43.
Advertencias: angst, drama, temas de género.
Debes consumirte en tus propias llamas; ¡cómo pretendes renovarte sin haber sido antes ceniza!
~Así Habló Zaratustra, Friedrich Nietzsche~
Había días en los que despertaba con un poco más de fuerza que nunca, y se repetía varias veces que podía sobrevivir unas horas más.
Pero también existían días donde lo único que deseaba era no abrir los ojos y quedarse encerrada en su cuarto, en completa oscuridad, sin moverse, sin mirar a algún lado, esperando con indiferencia que la muerte se arrastrara y se la llevara en cualquier instante.
Hoy era uno de esos días.
Su madre tocó la puerta, pero no la despertó, porque estaba despierta desde las cuatro de la mañana, cuando se despertó producto de una pesadilla. En ella, un desconocido la estaba asfixiando mientras no dejaba de violarla, murmurándole que se lo merecía, y tuvo que correr al baño para vomitar.
—Cariño, es hora de ir al colegio —le dijo Hyeyin al otro lado.
Se enderezó, mirando la almohada, y notó los rastros de sangre que escupió cuando volvió a acostarse. Al meterse los dedos en la garganta pasó a hacerse daño, pero no le importaba demasiado. Ya encontraría una excusa barata con la que cubrir aquello.
Pensó en fingir sentirse enferma, pero quedarse en su casa, con su mamá, no parecía un gran panorama.
Finalmente, luego de mucho debatirlo, fue a ducharse, viendo su pálido y enfermizo rostro. Sus mejillas estaban más delgadas, sus labios agrietados, y unas ojeras enormes decoraban sus ojos.
No le extrañaba que Hoseok no hubiera querido follársela: era asquerosa.
Desvió la vista con fuerza antes de meterse en la bañera. Se duchó, sus dedos acariciando su estómago, notando sus costillas, y sonrió amargamente.
Como chico eres una aberración, como chica eres una basura.
Lo sabía. Lo tenía claro desde el inicio.
Una vez vestida, bajó a tomar desayuno, encontrándose con sus padres en la mesa, y observó en silencio el pan tostado junto con la taza con leche de chocolate. Su estómago se quejó por el hambre, pero lo ignoró.
A veces, todavía podía sentir su boca siendo violada brutalmente.
Si no moriría por la pena, al menos moriría por el hambre.
—El fin de semana iremos a ver tu vestido de bodas, ¿te parece? —dijo Hyeyin, sonriendo con dulzura—. Para cuando te cases, ya tendrás tu cabello largo y podremos hacerte un peinado bonito.
Miró a su mamá sin expresión alguna, tratando de lucir complacida, pero fallando por completo. Aunque no le importaba demasiado. Ahora que tenía la aprobación de su mamá, de su papá, ¿qué debía seguir haciendo? No lo tenía claro.
Bebió hasta la mitad de la taza y luego de comer unos trozos de pan, se puso de pie.
—¿No comerás más, Yoonji? —preguntó su padre, frunciendo el ceño.
Puso una sonrisa temblorosa en su rostro.
—Estoy con dolor de estómago, comeré algo más tarde —mintió, tomando su mochila—. Nos vemos, papá y mamá.
Antes de que pudieran decirle algo salió del comedor, huyendo lo más rápido que podía del lugar.
Ese día Hoseok no la pasaría a buscar, le avisó el día anterior que no podría hacerlo, así que se fue sola y en silencio hasta el colegio. Llegó más temprano producto a lo rápido que caminó, pues el cielo se veía oscuro por las nubes grises. Probablemente estallaría una tormenta pronto.
Tranquilamente dejó sus cosas en el casillero, ignorando a las pocas personas que ya estaban allí, y fue al baño para llenar su botella con agua. Sin embargo, al doblar en la esquina, se quedó quieta por completo.
Retrocedió un paso, temblando, al ver a Jin siendo empujado bruscamente contra un casillero por Jaebum, mientras Jackson revisaba su mochila como si nada.
—Suéltenme, hijos de puta —escupió Jin, enfurecido.
