensación de puro horror me hizo estremecer por lo que me puse a buscar cual era el mejor sitio donde esconderme; había alguien en casa y de seguro me estaba buscando.
Me escondí bajo la cama, ya que supuse que si alguien pudiese entrar miraría antes dentro del armario, lo que me daría tiempo a correr.
El problema era si era solo una persona o si había varias, lo cual reduciría mucho mis posibilidades de sobrevivir.
Si solo había una persona tenía la posibilidad de correr hacia el sótano y esconderme ya que no había luz y habían muchos más escondrijos.
Mientras iba pensando en el plan de ataque, los pasos se iban acercando cada vez más, ya no se oían en el salón, sino en las escaleras.
Cada minuto era un suplicio para mí, no veía el momento en que todo acabase de una vez. Desee con todas mis fuerzas que la persona que había en el otro lado fuese mi padre y que todo fuese una broma, pero todo apuntaba a que no estaba en lo cierto.
Las pisadas se detuvieron en mi puerta, y, para mi sorpresa, no intentó abrir la puerta, sino que deslizaron otro sobre debajo de la puerta.
Estaba tan petrificada del miedo que decidí no acercarme hasta que las pisadas se oyesen lejos para evitar cualquier tipo de trampa.
Aquel tipo permaneció en la puerta durante más de diez minutos hasta que empezó a moverse de vuelta al salón. En ese preciso instante solté de golpe el aire que contuve de mis pulmones y pude relajarme por fin.
Aunque las pisadas se alejaron no era garantía de que aquel hombre se hubiese marchado de casa, por lo que decidí no hacer mucho ruido y me acerqué para coger el sobre.
Volví de nuevo a la alfombra de mi habitación y me senté. De nuevo esa letra me indicó que era la misma persona.
ELLEN ERES UNA NIÑA MUY CABEZOTA, TE DIJE QUE NO LLAMASES A NADIE Y ESTA CLARO QUE LO HICISTE. NO SABES LO QUE ACABAS DE HACER, ACABAS DE ESTROPEARLO TODO, ESTAN MUY FURIOSOS CONTIGO. SOLO QUIERO AYUDARTE ASÍ QUE NO TE COMUNIQUES CON EL EXTERIOR HASTA QUE VENGAN TUS PADRES, Y NO HAGAS NINGUN RUIDO.
¿Cómo sabía que había llamado?, no había manera de saberlo a no ser que el estuviese dentro de la casa en el momento en el que llamé a mis padres y se puso a sonar el móvil por toda la casa. Pero entonces si eso es así, entonces, ¿Por qué no me hizo daño? ¿Qué intenciones reales tiene? ¿Cómo me quiere ayudar?
Está claro que si me quisiera hacer daño ya lo habría hecho, entonces ¿debía abandonar la habitación?
Antes de tomar esa decisión, pensé que quizás pudiese comunicarme con esa persona para saber más cosas sobre sus intenciones y así testearlo.
Cogí una hoja de uno de mis cuadernos y me dispuse a escribirle una nota:
DISCULPE, NO SE QUIEN ES NI QUE ES LO QUE PRETENDE, SOLO PUEDO DECIRLE QUE MIS PADRES TUVIERON QUE IRSE DE PRONTO Y QUE DESDE ENTONCES ESTOY SOLA Y TENGO MIEDO. NO SE COMO PRETENDE AYUDARME PERO SI REALMENTE ESO ES LO QUE QUIERE, POR FAVOR, VÁYASE DE MI CASA Y DÉJEME SOLA HASTA QUE MIS PADRES REGRESEN DE SU VIAJE.
Doblé rápidamente el papel y lo pasé por debajo de la puerta. Estaba segura que él volvería y que recogería el papel, así que hasta entonces decidí descansar un poco.
El resto del día estuvo tranquilo, ningún ruido me sobresaltó mientras dormía. La extraña tranquilidad que reinaba mi casa me escamaba de sobremanera, era extraño que no hubiera vuelto a oír aquellos pasos. No podía evitar sentirme cada vez mas vigilada y, aunque de momento aquel sujeto no parecía tener malas intenciones conmigo, no evitaba hacerme sentir intranquila.
Abrí los ojos y revisé la habitación en busca de alguna evidencia de que alguien hubiera estado aquí pero todo estaba en orden. Comprobé la puerta y la carta que yo había escrito la había cogido pero en su lugar no encontré ninguna respuesta.
