CAPÍTULO OCHO

Me siento cansada. Sin embargo, me rehúso a irme a la cama sin aclarar esta extraña situación en la que me he visto en vuelta y, mucho menos, cuando el tipo raro con orejas y cola de gato se ha encargado de acabar con la mitad de mis suministros de chucherías que se encontraban esperando, pacientemente, en la cocina a que YO me ocupara de ellos. Al parecer, el tener un hambre voraz es un efecto secundario de consumir marihuana. O eso, es lo que mi propia experiencia y lo que me ha hecho ver este peculiar sujeto me demuestran. Por lo que, en verdad, no pude hacer nada más que ser generosa y compartirle parte de mi comida al chico semidesnudo que parece rechazar la ropa y que, a regañadientes, me dejó cubrir sus partes nobles con una toalla.

El recordar el percance que tuve durante mi horario de trabajo gracias al queque mágico de Jackson, me hace pensar que debo llevarle un presente a JinYoung mañana a modo de disculpa y agradecimiento por su ayuda. Porque, a pesar de no estar obligado a ayudarme, igualmente lo hizo y, simplemente, no me siento satisfecha con solo haberle dicho "gracias por tu ayuda" tras volver a mis cinco sentidos.

— ¿Estás mejor? — pregunto, rompiendo el silencio e incorporándome en el sofá.

Apoyo mis codos sobre mis muslos en busca de una posición más cómoda y entrelazo los dedos de mis manos como acto reflejo, para seguido, dedicarme a admirar su cincelado perfil. A diferencia de mí, él se encuentra con su vista fija en la toalla de color verde que lo cubre, con la que se ha entretenido durante los últimos segundos al percatarse de lo suave que es.

Alza la mirada y sus felinos ojos colisionan con los míos, tomándome por sorpresa ya que creía que continuaría ignorándome. Paso saliva con dureza, diciéndome a mí misma que él es una cosa rara y que estoy jodidamente loca por si quiera, considerarlo sexy. Y me gustaría decir que soy capaz de borrar ese pensamiento de mi cabeza, sin embargo, no puedo mentir de esa forma tan descarada. Sus facciones me parecen una exquisitez para la vista y, estoy segura, de que, si no tuviera esas orejas y cola, el chico facialmente podría pasar como modelo de ropa o de productos de belleza. ¡Lo que fuera! Es más que seguro que él lograría venderlo con solo guiñar un ojo.

La culpa me invade cuando el recuerdo de Mark asalta mi mente y me recrimino en silencio por esta atracción física que estoy sintiendo hacia un desconocido. Teniendo novio, no debería estar pensado que sus labios poseen un tamaño perfecto o en lo lindos que son esos lunares gemelos que se hallan debajo de su ceja izquierda, específicamente, casi al final de esta y que pude apreciar a la perfección cuando peinó, como por quinta vez, su flequillo hacia atrás.

Dios, no debería, pero este tema no se encuentra bajo mi control.

Una de sus orejas se mueve velozmente en una sacudida que me parece divertida, y el hecho de que pueda ser tan sexy pero a la vez muy tierno gracias a esas orejas negras que adornan su cabeza, me parece de lo más jocoso.

— Algo cansado, pero ya casi en mis cinco sentidos — me responde en un grave y rasposo murmullo para seguido, aclarar su garganta y deslizar su lengua por su labio inferior, humedeciéndolo y dejándolo de un rosa brillante.

— Bien, eso está perfecto porque tengo algunas preguntas que hacerte — le informo. No menciona palabra al respecto y solo se mantiene estático en su posición, con su mirada clavada en mi rostro mientras su flequillo de color negro oculta sus cejas y, por poco, sus rasgados ojos que se me hacen hasta hipnóticos. Tomo su silencio como una señal y sigo hablando, pretendiendo que su atención sobre mí no me incómoda en lo absoluto. — ¿Qué diablos eres? ¿Un experimento fallido o algo así? — suelto y, al ver como tensa los labios y su ceño se frunce levemente, caigo en la cuenta de que pude haber tenido un poco más de tacto con mi pregunta porque parece ser un tema algo sensible. — Perdón, yo no...

