50.

Advertencias: angst, drama, temas de género.

Bebe conmigo ahora,

Y olvida la presión de los días.

Haz lo que digo y yo te haré sentir bien,

Y lleva lejos

Las imágenes atascadas en tu cabeza,

La persona que fuiste,

Y que no quieres cerca nunca más...

~Between The Bars, Elliott Smith~

Hoseok estaba sentado frente a ella, con sus dedos acariciando sus brazos, e hizo una mueca débil cuando las yemas tocaron sus heridas de forma superficial. En ese instante, estaba formándose la costra en los cortes, así que la sensación era algo extraña pero no desagradable.

―Son horribles ―comentó, haciendo un mohín.

―No digas eso ―regañó Jimin, mientras se arreglaba para acompañarla a su segunda cita con el psicólogo―, son sólo cicatrices.

―Podrías hacerte un tatuaje sobre ellas si no te gustan ―sugirió Lisa, mirando la pantalla donde estaba tratando de aprender a manejar a los personajes de Resident Evil―. ¡Dios! ¡Esto es demasiado difícil, Taehyung! ¿Por qué quieres que aprenda a jugar? ¡Mierda, un zombi!

―¡Así vas a enamorarme más, Lalisa! ―regañó Taehyung, concentrado en el juego―. ¡Además, estos últimos días te has estado quejando de que no te presto atención por jugar con Jungkook!

―A mí no me metan, tortolos ―bufó Jungkook, para luego ponerse de pie cuando su móvil sonó en señal de una llamada. Jungkook tomó el aparato, mirando el número, y caminó hacia el patio, contestando―. Hola, Giyongchy...

Jimin se tensó ante la mención del exnovio de Jungkook, su expresión cambiando a una de completo disgusto, y Yoonji consideró necesario intervenir antes de que Jimin actuara como un novio celoso y posesivo.

―Ya vamos tarde, Jimin ―dijo con falso entusiasmo, llamando su atención.

Jimin le miró, asintiendo, y Yoonji cubrió sus brazos, mirando a Hoseok, que le observaba como un cachorro perdido.

―Nos vemos después, Hoseokie ―le murmuró, inclinándose y besando su mejilla.

Por supuesto, eso provocó que Taehyung y Lisa empezaran a aullar como idiotas, molestándolos más cuando las mejillas de Hoseok se colorearon de rojo.

Yoonji se apuró en salir con Jimin mirándole, una ceja enarcada en señal de pregunta.

―No digas nada ―le dijo con un gruñido de voz.

Jimin sonrió, comenzando a caminar por la calle para tomar un bus que le dejara fuera del edificio donde el doctor Jo trabajaba.

―Me gusta más este Hoseok ―comentó Jimin con calma―, antes parecía siempre andar detrás de ti como un niño pequeño.

Yoonji le miró.

―Así luces tú con Jungkook ―le dijo, y no había burla en su voz, porque quería hablar de ese tema con su hermano mayor―. ¿Es tu novio o no?

Jimin rascó su mejilla de forma nerviosa, avergonzado, antes de morder su labio inferior.

―No hemos hablado de eso... ―balbuceó, tratando de sonreír.

―Entonces no deberías tratarlo como tal, Jimin ―aseveró Yoonji con una mirada grave―, sólo vas a terminar con el corazón roto si no aclaras las cosas ―entraron al bus, pagando y yendo a sentarse al fondo.

Jimin permaneció un momento en silencio.

―Cuando Jungkook salió del hospital y lo llevé a mi departamento ―comenzó a decir Jimin con tono tembloroso―, él... él estaba como muerto, Yoongi ―tragó saliva, mirando hacia otro lado―. Apenas comía y dormía, y cuando lo tocaba, Jungkook sólo se repetía que no debía hacerlo porque estaba sucio y no quería ensuciarme. Ni siquiera Jiyong pudo hacerlo recapacitar durante varios días, sólo cuando... cuando lo obligué a dormir a mi lado pareció mejorar un poco ―Jimin bajó la voz―. Tú no lo notas mucho, no es tu culpa, pero a veces, Jungkook permanece en silencio durante varios minutos y parece irse lejos, parece estar en otro lado, y sé que está pensando en lo ocurrido esa tarde ―Jimin limpió sus ojos, furioso―. Yo los encontré a mitad de la agresión, con EunYoung lleno de sangre por todas partes y esos tipos riéndose mientras Jungkook sólo lloraba en silencio, en shock, y cuando lo dejaron porque llegué yo, Jungkook me miraba como si no pudiera comprender qué ocurrió, por qué esas personas hicieron eso con él.

