47.
Advertencias: angst, drama, temas de género.
Sí, el Führer decidió que sometería al mundo con palabras. Nunca dispararé un arma, fantaseaba, no tendré que hacerlo. Su primer plan de ataque consistió en plantar las palabras en su tierra natal, allí donde le fuera posible.
Las plantó día y noche, y las cultivó.
Las vio crecer hasta que, al final, grandes bosques de palabras cubrieron toda Alemania. Era una nación de ideas cultivadas en un criadero.
~La Ladrona de Libros, Markus Zusak~
Su mamá comenzó a reírse de forma desquiciada pasados unos segundos en los que nadie dijo algo. Las carcajadas de la mujer eran fuertes, sonoras y con algo de mofa.
El estómago se le revolvió.
―Claro que sí, Jimin ―se burló Hyeyin, rodando los ojos, en tanto su papá soltaba también una carcajada―, mi hija es un chico, ¿no es así, Yoonji?
Algo pareció doler en su interior al notar cómo su madre se reía de ella ante el recuerdo de lo ocurrido semanas atrás, cuando todo iba mal y ella era él, rogando que le trataran de esa forma por mucho que costara, pero obteniendo sólo burlas y heridas a cambio.
Al notar que, para sus propios padres, lo que ocurrió sólo fue un chiste.
Trató de no tomarle importancia, sonriendo temblorosamente mientras se volteaba hacia Jimin, que lucía furioso.
―Qué divertido ―sollozó, tratando de que su voz no se quebrara.
Jungkook, ignorando a sus padres, lo abrazó y dejó que enterrara su rostro lloroso en su pecho.
La risa de su mamá se detuvo abruptamente.
―¿Quién es tu amigo, Jimin? ―preguntó Bonhwa otra vez, con su voz extraña.
―Es Jungkook ―presentó Jimin con tono duro―, es mi novio.
Yoonji se enderezó, asustada, en tanto Jungkook soltaba un ruido de sorpresa. Sin embargo, no se alejó, aunque le tomó la mano a Jimin, queriendo llamar su atención.
Sin embargo, Jimin no se dejó amedrentar.
Sus padres, frente a ellos, tenían expresiones tensas.
―¿Novio? ―Hyeyin se forzó a soltar una risa brusca―. Esto ya no es divertido, Jimin.
Quería decirle a Jimin que se callara, que no siguiera, que sólo estaba volviendo a provocar un desastre e iba a sufrir porque no tendría el apoyo de sus padres, que aumentaría la carga sobre su espalda, pero no pudo hacerlo.
Sus labios permanecieron cerrados cuando Jimin volvió a hablar, aturdida por la situación:
―No es una broma ―masculló Jimin con firmeza―. Jungkook es mi novio ―hizo una mueca―. Amigo con derechos. Algo así. Lo que quiero decir es... Papá, mamá, me gusta un chico.
El silencio tenso se instaló en la habitación, oyéndose sólo las respiraciones aceleradas de los adultos.
Yoonji pudo ver el momento exacto en que la tormenta se desató.
Su padre botó al suelo el vaso con jugo que estuvo bebiendo segundos antes.
―¿Qué mierda es esto, Jimin? ―preguntó Bonhwa, con falsa calma en su voz.
Su cuerpo tembló de forma inconsciente, recordando los gritos, los golpes, el caos.
―Es la verdad ―contestó Jimin tranquilamente.
La expresión de su madre se volvió furiosa.
―¿Qué demonios ocurre con ustedes? ―gritó con ira en su voz―. ¿Desde cuándo se han estado comportando como personas enfermas? ―miró a Jungkook, que todavía abrazaba a Yoonji―. ¡Son estás asquerosas juntas, ¿no es así?! ¡Estos maricones te han estado metiendo cosas en la cabeza! ―Hyeyin posó sus ojos en Yoonji―. ¡Te dije que ese estúpido blog te tiene así, Yoonji, y ahora has confundido a tu hermano! ¿Estás feliz?
Sintió sus ojos llenos de lágrimas.
―No es estúpido... ―murmuró con debilidad, su estómago encogiéndose al ver los ojos llenos de desprecio de su mamá.
―No le eche la culpa a su hijo, señora ―espetó Jungkook, dando un paso―, aquí los únicos culpables son ustedes por el pensamiento retrógrada que tienen.
Bonhwa se puso de pie, mientras en su rostro aparecía un rictus de cólera que deformaba su cara por completo.
Yoonji lo conocía muy bien, porque era la misma expresión que ponía cuando la golpeaba, cuando le gritaba todas esas cosas dolorosas e hirientes.