— No soy un experimento fallido, tonta.

«Mira que agresividad»

Arrugo la nariz con disgusto por su apodo, molesta porque me trate de esa forma cuando pretendía disculparme.

— ¿Por qué me dices tonta?

— No te quejes. Tú me has llamado por días gato feo y demás cuando, ambos sabemos, que en un concurso no me llegas ni a los talones —dice con las comisuras de sus labios rompiendo en una genuina y arrebatadora sonrisa, la cual deja al descubierto una dentadura perfecta y envidiable.

Abro la boca dispuesta a decirle algo, pero la termino cerrando porque... Tiene razón, respecto a que lo he llamado gato feo. No a lo del concurso. Me rehúso a decir que eso podría llegar a ser verdad.

Chasqueo la lengua, asintiendo. Admitiendo mi error.

— Sí, tienes razón. Perdón por eso... Gato feo.

— No hay problema, bruja — Me lo devuelve de la misma manera retadora, sin dejar de sonreír en ningún momento y alzando un poco el mentón en gesto altivo.

Levanto mis cejas con clara indignación. Antes de terminar enfrascándome en una pelea con un ser tan extraño como él, me digo a mí misma que mejor averigüe lo que necesito saber.

La pelea puede venir después.

— Mejor dime, ¿qué eres?

— Un híbrido de un gato.

— ¿Eres un experimento?

— Ya te dije que no — Gruñe, revoloteando los ojos y moviendo la cabeza con fastidio.

— Entonces... ¿Qué eres?

— El amor de tu vida — suelta bromista, riéndose de mi expresión al momento en que soltó tremendo disparate como ese.

— No digas babosadas. Mejor responde, ¿qué eres y por qué mierda estás en mi departamento?

Suspira pesadamente y estira sus brazos, acomodándose en el sillón y de paso, enseñándome los vellos de sus axilas con los que, si quisiera y él me dejara, podría hacer pequeñas trenzas. Y la sola idea de hacerle trenzas, me hace soltar una absurda risa entre dientes que intento reprimir pero que no funciona del todo. Me mira raro, pero prefiere no preguntar, lo cual agradezco.

— Es algo complicado, ¿crees que tu pequeño cerebro pueda con ello? — interroga, enarcando una ceja y consiguiendo que le lance una de las sonrisas más falsas que he hecho en mi vida.

— Prometo esforzarme, pedazo de animal. ¿Tú eres el terrible fantasma del que me habló la gerente del edificio?

— ¡Wow, que creativa, corazón! Me gusta — Ríe y yo lo admiro expectante, a la espera de que suelte las respuestas que mi cerebro tanto ansia tener. — Y sí, soy yo.

— Pero en verdad no eres un fantasma — digo, dado que puedo tocarlo y no es como que lo haya visto desaparecer o evaporarse frente a mis ojos. Solo convertirse de persona a animal.

— No, no lo soy. Solo me encargué de que el rumor tomara fuerza — Se encoge de hombros, restándole importancia al asunto.

— ¿Por qué?

— Porque no quiero que alguien más viva aquí y, es por eso, que quiero que te largues —dice con tanta sinceridad y descaro que me deja sin palabras.

— Wow, wow... alto ahí — lo freno tras procesar lo que dijo, alzando mi palma y mirándolo aún con algo de incredulidad al querer él echarme del lugar que YO ESTOY PAGANDO. — Tú, seas lo que seas, no puedes echarme. Yo, a diferencia de ti, estoy pagando por estar aquí. El que debe largarse de aquí, eres — Lo señalo, remarcando la última palabra para que quede lo más claro posible.

— Yo no puedo irme de aquí.

— ¿Por qué no? — Alzo una ceja, incrédula, pero curiosa.

— Porque estoy hechizado y si abandono este maldito edificio, voy a morir — brama, tanto con los dientes como con los puños apretados, claramente enojado.

