CAPÍTULO VEINTIDÓS

Despierto con JaeBeom aferrado a mí y percibiendo su acompasada respiración gracias al suave vaivén que marca su pecho, motivo por el cual tomo la decisión de no moverme para no terminar perturbando su descanso.

Permanezco quieta en mi lugar, disfrutando de sentir el peso de sus brazos al rodear mi cintura y del calor que emana su cuerpo, el cual se ha ocupado de mantenerme tibia durante toda la noche bajo las mantas de la cama que nos cubren a ambos.

Cierro los ojos y comienzo a rememorar lo sucedido la noche anterior, consiguiendo que mis labios cosquilleen ante el vivido recuerdo de sus besos y que mi estómago se estremezca de los nervios y la alegría. Todo es felicidad y corazones rojos hasta que sus palabras resuenan otra vez en mi cabeza, creando un vacío que borra la estúpida sonrisa que se ha formado, sin siquiera darme cuenta, en mi boca y que ahoga a todas esas estúpidas mariposas que decidieron revolotear en mi estómago.

«No tenemos ningún tipo de futuro juntos, Bomi»

JaeBeom me ha rechazado luego de haberme besado.

Mis ojos se pierden en la pared frente a mí y me acomodo con cuidado entre sus brazos, en los que parezco ser muy bien recibida, mientras tanto le doy vueltas a la situación en la que me he sumido.

Comprendo los argumentos de JaeBeom, pero no soy capaz de compartir su mentalidad. No quiero quedarme como una simple amiga/roommate. Quiero más que eso, pero él parece no estar dispuesto a dármelo. No con su situación actual, en la que se siente como un lastre al no poder hacer de mucha ayuda a pesar de que le diga lo contrario.

¿De verdad sería capaz de cansarme de esto con el tiempo?

Anoche dije que no sin pensarlo mucho, sin embargo, ahora que me tomo el tiempo para reflexionarlo con la cabeza fría, no estoy cien por ciento segura de ello.

«Tiene que haber una solución...» Pienso, suspirando y comenzado a sospesar la idea de buscar en internet algún mago para que venga a ayudar o, simplemente, acerca del tema en sí. De instruirme lo mejor que se me sea posible en este extraño territorio para así, tal vez, encontrar una manera de revertir su maldición y poder tener ese futuro a su lado que JaeBeom ve tan imposible.

Estoy planeando lo que debo hacer y cómo debo hacerlo, tendiendo en claro que Im no puede enterarse de lo que voy a hacer, cuando mi teléfono móvil vibra en la mesa de noche.

Con sutiliza estiro mi brazo izquierdo y tomo el aparato. Lo desbloqueo, dándome cuenta que tiene diez por ciento de batería, y abro el chat que tengo con YuGyeom, el remitente de los últimos mensajes que he recibido.

YuGyeom

¡Buenos días, Bomi!

Me alegro mucho de que hayas llegado bien anoche.

Lamento no haberte respondido antes. Caí rendido y hace poco desperté.

Adquiriendo una posición más cómoda, y silenciado mi móvil para que al teclear este no suene, me dedico a responderle, un poco extrañada con su atención.

Bomi

¡Buenos díaaaaas!

No te preocupes por eso. Yo también quedé K.O. apenas toqué la almohada.

— ¿Nuevo amigo? — Su voz, en un susurro somnoliento, se filtra por mi cavidad auditiva tomándome por sorpresa y consiguiendo que el móvil se me resbale de entre las manos. El vello de mi nuca se eriza al sentir su aliento golpear mi cuello y profiero una maldición cuando escucho caer mi teléfono contra el piso de madera flotante en un ruido sordo. Agradezco mentalmente el haberle comprado una carcasa apenas lo adquirí, porque de otra manera la pantalla estaría hecha pedazos desde hace rato. Le doy un pequeño codazo a JaeBeom a modo de queja por lo sucedido. — ¡Yah! ¿Por qué me golpeas si tú lo has tirado?

— Porque me has asustado.

— Yo solo hablé — se queja con el entrecejo fruncido, permitiéndome girar para encararlo. — No es mi culpa que te asustes tan fácilmente.

— Solo me tomaste con la guardia baja.

— Excusas... ¿No piensas recoger tu celular?

— Luego, de cualquier forma, no es como que pueda seguir cayendo — Alzo los hombros, importándome poco el estado de mi móvil.

— ¿No quieres seguir hablando con tu amigo?

— Si quisiera ya lo habría recogido — digo con obviedad. — ¿Por qué? ¿Quieres que siga hablando con él?

Hace un gesto de poco interés, quitando sus manos de mi cuerpo y recostándose de espaldas sobre el colchón mientras yo lo observo atenta y cuestionante.

