Las Aristas
Todo país necesita un motor para subsistir. Pravel no era la excepción.
A la cabeza del país, un rey se sentaba en el trono para mediar los brazos que se movían en diferentes puntos de la capital de Somersand.
Brazos que, cual pulpo, intentaban, en lo posible, mantener aquel engranaje a toda potencia para evitar una catástrofe y promover la paz y el equilibrio entre los diferentes puntos del país.
Claro, así se pensaba hace doscientos años. Pero desde la masacre, aquel pensamiento había comenzado a cambiar.
Para cuando Kastan asumió el trono, las Aristas se habían transformado no solo en un motor que funcionaba fuera de la maquinaria, sino que además, tenían poder propio.
El Banco.
Un edificio dorado que brillaba en Pontia Vetra. Se veía desde todos los ángulos altos de Pravel. Aunque el edificio como estructura era más pequeño que el Capitolio, era mucho más llamativo.
Era un edificio de dos plantas que se alargaba hacia los costados. Brillaba gracias a los revestimientos de bronce que decoraban el techo abovedado y por los pilares de cristal que sostenían una vaganloriada entrada de hierro.
Las paredes blancas e impolutas daban la apariencia que todas las transacciones que se hacían adentro eran seguras, y que todo funcionaba como debía ser.
Sin enemigos en las fronteras que cruzaran debido a Stormhold, el Banco no resguardaba demasiado cuidado con sus tesoros albergados al interior. Solo con los bandidos de poca monta que de vez en cuando solían intentar robar algo, pero siempre eran descubiertos a tiempo gracias a los sensores de reconocimiento.
Sensores que los últimos diez años habían comenzado a fallar y que ningún Intentor había logrado hacerlos funcionar bien nuevamente.
Desde la revolución que se estaba alzando contra la corona, muchos tesoros habían desaparecido, y, el poco Oro Rojo que quedaba de las reservas, había sido robado, gastado o mal invertido en sistemas de energía que estaban fallando.
Batipste Ronan estaba a la cabeza de aquel edificio que ya no brillaba como antes, y cuyas paredes impolutas de repente se habían vuelto grises, ralladas y con frases que instaban al presidente del Banco a morir. Y eso era lo más suave.
Luego estaba el Capitolio.
Aquel edificio que Kastan podía ver desde su palacio y cuya frase representante era "Ictus indem khan, priota etham toli" que en antiguo Pravelita significaba "somos grandiosos cual montaña, frágiles cual cristal."
Frase que estaba tallada en un enorme monolito de piedra al interior de sus jardines encapsulados bajo la cúpula de vidrio.
El Capitolio abarcaba todo un cuadrante dentro del área más concurrida de Somersand.
Toda esa magnificencia que ostentaba, los asentamientos lo habían transformado en el mejor representante de la ineptitud y desolación.
El poder que debía proteger a su gente, contra la misma gente que pedía asilo y ayuda.
Tal vez el nido de pájaros que Yanna llevaba en la cabeza de verdad había sido un ataque y le habían arrojado un árbol encima.
Con aquel pensamiento en la cabeza, Kastan se sentó en el trono a recibir al representante del gremio de Intentores, Elies Tarkanus, y a la líder del asentamiento más grande, una tal Rosi Bucharest.
Solicitó expresamente que quitaran toda la decoración ostentosa, incluyendo la aterciopelada alfombra roja, y él mismo se presentó con su ropa más informal. La corona era lo único que reflejaba su estatus, y también, el anillo con una pulida piedra verde que vestía el anular de su mano derecha, que había pertenecido a su madre.
—Elies —saludó con una inclinación de cabeza. El hombre era más viejo que su padre y poseía un par de piernas mecánicas que lo ayudaban a caminar, las que había perdido en un accidente que tenía tantas versiones, que ya nadie sabía cuál era la verdadera.
Un bastón de metal, armado con muchas piezas recicladas, acompañaba sus pasos.