Yoonji observó el pasillo: ni siquiera estaba vacío, había más gente allí, pero todo el mundo parecía estar ignorando la escena como si nada.
—Cierra la boca, mariquita —espetó Jaebum con burla—, ¿o quieres chuparme la polla mejor y Jackson te folla el culo?
Jackson hizo un gesto de asco.
—No digas eso, su culo debe estar abierto y usado —Jackson sacó el recipiente con comida de Jin, divertido.
—¡Déjalo ahí, bastardo! —gritó Jin, pero se quedó callado cuando Jaebum lo golpeó en el estómago.
—No seas egoísta, Jin —dijo Jackson con falsa dulzura—, si la putita de tu madre comparte su culo con todos, ¿por qué tú no puedes compartir tu comida?
Jin soltó un grito de odio, en tanto Yoonji pensaba en el amable rostro de la madre de Jin, que la recibió en su casa sin pedir nada la noche de Navidad, sin juzgarla ni mirarla mal.
—Cierren la boca.
Y quien habló no fue Jin, sino Yoonji.
Jackson y Jaebum se alejaron por la sorpresa, mirándola, antes de enarcar una ceja. Jin tosió, pero no la miró.
—¿Ocurre algo, Yoonji? —dijo Jaebum—. ¿Te preocupes por este maricón?
Apretó sus dientes, dando un paso y quitándole el recipiente con comida a Jackson junto a la mochila que todavía sostenía.
—Jódanse, imbéciles —fue lo único que contestó.
Ambos chicos soltaron bufidos de irritación, volteándose y marchándose como si nada, y sólo cuando estuvieron fuera de su vista, Yoonji se volteó hacia Jin.
Jin le miró con frialdad, quitándole sus cosas bruscamente.
—No esperes que te dé las gracias —escupió Jin, guardando el recipiente.
Su tono duro y helado la estremeció, pero sólo bajó la vista.
—Jin... —balbuceó, avergonzada.
Perdón. Perdóname. Por favor, lo siento tanto.
—Yoonji —le dijo como si nada—, sigue viviendo tu farsa como si nada, así que no te preocupes por mí.
Sin decir nada más, se marchó, dejándola sola y desolada, con el estómago contraído por el sufrimiento y sus ojos a sólo segundos de derramar lágrimas.
Las cosas empeoraron sólo con el pasar del día, en especial a la hora de almuerzo, cuando pudo por fin hablar con Hoseok sin interrupción alguna. No pudo evitarlo, y tocó su mejilla hinchada por algún golpe que le tuvieron que dar.
No tenía que ser una genia para saber quién fue. La única persona capaz de levantarle la mano a alguien tan dulce y bueno como Hoseok era su padre. Ni siquiera los matones del colegio, como Jiho o Jackson, golpearon alguna vez al chico, llegando sólo a burlarse de él.
Bueno, y ella misma lo hizo alguna vez. De sólo pensarlo, se avergonzaba con furia por ser capaz de abofetear a Hoseok, cuando el chico era demasiado inocente y amable con todo el mundo.
Pero era ligeramente distinto (no mejor, por supuesto, pero distinto). Soowoo golpeaba a su hijo porque se creía con el derecho de poder hacerlo, de agredirlo para corregirlo, de pegarle porque era su padre.
—Mataré a tu padre —le dijo con tono afligido, acariciándole la mejilla.
Contrario a lo que esperaba, Hoseok no lucía preocupado o avergonzado: sólo sonrió, como si fuera divertido. Le tomó la muñeca, bajándola de su rostro y dándole un pequeño beso.
—No importa —dijo, ajeno a su expresión. Unos segundos pasaron en los que miró el cielo levemente, observando las nubes grises. Parecía que se pondría a llover durante la tarde—. Yoongi, yo... necesito hablarte de algo serio.
Arrugó el ceño, confundida, y puso una expresión de pena al oír su nombre.
—Hoseok —murmuró, pellizcándole la punta de la nariz como hacía para regañarlo—, ya te he dicho que es Yoonji.
Hoseok frunció sus cejas y labios, como si estuviera medio fastidiado.
