46.
Advertencias: angst, drama, temas de género.
Otra cabeza cuelga,
Un niño es lentamente recogido,
Y la violencia ha causado ese silencio.
¿Quién de nosotros está equivocado?
~Zombie, The Cranberries~
―No me gusta la espinaca.
―Pues tendrás que acostumbrarte, es parte de tu dieta y la vas a comer.
Yoonji miró el plato con la ensalada, sintiendo su estómago pesado mientras Taeyeon, frente a ella, lo sostenía como si nada, con una mirada tranquila e impasible. Miró otra vez el plato de comida, su estómago apretándose, y sintió su garganta rasposa.
―No tengo hambre ―mintió, desviando la vista―, puede dejar el plato...
―Si no tienes hambre ―le interrumpió Taeyeon, calmada―, entonces me quedaré contigo hasta que quieras comer.
Sus dedos se movieron nerviosamente, tomando la sábana, y tragó saliva.
Sus brazos picaban. Qué difícil era ocultar la sensación de repulsión que sentía en su cuerpo, pero más aún, la necesidad de querer algo para cortarse.
Era domingo en la mañana, por lo que sus heridas seguían frescas, con sus brazos todavía vendados y la punzada en su estómago latiendo. No podía hacer nada para poder sentir dolor, excepto apretar en sus cortes. Sabía que no le iban a quitar el ojo de encima, por lo que no podía hacer mucho para quedarse a solas.
―No es necesario que te lo comas todo ―dijo Taeyeon de pronto―, pero algo tienes que comer, Yoongi.
La miró de reojo.
―¿Por qué me trata como "él"? ―preguntó tristemente―. Usted... usted sabe que soy una chica. Que soy ella.
Taeyeon bajó el plato de comida.
―No me importa ―respondió Taeyeon, luego de varios segundos en silencio―. Soy doctora, Yoongi, no me importa si eres un chico o una chica. No me importa si eres Yoonji o Yoongi. Lo único que me importa es salvar tu vida. En ayudarte de alguna forma.
Sintió sus ojos llenos de lágrimas.
―Pero yo no quiero que nadie me salve ―dijo con la voz rota―, yo sólo quiero que me dejen en paz.
Taeyeon se quedó en silencio, mirándola, y le acarició la mejilla.
―Oh, cariño ―murmuró con pena―, ¿en qué te hemos convertido?
Abrió su boca para responder, sin embargo, tocaron a la puerta del cuarto. Taeyeon se puso de pie, dejándole el plato en el velador para ir a abrir la puerta, y pensó brevemente en ocultar la comida bajo la cama, fingiendo habérselo comido todo.
Sin embargo, esa idea desapareció tan rápido se dio cuenta de quien entró. Yoonji palideció y miró a Taeyeon de forma acusadora.
―¡Te pedí no decirle nada! ―gritó, traicionada.
―Antes que una amiga, Yoongi ―le dijo Taeyeon, impasible―, soy una doctora, y mi deber es hacer esto.
Miró al rostro apenado de Jimin, y detrás de él–
―¡Fuera! ―gritó con los ojos llenos de lágrimas, aunque su corazón se aceleró al ver a Jungkook detrás de su hermano.
Jimin levantó sus manos de forma pacífica, con ojeras bajo su rostro, pero quién habló fue Jungkook, con la voz grave y dura:
―¿Esa es forma de recibir a tus hyungs, Yoongi? ―preguntó.
Enmudeció, notando en ese instante que Jungkook andaba con un cabestrillo en su brazo izquierdo y se apoyaba en un bastón canadiense al caminar. Estaba mucho más delgado que cuando lo conoció, y ese brillo característico de sus ojos desapareció.
Taeyeon salió, dándoles privacidad.
Jimin no tardó en sentarse a su lado, tomando el plato con la ensalada.
―Abre la boca ―ordenó con tono helado.
Mordió su labio inferior, sintiendo sus ojos aguados.
―No se suponía que debían verme así ―murmuró con tono quebrado.
Jungkook se le acercó lentamente, sentándose a orillas de la cama.