Si hace unos minutos creía que esto no podía ponerse más raro y dejarme más estupefacta, no sabía cuán equivocada estaba. Todo esto ya ha pasado la línea de lo anormal desde hace mucho y, lamentablemente, no parece hacer más que seguir internándose en ese extraño mundo de locura al que estoy siendo arrastrada por solo rentar un estúpido departamento con buena ubicación.

— ¿Hechizado? ¿Me estás diciendo que alguien te ha hechizado para que no puedas abandonar el edificio?

— Sí, eso es justo lo que he dicho, Einstein.

— ¡Ay! Perdón por no creer tan fácilmente en la magia y en los cuentos de hadas — suelto con sarcasmo, molesta. — Bueno, necesito más información que eso. ¿Quién diablos te hizo esto?

Toma aire de forma profunda. Su marcado pecho se infla con aquella acción mientras piensa en si debería seguir hablando conmigo acerca del tema o, dejarme a la deriva, negándose a darme más información de la que ya me ha facilitado hasta el momento. De pronto se ve algo decaído, triste y, tras pasar saliva, niega suavemente.

— No pienso decirte nada más. No tienes por qué saber más acerca de mí como yo no quiero saber nada acerca de ti — Un bostezo involuntario lo interrumpe y pasa una de sus manos por su rostro. — Solo quiero que te vayas de aquí, ¿sí?

Lo miro ceñuda, desconforme con lo que me ha dicho pero muy cansada como para querer presionarlo a soltar más información o, si quiera, comenzar una muy probable discusión, la cual parece que ninguno de los dos será capaz de soportar.

— No voy a obligarte a contarme nada, pero tampoco pienso irme de aquí. Estoy pagando este lugar, Leo, y necesito un lugar donde vivir — le aclaro tras haber recordado su nombre. — Aunque me gustaría saber cuál es tú afán por hacer que me largue de aquí o las personas que han llegado después de ti.

Se encoge de hombros como si fuera muy simple.

— Al crear el rumor de que este departamento está embrujado, puedo vivir aquí con mi forma humana sin que nadie me fastidie o me pida una renta.

— Porque no puedes salir del edificio para trabajar y ganar dinero... — murmuro para mí misma, pero al ver como asiente, dándome la razón, me doy cuenta de que ha podido escucharme. — Y... ¿Cómo lo haces para conseguir comida?

— Se la robo a los vecinos de los otros pisos cuando van a trabajar o salen. — responde con simpleza, encogiéndose de hombros.

— Yah, eso no está bien — lo regaño, arrugando la nariz con desaprobación como si fuera su madre.

— Tengo que sobrevivir y no es como que sea fanático de la comida de gato que me da el guardia del edificio. Así que... Si tienes otras ideas te escucho. Porque estoy abierto a otras opciones.

Guardo silencio y desvío la mirada. No, no se me ocurre nada mejor en este momento y no creo que eso ocurra mientras mi cerebro solo siga enfocado en ir a dormir de una vez por todas.

Lo miro por momento y mi pecho se remueve por la idea de lo solo que se debe sentir. No puede hablar con nadie en su forma humana para no llamar la atención. Atención que sería un desastre que recibiera porque él es algo nuevo, y si se filtra en las redes sociales de lo que puede hacer o lo que es, este lugar estaría invadido de personas y quién sabe si intentarán hacerle algo malo o... Sacarlo del edificio, acción que sería terrible si lo que me ha dicho es verdad.

¡Mierda! Lo compadezco por la asquerosa situación que está pasando a pesar de que aún desconozco la razón por la que está "hechizado".

«Joder, esto suena tan Disney...» Pienso, recordando todas las películas que he visto de esa franquicia desde que era pequeña y que, a veces, aún veo para matar el tiempo.

— ¿Nadie más sabe sobre tu cambio de forma o...?

— Solo tú — me interrumpe. — Gracias a esa mierda que te trajo el idiota de Jackson — se queja con un gruñido que retumba en su garganta.

— No tenías por qué comértelo. Era un regalo para mí.

— Como sea... — farfulla, negándose a admitir que tengo razón y que no debió meter sus manos en donde no le correspondía.

