Ya habían comido, cuando barriendo entre polvo y papeles encontraron un boceto de un pirata. Parecía dibujado por un niño. Franklin e Iris lo contemplaron juntos. Mientras ella sostenía el lado izquierdo, él del lado contrario, activando así el poder de la imaginación.

Estaba soleado aunque el pirata, con su vestimenta típica, lucía enojado. Los humanos no conocían el motivo pero la historia, al parecer, se iba contando sola. Empezó a correr viento y el pirata alzó las velas en el momento que unos feroces tiburones se fueron aproximando a su barco de madera.

-¡Argh! ¡Disparo cañón!

Con muy buena puntería, liquidó a cada uno de ellos hasta llegar a la costa. ¿Una isla? ¡El pirata fue a buscar un tesoro! Había una llamativa cruz roja que se vislumbraba en una de las dunas y, gracias a una pala, cavó. Cavó, hasta hallar su tesoro ¿Una carta? Sin embargo, para sorpresa de todos, no la abrió y caminó, desapareciendo de la vista de los humanos.

-¿Adonde fue, Franklin?

-Tendremos que averiguarlo.

De esta manera, ambos se sumergieron en el boceto sin hallar rastros del pirata. Aunque encontraron el barco encallado, cerca de un tiki de piedra, la búsqueda resultó en vano porque fue interrumpido debido a un fuerte olor proveniente de una fuente ubicada en una cabaña.

-¡Bienvenidos! -anunció una persona con una máscara de un dios tiki.