―¿Y cómo se suponía que debíamos verte? ―preguntó Jungkook―. ¿Fingiendo ser feliz en una vida que odias? Por favor, Yoongi, no engañas a nadie, menos a nosotros, que tratamos de negarnos varias veces quienes somos realmente.
Desvió la vista, negando con la cabeza, mientras se resistía a abrir la boca para comer la ensalada que Jimin le tendía.
―No tengo hambre ―insistió.
Los ojos de Jimin no dejaban lugar para discutir.
―Si no comes ahora, Yoongi ―declaró Jimin como si nada―, haré que te internen en el hospital, ¿entendido?
Duro y fuerte. Jimin era práctico en muchos sentidos de la palabra, y mucho más con su hermano menor. No iba a seguir permitiendo que las cosas continuaran ese desastroso rumbo que Yoongi escogió.
Ella le miró con la rabia pintando su rostro.
La espinaca tenía un sabor extraño en su boca y quiso vomitarla, pero se obligó a tragarla, con su estómago revolviéndose un poco.
Vomita, escúpelo, ronroneó una voz en su interior.
Su boca se sintió seca con el segundo bocado.
Su hermano y Jungkook estaban en silencio, observándolo comer y tragar. Comer y tragar.
―¿Qué haces acá? ―preguntó, sintiéndose enferma.
Jimin miró de reojo a Jungkook.
―Hoseok me llamó anoche ―le contestó Jimin con calma―, y me lo contó todo. Absolutamente todo ―el tono de su hermano se volvió amargo―. Que haya estado preocupado de otras cosas no significa que no debas contarme tus problemas, Yoongi. Sigo siendo tu hermano mayor y no es justo que me mantengas fuera de esto.
―Estabas preocupado por Jungkook ―respondió Yoonji, vacilante―. No quería... no deseaba molestarte más.
―Molestar ―murmuró Jimin, riendo de forma incrédula―. ¿Tan mal hermano he sido como para que pienses que me molestas, Yoongi?
―No ―sollozó―. Tú no... tú no eres mal hermano, Jimin. Yo sólo... he hecho todo mal, todo...
―No has hecho nada malo ―dijo Jungkook con calma―, sólo querer ser feliz, ¿no es así, Yoongi? ¿Qué tiene de malo ser feliz?
―Les hago daño ―lloró Yoongi―. A mamá y papá. Agredían a Lisa y Tae por ser mis amigos. Insultaban más a Jin ―sorbió su nariz―. Le rompí el corazón a Hoseok. Es mi culpa. Es mi culpa, lo si-siento tanto...
Apenas podía ver por sus ojos llenos de lágrimas, sin embargo, en el silencio del cuarto, unos cálidos brazos la rodearon de pronto. En ese momento, pudo romper a llorar, aferrada al pecho de Jimin, y sintiendo como la dulzura y el cariño de su hermano mayor le relajaba de alguna manera, le hacía sentir que no estaba sola en el mundo.
Jimin no se alejó, importándole poco que su playera quedara húmeda por las lágrimas, sin dejar de acariciarle el cabello.
―No le haces daño a nadie ―susurró Jimin―, tú jamás le harías daño a alguien con tus decisiones, Yoongi ―le besó la frente―. Te ayudaremos, lo prometo.
Volvió a enterrar su rostro en el pecho de Jimin, sin dejar de llorar y desahogándose de todo lo que le estaba ahogando en ese instante. Así, en esa posición, se quedó dormida luego de varios minutos de intenso llanto.
A la hora de almuerzo, despertó con Jimin acostado a su lado, hablando en voz baja con Jungkook, sentado en la silla ubicada junto a la cama. Jungkook estaba inclinado, riéndose en voz baja, y Jimin... Mierda, Jimin tenía una mirada tan enamorada que se sintió como una intrusa en ese lugar.
Esperó un instante, y sólo cuando ambos chicos se quedaron en silencio, decidió fingir estar despertándose.
Parpadeó, viendo el dulce rostro de Jimin puesto sobre ella, y bajó la vista.
―Ustedes... ¿hasta cuándo se quedan? ―preguntó cuidadosamente.
Jimin miró a Jungkook de reojo.