—No, no te llamaré así —contestó de manera firme, moviendo su cabeza. Observó, el patio vacío no sólo por el horario de almuerzo, sino también por la inminente lluvia que aparecería en cualquier momento—. Vi tus cicatrices, mi amor.
Hoseok tomó su muñeca, deteniendo cualquier movimiento, pero primero, el mi amor resonó en su cabeza.
Sin embargo, de forma repentina se tensó al sentir el agarre del chico sobre su brazo cuando habló, y entendió lo que quiso decir con su última frase.
Sus cicatrices. Sus heridas.
No. Hoseok no tuvo que haberlas visto. Hoseok no tenía que saber lo que eran.
Quiso alejarse, aunque, Hoseok no la soltó: apretó su agarre alrededor de su brazo, causando que unas punzadas de dolor recorrieran sus músculos, y dejó salir un gemido por el sufrimiento.
—¡Suéltame! —murmuró con los ojos llorosos.
Sin embargo, Hoseok no hizo aquello, y eso la asustó un montón, pues Hoseok solía ser dócil y amable con ella, sin imponerse, sin negarle nada, siempre asintiendo a todo lo que le decía.
Y ahora... ahora podía ver fuego en sus ojos.
Antes de poder detenerlo, Hoseok levantó la manga de la blusa, mostrando sus brazos con vendas, y la mancha de rojo que parecía crecer. Debido al apretón, con toda seguridad su herida se debió abrir.
—Fue el gato de Tae —sollozó asustada, quitando su brazo de un tirón para cubrirlo—. Ahora deja de joderme, Hoseok.
Los ojos del chico brillaron más: no, ya no era el Hoseok que conocía, aquel chico sumiso y obediente, silencioso y miedoso. Había una especie de luz rebelde en sus ojos, una expresión terca y fuerte que no vio antes allí.
—¿Te das cuenta lo que estás haciendo? ¡Te estás haciendo daño de una forma horrible! ¡Esa no es la maldita solución, Yoongi!
La furia la llenó.
¿No era la solución? Claro que no lo era; no, cortarse era sólo un maldito escape que hcreóabía creado para huir de la realidad, para concentrarse en una reacción que la atara a algo, que impidiera que la tristeza la ahogara por completo.
No era la solución, pero parecía ser el único camino que podía vislumbrar en medio de esa asfixiante oscuridad.
—¿Crees que no lo sé? ¡¿Por qué mierda crees que lo hago?! —lo empujó, respirando aceleradamente—. ¡Ahora quítate, no soporto verte!
Sus ojos picaron cuando Hoseok no se movió.
—¡Vas a terminar matándote!
Abrió sus ojos brevemente, aturdida, pero terminó por hacer una mueca llena de desprecio, y le hizo a un lado.
Todo el mundo parecía creer que la muerte era lo peor que le podía ocurrir a una persona.
Pero Yoonji descubrió un secreto que todo el mundo parecía ocultar demasiado bien.
—Pues ojalá un día de estos termine abriéndome una jodida vena, Hoseok —escupió, girándose y con su garganta apretándose.
Este era el secreto: a veces, la misma vida, era una tortura y lo peor que podía pasarle a una persona.
Sus pies se marcharon lo más rápido que pudo de allí, sin voltearse, con sus ojos lagrimeando y su espalda encorvada por todo el peso que llevaba sobre sus destruidas y rotas alas.
El problema de haberse realizado tantos cortes era que, con el paso del tiempo, el dolor se hacía soportable y fácil de manejar.
Se dio cuenta de eso la semana pasada, así que ahora la navaja de afeitar que le robó a su papá iba un poco más profundo sobre su piel.
El dolor era palpable, era real, lograba mantener sus pies sobre la tierra y así lograba evitar ceder a la locura que parecía acercarse cada día un poquito más. A la profunda tristeza que parecía devorarla sin compasión alguna.
El colegio, a esa hora, estaba vacío. Todos parecían haberse marchado a sus casas, pues una tormenta eléctrica iba a desatarse pronto, además de que, ¿quién iba a quedarse allí? Nadie, sólo los chicos que tenían algún taller extracurricular.