— Sí, bueno, no lo sé. Me parece bien que hagas más amistades, pero si no quieres hablar con él no puedo obligarte a hacerlo.

— ¿Tu plan es que haga más amistades para que alguien más me termine gustando?

— Es mejor que tu plan de querer buscar un mago por internet — contraataca, haciéndome recordar las palabras que solté la noche anterior y consiguiendo que me sienta como una tonta por si quiera haberlo pensado en un primer lugar.

— Los dos planes son una mierda, pero al menos yo tengo ganas de intentarlo. — Gruño molesta, quitándome las sábanas de encima y levantándome de la cama para ir a la cocina por un vaso de agua, dando por finalizada esta conversación que no hace más que ponerme de mal humor por su falta de espíritu.

Su repentino agarre en mi cintura me obliga a volver a la cama en contra de mi voluntad, haciendo que mi cuerpo rebote contra el colchón y mi espalda caiga sobre su pecho por unos segundos antes de alejarme de él como si su simple tacto me quemara.

— Bomi, lamento hacerte sentir mal, ¿sí? — Su mano acaricia mi brazo y no intenta girarme, algo que agradezco porque no tengo ganas de mirar su triste y derrotada expresión ahora, cuando está enterrando las posibilidades de que tengamos algo más que una amistad. — Pero la magia es algo extraño y difícil de conocer en nuestro mundo. Las probabilidades de que no funcione son más grandes a las que termines enamorándote de otro chico, ¿entiendes mi punto?

— No quieres intentarlo porque te da miedo fallar — Asiento en un suspiro cansino, colocándome de pie con un vacío en el pecho. — Entiendo. No seguiré insistiendo con el tema, lo prometo. Puedes quedarte tranquilo.

— Bomi...

— Iré a tomar agua y prepararé el desayuno. ¿Luego me ayudas con la limpieza? — le pregunto, fingiendo una sonrisa que no consigue cambiar su expresión apesadumbrada al saber cómo me hace sentir el hecho de que decida rendirse.

— Claro, yo te ayudo — dice y yo vuelvo a asentir, abandonando el cuarto y dejándolo a solas.

Siento que no debería sentirme ofendida por su decisión teniendo en cuenta todo lo que ha vivido y sufrido, pero me siento así, porque eso solo refleja lo poco que le gusto como para intentar buscar una salida a su condición.

Al parecer, él me gusta más de lo que yo a él. Y ser consciente de eso duele más de lo que querría que hiciera.

Durante el día lunes me divierto gran parte de este molestando a JinYoung con la fotografía que tengo de él, consiguiendo que me amenace más de una vez con el despido y dos veces con hacerme limpiar cada rincón de la tienda hasta que se pueda comer en el piso.

Durante mi hora libre continúo con mi pobre investigación por internet acerca de la magia, conjuros y maldiciones a ver si algo dentro de la abundancia de la red me entrega lo que estoy buscando o, al menos, pistas de dónde pueda hallarlo. Pero es más difícil de lo que me gustaría admitir y, gasto gran parte de mi descanso para el almuerzo, frustrada con mi teléfono.

— Ya deja de bufarle a tu móvil, pareces un animal — me suelta JinYoung, terminando de comer su almuerzo.

Lo miro de reojo y vuelvo a lo que estoy haciendo, ignorando su comentario y su presencia en el camino.

— ¿No piensas comer algo?

— Le pedí a JiSung que pasara a comprar algo para mí.

— Eres una abusiva.

— Estoy cobrando un favor — Le devuelvo la mala mirada que me regala desde el otro lado de la mesa de plásticos que hemos armado en la pequeña sala de descansos que poseemos.

— ¿Qué favor?

— El dejarlo ir a solas con SooYeon a comprar algo de comer — Le sonrió y veo cómo rueda los ojos, fingiendo fastidio cuando en verdad se está esforzando por ocultar la ligera sonrisa se asoma en su boca.

— Eres un caso. ¿Qué buscas que te hace gruñir tanto al móvil? — curiosea.

Le doy una mirada a la pantalla del aparato antes de bloquearla y sacudir mi mano en un gesto de poca importancia.

— Estupideces. Nada importante — miento, algo decaída.

No insiste con el tema y saca otra plática, con la que nos entretenemos hasta que nuestros compañeros llegan con sus almuerzos y el mío.

Cuando la hora de comer acaba oficialmente, todos volvemos a la tienda con el mejor ánimo que tenemos y continuamos trabajando. Cuando la hora del cierre se encuentra a la vuelta de la esquina, Kim YuGyeom ingresa a la tienda con una amigable sonrisa decorando sus labios y desprendiendo una positiva energía que te hace querer sonreír al igual que él.

