CAPÍTULO TRECE
Luego de tomar una ducha rápida, limpiar un poco el baño para que se mantenga el orden lo más posible y colocarme el cambio de ropa que llevé conmigo, regreso con mi hermano y JaeBeom, los cuales continúan conversando y riendo energéticamente como si fueran amigos de toda la vida. Me parece extraño lo bien que ambos se llevan en tan poco tiempo, pero en parte también me alegra que JaeBeom sea capaz interactuar con otras personas además de mí y que pueda tener conversaciones tan animadas con estas.
— ¡Al fin sales! — exclama de manera dramática YoungJae apenas me ve salir por el pasillo.
— Pero que exagerado. Solo he tardado un par de minutos — me quejo, viendo cómo se levanta de su lugar de un salto y camina hacia mi encuentro.
— Sí, claro — se mofa solo para fastidiarme, porque ambos sabemos que es verdad lo que he dicho. — A un lado, quiero orinar — ordena, tomándome por los hombros y quitándome del camino con facilidad.
Se interna en el pasillo y yo continúo mi camino en dirección a JaeBeom, quien parece estar terminando con los últimos detalles de la cena que, ahora ha sido transformada para tres personas. La forma en que ha decidido ocultar su cola y orejas me parece astuta e inteligente, pero no comento nada al respecto debido a que soy consciente de que él ya lo sabe y porque tampoco quiero seguir alimentado su ego, el cual me parece que es lo suficientemente grande.
— Tú y YoungJae se están llevando muy bien — comento lo obvio para iniciar una conversación, posicionándome frente a él, justo al otro lado de la isla para no convertirme en una molestia mientras que el chico se encarga de terminar con lo suyo.
— Es muy gracioso. Deberías aprender un poco de él.
— ¡JA, JA! ¡JA! — Suelto con rebosante sarcasmo y, al no encontrar nada que poder lanzarle sin terminar lastimándolo, me conformo con darle una mirada de fastidio que hace que su sonrisa se ensanche más todavía porque ha conseguido lo que quería. — Para tu información, soy un encanto. Muy graciosa, en realidad. Lo que pasa es que tú no eres capaz de sacar ese lado de mí — Le saco la lengua y muerdo un trozo de zanahoria que JaeBeom ha dejado de lado como parte de las sobras.
— Pues... Me gustaría poder llegar a hacerlo — dice, deteniéndose un momento para conectar su atrayente mirada con la mía y darle más peso a sus palabras que, de por sí, ya han logrado descolocarme al poder percibir su genuina sinceridad en cada una de ellas.
Un golpe de adrenalina sacude mi cuerpo y desvío la mirada a otro lado, sintiéndome repentinamente incómoda y cohibida por su presencia. Termino de masticar el pedazo de zanahoria que me he llevado a la boca, agradeciendo internamente no haberme atorado con él, y suspiro de forma disimulada, esperando que no pueda captar lo alterada que me siento.
— YoungJae luego querrá venir solamente para verte — bromeo, cambiando de tema de forma notoria y así evitando el incómodo silencio que comenzaba a formarse entre nosotros. O bueno, al menos, así lo sentía yo.
— Me encantaría que volviera — Se encoge de hombros. El silencio que nos envuelve dura una milésima de segundo y puedo apreciar perfectamente, en ese pequeño período de tiempo, como su entrecejo se arruga ligeramente cuando un pensamiento cruza por su mente. Abre la boca y, por un momento, no parece encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que siente y entretanto las busca, su rostro se ensombrece con tristeza mientras pone su atención en hacer cualquier otra cosa. — Es... genial poder volver a hablar con más personas...
Tenso los labios, indecisa, ya que no estoy segura de sí preguntar hará que el ambiente empeore o no.
— ¿Desde hace mucho que no interactuabas con otras personas? — interrogo con cautela, esperando no fastidiar más su humor.
— Desde que me convertí en esta rara mezcla — responde sin mirarme, sin quitar su atención de lo que hace, como si necesitara distraerse con algo más mientras tocamos el tema. —Antes de que tú llegaras, no había hablado con ningún humano — confiesa.
— ¡¿Con ninguno?! Maldición, te debiste haber sentido muy solo... — murmuro más que nada para mí misma que para él, intentado ponerme, por un momento, en los zapatos de JaeBeom e imaginarme como debió haberse estado sintiendo todo ese tiempo envuelto en tanta soledad.
Debió ser una tortura estar rodeado de personas y ser incapaz de poder comunicarte con ellas, porque aunque muchos intenten no admitirlo y creer que no necesitan de nadie, el ser humano es un ser sociable por naturaleza y necesita de otras personas para poder interactuar. Y la situación con JaeBeom es muy complicada y cruel, ya que él está rodeado de otros seres humanos, pero es incapaz de hacer algo si no quiere terminar convirtiéndose en un objeto de investigación, o siendo acosado por medio mundo por su extraña y única forma.
— Sí, un poco.... Así que, supongo que... Gracias.
— ¿Gracias? ¿Por qué? — repito con las cejas alzadas con sorpresa, saliendo de mis propias cavilaciones y buscando con mi mirada su rostro, el cual se encuentra inclinado hacia adelante mientras revuelve lo que parece ser sopa de espárragos.
«¿De verdad pretende que coma eso?» Pienso con una ligera mueca de asco. Aunque debo admitir, que no huele tan mal como se ve.
— Porque a pesar de que eres algo fastidiosa y quejica... No te has ido y... Ya no me siento tan solo ahora que estás aquí — dice con voz suave, viéndome de soslayo por unos segundos y sonriendo con dulzura, consiguiendo que sonría de la misma manera en su dirección.
