CAPÍTULO SEIS
Sosteniendo con firmeza la cuerda de mi bolso, salgo disparada del ascensor apenas las puertas se abren en mi piso. A grandes zancadas y con la mandíbula apretada, avanzo por el corredor, pasando de largo la puerta de mi apartamento y llegando a mi destino en cosa de segundos. No tengo la menor idea de si Jackson se encuentra en el interior o no para recibir mi furia por lo que hizo, pero eso es algo que averiguaré. Y aunque no se encuentre ahora mismo ahí adentro, volveré en otro momento para confrontarlo.
Porque esto no se va a quedar así.
No se puede quedar así.
No después de hacerme pasar uno de los peores momentos de mi vida.
Ese raro chico consiguió que me drogara en mi trabajo sin yo ser consciente de ello.
¡Y en mi primer día de trabajo! ¡Podría hasta demandarlo por ello! ¡Este tipo de cosas se avisan!
Y, seré sincera, lo detesté.
Puede que para otras personas sea agradable, pero para mí no lo fue en lo absoluto. No solo porque el lugar no era el adecuado, sino que también debido a que los efectos de la marihuana me resultaron enormemente frustrantes. No era capaz de concentrarme. Olvidaba lo que acababa de decir o hacer. Me confundía porque no podía diferenciar si estaba o no hablando en voz alta y, lo que me pareció peor, es que mi percepción del tiempo era tan asquerosamente desesperante. Los minutos se sentían como horas, por lo que el tiempo que pasé bajo los efectos de aquella droga se me hicieron eternos.
La verdad es que no me gustó y, sinceramente, no me quedaron ganas de volver a repetirlo en un futuro.
Con la mandíbula tensa de furia golpeo con potencia la superficie de madera dos veces seguidas para después, esperar de brazos cruzados a ser atendida. Preparo mentalmente mi discurso en busca de no terminar trabándome con mis propias palabras, aunque sé de antemano que, cuando llegue el momento de la verdad, soltaré lo primero que se me venga a la cabeza. Al igual que siempre.
Un par de segundos más tarde la puerta principal se abre y la visión de Jackson (que en otra situación me hubiera parecido hasta gloriosa porque... Dios, que cuerpo se carga el tipo), luciendo solo unos pantalones de chándal, su cabello alborotado y una expresión somnolienta, se presenta frente a mí como si nada.
— ¡Oh! ¡Bo-bo! ¡Que grata sorpresa! — exclama con su típico tono animado a pesar de que no parece que haber despertado del todo aún. Talla uno de sus ojos frunciendo levemente los labios en un puchero y, seguido, deja escapar un gran bostezo sin molestarse en lo más mínimo en tapar su boca. — No creí que vendrías a visitarme hoy, pero me alegra que hayas pensado en mí, bonita — Me guiña un ojo de forma juguetona, desprendiendo felicidad por cada poro de su piel y con un aura que contrasta mucho de la mía.
Parpadea dos veces seguidas y, supongo que es por la expresión de hartada que llevo, parece percatarse de que algo no va del todo bien. Con ojos preocupados, habla otra vez sin siquiera darme de tiempo de pronunciar palabra alguna a pesar de que tengo medio discurso atorado en la garganta peleándose contra mi lengua por salir.
— ¿Qué pasa, Bo-bo? Si te preocupa el tema de Bambam, relájate. Ya volvió a casa y le advertí sobre ir a asustarte — Sonríe de manera angelical como si hubiera hecho la acción del día contándome aquello. Apoya su hombro derecho contra el marco de la puerta, distrayéndome sutilmente con su trabajado cuerpo y la forma en que los músculos de sus brazos se contraen al cruzar ambos sobre su fornido y blanquecino pecho.
Lo primero que me llega a la cabeza es el que hecho de que a Mark no le agradaría en lo absoluto está situación porque... ¡Vamos! ¡El chico está semidesnudo!
Y lo segundo que me asalta es una maldición mientras me cuestiono en silencio si de verdad era necesario salir a abrir la puerta sin playera. ¿Es que acaso este chico no tiene pudor?...
Aunque, bueno, con lo peculiar que es este tipo, no me extrañaría que no lo poseyera.
— No es por eso por lo que estoy aquí, pero me alegro de que tu Boa haya vuelto a casa — digo sinceramente.
