CAPÍTULO CINCO
Con un quejido de protesta deslizo mi brazo izquierdo de entre las sábanas hasta la mesa de noche junto a la cama, en donde se haya mi móvil chillando a todo volumen. Palmeo la superficie con desgano hasta que mi extremidad da con el aparato y lucho contra mis parpados para que estos se abran de una vez por todas.
Me siento con pereza en el mullido colchón, asegurándome de aquella manera de no volver a quedarme dormida tras apagar la fastidiosa alarma que me pone de mal humor cada vez que la oigo. Detalle que en general, sucede con todos los tonos que coloco tras pasar un periodo de tiempo que supera las dos semanas.
Bostezo, tallo mis ojos y me fijo en la bola de pelos que se encuentra recostada a los pies de mi cama con sus oscuros orbes sobre mí.
Entrecierro los ojos sin dejar de observarlo, recordando el raro sueño que tuve que incluían al mismo chico extraño que vi durmiendo en mi cama y una ducha.
— Pero que sueño más raro... — comento para mí misma, estirando mis brazos hasta su capacidad máxima y haciendo tronar mi espalda. — De cualquier forma... Tú no pareces captar el mensaje de que no te quiero aquí.
Su respuesta es levantarse, estirarse todo lo que le permite su cuerpo y volver a dejarse caer sobre la cama.
— Maravilloso... — Farfullo, quitándome las sábanas de encima para poder levantarme. — No creas que me he rendido contigo. Pero pausaré nuestra guerra porque tengo que prepararme para ir a trabajar. Así que... Ugh... vete a dormir al sofá o al piso, pero no en mi cama. Shu...shu... — Lo corro, sacudiendo las manos para espantarlo.
Se levanta de la mala gana y salta hasta el piso. Se vuelve a estirar y, dándome un último vistazo como si se estuviera cerciorando de algo, abandona la habitación con una actitud altiva y una tranquilidad envidiantes.
No le doy más importancia al animal y me voy a dar una rápida ducha para luego vestirme con algo básico, pero elegante para trabajar. Me maquillo de una manera simple porque el tiempo no me sobra, y me dirijo a la cocina para devorar la comida más importante del día: el desayuno.
Me estoy sirviendo una taza de té después de que la tetera terminara de hervir cuando el timbre del departamento suena. Dejo lo que estoy haciendo y voy rápidamente a atender el llamado y, en el momento en que paso por la sala, le dedico una mala mirada a la bola de pelos que duerme felizmente en el sillón, ocupando todo lo que su pequeño y peludo cuerpo le permite.
— ¡Buenos días, Bo-bo! — exclama Jackson apenas abro la puerta, con una brillante sonrisa que podría dejar ciego a cualquiera.
Ignoro el absurdo apodo por el cual me llama y le sonrío de vuelta, algo extrañada de que se presente ante mi puerta tan temprano.
— Buenos días, Jackson.
— ¿Cómo dormiste?
— Hum... bien, gracias.
— ¡Genial! Dormir bien es importante, Bo-bo. — Me señala con su dedo índice como si de mi padre se tratara, acompañando su gesto de una seria mirada que más que amenazante, causa una rara ternura. — Nunca lo olvides, ¿sí?
— S-sí, claro. No lo olvidaré. — Asiento. — ¿Se te ofrece algo, Jackson? — Le pregunto un poco ansiosa con terminar la rara conversación que estamos teniendo y continuar con la que ahora, será mi nueva rutina.
— ¡Oh, sí! Quería entregarte este queque especial que hice anoche para ti. — Me lo tiende, con una expresión llena de amabilidad pura y dulzura. —Te recomiendo no comer mucho.
Un poco confundida, pero agradecida por el lindo gesto del chino, recibo su regalo que se encuentra tapado con un lindo paño de cocina de color verde pastel.
— Sí, está bien. Muchas gracias por el queque. Iré a ponerlo en un plato para que te lleves tu...
— ¡No tienes porque preocupes por eso! — Me interrumpe, sacudiendo la mano como si ahuyentara un mosquito. — Puedes entregármelo más tarde.
— ¡Oh! En ese caso... ¡Genial! — Sacudo la cabeza de arriba a abajo, creyendo que hasta aquí llega la charla y que se despedirá de mí, sin embargo, Jackson se queda de pie frente a mí sin dejar de sonreír ni de observarme. — ¿Se te ofrece algo más?
— Eeh... Sí. Esta mañana fui a hacer algo de ejercicio ya que en la tarde no podré porque voy a estar algo ocupado. — Me guiña el ojo, como si yo supiera acerca de lo que él está hablando cuando la verdad es que apenas soy capaz de captar de lo que habla. — Y pues, se me quedó la puerta mal cerrada y mi mascota se escapó. Y quería pedirte que si la llegas a ver, no llames a control de animales ni te espantes solo... llámame a mí, ¿sí?
