CAPÍTULO DIECISIETE
«Está muy cerca».
Es lo primero que pienso tras girar en la cama y abrir mis ojos, topándome de lleno con el rostro de JaeBeom a una distancia que se podría considerar como íntima.
Bostezo y acomodo mi cabeza en la almohada, cuidando de la fuerza de mis propios movimientos para no terminar irrumpiendo su pacífico sueño que parece estar disfrutando.
No me preocupo en tener que levantarme para ir a trabajar, porque he llamado a JinYoung hace, lo que supongo que fueron un par de horas, para darle aviso acerca de que me tomaré el día libre porque aún no me siento al cien por ciento como para trabajar. Y él ha aceptado, deseándome una pronta recuperación que estoy más que segura de que tendré con el transcurso del día.
Tengo hambre y todavía me siento un poco cansada, pero esos dos sentimientos no son suficientes para hacerme abandonar la calidez y comodidad de mi cama. No sé qué hora es, pero sé que es temprano por lo que me tomo el privilegio de quedarme unos minutos más entre las cálidas sábanas que me cubren y protegen del ambiente mañanero que hay.
Con suavidad exhalo el aire que contienen mis pulmones por la nariz irrumpiendo, momentáneamente, el mutismo que inunda el cuarto y mis ojos centran su atención en el chico con orejas de gato recostado junto a mí. Su pecho sube y baja con parsimonia, al compás de su pacífica respiración. Sus parpados, que se encuentran cerrados, se mueven de forma ligera al estar soñando y sus labios, de un grosor que me parece perfecto y teñidos de un rosa pálido natural, se hayan entre abiertos. Las esquinas de mis labios tiran hacia arriba con la imagen que tengo de él y estoy agradecida de que JaeBeom no pueda percatarse de aquello, porque estoy segura de que terminaría fastidiándome.
Su expresión me habla de tranquilidad y eso me gusta. Porque me contagia ese pacifico sentimiento y, por ende, me relaja el verlo en esta faceta tan natural.
Me pierdo en los detalles de su rostro sin percatarme de ello, admirando las pequeñas cicatrices causadas, probablemente, por el acné o la peste cristal que todos hemos sufrido o sufriremos en algún momento de nuestras vidas. Los pequeños lunares que hay esparcidos por su cara me gustan, pero esos dos lunares gemelos bajo su ceja son los que siempre terminan llamando mi atención sin que yo lo quiera en verdad.
«Es guapo» Pienso y rememoro la noche anterior, en lo preocupado que Jae parecía estar y en cómo se dedicó a cuidar de mí. La calidez de un gratificante sentimiento acompañado de la fragancia natural que desprende Im, me embriaga, y me permito disfrutarla por unos segundos antes de obligarme a mí misma a levantarme de mi lecho para preparar el desayuno.
Intento ser un ninja; un maestro del silencio en mi misión por abandonar el cuarto sin perturbar a la persona que se ha convertido en mi nuevo roommate, porque ahora sé lo difícil que es para él dormir de corrido y no quiero ser la causante de que sus sueños (los cuales espero que sean felices) se vean interrumpidos.
Alcanzo a entretenerme un par de minutos en la cocina con la televisión encendida en un canal de caricaturas, cuando los flojos pasos de JaeBeom ingresan al lugar.
— Buenos días, bella durmiente.
Una divertida sonrisa se forma en su boca y con una expresión adormilada, apoya su cadera en el mueble de la cocina, cerca de mí para admirar de brazos cruzados cómo preparo huevos revueltos y algunas guarniciones para el desayuno.
— Veo que despertaste temprano — murmura con voz ronca, señal de que no ha pasado mucho tiempo desde que ha abandonado la cama.
— Pero que observador — me burlo de su comentario, con un ánimo que parece agradarle y que comparte.
Me giro para tomar la cuchara de madera que he dejado en el otro mesón y cuando pretendo volver con mi trabajo, JaeBeom me sorprende tomando con delicadeza mi muñeca derecha para jalarme de esta hacia sí mismo y acortar la distancia entre ambos. Me sorprende, y eso es algo que dejo ver en mi expresión de inmediato.