―Toda la semana, al menos yo ―dijo Jimin―. Te acompañaré a tu cita médica y con el psicólogo. No te dejaré solo por un par de días.
Yoongi se enderezó, abriendo su boca por la incredulidad ante lo que estaba escuchando. Sin embargo, dirigió su mirada hacia Jungkook, esperando su respuesta también.
Jungkook se encogió de hombros.
―No puedo quedarme solo en el departamento debido a mis heridas ―dijo con calma―, así que decidí acompañar a Jimin. Además, necesitaba verte.
Negó con la cabeza, furiosa.
―Tienen clases a las que ir.
―Las clases pueden esperar ―replicó Jimin―. Ahora, vamos a almorzar. La mamá de Jin preparó estofado y eso huele delicioso.
Apretó sus dientes un momento, sin levantarse. Jimin, frente a él, ayudó a Jungkook a ponerse de pie.
Vio sus manos entrelazadas.
―¿Están saliendo? ―preguntó bruscamente.
Jimin se quedó quieto y Jungkook acomodó su camisa.
―No ―respondió Jungkook.
―Sí ―contestó Jimin.
Ambos chicos se miraron en silencio, en tanto Yoonji enarcaba una ceja.
Los dos desviaron la vista, haciéndose los locos cuando Jimin se giró hacia Yoonji. Le quitó las frazadas de la cama, con Jungkook saliendo del lugar con las mejillas ruborizadas.
―Levántate ―ordenó con la voz temblando―, y a comer. No te vas a librar de tus tres comidas diarias, no cuando yo esté aquí.
Quiso replicar, decirle algo grosero, pero estaba tan cansada que se limitó a bufar.
―Luego ―añadió Jimin, antes de salir del cuarto―, vas a darte una ducha e iremos con papá y mamá a tener una seria conversación.
Las palabras la dejaron descolocada por un instante, como tratando de encontrarle sentido a lo que acababa de oír. ¿Qué demonios?
Levantó la vista, lista para discutir, pero Jimin ya no estaba en el cuarto. Parecía saber cuál sería su reacción y estimó conveniente alejarse antes de que estallara.
Le siguió, tambaleante, yendo al comedor dispuesta a discutir con él y gritarle un montón de cosas. Sin embargo, se quedó callada cuando vio la mesa servida, a todos sus amigos sentados allí, esperándola.
Quedó un puesto libre entre Namjoon y Hoseok (¿eso no sería incómodo?), frente a Tae y Lisa, y bajó la vista, avergonzada.
Miró el humeante plato de estofado y su estómago se quejó en hambre, pero había algo atorado en su garganta. La conocida sensación a la que ya se acostumbró empujaba en él, diciéndole que no comiera, que no se atreviera a comer.
Titubeante, se sentó, llevando sus manos al servicio, y todos comenzaron a comer, hablando de quién sabe qué. Ella fingía oírlos, asintiendo cada vez que le dirigían la palabra, pero sólo era capaz de ver el estofado de pollo frente suyo con la porción de arroz que le sirvieron.
―¿Necesitas ayuda?
Levantó la vista, encontrándose con el preocupado rostro de Namjoon apuntando a su presa de pollo.
―¿Eh? ―preguntó, perdida.
Namjoon hizo un ruido con su boca que no supo interpretar, y pronto el chico estaba partiéndole el estofado en pedazos más pequeños, con el ceño fruncido en concentración.
Notó, entonces, que Hoseok estaba a su lado, tenso.
Parpadeó, dándose cuenta de que no tuvo un momento a solas con su exnovio desde que estaba allí. No contaba cuando entró a su cuarto y se hizo la dormida, pues Hoseok no sabía que ella le escuchó. Pero con Namjoon...
Hoseok parecía saber que ellos compartieron un momento íntimo.
―Ahora ―dijo Namjoon, llamando su atención otra vez, enterrando un trozo de pollo con su tenedor y levantándolo―, abre la boca, Yoongi.
Si hubiera estado en sus cinco sentidos, lo habría fulminado con la mirada, quitándole el tenedor y diciéndole algo tonto de que no era necesario alimentarla así. Sin embargo, estaba aturdida, perdida, distraída, y abrió la boca.