―¡No te atrevas a ofenderme en mi casa, maricón de mierda! ―gritó Bonhwa―. ¡Te daré una jodida lección, tal vez así aprendas cuál es tu lugar!
Antes de poder decir algo, Bonhwa empujó a Jungkook, que tropezó y soltó un jadeo de dolor. Yoonji alcanzó a agarrarlo para evitar que cayera al suelo e iba a gritarle a su padre para que se controlara, pero antes de poder hacerlo, Jimin se le adelantó.
Pero no le dijo nada. No, lo agarró de las solapas de su camisa con enojo en su rostro, empujándolo contra la pared, y la espalda de su padre la golpeó con un ruido seco que sobresaltó a todos allí.
―¡Jimin, suelta a tu padre ahora! ―gritó Hyeyin, histérica.
Sin embargo, Jimin no obedeció.
―No vuelvas a tocarlo ―le gruñó Jimin―. Ni a Jungkook ni a Yoongi. Podrás ser mi padre, pero si les pones un dedo encima, no voy a dudar en matarte, ¿me oyes?
―¡No amenaces a tus padres, Jimin! ―ordenó Hyeyin con lágrimas en los ojos.
Bonhwa soltó un jadeo cuando Jimin lo sacudió, ignorando a su madre.
―¿Me oyes? ―repitió Jimin.
Bonhwa hizo un ruido de desprecio.
―Voy a darte una lección que no olvidarás jamás, Jimin ―espetó Bonhwa, sin dejarse amedrentar, antes de mirar a Yoonji―. ¡Tú y tu hermana van a aprender a las malas cuál es su jodido lugar aquí! ―el hombre trató de soltarse, empujando a Jimin, que hizo un ruido de odio.
―¡¿Qué mierda ocurre con ustedes?! ―gritó Jimin con desprecio, alejándose―. ¡Todo lo solucionan con golpes y haciéndole daño a sus propios hijos! ¡Los únicos enfermos aquí son ustedes! ―Yoonji lo vio tragar saliva―. Es suficiente. Yoongi no vivirá más con ustedes ―se giró hacia ella, con su voz seria―. Anda a buscar tu ropa. Te vas ahora mismo conmigo a Daegu.
―¿Qué? ―farfulló con la garganta seca, desviando sus ojos hacia sus padres.
―¡No te atrevas, Jimin! ―su madre tomó del brazo a Jimin y de forma automática, Jungkook se puso delante de ella, como queriendo protegerla―. ¡Yoonji es nuestra hija y sigue a cargo de nosotros, así que se queda aquí! ¡Además, se va a casar en dos meses!
Levantó la vista, aturdida, pensando en la sonrisa de Hoseok a la hora de almuerzo, como se recostó a su lado, y se pusieron a hablar de cosas sin sentido, como hicieron durante tanto tiempo antes de que todo se tornara oscuro y horrible y lleno de dolor.
Como Hoseok le dijo, sin dejar de sonreírle con dulzura, que decidió romper el compromiso, pues no quería obligarla a casarse con él sólo por sus padres.
Qué, si se iban a casar, entonces ellos iban a decidir cuándo y dónde y cómo. Qué se lo iba a proponer cuando estuvieran paseando bajo la luna, a orillas del mar, sólo ellos dos y nadie más que pudiera interrumpirlos.
Una parte de ella –esa parte tóxica, enferma, que la corroía un poco más cada día– le decía que, en realidad, Hoseok rompió el compromiso porque era asquerosa, alguien que no valía la pena, una persona que sólo traía desgracias y problemas, sin embargo...
Sin embargo, hubo otra parte suya que se alivió de alguna forma al saber que esa farsa que creó, ese castillo de cristal que construyó para hacer feliz al resto, se estaba desmoronando a pedazos.
―No me voy a casar ―dijo con voz débil, pero lo suficientemente fuerte como para callar a sus padres.
Mamá y papá la miraron, y Yoonji sintió su corazón detenerse cuando vio sus expresiones.
Pero se concentró en Jimin, en su mirada llena de orgullo. En el toque tranquilizador de Jungkook a su lado.
―¿Qué estás diciendo, Yoonji? ―dijo con suavidad su mamá.
Humedeció sus resecos labios.
―Hoseok y yo rompimos el compromiso ―admitió, tratando de no bajar la vista y dando un paso para confrontarlos―. Hemos decidido no seguir adelante porque–
―¿Por qué le causa asco tener que verse obligado a casarse con una puta como tú?
Enmudeció ante las palabras de su padre.
Le miró.