Me dispongo a decirle que pienso quedarme a fastidiarlo por un buen rato a fastidiarlo, cuando YoungJae reaparece en la escena con una gigantesca sonrisa que hace que sus ojos se vuelva dos finas líneas y que leves arrugas se formen a su alrededor.
Y sí, verlo sonreír así, me causa ternura. Es como ver a una nutria sonreír y eso, es suficientemente tierno como para derretir mi corazón.
— ¿Eso es sopa de espárragos? — pregunta, abrazándome por los hombros.
— Sí.
— Vamos, YoungJae. Pongamos los platos y servicios en la mesa— le digo, tirándolo del brazo con el que me ha abrazado para que me ayude.
Ingreso a las instalaciones cargando la bolsa de tela que contiene los comestibles que he comprado en la tienda de conveniencia más cercana al edificio y saludo, con una sonrisa amable, al guardia de turno que se haya detrás del mostrador, al pendiente de quién entra y sale y de las cámaras de seguridad del establecimiento.
Cruzo la entrada en dirección al elevador, porque ni loca pienso subir por las escaleras de emergencia con tremendo peso, cuando capto algo, por el rabillo del ojo, en el patio del edificio que llama mi atención y me hace detener. Miro con curiosidad la figura que se haya de espaldas a mí, de rodillas en el césped, y tras reconocer de quién se trata decido acercarme con curiosidad para ver qué es lo que está haciendo ahí.
— Jackson — Lo llamo con una sonrisa, apareciendo por detrás de él y consiguiendo que alce su mirada en mi dirección. La sonrisa que se ha dibujado en mi rostro desaparece en cosa de segundos al ver sus ojos hinchados, nariz roja y mejillas humedecidas debido a las constantes lágrimas que se deslizan hasta llegar a su barbilla y desaparecer. — Hey... ¿Qué ha pasado? — le pregunto preocupada, dejando la bolsa en el piso y arrodillándome a su lado.
Hipa y pasa la manga de su playera blanca para secar un poco sus pómulos, los cuales vuelven a humedecerse en cosa de segundos porque el chico no para de llorar como si la vida se le fuera en ello.
— Ve...venía de la tienda y... Un auto atropelló a un perrito — Solloza otra vez y mi corazón se estruja con dolor al verlo así de triste, carente de toda esa felicidad que lo ha caracterizado desde que lo conocí. Admiro el trozo de tierra que parece haber sido removido y la tierna cruz de ramitas que hay enterrada en el mismo lugar. Ni siquiera necesito preguntar dónde se encuentra el difunto perro, porque ya tengo una clara idea y, debo admitir, que me sorprende que el guardia o alguien del edificio no le haya dicho nada por venir a enterrar un animal aquí. — El tipo se fue y y... yo lleve al perrito al veterinario... pero no pudieron salvarlo.
— Ay, Jackson... Lamento mucho oír eso — susurro, con la misma suavidad y ternura con la que cualquier le hablaría a un niño pequeño. Me tomo el privilegio de acariciar su cabello y me sorprendo un poco cuando apoya su cabeza en mi hombro, buscando más contacto físico de lo que yo pretendía.
— ¿Y... y sabes qué es lo más triste, Bo-bo? Él... tenía un collar... se ha escapado y su dueño no sabe lo que le ha ocurrido. Lo debe estar esperando y él no...— No es capaz de terminar la frase y se larga a llorar nuevamente, contagiándome su tristeza y dolor, haciendo que la nariz me pique.
Parpadeo varias veces seguidas para evitar derramar las lágrimas que se han acumulado en mis ojos al escucharlo y contengo a Jackson en un abrazo hasta que, tras un par de minutos, consigue calmarse. Se separa de mí, tomando una bocanada de aire mientras tanto yo me dedico a acariciar su espalda en señal de consuelo.
— Bo-bo, ¿me acompañarías a decirle a su dueño lo que ha sucedido?
— ¿Ah? — cuestiono con sorpresa, sin poder creer lo que acabo de oír. — ¿Quieres ir a darle las malas noticias al dueño?
— No podré estar en paz hasta que lo haga, Bo-bo. Pero no puedo hacerlo solo. Te necesito...— dice, luciendo tan jodidamente tierno como luciría un cachorrito. — ¿Me acompañarás? — insiste, sacando su labio inferior en un puchero que me hace suspirar con pesadez porque me siento incapaz de decirle que no.
— Yo... Bien, te acompañaré. Pero tú serás quien hablará. Yo solo iré como... un apoyo moral. Un silencioso apoyo moral, ¿sí? — le condiciono, porque sé que sería incapaz de darle las malas noticias al dueño sin terminar ahogándome con mi propio llanto.
Asiente ante mis términos con una suave sonrisa y vuelve a apoyar su cabeza en mi hombro.
— Eres una buena amiga, Bo-bo.
— Sí, lo sé. Me lo dicen mucho — miento, encogiéndome de hombros y haciéndolo reír ligeramente.
— Bo-bo...
— ¿Sí, Jackson?
— Cuando volvamos de dar las condolencias... ¿Me prepararías un chocolate caliente?
Giro mi cabeza para verlo con el ceño fruncido.
— Eres un abusivo, ¿te lo han dicho antes?
— Me han dicho que soy un amor — Se encoge de hombros, restándole importancia a mi comentario. — ¿Lo harás?
Bufando y rodando los ojos, acepto. Porque ahora que lo ha mencionado, yo también tengo ganas de tomar un chocolate caliente para aliviar las penas.
— Bien, pero me ayudarás a subir la bolsa de las compras a mi departamento.
— Hecho — Me extiende la mano y yo la tomo, cerrando el trato.
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