"El Doctor Tiki"
-¡Hola señor! -respondió Franklin mientras Iris aprovechaba a recorrer con su mirada la cabaña debido a la cantidad de cacharros y otros elementos que se encontraban a su alcance. Sin pensarlo dos veces, la persona que les dio la bienvenida era un médico, o una especie de curandero, brujo, guiándose por su aspecto.
-No tienen de que temer, acá están a salvos -anunció la misteriosa persona, debido al tono de voz en que Frank le había hablado.
Un enorme caldero se encontraba en el medio de la cabaña. Estaba preparando algo ¿una poción? Silencio. Los humanos contemplaban lo que hacía la criatura detrás de la máscara. En un momento, éste levanta las manos invocando a su dios para el toque final. El color de la preparación había cambiado de azul a rojo. Iris pensaba que era sangre aunque Franklin prefirió pensar que era algún remedio casero.
-¿Qué los ha traído aquí?
La pregunta los descolocó. Iris fue mas rápida que su amigo en ser la primera en contestar.
-Estamos buscando algo que nos pertenece.
-¿Se encuentra entre mis elementos?
-No lamentablemente, pero sé que está en la playa.
-¿Cómo estás tan segura?
Como no se atrevía a entrar en confianza con alguien que no muestra su rostro, fue Franklin quién prosiguió.
-Disculpe señor, pero estamos perdidos hace días en esta isla y solo tratamos de buscar ayuda... ¿acaso no ha visto otra persona antes que nosotros?
-No, mientras estoy en mi hora de trabajo.
Sabían que no se librarían tan fácil del extraño, hasta que éste le pidió que le dieran la espalda porque no quería que le revelaran su secreto sobre la poción que estaba preparando en su caldero. En ese momento, la suerte estaba del lado de los humanos, la oportunidad de escapar era el ideal. Una extraña luz los hipnotizaba y, a medida que avanzaban, unas pequeñas siluetas familiares se delinearon haciendo su aparición hasta reconocer el lugar donde terminaron cayendo. Habían salido de un cuadro ancestral, aterrizando en un frío y rígido suelo rodeado de arena. Las piernas de Franklin les fallaron aunque no llegó a fracturarse. De esta manera, se prometió que jamás volvería a utilizar el poder de la imaginación. Iris lo ayudó a estabilizarlo. Miraron a su alrededor. Era uno de los pisos de la torre. Una pequeña ventana les mostraba la oscuridad eterna sin luna. La maldición de Félix estaba en marcha. Habían vuelto a su triste realidad.
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