— Hum... S-sí, claro. ¿Qué raza es? — cuestiono, imaginando que debe ser solo un cachorro.
— Una Boa constrictora.
Un denso silencioso nos envuelve. Espero un par de segundos a que suelte una carcajada y me diga que es una broma, pero al ver la seriedad en su rostro caigo en la cuenta de que está hablando más en serio de lo que me gustaría.
Y que le faltan más de dos simples tornillos, a diferencia de lo que creía.
— Estás bromeando, ¿no?
— ¿Por qué bromearía con algo tan importante como mi mascota? — interroga de vuelta, alzando una de sus castañas cejas y con un toque de indignación en su tono de voz como si yo fuera la loca o estúpida dentro de esta conversación.
Mis ojos se abren de par en par y mi mandíbula cae mientras una mezcla de sentimientos, entre los que predominan el miedo y el asombro, crece en mi interior.
«Este tipo...Oh, Dios»
— ¿Por qué diablos tienes una Boa constrictora como mascota? ¿No sabes lo peligrosas que son? ¡Puede matar a algún vecino si entra al departamento de alguien más y....! ¡Oh, Dios! ¡¡Puede hasta matarme a mí!!
Jackson rueda los ojos, luciendo hastiado por mi «dramatismo» que me parece muy bien fundamentado teniendo en cuenta la situación. Una Boa no es una mascota común y yo, por supuesto, no quiero toparme con esa cosa.
— No te preocupes, Bo-bo. Bambam no es capaz de dañar a nadie.
— ¿Bam...bam? — repito el nombre de su mascota, recordando de inmediato al bebé de cabello blanco perteneciente a una de las caricaturas que veía cuando era pequeña: Los Picapiedra.
Suspiro profundamente y con mi mano libre, acaricio una de mis cienes en un intento por calmarme al saber que una Boa constrictora llamada Bambam, se encuentra libre por el edificio y que en cualquier momento me puede aparecer por una ventila.
«¿Por qué no puedo tener vecinos normales?»
— Sigo sin entender cómo puedes tener algo tan peligroso viviendo contigo... Y cómo el dueño del edificio de te dejó tenerla.
— Digamos que... él no lo sabe. — Ríe, travieso. — Además, Bambam es una buena mascota y se encarga de mantener a las visitas indeseadas, alejadas de mi apartamento... — explica con tranquilidad, justificando su existencia. — Bueno, si la llegas a ver dile que quiero que vuelva a casa o me enfadaré.
«¿Qué?»
— ¿Tú de verdad...? ¿Sabes qué? Olvídalo, se lo haré saber si me la llego a topar. — digo, sacudiendo la cabeza, rindiéndome ante la rareza que Jackson exuda.
El chico se despide con una sonrisa y yo cierro la puerta. Me giro sobre mi propio eje encontrándome con la bola de pelos sentado en la orilla del sillón con toda su atención puesta en mí, como si hubiera estado intentado oír nuestra conversación.
Al parecer, el gato es un chismoso de primera.
— ¡Muy bien! Hay una Boa constrictor suelta en el edificio... Simplemente, perfecto — susurro, dejando el queque que me regaló Jackson sobre la mesa para seguido, ver la hora en mi móvil.
Dejo salir una exclamación de tristeza al darme cuenta de que el chino se ha encargado de ocupar el tiempo con el que tenía previsto desayunar y que, por ello, ahora debo irme si no quiero llegar tarde en mi primer día. Soltando un par de maldiciones, me preparo un té en una taza termo que poseo previo a salir corriendo para recoger todas mis cosas para largarme, mis ojos se encuentran con el regalo de Jackson.
— Bueno, no puedo rendir bien con el estómago vacío.
Me encojo de hombros, sacando una cuchilla de uno de los cajones de la cocina para cortar un trozo considerable que comería durante el trayecto. Cuando estoy a punto de abandonar el departamento, recuerdo que Leo aún se encuentra en el interior y, a pesar de que la idea de que permanezca aquí no me agrada en lo absoluto, la posibilidad de que una Boa constrictor se lo devore por mi culpa al echarlo a su suerte, me desagrada más.
— Te dejaré quedarte esta vez, no porque ahora me agrades, sino porque no quiero ser la culpable de que una Boa te coma — le informo al animal. — Adiós, gato feo.
Cierro la puerta tras de mí y, mientras espero a que el ascensor llegue a mi piso, le doy una mordida al queque.