Incluso Hoseok se marchó sin dirigirle la palabra, con una expresión de furia sobre su rostro. Nunca lo vio dirigida hacia ella, así que ahora le asustaba por completo que Hoseok decidiera darse cuenta de lo poca cosa que era para él, y le dejara. La desechara al basurero.
Lo más triste es que Yoonji no lo culparía si lo hacía: Hoseok se merecía a alguien mejor. A alguien estable. A alguien que no cargara con sus propios demonios.
A una chica.
La navaja se enterró más profundamente y sus ojos se llenaron de lágrimas por el dolor, gimiendo en voz baja.
Su brazo temblaba mientras la sangre corría con lentitud por su rota piel. Apenas era capaz de observar el rojo carmesí a través de sus lagrimosos ojos.
Envolvió la cuchilla en su mano, pegándola a su estómago, cuando la puerta del baño se abrió.
Estaba en el baño de hombres, aunque ni siquiera sabía de dónde sacó fuerzas para arrastrarse allí. Al menos, tuvo la sensatez de irse al baño de hombres del primer piso, donde no ocurrió su ataque.
Levantó sus pies, acurrucándose sobre la taza del baño y sin dejar de temblar.
—¿Por qué tiene que desatarse una puta tormenta en primavera?
Casi rompió a llorar cuando la voz de Jiho resonó en el baño.
Con rapidez, cubrió su boca con su mano, ahogando el sollozo, y trató de hacerse más pequeña, como si de esa forma pudiera desaparecer de ese lugar. Si la descubría, si se enteraba de que estaba allí...
—El cambio climático —se burló Jackson.
Todos se rieron, y ella se sentía repentinamente mareada, enferma, asfixiada.
—¿Irás a casa de Joohyun, Jaebum? —preguntó Jiho con tono aburrido.
—Veré si puedo follarla —contestó el aludido, bostezando—. Desde que se anunció el compromiso de Hoseok con la rarita que está más accesible.
Escuchó sus carcajadas y las ganas de vomitar aumentaron.
Pero, ¿qué iba a vomitar? ¿Bilis? ¿Sangre?
—¿Crees que Jung se la haya follado? —preguntó Jackson con verdadera curiosidad—. Si fue así, debió ser asqueroso.
—Pues yo si la follaría —respondió Jiho como si nada—. La pondría en cuatro y le rompería el coño que tiene.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, su mano en su estómago moviéndose, como si estuviera sintiendo el vómito allí. Qué repulsivo.
Una punzada de dolor recorrió su cuerpo, y miró sus heridas abiertas y sangrantes.
—¿De verdad Yoonji te excita? —preguntó Jaebum, incrédulo.
Su mano en su boca estaba manchada con sangre también.
—Le enseñaría a ser una mujercita —contestó Jiho—, le enseñaría a ser una putita que siempre me chupe la polla. ¿Acaso no te excitaría romper a alguien tan fría y dura como Yoonji? Sería divertido quebrarla de a poco.
No tendrías que hacerlo, porque ya estoy rota.
Entre risas los chicos se mancharon, pero sólo cuando pasaron cinco minutos, Yoonji se movió.
La cuchilla, ensangrentada, cayó al suelo con un estrepitoso sonido, y de forma repentina se dio cuenta de algo que la hizo reír patéticamente.
La sangre en sus manos no era por los cortes en sus brazos.
No, era de su boca.
Bajó la vista, mirando la herida que se hizo en el estómago al presionar la cuchilla contra éste, y recordó el dolor que sintió mientras el grupito hablaba. Lo hizo sin ser consciente de ello, ¿cierto? No lo hizo a propósito. Ella no...
Parpadeó, cayendo de rodillas, y su mano fue a su pequeña pero dolorosa herida. Humedeció sus rotos labios, con el sabor de la sangre inundando su boca.
Pasados unos segundos, titubeante, se puso de pie. Sacó papel higiénico que no dudó en presionar contra su estómago, en una burda forma de parar la sangre. No era una herida grande, era sólo un pequeño corte, sin embargo, considerando lo que estuvo haciendo antes...