Yoonji le tomó la mano, dándole un apretón, y apoyó su frente en el hombro de Jimin, suspirando por el dolor también. Su mente trató de imaginar la situación que narraba su hermano mayor, estremeciéndose al pensar en los ojos tristes de Jungkook, en sus labios temblorosos cuando alguien le recordaba, de forma inconsciente, las heridas que tenía.

―Quiero protegerlo ―siguió hablando Jimin―, quiero cuidarlo de todo lo malo en el mundo, quiero que nadie más le haga daño. Y si lo tengo que hacer sentir amado para ello, aunque él no me ame de esa forma... bueno, entonces no me importa.

Le miró, arrugando los labios cuando notó la sonrisa suave en los labios de Jimin, y soltó un resoplido.

―Eso es pura mierda, Jimin.

―¡Yoongi!

―¡Es cierto! ―le pellizcó la mejilla, sacándole un quejido―. Si a ti te gusta Jungkook, entonces deberías decirle y conquistarlo. ¡No vas a enamorarlo si sigues con esa actitud altruista! Además, estoy segura de que te vuelve loco que Jiyong lo siga llamando, ¿no es así?

Jimin murmuró por lo bajo, refunfuñando.

―Jungkook no está seguro de sus sentimientos ―dijo a regañadientes―, por eso no está conmigo o con Jiyong. Por otro lado, ¿qué oportunidad tengo contra Jiyong? Ellos están juntos desde que Jungkook tenía quince años, es bastante obvio que no puedo competir contra eso.

―Eres un idiota ―replicó Yoonji, dándole un manotazo―, no le pasé tu pack a Jungkook por nada.

Jimin se atragantó con su saliva.

―¡¿Tú hiciste qué?!

―Oh, debemos bajarnos.

Dejando a Jimin con las palabras en su boca, Yoonji presionó el botón para pedir la detención del bus, y minutos después, con un balbuceante Jimin queriendo explicaciones, bajó del vehículo, caminando en silencio hacia el edificio. Un instante más tarde, estaban en el ascensor, y su hermano mayor dejó de hablar, notando la mirada helada de Yoonji.

―¿Qué ocurre? ―le preguntó, preocupado.

Yoonji se encogió de hombros, sin saber cómo decirle que quería salir corriendo de allí, que todavía estaba insegura sobre el psicólogo, que tenía miedo y le asustaba un montón estar en ese lugar.

Que le daba miedo que Jo Kwon le dijera algo que no quería oír.

―Oye ―el ascensor se detuvo en el tercer piso y ambos se bajaron, buscando la oficina del psicólogo―, está bien que tengas miedo, Yoongi.

Le miró de reojo, mordiendo su labio inferior.

―¿Tú vas a...? ―balbuceó, deteniéndose ante la puerta―. Sí él dice que estoy enferma, ¿vas a... a seguir a mi lado?

La expresión de Jimin no cambió, aunque sus ojos se tornaron más oscuros.

―Si te dice eso ―dijo con lentitud―, entonces te buscaré a otro psicólogo y le daré un golpe por imbécil.

Yoonji le miró, observando su rostro serio, y comenzó a reírse en voz baja, sacudiendo la cabeza. Le dio un abrazo.

―¿Desde cuándo eres tan violento? ―regañó mientras entraban a la recepción, saludando a la secretaria―. Siempre has sido una bolita de arroz, Jimin.

Jimin arrugó el ceño en señal de reprobación, cruzándose los brazos.

―Pensé que habías olvidado ese apodo ―se quejó, y suspiró―. Bueno, aprendí que con buenas acciones no voy a lograr que tú o Jungkook sean aceptados en el mundo ―hizo una pausa, revolviéndole el cabello―. No voy a permitir que les vuelvan a hacer daño, no importa si tengo que ir incluso contra mis padres.

Yoonji mordió su labio inferior, queriendo decirle un montón de cosas, pero antes de poder hacerlo, la puerta de la oficina del psicólogo se abrió.

―Min Yoongi, ¿cómo estás? ―saludó Jo Kwon, sonriendo.

Yoonji se puso de pie, vacilante, y Jimin le pellizcó la mejilla.

―Iré a dar una vuelta, ¿está bien? Volveré en una hora y luego iremos con la nutricionista.

Soltó un ruido de queja, asintiendo, y entró a la oficina en tanto Kwon se despedía de Jimin, cerrando la puerta. Yoonji caminó hacia el puff, sentándose bruscamente.

―¿Quieres un té? ―le ofreció el psicólogo con voz suave.

Se removió, incómoda.

―Está bien...