Sin soltarme, su mano libre se dirige a mi rostro y se posa sobre mi frente. Sus ojos sagaces se encuentran con los míos y siento como su cercanía me afecta raramente, causándome una extraña sensación en el estómago que decido ignorar por mi bien.
— Parece que te sientes mejor y no tienes fiebre, pero eso crea una duda en mí.
— ¿Qué? ¿Cuál?
— ¿Por qué tu cara y orejas están rojas? — cuestiona con una sonrisa ladeada, inclinándose en mi dirección y con sus ojos brillando con una diversión ya conocida. Un golpe de adrenalina causado por los nervios me sacude y el calor en mi rostro crece con la sola mención de ello como si fuera un mal chiste.
— No están rojas — refuto con el ceño fruncido, alejándome de él al ver que solo quiere tomarme el pelo con sus acciones y comentarios.
— Te pongo nerviosa.
Mis cejas se alzan con conmoción ante su afirmación y, a pesar de que no miente porque es verdad que sí consigue alterarme, me inclino por llevarle la contraria porque me parece mejor que aceptar la realidad y, más aún, ante él.
— Claro que no.
Deja escapar una carcajada mientras niega con la cabeza.
— ¿Entonces por qué estás tan roja? — pregunta, jocoso, picando burlonamente mi mejilla derecha y consiguiendo que intente quitarlo de un manotazo.
— Soy así. Nací roja.
— ¡Eres una mentirosa!
— No, no lo soy. ¿Vas a querer huevo con tu...? — comienzo a desviar el tema, sin importarme que sea notorio mi intento por evadir la conversación que me está poniendo incómoda.
Deja escapar un suspiro de cansancio — muy exagerado a mi parecer — y seguido, me contesta rodando los ojos.
— Sabes la respuesta, Bomi. Pondré la mesa.
— La mesa está puesta.
— Li misi isti pisti — intenta imitar mi voz con una sonrisa mientras busca los servicios entre otras cosas.
Bajo la cabeza y apago el fuego sin dejar de sonreír, agradecida de que JaeBeom siga mis estupideces con la misma tonta y brillante sonrisa de siempre.
Después de desayunar decidimos volver a la cama y tratar de dormir un poco más, pero no lo logramos debido a que nos distrajimos con la película Alicia a través del espejo que pasaban por la tele. Al final, terminamos gastando lo que nos quedó de la mañana viendo la película entre ocurrentes comentarios — más que nada de mi parte, que tengo la manía de hablar de vez en cuando durante las películas — que crearon un ambiente divertido.
Almorzamos lo que sobró de la cena de anoche y, luego de reposar unos minutos bebiendo té verde, decidimos que era momento de hacer una limpieza en el departamento. No estaba hecho un caos pero de igual forma necesitaba una repasada. Además debo admitir que, gracias a JaeBeom, me he acostumbrado a tener el lugar en un orden que a fin de cuentas, consigue crearme una paz de la que no me había percatado con anterioridad.
Tener todo en orden hace que mi cerebro suspire de satisfacción.
— Tengo una pregunta.
— Dispara — le permito, enjuagando un vaso mientras él se dedica a secar y guardar la loza que voy lavando.
— Dijiste que conseguirías dos empleos para ahorrar el dinero suficiente.
— Así es.
— Pero por el momento tienes un solo trabajo, ¿qué ha pasado?
Tenso los labios y, con una mueca triste, corto el agua tras haber enjugado el último plato y limpiado el lavaplatos.
— He enviado mi curriculum a algunos lugares y tuve un par de entrevistas, pero la mayoría de trabajos chocan con el horario que tengo en la tienda de maquillaje. Intenté a hablar con algunos dueños de tiendas para ver si podían ser un poco más flexibles con mi horario de entrada, pero se rehusaron.
— Son unos desgraciados.
— Nah, lo entiendo en realidad. No soy la única que busca empleo y entre alguien que necesita una modificación en su horario y alguien que puede cumplir con todas sus condiciones sin más, es obvio que se inclinarán por la segunda opción — Alzo los hombros, restándole importancia, porque es algo que yo haría.