Muerdo el interior de mi mejilla y medito, por una fracción de segundo, lo que voy a decir antes de dejarlo escapar de forma algo impulsiva.

— No me iré de aquí — le repito en un suspiro, colocándome de pie bajo su atenta mirada y cruzando los brazos bajo mi busto. — Pero tampoco te obligaré a irte como lo hice antes cuando... Tenías forma de gato.

Inclina la cabeza hacia atrás y me mira con curiosidad, son saber si debe estar feliz o no por las nuevas noticias.

— ¿Qué quieres decir?

— Que puedes quedarte aquí y andar en tu forma humana... Siempre y cuando uses algo de ropa — Lo señalo, sintiendo como la temperatura de mis mejillas se elevaba, haciendo que él ría.

— ¿Hablas en serio?

— Sí. Mientras no seas un fastidio... puedes quedarte — murmuro, encogiéndome de hombros y mirando la punta de mis zapatos, pensando en que esto no le gustará en lo absoluto a Mark, pero que tampoco es como que pueda decírselo sin que piense que me faltan más que un par de tornillos. Además, necesito el consentimiento de Leo para poder contarle a mi novio su secreto y no creo que este me lo dé. En su lugar, yo no lo haría. — ¿Te parece? Aunque supongo que mañana se me ocurrirán otros puntos que debemos dejar en claro para una mejor convivencia y no terminar lanzándote por la ventana.

El chico ríe, lo cual me alegra en parte porque me dice que tiene sentido del humor.

Bostezo y, como efecto dominó, él también lo hace.

— Hum... por el momento, me parece suficiente.

— Bien, te traeré unas sábanas para que duermas en el sillón.

— ¡¿Me harás dormir en el sillón?! — chilla, con un poco de indignación en su voz.

— ¡Por supuesto que sí! ¡No dormirás conmigo! — digo obvia, mirándolo como si hubiera perdido la cabeza.

— Ni como... — Se transforma en el gato negro con el que ya estoy familiarizada y me mira con ternura. — ¿Un lindo gatito?

— Wow, maldición... Es tan perturbador que hables con tu forma de gato.

— ¿En serio? ¿No te gusta? — Ladea la cabeza, con su tono de voz normal.

— Para nada.

— ¿Y si te hablo así? — interroga, con un tono dulzón y un poco más agudo mientras pestañea.

— Es peor. No lo hagas.

Ríe con fuerza de mi reacción, sacándome una pequeña sonrisa, porque sí, es una mezcla entre perturbador y divertido.

— Iré por algunas mantas — Me giro, pero antes de internarme en el pasillo que da a mi habitación y al baño, volteo a verlo. — Por cierto, me llamo Bomi, no fea.

— Y yo no me llamo Leo. Mi nombre verdadero es Im JaeBeom. — aclara. — Y si me vuelves a llamar gato feo, te voy a morder — advierte.

— Si me muerdes... Te muerdo de vuelta.

— Ahí veremos quién muerde más fuerte — Vuelve a su forma humana, sonriendo de lado con una pizca de diversión que me pareció algo insinuante debido al tono que usó.

Pongo los ojos en blanco y decidido que ignorarlo, es lo mejor que puedo hacer porque irme a dormir, es lo que más quiero.

Después de haberle entregado un par de mantas a JaeBeom y terminar de prepararme para dormir, recuerdo la llamada que tuve con YoungJae, la cual parece un aviso de emergencia de que una tormenta se avecina para arruinar mi día de camping.

Con mis padres no hemos hablado desde que les informé que me iría de casa y que mi progenitor, ahora, quiera hablarme, me parece extraño porque sé que tanto él como mi madre están enfadados conmigo. Mi estómago se revuelve con fuerza a causa de los nervios que me consumen cuando pienso en qué es lo que quiere hablar conmigo mañana mi padre. Tal vez quiera persuadirme acerca de mis decisiones, aunque lo dudo. Durante todos estos años que he vivido con ellos, he aprendido que Choi ChungHo no consigue lo que se propone mediante la persuasión y eso, de alguna forma, me asusta mucho. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top