Siendo honesta, con lo sucedido hoy en el trabajo terminé olvidando completamente el hecho de que una Boa constrictor se encontraba paseando libremente por el edificio y que, toparme con ella, hubiera sido algo muy traumático, a decir verdad. Puede que a Jackson la Boa no le haga nada (aunque tengo mis dudas respecto a ello, sin embargo, me las guardaré solo para mí misma), pero no estoy muy segura de que yo u otro de los inquilinos del edificio seamos capaces de correr con la misma suerte que el chino. ¡Nos puede matar!
— Bambam, Bo-bo. Tiene un nombre y es Bambam, se enfada cuando lo llaman de otra manera — me corrige como si fuera un tema de vida o muerte.
Entrecierro los ojos en su dirección, desconcertada con esa nueva información y decido que lo mejor que puedo hacer, es asentir e ir de cabeza a lo que nos concierte.
— Estoy jodidamente contigo...
— ¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Qué he hecho?! — pregunta velozmente, interrumpiéndome y luciendo muy escandalizado por la noticia de mi enojo.
Un gran signo de interrogación se dibuja en su expresión y me observa ansioso, esperando a que responda a esas incógnitas que consigue formular con gran rapidez y sin tomarse el tiempo de respirar en ningún momento.
— ¡Me drogaste! ¡Ese queque que me diste contenía marihuana y ni siquiera me lo dijiste! — chillo, conteniendo las ganas de golpearlo con mi bolso en el rostro.
Sus ojos se abren un poco más de lo común, y la sombra del entendimiento cruza por su mirada cuando procesa mis palabras y entiende la situación.
— Te dije que era un queque especial — me recuerda, alzando las manos en señal de inocencia y con expresión seria, gritándome con la mirada un gran y molesto: <<te lo dije>>.
— ¡Sí! ¡Pero cuando dijiste especial creí que se refería a que lo hiciste con mucho amor o alguna estupidez así! — gruño, recordando la mirada reprobatoria que me dio JinYoung luego de que los efectos de la marihuana, por fin, hubieran abandonando completamente mi cuerpo. — ¡No por algún tipo de sustancia ilícita! ¿Sabías que la marihuana es ilegal? ¡Pudieron haberme arrestado!
Me siento tan avergonzada y apenada por lo sucedido porque... ¡Mierda! ¡Qué horrible primera impresión le di a mi compañero de trabajo! Quien, además, generosamente se dio el tiempo para tirarme un discurso y sermón acerca de lo que es la ética laboral entre otras cosas que, por el momento, no quiero ni puedo recordar.
"Esta será la primera y última vez que salve tu trasero, ¿me oyes bien?"
Las duras palabras de Jin se reproducen nuevamente en mi cabeza sin permiso alguno, logrando hacerme sentir pequeña y tonta otra vez, sin la necesidad de estar presente.
Las cejas de Jackson se dispararon hacia arriba en señal de sorpresa frente a mis palabras y la esquina derecha de sus labios se curvan en una sonrisa.
— ¡Oh! ¿En serio creíste que era por eso? — Deja escapar una risa entre dientes mientras niega con la cabeza. — Pues no, te equivocaste, Bo-bo. Eres muy ilusa...
Su risa y palabras consiguen tocar una fibra sensible dentro de mí. Mis mejillas se encienden debido a una mezcla que me desagrada en toda la regla de la palabra: vergüenza y enfado.
— ¡Ay! ¡¿En serio?!
Estoy a punto de golpearlo. Mis manos están formando dos puños y ya me estoy visualizando con uno de ellos en el rostro del extranjero. Sin embargo, antes de que pueda hacer nada y convertir esa imagen mental en realidad, termino dando un respingo en mi lugar y jadeando con asombro cuando Jackson, sin previo aviso y tomándome con la guardia baja, toma mi rostro entre sus grandes manos. Entrecierra los ojos como si no pudiera ver y aproxima un poco más cerca su rostro al mío, invadiendo totalmente mi espacio vital de una manera jodidamente natural. Como si ambos fuéramos amigos de toda la vida y que este gesto fuera algo de todos los días entre nosotros.
— Estás algo sonrojada, ¿te sientes bien? ¿Tienes fiebres? O acaso... ¿Te pongo nerviosa? — curiosea lo último, utilizando un tono picaron y enarcando una de sus cejas sin hacer ademan de querer soltar.
Frunzo los labios y quito sus manos de mí con brusquedad, dedicándole una mirada de enfado y asco de la que él, ni se da por aludido ya que no cambia de expresión en lo absoluto. Es más, hasta parece divertido con toda la situación.