Cinco minutos después, Kwon se estaba sentando frente a ella, sin borrar esa sonrisa amable en su rostro.

―Bueno, ¿qué tal te ha ido estos días?

Arrugó los labios, jugueteando con sus dedos, y sintió como sus manos picaban con esa conocida sensación de rascarse los brazos.

―Han ido... han ido bien ―dijo, moviendo su pierna de forma repetitiva―. En... en la casa de Tae son todos buenos, ellos son... son amables conmigo, con Jimin y Jungkook. Hoseok y Jin suelen ir a verme después del colegio, así que... no suelo estar solo. Sola ―no pudo evitarlo: comenzó a rascar su brazo.

Jo asintió, aunque no parecía satisfecho, y se inclinó un poco.

―Yoongi, si quieres ser él, no voy a decirte nada ―le dijo con tono dulce.

Se crispó, sin embargo, sacudió su cabeza.

―No, yo no... No soy hombre ―bajó la voz, temblando―. Soy una chica, siempre he sido una chica. No importa cuánto... cuánto quiera ser él, no... no puedo serlo ―se hundió más en el asiento, desviando la vista.

―¿Por qué dices eso? ―preguntó con cuidado el psicólogo.

Se encogió de hombros, respirando aceleradamente.

―Porque quiero ser feliz.

Jo Kwon enarcó una ceja, con interés repentino. Asintió en señal de comprensión, y anotó un par de cosas en la pequeña libreta que tenía.

―¿Estás convencido de que siendo así serás feliz? ―preguntó.

Yoonji tomó aire.

―Cuando... cuando traté de ser Yoongi, cuando... cuando creí que ser chico estaba bien, la gente me odiaba ―bajó la voz―. Todos creían que estaba mal, me hacían la vida imposible, y no podía... Era... era doloroso ―subió sus piernas al puff, apoyando su mejilla contra las rodillas.

―Pero, ¿eras feliz o no? ―preguntó Jo.

―No lo sé ―admitió Yoonji, suspirando―. Por fin me sentía... me sentía bien, pero para el resto estaba mal, entonces no lo sé.

―No puedes hacer feliz a todo el mundo, Yoongi ―dijo Kwon, sin dejar de mirarla―, si tratas de hacerlo, al final lo único que lograrás es hacerte infeliz a ti.

Ocultó su rostro en sus piernas, con su corazón latiendo aceleradamente, sintiendo sus ojos húmedos, y no podía controlarlo, no podía calmarse en ese instante. Algo parecía doler en lo profundo de su pecho, queriendo hacerse pequeñita, desaparecer de allí. Su garganta se sentía apretada, apenas sintiendo entrar el aire, y quería vomitar, aunque hubiera almorzado horas atrás.

―Pe-pero... ―su propia voz sonó asfixiada, apenas un murmullo― ellos... e-ellos de-decían que... que estaba... estaba mal, que no... no era co-correcto, en... entonces si to-todos dicen eso... ¿No... no ti-tienen... razón?

No levantó la vista, no podía hacerlo, no quería ver el rostro de Jo Kwon diciéndole que tenía razón, que todo eso que sentía en su interior estaba mal y debía seguir comportándose como la chica que era.

―Yoongi, por favor, respira conmigo.

Abrió su boca, pero no salió ruido alguno excepto un sollozo bajo.

―Inhala por la nariz, vamos, necesito que lo hagas.

Sus hombros se sacudieron por el llanto, sus manos sudando, pero se obligó a obedecer, sin levantar la vista.

―Bota el aire por la boca, por favor, Yoongi.

Sus labios temblaron cuando obedeció, estremeciéndose, antes de repetir la acción.

―Eso, Yoongi, sigue respirando, no dejes que el pánico te gane.

Volvió a sollozar, con la sensación de ahogamiento disminuyendo, aunque quería desaparecer todavía, hacerse una bolita bajo su cama y no salir de ahí por días, por semanas, por años.

¿Por qué le pasaba eso? Ese día no había ido mal, por fin se sentía bien, estaba rodeada de gente que quería, ¿por qué las cosas seguían viéndose mal? ¿Por qué seguía sintiéndose así?

Estas roto. Estas tan, tan roto, Yoongi... Lo siento mucho, lo siento tanto, perdóname.

―Mírame, Yoongi, ¿te sientes mejor?

Levantó la vista, titubeante, y Kwon le tendió otra vez la cajita de pañuelos con expresión amable, sin lucir asqueado o apenado o compasivo. Sólo amable, dulce, cariñoso, como un padre mirando a su hijo.

Ese pensamiento hizo que algo volviera a doler al recordar a sus padres.