Im termina de guardar las últimas cosas dándome la espalda y, sin pensarlo si quiera, mi mano se alarga hasta alcanzar su cola y acariciarla. De inmediato, noto cómo esta se tensa por la repentina caricia que le otorgo y se mueve.
A pesar de que sé que JaeBeom es un chico mitad gato, se me es imposible no sorprenderme con la reacción que tiene esa parte de su cuerpo y soltar un ahogado chillido de emoción. Porque su respuesta es igual a la de los pocos gatos que he tocado durante toda mi vida y eso no deja de impactarme.
— Deja de chillar, tonta — Gruñe con una mueca de diversión, volteándose a verme, pero mis ojos se encuentran concentrados en su cola negra y como si fuera un acto reflejo, la sigo. — ¡Yah! ¿Qué haces?
— Déjame tocarla otra vez — pido, abultando los labios en un ligero puchero.
Antes de que mi mano sea capaz de tocarla, el azabache se gira y esa llamativa parte de su cuerpo queda lejos de mi alcance otra vez.
Lo intento nuevamente, pero con sus envidiables reflejos gatunos, se aleja de mí. Gruño en voz baja y lo vuelvo a intentar, porque sé que esto no le molesta y que, en verdad, solo quiere jugar conmigo. Sus ojos y expresión me dicen que está gozando verme correr detrás de él por el salón, con la esperanza de poder ganarle en su estúpido juego de niños y ser capaz de poder tocar su suave cola por segunda vez.
— ¡Por favor!
— ¡No!
— ¡Por favor!
— ¡Consíguete la tuya!
— ¡Ah, claro! ¡Lo dices como si fuera muy fácil!
Se carcajea y yo sonrío.
Lo veo apoyar sus manos en el respaldo del sillón, el cual está utilizando cómo barricada desde hace unos segundos para separarnos luego de haber correteado por la cocina y parte del living entre risas, ruegos y negaciones.
— Estás siendo egoísta.
— Tú estás siendo una pervertida.
— ¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!
— ¡Quieres tocar mi cola!
— ¡¿Y eso qué?! ¡Es solo una cola!
— Dile eso a la policía y veamos cómo reaccionan cuando les digas que quieres acariciar mi cola.
El tono sugerente en su voz, acompañado del movimiento de cejas, me hacen sentir una mezcla de vergüenza, nervios y jocosidad que impulsan a una estridente carcajada a subir por mi garganta.
— ¡Eres un tonto!
Se ríe de mí y yo intento reprimir mi sonrisa.
Cansada de correr detrás del azabache por alrededor del sillón de la sala, tomo la decisión de pasar por sobre el sofá para alcanzarlo.
Sin darle mucho tiempo para pensar corro en su dirección, me subo al sillón de color negro y me lanzo encima de él con la intuición de que se alejará. Pero contrario a lo que creía, JaeBeom ni siquiera se mueve de su lugar. Se mantiene ahí y, en vez de hacerse a un lado o de echarse a correr otra vez y esconderse de mí, abre sus brazos y me atrapa en plena caída en un firme abrazo.
Sus manos se aferran a mi cintura y su pecho, al igual que el mío, sube y baja de forma anormal por todo nuestro tiempo jugueteando por el departamento.
— ¿Te rindes? — le pregunto, respirando de manera irregular y viéndolo con una sonrisa dibujada en mi rostro.
— Claro que no.
Mi ceño se frunce.
— Entonces... ¿Por qué no corriste?
— Porque si hubiera corrido, podrías haberte caído y lastimado — Sus cejas se juntan en una mueca de molestia. — Eres una imprudente. Acabas de recuperar tus fuerzas de un resfriado y haces esto.
— Lo dices como si me hubiera saltado de un muro de tres metros.
— Y tú te lo tomas como si hubieras saltado de un levantamiento de diez centímetros — Suspira negando con la cabeza, sin hacer ademán de querer romper el abrazo. —Aunque sea menos de medio metro, podrías haber caído mal, Bomi. Tienes que entender que yo no puedo salir del edificio y los del exterior no pueden saber acerca de mi existencia. En una emergencia, yo soy la persona más inútil para ayudarte — Sus ojos y su tono, llenos de una tristeza e impotencia escondida, me bajan el ánimo y me hacen caer en cuenta de la situación. — No debes confiarte por mi presencia, boba.