―¿Le da asco tener que compartir el resto de su vida con una mujer que parece más hombre y se comporta como uno? ―agregó su madre―. ¿Le da asco casarse con una enferma y asquerosa como tú, Yoonji?
―¡Cállense! ―ordenó Jungkook, con el horror pintando su rostro―. ¿Cómo pueden decirle eso? ¡Es su hijo!
―Y tú no eres mejor, maricón ―espetó Bonhwa con desprecio―. Te debe gustar que te follen por el culo, ¿no es así? De seguro cuántos hombres te han jodido y lo has disfrutado.
Yoonji soltó un grito por las palabras de su propio padre, recordando el estado de Jungkook, lo que le ocurrió tantas semanas atrás, como no hablaba de eso, pues le era muy doloroso revivir lo ocurrido ese triste y cruel día.
Jimin pareció pensar lo mismo, sin embargo, no se contuvo: pronto se lanzó sobre su padre, tirándolo al suelo con un grito de rabia, con la intención de golpearlo.
―¡No se te ocurra volver a decirle eso! ―gritó Jimin, formando puños con sus manos y descargando el primero sobre el rostro de su padre―. ¡No te atrevas a decirle esas cosas horribles a Jungkook o Yoongi!
―¡Jimin! ¡JIMIN! ―gritó su madre, espantada.
―¡Enferma! ¡Mi hija es una jodida enferma! ―gritó Bonhwa, defendiéndose y devolviendo los golpes―. ¡Es asquerosa, repugnante y una basura! ¡Ojalá se hubiera muerto en lugar de querer ser una maldita enferma!
Retrocedió, sintiendo como algo se quebraba en su interior al escuchar esas crueles y dolorosas palabras.
Jungkook se volteó, mirándole con los ojos llenos de lágrimas.
―Vámonos... ―balbuceó Jungkook―, oh, Yoongi, vámo–
No escuchó lo que tenía que decirle: salió corriendo a tropezones, con su estómago cicatrizando pareciendo quejarse ante el movimiento repentino, su rostro húmedo por el llanto y sus manos temblando sin control alguno.
Escuchó el grito de Jungkook, llamándola, pero lo ignoró y corrió a su cuarto.
Cerró de un portazo, poniendo llave al cuarto, y botó el librero sobre la puerta, jadeando, con sus brazos picando.
Picando, picando, picando...
Llevó sus manos a su cabeza, tratando de concentrarse en algo bueno, en sensaciones positivas, pero sólo podía sentir lo malo, lo negativo, lo que devoraba su alma de a poco y corroía por completo sus sueños.
Dejó salir un nuevo jadeo y pateó la silla del escritorio antes de empujar la mesa contra la puerta retumbante también, botando de paso todos los lápices y papeles que había sobre ella.
Pero sus brazos seguían picando.
Pateó los cuadernos, tiró los libros, empujó la lámpara, y la cerámica se rompió en miles de pedazos.
―¡Yoongi! ¡Abre, por favor, Yoongi! ―rogó Jimin, sin dejar de golpear la puerta.
Ignoró los gritos, viendo la cerámica rota en el suelo.
El picor aumentó.
Enferma.
Repugnante.
Asquerosa.
Basura.
Eres todo eso, Yoonji, ¿lo sabes?
Sollozó, sus manos tapando sus oídos.
Mátate, mátate, mátate, basura...
Tomó un pedazo de cerámica.
Los golpes retumbaron con más fuerza.
Creía que ya pudo acostumbrarse a las palabras de sus padres, a sus comentarios hirientes y llenos de desprecio, pero parecía que cada vez dolían más. Parecía que nunca iban a detenerse, nunca iban a parar.
Se recostó en el suelo, con sus manos limpiando sus ojos, y vio el filo de la cerámica, pensando que tan profundo podría cortar, ignorando los gritos fuera de su habitación.
Entonces, mientras miraba el suelo, sus ojos se posaron en el peluche de Kumamon que Hoseok le regaló para Navidad, meses atrás. Le sonrió, leyendo el mensaje, repitiéndolo en voz baja, y cerró sus ojos un momento.
Al volver a abrirlos, observó los papeles caídos, desparramados por todo el suelo, y con las manos temblorosas, agarró uno.
Una de sus letras.
Creía haberlas eliminado todas, pero escribió demasiadas, muchas de ellas que hizo a un lado ya que no la convencían o no le gustaban.
Pero ahí tenía una, cuando rompió el resto por lo mucho que dolían.
―Sabes que no puedes volver atrás ―leyó, apenas sin voz―, pero ahora puedes ganarles a esos errores. Olvídalo, no es fácil, pero grábalo a conciencia. Si parece que te vas a estrellar, mantente fuerte, chico...