―Yoongi ―siguió hablando el psicólogo, mientras limpiaba sus llorosos ojos―, que una gran mayoría de personas piensen que algo está mal, no significa que realmente sea algo malo, ¿bien? ―sonó su nariz, asintiendo―. Hay ciertas cosas que si son malas, como robar o mentir, porque le estás haciendo daño al otro, pero ¿querer ser quién eres en verdad? Eso no está mal ―asintió, insegura, con sus labios todavía temblando―. Por ejemplo, veamos... Jin es homosexual, ¿no? ¿Y tú crees que eso está mal?

Sacudió la cabeza, aunque recordó ese día en que le dijo que no podía seguir viéndose con él, pues no aprobaba su modo de vida. Recordó la traición y el dolor en los ojos de su amigo.

Hizo tantas cosas mal...

―No ―dijo, y su voz sonó firme―, que a Jin le gusten los chicos no está mal. A mí...

A mí me gusta Hoseok y soy un chico también, quiso decir, pero las palabras murieron en su voz.

―Por supuesto que no está mal ―concedió Jo, asintiendo―, sin embargo, ¿la gente de este lugar lo aprueba?

Mordió su labio inferior, su mente rememorando toda la soledad que rodeaba a Jin meses atrás, como todo el mundo lo trató cuando admitió ser homosexual, la forma en la que le miraban sólo por un gusto.

―No, no lo hacen.

―Pero Jin no le hace daño a nadie, a ninguna persona le afecta realmente que él esté con un chico y, aun así, le dicen que eso está mal ―Jo ladeó la cabeza―, por lo que no está mal que seas quién eres en verdad. No le haces daño a nadie, y quienes dicen que los hieres con tu actitud, en realidad, ellos no te comprenden y no pueden ser empáticos con tus propios sentimientos, ya que se anteponen a tus necesidades, a tus gustos, a tus deseos y tus sueños.

Asintió, abrazando sus rodillas, para luego preguntar, con voz temblorosa:

―¿Y mis papás? Si ellos... ellos dicen que está mal, ¿no tienen razón?

Jo Kwon la miró y terminó por sacudir la cabeza en señal de negación.

―Nuestros padres son los encargados de criarnos y educarnos, Yoongi ―concedió―, pero no son quienes manejan nuestras vidas ni tienen la verdad del mundo. Los adultos, por mucho que finjamos que no es así, somos tan humanos como los jóvenes, y tristemente, pecamos de olvidadizos y muchas veces de insensibles sólo porque hemos vivido más que ustedes.

Lo observó en silencio, sintiéndose vulnerable, cansada y agotada, pero una pequeña calma pareció invadirla cuando Jo le devolvió la mirada.

―Ahora, te mandaré a hacer dos tareas para la casa ―dijo Jo, llamando su atención―. La primera de ellas es que quiero que escribas.

Parpadeó, confundida.

―¿Escribir? ―preguntó.

―Hace días me dijiste que te gustaba componer canciones, ¿no? Entonces, quiero que lo hagas.

Mordió su labio inferior.

―Pero... pero dejé de hacerlo ―dijo con tono débil.

Kwon la miró poniendo una expresión sorprendida.

―¿Lo dejaste?

Se abrazó, oyendo el reproche en el tono de voz del psicólogo.

―Hace... hace semanas ―trató de explicar―, mmm... Yo, bueno... uh... Dejé de... ―aclaró su garganta, bajando su voz―. Destruí mis composiciones y dejé de tocar el piano.

Jo puso una expresión de indignación enorme, y estuvo a punto de reír por ello si no hubiera sido porque era un tema sensible y serio para ella.

―¿Y por qué hiciste eso, mocoso? ―regañó Jo Kwon, incrédulo.

Sus dedos tamborilearon su rodilla, encogiéndose de hombros.

―Eso, eh... ―trató de forzar una sonrisa en su rostro, aunque no sabía si lo logró―, me... me dolía mucho...

Por supuesto, el psicólogo no lucía complacido con sus palabras.

―¿Dejaste de hacer algo que te gustaba porque no querías seguir expresando tu dolor?

Se crispó.

―Era... Es mejor si lo oculto ―barboteó.

―El dolor se acumula, Yoongi ―corrigió Jo, suspirando―. El dolor se acumula y crece hasta que un día no puedes aguantarlo más. Tú, más que nadie, debería saberlo mejor, ¿no es así? Taeyeon, después de todo, me contó en las condiciones en las que te encontraron.