— ¿Qué haces aquí, YuGyeom? — cuestiona Park apenas el azabache cruza la puerta.

— ¡Yah! ¡JinYoung! ¿Qué tipo de saludo es ese? — le recrimina a su mayor riendo entre dientes y golpeando el piso con su pierna derecha como si de un niño pequeño se tratara.

Sonrío, divertida con la escena que observo de reojo mientras continúo ayudando a SooYeon a ordenar las nuevas cremas hidratantes en las estanterías.

JinYoung ignora su queja con maestría solo para fastidiarlo más, porque parece ser algo que le encanta hacer, y sigue con su trabajo de limpiar los mostradores de vidrio, quitando así las huellas y manchas que dejan las personas que se apoyan en estos.

JiSung, quien se encontraba en el baño, aparece en la escena y apenas se percata de la presencia del más alto, se acerca a saludarlo con confianza.

— ¿Qué haces aquí?

— Vine a comprar un par de cosas que me faltan.

— Pues apresúrate que solo quedan unos minutos para la hora de cierre — Se inmiscuye JinYoung en la conversación.

— ¿Serías capaz de echarme de la tienda? ¿A mí?

— Sabes la repuesta, YuGyeom — responde JinYoung con una sonrisa maliciosa que le saca otra queja al más joven que nos hace reír a todos.

— ¡Eres tan malo conmigo!

— Solo apúrate.

Sigo con mi trabajo de abastecer y ordenar hasta que percibo la presencia de Kim a mi lado, motivo por el que me volteo.

— Hola~.

— Hola~.

Correspondo la sonrisa que me regala e imito el tono cantarín que ha empleado al hablar, haciendo que su sonrisa se agrande y que sus ojos se vuelvan dos finas líneas que rebosan de ternura e inocencia.

— Necesito mascarillas, ¿qué me recomiendas?

— No creí que fueras nuevo en esto del cuidado fácil — suelto con sorpresa, a lo que él niega.

— No lo soy. Solo me apetece probar algo nuevo, ¿qué mascarilla me recomiendas? — vuelve a insistir.

Lo medito unos segundos antes de inclinarme a tomar la mascarilla que uso regularmente para el cuidado de la piel.

— Esta es una mascarilla a base de pepino que desintoxica la piel de impurezas, calma rojeces y brotes de acné, cosa que me parece muy útil. Además, también hidrata.

La toma y la examina para, al final, asentir.

— Excelente. ¿Y para lavar el rostro?

— Sígueme — Camino con él detrás al otro lado de la tienda, en donde se hayan los gels, mousses, jabones, entre otras cosas para la limpieza de la piel. — Yo uso este, que es un bálsamo limpiador para los ojos y rostro, se llama "Take Off'". Sirve para todo tipo de pieles gracias a su suave fórmula y elimina tanto el maquillaje, los filtros solares como los restos de contaminación que pueden quedar en tu piel. Además, no deja la piel grasa ni reseca.

— En pocas palabras, es perfecto.

— Sí, supongo. Si no fuera por el precio — Río, señalándole su costo. — Pero dura mucho y siento que vale la pena comprarlo.

— Te haré caso.

— Sabia decisión — bromeo, acompañándolo a la caja para que pague los productos que ha adquirido.

— Bomi.

— ¿Sí? — pregunto, concentrada en manejar la caja para terminar con nuestro último cliente del día.

— ¿Tienes algo qué hacer después del trabajo?

Levanto la mirada para obsérvalo con una mezcla de sorpresa y curiosidad por su repentina pregunta, notando como su rostro está más rojo de lo que alguien podría considerar como normal y cómo sus dedos tamborilean con nerviosismo sobre el mesón.

— Llegar a casa a cenar para después de dormir. ¿Por qué?

— ¿Querrías salir a comer algo conmigo?... — invita, luciendo adorablemente tímido y dejando a un lado esa faceta natural y divertida. — Si no puedes o no quieres está bien, lo entiendo. De igual forma nunca te pregunté si tenías o no novio y...

Le regalo una sonrisa apenada mientras le entrego sus productos en una bolsa con el logo del local.

— Lo lamento, YuGyeom, pero no puedo.

Toma la bolsa y enfrenta el rechazo con una sonrisa, la cual me parece un poco forzada y me hace sentir mal por él porque sé que el rechazo no se siente lindo.

— Oh, está bien. No te preocupes.

— Que tengas una buena tarde.

— Sí, tú igual, Bomi — Me desea, alejándose del mostrador con un aura más apagada que con la que entró hace unos minutos, pero sin dejar de ser educado.


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