Sus manos se apretaron, arrugando el borde del papel, pero, aun así, con los ojos llenos de lágrimas, siguió leyendo.
La cerámica golpeó el suelo, pero no le importaba.
El picor en los brazos pareció disminuir un poco.
―Vamos, olvídalo, olvídalo, no importa qué tan espinoso es el camino, corre ―murmuró, enderezándose y con su garganta raspando―. Olvídalo, olvídalo, hay un montón de cosas en el mundo que no se pueden evitar...
¿Cuándo escribió esa letra? No lo recordaba bien.
Pero, ¿por qué la desechó?
―Mejor, olvídalo, olvídalo, si parece que te vas a estrellar, mantente fuerte, chico...
Se puso de pie, caminando hacia la puerta, y empujó la mesa caída a un lado.
Tal vez la escribió cuando tenía quince años y asumió que vivía una mentira capaz de destruirla. Tal vez la escribió a los dieciséis años, cuando trataba de auto-convencerse que debía vivir esa mentira para hacer feliz al resto. Tal vez cuando cumplió diecisiete y comenzó a caer en ese pozo de desesperación, pues notó que la mentira se estaba volviendo más y más pesada a medida que pasaba el tiempo.
O quizás la escribió meses atrás, cuando no lo soportó más y decidió decir la verdad, necesitando darse apoyo de alguna forma para creer que estaba haciendo lo correcto.
―Olvídalo, olvídalo, somos demasiado jóvenes e inmaduros para rendirnos, chico...
Empujó el librero caído, quitándole el seguro a la puerta.
Miró a Jimin y Jungkook.
―Vámonos.
/
Jungkook le estaba ayudando a terminar de guardar sus cosas personales en la mochila mientras Jimin llevaba la maleta fuera, llamando a Taeyeon para preguntarle si podía ir a buscarlos. Su amigo apenas dijo algo, mirando la lámpara rota en el suelo, los papeles desparramados, y Yoonji le agradecía por ello, porque no se sentía capaz de hablar.
―Taeyeon estará en cinco minutos, salgamos ―dijo Jimin, apareciendo.
Yoonji asintió, poniéndose la mochila al hombro.
Pensaba que sus padres no iban a decir nada, sin embargo, cuando terminó de bajar las escaleras, con Jimin ayudando a Jungkook debido a sus heridas, su papá apareció por el umbral del comedor.
Iba a despedirse, pero Bonhwa actuó primero.
De alguna triste forma, Yoonji ya se lo esperaba.
Una parte suya parecía murmurarle que era lo que se merecía, por eso no se sorprendió cuando su padre la agarró del cabello y tiró de ella al comedor, echándola al suelo.
Soltó un jadeo, chocando con la fría mirada de su madre.
Pero el golpe que anticipaba no llegó: Jimin empujó a su padre a un lado antes de que pudiera pegarle.
―Te dije que no volvieras a tocarlo ―gruñó Jimin, furioso―. ¡Jungkook, espérame fuera!
Contrario a muchas veces, Jungkook decidió obedecer. Parecía saber que allí sólo sería una molestia.
Yoonji se puso de pie, su nuca doliendo debido al tirón.
―¡No te atrevas a salir, Yoonji! ―ordenó su padre con rabia, siendo sostenido por Jimin―. ¡Si sales por esa puerta, voy a matarte! ¡Voy a buscarte y te enseñaré a ser una mujercita!
Tembló, retrocediendo.
―Mamá... ―balbuceó.
―Si cruzas esa puerta, Yoonji ―dijo su mamá con helada calma―, date por muerta para mí ―su expresión se suavizó un poco―. Cariño, por favor, no te vayas. Tu padre y yo queremos lo mejor para ti, ¿está bien? Quédate, juntas buscaremos ayuda para ti. Ya verás que, si te quedas, podrás ser feliz.
La bocina de un auto resonó fuera.
Miró a su mamá, con su garganta raspando.
―Adiós, mamá ―murmuró, volteándose y saliendo de allí.
Se escuchó un quejido por parte de su padre –pudo adivinar que Jimin tuvo que empujarlo contra el suelo–, y su hermano estaba a su lado otra vez. Su mandíbula se veía apretada y sus ojos refulgían con molestia.
Pero a ella no la engañaba: podía leer la pena también allí. Ambos sabían que las cosas con sus padres se rompieron para siempre.
―Estaremos bien ―prometió Jimin, abrazándola por la cintura y besándole la frente.
Sin embargo, a diferencia de muchas veces, por primera vez esas palabras se sintieron como una verdad en lugar de una mentira.
¡gracias por leer!
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