El estofado sabía delicioso, pero su garganta seguía apretada cuando lo trago.
―Cuidado, Dios de la destrucción ―se burló de pronto Kyungsoo―, no vayas a romper el tenedor o el plato.
La burbuja de Yoongi pareció reventarse con esas palabras. ¿Qué demonios estaba haciendo?
Le quitó el tenedor a Namjoon bruscamente.
―Gracias ―murmuró, sin mirarlo.
Hoseok seguía tenso a su lado, con su mandíbula apretada.
―No digas eso, no he roto nada los últimos dos días ―se quejó Namjoon como si nada, causando que en la mesa se rieran.
―Rompiste mi maleta esta mañana ―recordó Jungkook.
―No arruines mi reputación, Kook ―las mejillas de Nam estaban ruborizadas, y las risas aumentaron.
Aunque Hoseok seguía mirando su plato de comida con el ceño arrugado, mientras Yoonji continuaba luciendo perdida.
―Ven ―masculló Hoseok, llamando su atención―, se te enfriará la comida.
Y como hizo Namjoon, tomó su tenedor y lo enterró en un pedazo de pollo, tendiéndoselo. Contrario a lo que esperaba, abrió la boca una vez más, como una niña pequeña.
―¿Cómo sabe? ―preguntó Hoseok en voz baja.
Le miró a los ojos y se quedó ahí, desorientada por completo, observando el bonito rostro del chico frente a ella.
¿Desde cuándo Hoseok se tornó tan guapo?
―Sabe bien ―respondió.
Tan guapo, y ella era un desastre andante.
‹‹Más que un desastre, eres una basura, Yoonji. ¿O Yoongi? ¿Quién querría estar con alguien que ni siquiera sabe si es chico o chica? Pena, todos están aquí porque te tienen pena››.
―Yo ayudé a tía Hyoyeon a cocinar ―dijo Lisa con orgullo.
Le sonrió débilmente, abriendo la boca cuando Hoseok le volvió a ofrecer el tenedor.
No quería seguir comiendo, sólo quería irse a un cuarto, acostarse y no salir más de la cama, dejando que la pena la consumiera por completo. Pero su cuerpo estaba actuando en automático, obedeciendo a lo que le dijeran.
―No te llenes enseguida ―dijo Taeyeon con suavidad―, tú estómago debe estar reticente a comer, ¿no es así? Lo iremos haciendo de a poco.
La miró.
Iremos.
¿Por qué hablaba como si todos tuvieran que mejorar junto con ella? Si tarde o temprano la iban a dejar–
Se obligó a ahuyentar esos pensamientos grotescos que estaban apareciendo otra vez.
No lo entendía. No podía comprenderlo. Ese día amaneció bien, estable, ¿por qué de pronto todo parecía desestabilizarse? Nada pasó, nada malo ocurrió ese día, había hecho todo bien, ¿por qué...?
―Yoongi, mi amor, no llores ―susurró Hoseok, preocupado y bajando el tenedor para tomar su rostro húmedo por las lágrimas.
―¿Por qué duele tanto? ―sollozó con tono quebrado.
―Tranquilo, bebé ―murmuró Hoseok con tono dulce―. Haremos que deje de doler. Lo prometo.
Oírlo hablar en plural la hizo sollozar con más fuerza.
Se dio cuenta, entonces, que llegó a su punto de quiebre. Llorando en los brazos de Hoseok, sintiendo su corazón apretado y dolido, con la pena y la tristeza devorándola como una planta carnívora, carcomiendo su dañada alma, terminó de darse cuenta de que llegó al final del abismo. Que ya tocó fondo.
Y ahora que lo hizo, ahora que sus sentimientos se volvieron tan inestables y dolorosos, llorar se le hacía más fácil, más natural, menos forzoso, pero por sobre todo...
Por sobre todo, más sanador.
Como si las lágrimas pudieran purgar su cortada, quebrada alma.
Tocó el fondo del pozo, cayó al suelo, y el cielo, la salida, se sentía lejana, empinada, dolorosa.
Pero no imposible.
¿Era posible escalar el pozo y volver a salir?
Yoonji no lo sabía.
Sin embargo, si tenía que arrastrarse...