— Hum... curioso sabor — murmuro antes de beber un poco de té. — pero está rico. Ese chino sí sabe cocinar.
Fue algo repentino.
Acababa de terminar de entregarle a una de las clientas su cambio tras una compra, cuando aquella extraña sensación comenzó a gestarse dentro de mí, tomándome por sorpresa.
— ¿Qué...? — bisbiseo, dejándome caer en la butaca de color negro que hay detrás de la caja al sentir como el mundo comienza a moverse de manera extraña a mi alrededor.
Algo que claramente no es común y no está bien.
¡Para nada bien!
Me fijo en mis manos y las toco, con una extraña y desconocida sensación de irrealidad que jamás he experimentado antes y que me tiene sumamente intrigada.
— Hey, Bomi. ¿Te encuentras bien?
Parpadeo dos veces seguidas y me giro en dirección al lugar de donde proviene aquella voz.
— ¿Ah?...
JinYoung, uno de mis compañeros de trabajo y quien se encargó de guiarme y supervisarme durante mi primer día, se encuentra apoyado en el mesón con su ceño levemente fruncido. Gesto que, en realidad, no me parece que le favorezca mucho. Lo he visto sonreír muchas veces durante la mañana y, siendo sincera, se ve muy guapo cuando lo hace. Además, de que su actitud amable y caballerosa lo hace parecerse a un príncipe. De esos mismos que muestran en las películas de Disney y que aparecen en los cuentos de hadas que mi hermano mayor me leía durante las noches en que no era capaz de conciliar el sueño.
«Ah... YoungJae... Lo quiero mucho. Es un buen hermano, algo burro, pero bueno...»
— Bomi. — Vuelve a llamarme JinYoung.
— ¿Sí?
— ¿Te encuentras bien? — cuestiona otra vez, sosteniendo mi muñeca y alejándola de su rostro con una gran interrogante dibujada en su cara.
¿Cómo ha llegado mi mano hasta ahí? No lo sé.
Nos quedamos mirando por un período de tiempo que me parece larguísimo y me rio. ¿Por qué? No tengo la menor idea. Solo... me rio, consiguiendo de esa manera que el entrecejo de JinYoung se acentúe más y eso, me da más risa.
¿Qué diablos me está pasando?
— Bomi, ¿estás drogada?
Una risa idiota se escapa de entre mis labios.
— No, ¿por qué? ¿Tú sí?
— Estás drogada.
¿Drogada?
«El queque...» Pienso, pero en cosa de un parpadeo la idea ya se ha esfumado dejando solo un vacío.
«¿De qué estábamos hablando?»
Otra carcajada se precipita por entre mis labios. Me deshago de su agarre en mi muñeca y tomo su mano entre las mías, acariciando su extremidad con admiración.
— Wow, tus manos son muy suaves. ¿Eres un príncipe? Desde que era niña siempre quise conocer uno.
— Maldición, Bomi. ¿Cómo es que estás drogada? — pregunta, soltándose de mí.
«JinYoung es muy guapo. Casi tanto como Mark...»
— Gracias, supongo...
Mis ojos se abren de par en par con asombro.
¿Lo he dicho en voz alta o él es capaz de leer mentes?
Otra carcajada.
Por un lapso de tiempo quedo en un estado de suspensión que termina cuando, de la nada, percibo la mano de Jin rodeando mi brazo con firmeza mientras me indica que me levante.
— Espera, mi móvil... — Con movimientos torpes y entre risas, cojo el aparato para luego dejarme guiar por Park hacia donde sea que me esté llevando. — ¿Dónde vamos?
— A otro lado. Los clientes y, mucho menos la gerente, pueden verte en este estado. — Niega, tecleando algo rápidamente en su móvil que luego guarda. — ¿Cómo es que te has drogado en el trabajo?
No contesto, y para cuando vuelvo a ser consciente de mí alrededor, me encuentro sentada en un mullido sofá en un tranquilo cuarto con la vista fija en el techo de color blanco.
— Será mejor que te quedes aquí e intentes dormir un poco — me indica el chico, dejando un vaso de agua sobre la mesa de centro.
Respondo con un torpe asentimiento de cabeza, sin siquiera voltear a verlo porque el techo ha absorbido toda mi atención.
«¿Podré...volver a ser cómo era antes?» No estoy segura de sí lo he dicho o pensado, pero cuando escucho la voz de Jin responderme, me doy cuenta de que lo dije en voz alta.
— Sí, no te preocupes por ello. Aunque espero que sea lo antes posible — dice y abandona el lugar, dejándome completamente sola.
«Maldito chino... de China...»
Me carcajeo con mi propio chiste, que ni siquiera estoy segura de que fue bueno o no.
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