Mi agarre se afloja, sin embargo, el suyo se mantiene. Llevamos mucho tiempo abrazos, más de lo que alguna vez hemos estado, y eso no me fastidia. Me incómoda ligeramente, a causa de la poca costumbre de esto, pero me agrada de alguna manera tenerlo así de cerca.
Con una mueca, desvío mi mirada de la suya al no ser capaz de mantenerla.
— Lo siento. No lo pensé...
— Lo sé, tranquila.
Hago un suave gesto de querer alejarme e Im lo comprende de inmediato, dejándome libre. Mis ganas de tocar su cola se desvanecen por el momento y ahora solo quiero tomar otra taza de té mientras leo el último libro que pedí en la biblioteca.
— Bueno, ¿quieres tomar un poco más de té? — le ofrezco, dirigiéndome a la cocina para poner la tetera.
— Claro. ¿Qué piensas hacer ahora?
— Voy a leer. ¿Verás una película? — me volteo a verlo y él niega.
— No, prefiero leer también. Me falta poco para terminar el libro que me recomendaste.
— Maravilloso.
Gran parte de la tarde la hemos pasado instalados en el sofá leyendo. Desde hace ya un rato, hemos terminado de beber nuestras infusiones y ahora nos mantenemos completamente sumergidos en nuestras respectivas lecturas, envueltos en un pacífico silencio que en ocasiones se ve irrumpido por algunos ruidos provenientes del exterior.
— Si tienes sueño, ve a recostarte en tu cama.
— Tengo dos cosas que decir respecto a eso — murmuro con los ojos cerrados, sintiendo como el cansancio me va consumiendo otra vez, ocasionando que el tan solo hablar sea una tarea algo más laboriosa de lo normal. — La primera es, que esta es mi casa y puedo dormir dónde se me dé la gana.
— ¿Y la segunda?
— No estoy durmiendo. Solo estoy revisando que todo dentro de mí vaya bien — farfullo, dejando escapar un bostezo que no soy capaz de cubrir con mi mano a tiempo.
— Y... ¿Qué tal va todo ahí adentro?
Mi respuesta se limita a una seña de mano que deja en claro, en la mayoría de culturas, que todo va very good. Lo escucho murmurar algo que no alcanzo —y que tampoco — me esfuerzo por comprender y, lentamente, me dejo caer en los brazos de Morfeo.
Me sumerjo en un sueño ligero, el cual se resume en sueños intermitentes que crea mi cerebro antes de que despierte durante un par de segundos para luego, continuar con el ciclo. Cuando me remuevo en la parte del sillón en forma de L que estoy ocupando para recostarme sobre mi costado izquierdo, caigo en la cuenta de que el libro que tenía reposando sobre mi estómago — bajo mi mano izquierda — ya no se encuentra ahí, pero no le presto importancia porque sé que debió ser JaeBeom el responsable de quitarlo.
Suspiro con los ojos cerrados y, mientras empiezo a adentrarme en otro sueño, percibo un peculiar tacto en mi pómulo que me toma con la guardia baja, pero que no logra hacerme abrir los ojos. El tacto es suave, agradable y viaja con lentitud por mi rostro, conociéndolo. Sigue el camino de mis cejas, se aventura por el puente de mi nariz y se desliza por mis labios, dejando un placentero cosquilleo por donde pasa.
Sé que es JaeBeom quien hace aquello.
Y, sin embargo, lo dejo ser. Dejo que crea que estoy dormida para que continúe acariciando con esa ternura mi rostro, porque me gusta cómo se siente y no quiero que se detenga por ahora. Y entretanto disfruto de lo que me da, sus palabras, que no son más que un delicado bisbiseo que se cuelan dentro de mi canal auditivo, hacen que mi corazón se remueva con tristeza porque me recuerdan lo mal que JaeBeom pudo haberla estado pasando todo este tiempo y que su alma sigue temerosa a pesar de todo.
— Por favor, no me dejes solo otra vez, Bomi.
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