—Kastan de Ravenshare al trono, no pensé que viviría para ver esto, ¿quién lo diría? —sonrió el hombre, cuya barba trenzada y gris le cubría parte del cuello. Su ropa estaba deteriorada y un monóculo mecánico sobre su ojo izquierdo se movía hacia todos lados.
—¿Qué puedo hacer por ti? —Preguntó cansado. Tras Elies, Rosi esperaba su turno golpeando el suelo con el pie.
El anciano estiró el brazo hacia ella, invitándola a acercarse.
—Ven querida, estamos juntos en esto.
La mujer era joven, entrada en la mediana edad. La delataban algunas hebras plateadas sobre su cabello rizado y oscuro, el que llevaba atado en un moño apretado. Tenía los ojos verdes muy abiertos y una mirada fulminante y determinada que contrastaban sobre su piel de chocolate.
—Por nosotros, alteza... quiero decir, majestad —Rosi hizo una inclinación exagerada a modo de burla. Kastan apretó la boca, incómodo. Sabía que no le caía bien a todos, pero por lo menos esperaba que fingieran tolerancia al verlo sentado al trono.
Tenía que ganarse la confianza de la gente.
—Eres Rosi, ¿no es así? —La mujer frunció la nariz, pero asintió—. Puedes llamarme Kastan —se puso de pie y se acercó hasta ellos. Los soldados que hacían guardia a los costados se pusieron en guardia. Kastan se detuvo y les hizo señas para que se relajaran—. Sé que no soy la mejor opción que tienen para arreglar sus asuntos, pero créanme, quiero intentarlo. Así que si puedo hacer algo...
—Insumos —dijo Elies.
—Comida —agregó Rosi al mismo tiempo.
Kastan asintió, recordó las palabras de Amethyst, el cuerpo sin vida de Faris, y la mujer con el bebé abandonados en las cavernas de Rogha.
—¿Qué tipo de insumos? —Se dirigió a Elies.
—Oro rojo, es lo único que necesitamos para hacer funcionar los engranajes. El invierno lo tenemos encima y si no ponemos en marcha las calderas moriremos de frío antes que de inanición.
Kastan se pasó una mano por el pelo.
—Imagino que estás al tanto que las minas de Oro han cerrado, pero estoy tratando de conseguirme con...
—El Este no te va a dar el Oro que tiene guardado, no seas ingenuo —interrumpió Elies—. Tienes que quitárselos.
—¿Quitar? —Kastan rio nervioso—. Pontia Vetra tiene el armamento del cuartel de seguridad, y son los menos contentos con que yo esté aquí en el trono, si les quito el oro atacarán a Somersand con bombas, y no creo que sea lo que quieres. La guerra civil se nos viene encima, tengo que evitarla o todos vamos a morir.
—Cobarde —masculló Rosi. Kastan frunció el ceño.
—¿Disculpa? Estoy tratando de hacer las cosas de forma que no hayan más muertes. Entiendo que los Intentores necesitan el Oro, y la gente comi...
—Estás viendo mal las cosas —lo atajó ella, y se acercó a grandes zancadas. Rosi era delgada y alta, y su presencia, imponente. Vestía con un abrigo que le quedaba grande, y en su cabeza llevaba unas antiparras aéreas, probablemente era chofer de algún dirigible; sus botas de goma le llegaban hasta la rodilla.
Sí, definitivamente trabajaba con la flota aérea.
—Estoy tratando de no cortar más cabezas, que es lo que Yetrovitch quiere, literalmente —le soltó dando dos zancadas largas hacia ella. Rosi alzó el mentón y sonrió de costado.
—¿Entonces tengo que presentarle mis quejas a él? —Hizo una mueca desdeñosa—. No sabía que el Cardenal le daba órdenes al rey.
Kastan sintió sus mejillas calientes.
—No. Me refiero a...