Un nuevo mareo la obligó a apoyarse en la pared, y cerró sus ojos un momento, tomando aire.
Gracias al cielo la herida no era profunda, además de que sólo alcanzó a hacerse unos cortes en el brazo izquierdo, por lo que su otro brazo funcionaba bien.
De forma torpe se puso el abrigo, manchándolo con sangre también, pero para su fortuna, era de color negro, así que nadie debería notar las manchas. Servía bastante bien para disimular ese estado en el que estaba.
Salió a tropezones del cubículo, mirando su reflejo, las manchas rojas en sus mejillas, y parpadeó al no reconocerse. Una extraña le devolvía la mirada frente al espejo.
¿Cuándo se convirtió en ese patético y vacío cadáver?
Puso la capucha sobre su rostro para que así nadie la mirara, y de forma titubeante, se arrastró por los pasillos, apoyándose en los casilleros y observando al frente en todo momento. Debería ir al hospital, era lo más sensato.
Afuera llovía sin control alguno, pero no le importó cuando avanzó arrastrando los pies, saliendo del edificio, la lluvia empapando su pequeña y delgada figura.
Las calles estaban en su mayoría vacías, claro, ¿quién iba a salir a mojarse con esa lluvia? Sólo los autos pasaban, pero ninguno iba a detenerse por esa figura encorvada que avanzaba con lentitud.
Su estómago dolía, sus piernas temblaban, no sentía su mano izquierda, su brazo derecho apenas podía ayudarla a mantener el equilibrio. Oh, y el frío, el agua, parecían estar calando en su abrigo, en sus ropas, en su propia piel, recorriéndola, congelándola, haciéndola sentir ahogada y perdida.
Ni siquiera sabía para dónde estaba yendo, porque no tenía a nadie. En la casa de sus padres sólo habría soledad; Jimin estaba preocupado de Jungkook; Hoseok debía detestarla; Jin la despreciaba; Tae y Lisa se alejaron con el tiempo.
No había nadie. No había nada.
Sólo un vacío que la engulliría en cualquier momento. Una oscuridad que se arrastraba a sus pies y tiraría de ellos apenas se detuviera.
Yoonji lo sabía, por eso no quería detenerse. Aunque nadie la sostuviera, aunque nadie la esperara.
Cuando se dio cuenta para donde estaba yendo, parpadeó y sonrió con amargura. De forma inconsciente, se estaba arrastrando hasta el pequeño y cálido hogar de Jin.
Sacó su móvil, cuya pantalla quedó húmeda enseguida, y sin saber cómo, logró marcar el número de Hoseok.
Uno, dos, tres timbres.
Hoseok no contestó. Lo intentó de nuevo.
Cuatro, cinco, seis timbres.
Tampoco hubo respuesta. Una vez más.
Siete, ocho–
—¿Yoongi?
La voz de Hoseok se oía preocupada, y sonrió, aturdida.
—Hey, bebé —balbuceó, cayendo de rodillas en la vereda, demasiado mareada como para hacer algo más—. Creo que... que tenías razón, bebé.
Hubo un pequeño silencio al otro lado de la línea.
—¿Yoongi, estás bien?
Su mano tanteó el suelo, golpeando las piedritas.
—No puedo seguir huyendo —admitió con tono lento, recostándose en el suelo—. No creo que pueda... pueda seguir huyendo —soltó una risa cansada—. Siento como si... como si algo se estuviera muriendo en mí.
—Yoongi, ¿dónde estás? Dime dónde estás, por favor, mi amor.
Miró el cielo lluvioso, el agua empapando su rostro.
—¿Me perdonas? —preguntó lastimosamente—. Quiero que... que me perdones...
—Yoongi, te lo ruego...
—Incluso ahora... —sollozó—, sigues siendo tan, tan amable...
Yoonji cortó.
Cerró sus ojos y tomó aire, suspirando, el dolor desapareciendo a medida que la bruma de la inconsciencia parecía llevársela lejos.
¡gracias por leer!
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