— No digas idioteces, Jackson.
Sin poder evitarlo, mi puño impacta contra su hombro derecho dejando escapar un poco de la frustración y rabia que siento. No es un golpe potente. En realidad, dudo que le hubiera dolido en lo más mínimo al chino pero, de igual forma, me asombro por mi propio acto y con ese simple accionar, caigo en la cuenta de que Jackson me está haciendo sentir en confianza a pesar de su particular manera de ser. Porque no golpearía de manera juguetona a cualquier persona.
Alejo mi mano con un poco de timidez y lo miro arrepentida, esperando a que se enfade o algo parecido, pero la risa que recibo de su parte me deja en claro que, a diferencia de mí, a él no le ha importado en lo absoluto el que lo golpeara.
— Muy bien, muy bien... Lamento los inconvenientes que te pudo haber causado mi queque especial — se disculpa, sincero. — Y como veo que estás bastante molesta por mi regalo — Hace un sutil puchero, pretendiendo que aquello lo hiere, cosa que me cuestiono. — Dime, ¿qué puedo hacer por ti para recompensarte lo sucedido y que me devuelvas mi plato en una sola pieza? — bromea, recordándome que aún me queda algo de queque en casa y su plato.
Suspiro pesadamente. Ahora que toda mi molestia parece haberse disipado casi por completo tras golpearlo, me siento cansada. Y lo único que quiero hacer en este momento, es ir a mi departamento, darme una relajante ducha para, seguido, meterme en la cama y poder dormir. Siento que no saco nada con seguir reclamándole o pedirle algo a cambio, ya que se ha disculpado y, de cualquier forma, lo hecho, hecho está, Aunque le grite y golpee, eso no cambiará nada de lo que ya ha sucedo hoy.
<< Simplemente, hay que seguir avanzando >>
Me encojo de hombros.
— Solo... La próxima vez que hagas algo así, dime claramente lo que contiene la comida para así ser consciente de lo que estoy comiendo, ¿sí?... Y me gusta el helado de menta... No em molestaría recibir un poco como sorpresa.
— ¡Sí, señora! Digo, señorita... — se autocorrige al ver mi mirada de indignación.
— Muy bien... Buenas noches, Jackson.
— ¡Buenas noches, Bo-bo! — Se despide con una sonrisa, sacudiendo su mano para después cerrar la puerta sin esperar a que diga nada más.
Agotada, camino a mi departamento, sintiendo cómo mi móvil vibra al interior de mi bolso. Posiblemente debe ser un mensaje de Mark, dado que durante el trayecto de vuelta a casa estaba conversando con él por KakaoTalk.
Diciéndome a mí misma que le contestaré antes de entrar a la ducha, abro la puerta para terminar dándome cuenta de que, extrañamente, la luz de la sala se encuentra encendida. Cosa de lo más extraña porque estoy segura de que en la mañana no la encendí, aunque también me digo a mí misma que con las prisas se me pudo haber pasado ese hecho.
Tomando una bocanada de aire ingreso, asintiendo a mi idea de que pudo haber sido un error de mi parte que no recuerdo haber cometido.
Un simple error.
Pero cuando ya estoy en el interior del departamento y la puerta se ha cerrado a mis espaldas, caigo en la cuenta de que no ha sido un simple error que suelo cometer como cualquier otro ser humano. Sino que más bien, la razón por la que la luz de la sala se encuentra encendida puede ser obra del adonis de piel morena con cola y orejas, que se haya recostado sobre mi sofá. Tendido cómodamente sobre su estómago a lo largo del mueble, dejando a la vista unos anchos hombros y un lindo trasero.
<< Pero, ¿qué diablos está pasando? ¿No fue un sueño? >>
El ruido que provoca mi bolso al caer al piso cuando dejo de sostenerlo, llama su atención y me saca de mi propio estado de shock. Torpemente, se gira en mi dirección. Una estúpida sonrisa surca sus labios al verme y su cola se mueve con lentitud mientras apoya su mejilla derecha contra su antebrazo.
— Hola, fea — me saluda y, a pesar de no ser una experta en el tema, soy capaz de darme cuenta del por qué de su estado, ya que no han pasado ni siquiera veinte cuatro horas desde que yo estuve igual.
Está drogado.
Maldición, también comió de ese estúpido queque mientras yo no estaba.
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