—Sé a lo que te refieres —lo cortó ella—. Cuando anunciaron la muerte de Essio sabíamos que se vendría difícil. Lamentablemente, no podemos votar para elegir un rey, solo por un ministro, y es probable que Yanna establezca un Estado de Excepción debido a ti, que, como nuevo rey, tienes que adaptarte a los cambios. Tal vez te haga firmar un acuerdo para no sacarla de su puesto mientras dura tu entrenamiento, ya que debido a la supuesta guerra civil que se avecina, ella tendrá que estar a la cabeza del Capitolio, y no podremos botarla y elegir a alguien nuevo mientras tú aprendes a ponerte la corona. Sabíamos que no podríamos cambiarte ni a ti ni sacar a la loca esa de su puesto, pero con Yetrovitch sí se puede. Los únicos que siguen a ese harapo con patas son los fanáticos del Este, pero el resto del país espera que tú hagas algo. Si en una cosa Pravel es fiel, es a su corona, no a las Aristas, y mucho menos a la Iglesia.
—Estoy con Rosi en esto, Kastan —afirmó Elies—. No tienes que cortar cabezas, solo debes unirte al resto del país y liderar. Un líder no dejaría que estallara la guerra, la detendría.
A Kastan se le enfrío el pecho. ¿Cómo diablos iba a detener una guerra civil sin comida ni Oro para ofrecerle a la gente?
—Me encantaría detener toda la avalancha que se avecina, pero el país ya está dividido —confesó con honestidad—. Si lidero a la gente contra las Aristas, Pontia Vetra va a usar las armas, lo que causaría el deterioro de la ciudad. Gane quien gane, nadie puede vivir en un país lleno de agujeros. Y, si me pongo a favor de Yetrovitch, la Iglesia se alzaría como la nueva corona. Porque, seamos honestos, el viejo encontrará una forma de sacarme del juego.
La tercera Arista, la Iglesia.
Si a algo Kastan le tenía más miedo que a la guerra misma era a esa catedral de piedra que llevaba eones en el centro de Somersand, y en especial a su líder eclesiástico. Los feligreses, disuadidos por Yetrovitch, podían ser incluso más peligrosos que las armas.
La fe de la gente podía mover montañas, y de hecho, esa era su consigna: "La Fe es más grande que Stormhold." Feith Stormhold torum, en Pravelita.
—Con ese pensamiento ciertamente nos iremos al carajo —espetó Rosi—. ¿No te enseñó tu padre nada sobre liderazgo? Ah, cierto que pasabas borracho todos los días.
Kastan frunció el ceño, ofendido.
—Ey, entiendo que estés enojada pero sigo siendo el...
—¿Qué? ¿El rey? —Se acercó hasta él y quedó a un palmo de su nariz. Rosi era suficientemente alta como para estar a su altura—. Yo respeto a los líderes que abren caminos, no a los cobardes que se esconden bajo sus privilegios. Me da igual quién esté al frente del país mientras eviten que nos terminemos matando entre todos. Mi gente está muriendo de hambre, los asentamientos que dirijo se comparten lo poco que tienen de comida, pero ya no tenemos una fuente de alimento concreta, solo reservas. ¿Qué mierda tiene que suceder, Kastan, para que esto termine?
—¿Y de dónde quieres que saque comida? ¿Hago magia? —Se alteró—. Puedo enviar las reservas del palacio a tu gente, pero no les durará más de una semana. Ni siquiera el Este tiene suficiente y tampoco tengo que robarles a ellos. No es su culpa que estén mejores servidos que el Norte y el Sur por tener acceso a las últimas minas que quedan. Spi los ataco directamente, el único motivo por el que podrían sobrevivir es que en efecto usen las armas si les quito el Oro, nos maten a todos y se reorganicen para iniciar el país desde cero con una población disminuida, solo así se podría volver a tener insumos suficientes para todos —se pasó una mano por la cabeza, alterado—. No puedo conseguir Oro sin robarlo, y no lo haré, y no puedo darte más comida de la que tengo en las reservas. Si tienen una mejor idea, díganmela. Porque estoy intentando hacer las cosas de la forma correcta para todos.