Tomó aire, sus ojos llenos de lágrimas, viendo los rostros de sus amigos. De Jimin, de Jungkook, de Tae, de Lisa, de Jin, de Namjoon, de Kyungsoo, de Taeyeon, de Hyoyeon, y finalmente...
Finalmente, la expresión dulce, tierna y amorosa de Hoseok.
Si tenía que arrastrarse para salir, tal vez, Yoonji lo haría.
Taeyeon estacionó fuera de su casa, y se quedaron un momento en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos.
Jimin tomó su mano y le dio un beso en la mejilla.
―No van a tocarte, lo juro ―prometió seriamente.
Jungkook suspiró, tan nervioso como él.
―Insisto en que no tuve que haber venido ―murmuró, tragando saliva―. Van a preguntar quién soy y si–
―Yoongi no es el único que debe enfrentarlos ―dijo Jimin con honestidad―, yo también debo hacerlo.
Jungkook parpadeó.
―¿Estás admitiendo que eres gay, Jimin? ―preguntó Jungkook, incrédulo.
Jimin sonrió a regañadientes.
―No, no, claro que no ―replicó divertido, con sus mejillas tornándose coloradas―, estoy admitiendo que estoy perdidamente enamorado de ti, Jeon Jungkook.
El rostro de Jungkook se volvió rojo.
Yoonji soltó un bufido.
―Pueden coquetearse después ―dijo, rodando los ojos.
―Yoongi tiene razón, en mi auto no hagan esas cosas ―regañó Taeyeon.
Jimin y Jungkook soltaron risas nerviosas, abriendo la puerta del auto para bajar. Jimin ayudó a Jungkook, en tanto Yoonji puso su mochila en su espalda, recordando el papel con la dieta que debería llevar los siguientes días, además de las vitaminas que Taeyeon le trajo del hospital.
Se inclinó ante la ventana del auto.
―Gracias ―le murmuró a Taeyeon con la voz temblando―, por hacer... por querer que mejore.
Taeyeon le sonrió.
―Cualquier cosa que necesites, no dudes en ir a buscarme ―le dijo, encendiendo el auto.
Se quedó observando como el auto desaparecía a la distancia con Jimin y Jungkook a su lado. Pasados unos segundos, tomó aire, temblando.
Se giró, mirando la fachada de la casa de sus padres, tan bonita y elegante.
Luego dio un paso. Y otro. Y otro. Y otro, hasta que entró por el pasillo vacío, sabiendo que sus padres debían estar viendo televisión como cada domingo hacían.
―¿Yoonji? ―preguntó su madre desde el salón.
Entró, viéndolos.
A su hermosa madre, con su cabello negro cuervo, su rostro pálido, sus ojos oscuros. Ojos donde siempre quiso ver amor, orgullo y cariño, sentimientos que estaban allí, pero debido a una mentira. A su padre, alto, delgado, con rostro duro y expresión carente de calidez, pero que amó y a quién quería enorgullecer también.
―¿Jimin? ―preguntó Bonhwa, viendo a su hijo mayor entrar―. ¿Qué haces aquí? ¿Y... quién es tu amigo?
―Mamá ―dijo en voz baja Yoonji, sacándose el anillo de compromiso de su dedo anular―, yo...
―Oh, Yoonji ―Hyeyin se puso de pie, feliz, caminando hacia ella―, podríamos aprovechar que Jimin está aquí para mostrarle tu vestido de bodas, ayer fui a retirarlo y–
―No, mamá, no ―su voz sonó ahogada, estrangulada, pero saber que Jimin estaba detrás suyo fue lo único que la alentó a continuar―, Hoseok y yo... hemos roto el compromiso ―la sonrisa en el rostro de su mamá desapareció―. No... no queremos casarnos. No vamos a casarnos.
Bonhwa se levantó también.
―¿Qué demonios estás diciendo, Yoonji?
Abrió su boca para decir algo, pero en ese instante, Jimin se le adelantó:
―Mamá, papá ―dijo con amabilidad―, por favor, ¿podrían decirle Yoongi?
La bilis subió por su garganta cuando vio las expresiones de sus padres.
¡gracias por leer!
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