Aturdida y sin saber qué hacer, me puse a pensar sobre que poder hacer para escapar de mi casa y poder ir a la casa de mi vecino Alfred, de esta forma podría llamar a la policía y contarles lo sucedido. Mientras iba pensando la forma de escapar, no pude evitar pensar en la advertencia de aquella nota, y el vello de mi espalda se erizó de nuevo ante aquel recuerdo.
Mi casa estaba cerrada con llave, por lo que no podía salir a no ser que encontrase una llave de repuesto.
Recordé que mamá guardaba una siempre en el sótano, por lo que decidí que ya era hora de moverse. La primera cosa que tenía que agenciarme era la linterna de mi habitación con la que leía a escondidas y la guardé en mi mochila. Poco a poco fui moviendo las cajas y los muebles con el menor ruido que pude para no alertar a ningún intruso.
La ardua tarea me llevo varias horas, y justo cuando mi reloj marcaba las dos de la noche ya había terminado de dejar libre la puerta.
Abrí con mucho cuidado y lentitud la puerta de mi habitación con miedo de que aquel intruso estuviera por allí, pero todo parecía despejado. Asomé mas mi cabeza y miré a ambos lados del pasillo, todo parecía estar como siempre.
Empecé a caminar de camino a las escaleras. A cada paso que daba, mi corazón se iba encogiendo y rezaba porque aquel intruso no me viese.
Después de un buen rato pude llegar al salón y comprobé la puerta principal. Estaba cerrada con llave como siempre, por lo que de momento no podía salir por ahí.
Pasé por la cocina y observé bien la posición de cada cosa y me cercioré de que todo estaba en su lugar. Antes de bajar al sótano cogí varias botellas de agua y varias manzanas por lo que pudiese pasar.
Agudicé de nuevo el oído mientras caminaba por la tarima de madera de mi casa. El débil sonido que hacían mis pisadas al crujir la madera me ponían cada vez más nerviosa, no sabía cómo reaccionaría si de repente apareciese alguien.
Abrí la puerta que conducía al oscuro sótano y antes de bajar encendí la linterna. Fui descendiendo por las escaleras con mucha cautela e intentando ahogar los sonidos de pánico que se escapaban por mi boca.
Habían pasado dos días desde que mis padres se fueron y no sabía cuánto tiempo más pasaría ni siquiera cuanto tiempo pudiera sobrevivir. Ahogando mis lágrimas seguí bajando los peldaños de aquella ruinosa escalera mientras pensaba que sería de mi cuando saliese de todo aquello, si sobreviviría.
Cuando llegué al sótano todo estaba tal cual lo dejé, por lo que eso me alivió muchísimo. Empecé a recordar cuál era el lugar donde mi madre dejaba las llaves de repuesto pero como no lo recordé empecé a mirar cada armario de la estancia.
Conforme más tiempo pasaba aquí abajo sola en la penumbra más nerviosa estaba, ya que estaba en una situación bastante vulnerable. Con lágrimas en los ojos y una total desesperación, no me di por vencida y seguí buscando, hasta que un sonido proveniente de arriba me asaltó.
De nuevo los pasos tranquilos que sonaron antes cuando yo me encontraba en la habitación, volvieron a sonar. Con un total terror en el cuerpo, empecé a visualizar cada posible escondite que pudiera usar, hasta que vi una enorme caja la cual podía usar, ya que donde se encontraba había una absoluta oscuridad. Sin pensármelo dos veces me metí, cerré la caja y apagué la linterna.
Los pasos fueron alejándose cada vez más, y viendo la dirección que tomaban, sabían donde se dirigían: mi habitación.
Sabía que pronto se enteraría de que yo no estaba allí, por lo que me buscaría por toda la casa y no tardaría en dar conmigo. El problema es que yo no tenía la llave aún, por lo que no podía escaparme.
Después de un buen rato, los pasos volvieron a sonar, cada vez más cerca. Cada vez estaba más segura de que me encontraría, no había mucha escapatoria ni muchos escondites. Entonces, noté como aquellos pasos pararon justo en la puerta del sótano. La sensación era horrible, mi cabeza empezaba a marearse y no podía evitar emitir sonidos provenientes de mi terror más absoluto. Sabía que estaba acabada, que no podía escaparme, daba igual lo que hiciese, estaba acorralada ante la mirada de mi cazador.
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