Se descubrió respirando agitado. Rosi frunció sus facciones, cargada de rabia.
—Linda forma de hacer las cosas bien —le recriminó—, asesinaste a un inocente ayer en la mañana. ¿Sabes cuántos quieren tu cabeza ahora?
Kastan se pasó las manos por la cara, frustrado. Estaba perdido, desolado, se sentía un completo inútil. Se movió de un lado a otro bajo la estudiosa mirada de Elies y la juiciosa y critica de Rosi, hasta que el anciano lo detuvo.
—En realidad, si lo piensas en profundidad, todo puede tener solución. Solo debes ser más osado —recomendó con calma. Sus piernas mecánicas lo llevaron hacia delante haciendo un sonido similar a la chatarra oxidada. Se apoyó en su bastón de fierro y le sonrió con un ojo; el mecánico seguía moviéndose hacia todos lados.
—Acepto recomendaciones —dijo agradecido. Elies se le acercó un poco más, el ojo mecánico que se detuvo, y el otro se mantuvo vigilante.
—Stormhold —susurró.
Kastan achicó los ojos.
—¿Stormhold? ¿Qué ocurre con eso?
—Crúzala —le ordenó—. Mira lo que hay del otro lado, vuelve a abrir el cruce, encuentra un camino y sácanos de aquí. El mundo debe ser más que solo esta cuenca en medio de las montañas.
Kastan soltó una risa.
—Desde la última excursión nadie lo ha vuelto a intentar, las bestias nos comerán a todos —recordó a Vionne y su corazón se detuvo por un momento.
—Me refiero a cruzar más allá del límite de las bestias, a encontrar un nuevo camino. Un nuevo cruce.
Kastan soltó una risa, Rosi lo imitó.
—Estás loco, anciano —se burló ella—. No hay caminos del otro lado.
—Jamás lo sabrán si no la cruzan. Siempre se han frenado hasta los puentes de hielo porque ahí se esconden las bestias, pero nadie lo ha rodeado por el otro lado. Hay que ir más allá de las cuevas y de los puentes de hielo. Hay que abrir un camino. Tenemos que migrar.
Kastan sacudió la cabeza.
—Es un suicidio. Las bestias nos comerán antes de llegar al segundo sendero.
—No es muy diferente a quedarse en Pravel —dijo el anciano—. ¿Qué pierdes? Al fin y al cabo, si te quedas, todos querrán tu cabeza. Por lo menos, si cruzas la montaña habrás hecho algo intentando buscar una solución.
—Es un cobarde, ni siquiera se atreve a salir del palacio —se burló Rosi—, mucho menos se atreverá a cruzar la montaña.
Tal vez, el que nadie confiara en él había hecho que se cuestionara las cosas más de una vez los últimos días. No tenía el respeto de nadie, sus amigos le daban consejos para intentar ayudarlo, y las Aristas estaban esperando que fallara para poner a alguien más en el trono.
Tenía que hacer algo para demostrar, por lo menos, que tenía las agallas de hacer algo para acabar con la guerra que se aproximaba.
Por último, si moría en manos de las bestias, habría muerto intentando algo, y no bajo la ira de la gente bajo palos y estacas, por ser un reverendo inútil.
—Bien —aceptó cabizbajo y algo a regañadientes—. Cuéntame lo que sabes —le pidió a Elies.
***
NOTAS
Pedonen el retraso con esta historia. La estoy trabajando con calma y además estoy probando la recepción del público con algo diferente a lo que acostumbro a escribir.
Me quiero probar a mi misma la versatilidad para escribir otros generos, y con esta historia en especial me quiero enfocar en los conflictos sociopolitcos y de ficción, por lo que el romance será relegado a un plano muy lejano.
Espero que les esté gustando y que les llame la atención la descripción de cada personaje. Lo que más me interesa es poder dar a entender el worldbuilding de esta sociedad steampunk, media medieval, media tecnológica, y algo dark.
¡Gracias por leerme!
Kate.
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