Ocultó su rostro en sus manos, apretando su mandíbula mientras recordaba la sangre caliente en sus brazos, el dolor en su costado, la lluvia humedeciendo su rostro, el frío calando en sus huesos, mientras esa espesa oscuridad se arrastraba detrás suyo para agarrarla y llevársela.

Esa sensación todavía parecía residir en su interior, a la espera de un momento en el que nadie la estuviera sosteniendo, esperando más vulnerabilidad para tratar de comérsela otra vez, de devorarla por completo y no dejarla ir nunca más.

―No vamos a dejar que se acumule más, entonces ―suspiró Jo Kwon, llamando su atención―, así que vas a volver a componer y a tocar el piano, ¿está bien?

Quiso negarse, pero sus manos picaron con una sensación familiar, como si sus dedos quisieran sostener un lápiz y deslizarlo por el papel, como si quisieran presionar teclas y crear alguna melodía donde pudiera volcar los sentimientos de su corazón.

Un esfuerzo más, un esfuerzo más, se dijo.

―Está bien ―aceptó.

―Cada vez que te sientas triste o con ganas de llorar o sientes que la ansiedad va a ganarte, Yoongi, quiero que escribas ―continuó ahora con tono suave―. Quiero que escribas todo lo que sientes, no importa que tan... que tan oscuro sea, quiero que lo hagas, ¿puedes hacerlo?

Mordió el interior de su mejilla.

―Bueno... ―concedió, aunque en realidad no confiaba en sus propias habilidades para hacerlo.

―Y la otra tarea que quiero que hagas, es que una vez al día, te mires al espejo y me digas que ves ―arrugó el ceño, confundido―. Quiero que lo vayas anotando con fecha en un cuaderno. Si comienzas mañana, entonces vas a poner: "Domingo veinticuatro de abril. Hoy veo... veo a un chico de ojos tristes". Nada más. Sólo eso.

―¿Para qué? ―preguntó, frunciendo la nariz.

―Necesito que te veas a ti mismo, Yoongi ―explicó, suspirando―. Necesito que seas consciente de la persona que eres en realidad. ¿Crees que puedes hacerlo?

Una parte suya insistió en negarse, pero se forzó a asentir.

―Ahora, por último... El lunes vas a volver a clases, ¿cierto?

Cerró sus ojos brevemente, sintiendo sus labios temblando otra vez.

Taeyeon fue días atrás al instituto para averiguar sobre su matrícula, encontrándose con la sorpresa de que no la cancelaron, y Yoonji no sabía realmente cómo sentirse respecto a eso. Una parte suya, pequeña, agradecía que no lo hubieran hecho ya que quedaba poco más de un mes de clases antes de que se graduaran, y luego... luego...

Luego, ¿qué vendría?

Yoonji no quería anticiparse al futuro, así que ahora sólo debía pensar en terminar el instituto, aquel infierno que fue los últimos meses.

―Sí ―contestó débilmente.

―Nos veremos otra vez el miércoles ―dijo Jo Kwon―, y hablaremos sobre el instituto, ¿está bien? ―su voz se tornó más comprensiva―. Sé que no es un buen lugar para ti, Yoongi, pero haremos un último esfuerzo. Luego podrás mandar al diablo a los simios de tus compañeros.

No pudo evitarlo: comenzó a reírse de forma entrecortada.

El psicólogo le sonrió, poniéndose de pie, y le imitó mientras frotaba sus adoloridos ojos.

―Entonces, nos vemos el miércoles, cariño ―le revolvió el cabello, abriendo la puerta.

―Nos vemos, gracias ―se despidió, saliendo de la oficina.

Dio unos pasos, notando que Jimin no estaba solo, sino que estaba acompañado por Hoseok.

―Dijo que quería venir a buscarte ―dijo Jimin, rodando los ojos.

Hoseok se encogió de hombros, sin preguntar por los rastros de lágrimas en su rostro, y lo atrajo, pasando un brazo por sus hombros.

―Es que te extrañaba mucho ―explicó sin vergüenza en su voz.

Resopló, despidiéndose de la secretaria, y Yoonji llevó una mano a su cabello, notando cuánto estaba creciendo. Unos centímetros más, y sería considerado entonces un corte de chica.

Hoseok envolvió un dedo en un mechón de su cabello oscuro.

―Vamos a llegar a cortártelo, Yoongi ―le dijo como si nada, marcando el ascensor―, me gusta cómo te ves con tu cabello corto y rudo.

Lo observó, notando la mirada divertida de Hoseok, su sonrisa honesta, y no pudo evitarlo: le devolvió la sonrisa, suspirando cuando los cálidos brazos de Hoseok la sostuvieron una vez más.

¡gracias por leer!

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