32.
Advertencias: angst, drama, temas de género.
El pobre viejo Jim está pálido como fantasma,
Ha encontrado la respuesta que perdimos.
Todos lloramos ahora, lloramos porque
No hay nada que podamos hacer para protegerte...
~O' Children, Nick Cave&The Band Seeds~
Min Yoongi cumpliría dieciocho años el nueve de marzo de 2011.
Y una semana antes, todo su mundo se derrumbó por completo.
Ocurrió el martes uno de marzo, cuando entró al colegio. Su actitud ese día era un poco más animado de lo normal, pues el día anterior regresó de ese bonito fin de semana que pasó en Daegu, junto a Jimin y sus amigos. Cada vez que los veía o conversaba con ellos, sus ánimos parecían crecer y se veía capaz de enfrentar al mundo entero.
Al menos, hasta que cruzó las puertas del colegio y vio una imagen que lo estremeció por completo. Una imagen de él, en el café de Heechul, la noche del sábado que pasó. Podía reconocerlo con facilidad no sólo por el aspecto del lugar, sino porque estaba en primera plana.
Con Namjoon besándolo entremedio del gentío.
A pesar de que se veía un poco borrosa, era bastante obvio quienes estaban allí. Al menos, Yoongi era reconocible, con ese cabello negro revoltoso, su piel pálida y los ojos cerrados.
Dio unos pasos, arrancando esa imagen de las puertas interiores del instituto, pero cuando se volteó y siguió caminando a través del pasillo, se quedó congelado en un punto. Podía ver, con dolorosa claridad, todas las paredes, casilleros y diarios murales con la misma imagen, en distintos tamaños, decorando todo el colegio.
Las sonrisas burlonas de sus compañeros y compañeras fueron como una cuchilla directo a su estómago.
Sin embargo, eso podía soportarlo. La mofa, las bromas crueles, podía soportarlo de alguna forma. Ellos no lo conocían, ellos no eran importantes, ellos jamás se tomaron la molestia en acercarse alguna vez a él.
Lo que no podía soportar era los ojos llenos de lágrimas de Hoseok, frente a él, con los labios temblando mientras sostenía uno de esos papeles con esa foto allí impresa.
Se observaron unos largos y dolorosos segundos, separados a metros uno del otro. De pronto, quiso darle una explicación, decirle algo, pero antes de poder hacerlo, Hoseok se dio media vuelta, y se marchó de allí a paso apresurado.
Furioso consigo mismo y con todo el mundo, comenzó a sacar las fotos de las paredes con mano rabiosa. Se abrió paso entre los rostros llenos de risa de sus compañeros, ignorando los malos comentarios, las burlas que le hacían con doble intención, mientras rompía cada fotografía impresa con maldad.
Aunque los papeles no se acababan. Cada nuevo pasillo estaba lleno de esa foto, de miles de fotos pegadas sólo para humillarlo y arruinarle la vida.
—Ahora que tienes un nuevo noviecito —dijo Jiho, apareciendo de pronto y riéndose—, ¿probaste lo que es ser una mujercita de verdad? ¿O seguirás esperando a un hombre que te caliente el coño, puta?
—Vete a la mierda, hijo de puta —gruñó sin mirarlo, botando todos esos papeles al basurero.
—Una vez meta mí polla en tu coño asqueroso y seco, Yoonji —ronroneó Jiho, tomándolo de la cintura—, voy a convertirte en una mujercita y mi zorra.
Le dio un codazo en el estómago, soltándose con una expresión de asco y enojo, aunque por dentro el miedo le estaba carcomiendo debido a la amenaza dada. Jiho sólo soltó una nueva risa, negando con la cabeza para irse cuando el timbre tocó, anunciando el inicio de la clase. Todo el mundo se dirigió hacia sus clases, sin dejar de reírse y comentar en voz alta lo que estaba ocurriendo.
Se quedó un instante solo en el pasillo, con las manos temblando, y se volteó para ver las paredes con esa foto pegada. Quería continuar sacándolas, arrancando esa imagen de allí, pero sabía que si la descubrían en los pasillos podían llamar a sus padres. Finalmente se rindió y suspiró, caminando hacia el salón de clases.
Al entrar, no se sorprendió al encontrar más fotos, aunque ahora ya no era la escena a la que se acostumbró. Observó la pizarra plagada de impresiones.
Unas con Namjoon besándolo, agarrándolo de la cintura y pegándolo a su cuerpo.
Luego, otras con ellos dos separados, pero Namjoon parecía estarle diciendo algo al oído, en una burbuja íntima y personal.
Y algunas más de Yoongi tomándolo de las mejillas, dándole otro beso en su boca, con esa sonrisa en su rostro.
Y otro beso. Y otro. Y otro.
Recordó fugazmente esos besos que compartieron, ajenos al resto, diciéndose cosas en voz baja e ignorando a todo el mundo a su alrededor. Creía que nadie le estaría mirando de forma mala, nadie estaría buscando algo para reírse de él, después de todo, ese era un espacio seguro. Allí a nadie le importaba quien era Yoongi, nadie le dirigía una mirada dos veces ni trataba de hacerle miserable. Ese lugar nadie podía arruinarlo.
Pero lo hicieron. Invadieron algo tan personal como ese momento, convirtiéndolo en algo grotesco y horrible.
Recordar lo que sintió con Namjoon en ese instante le hizo sentir en las nubes el día anterior. Ahora, sólo sentía humillación y vergüenza.
—¿Quién fue? —preguntó con la voz temblando por el dolor, caminando hacia la pizarra y arrancando las fotografías—. ¿Quién fue el pedazo de mierda que hizo esto?
Seulgi comenzó a reírse. Parecía haber estado conteniendo la risa en todo ese momento, con los ojos brillando en cruel burla. Lo estaba disfrutando totalmente, era evidente por el mohín guasón que pintaba su rostro.
—¡Mi hermano acompañó a unos amigos a ese bar y dijo que vio a Jimin oppa allí! —dijo Seulgi con diversión—. Oppa se acercó para hablar con Jimin, ¡quería pedir su número para mí! Y dijo que vio a ese chico bajar del escenario y caminar hacia ti para besarte. ¡Eres una puta, Yoonji!
—¡Puta! —apoyó Yerim entre risas. Joohyun, a su lado, no decía nada, pero no era necesario que lo hiciera. Su expresión estaba pintada de triunfo, de orgullo, porque ella ganó ese día. En ese instante, ella era la total ganadora—. ¿Ya te abriste de piernas para ese chico?
Arrancó cada fotografía con rabia y lágrimas en los ojos antes de voltearse, dispuesto a gritarle a esas zorras que le dejaran en paz, pero su voz no salió. Su mirada chocó con la de Hoseok, que lloraba en silencio, mirándole con el dolor plasmado en su cara.
Taehyung, al lado de su mejor amigo, le estaba tratando de consolar, tirando de él para sacarlo de la sala.
Yoongi soltó un sollozo, incapaz de poder soportarlo más. Los golpes, los insultos de Jiho y su grupo podía soportarlo, porque siempre lo hacían en privado, nadie más debía ver la humillación que sufría. Pero esto, le estaban degradando en público, burlándose de su sufrimiento, y haciéndolo sentir sucio por lo que hizo.
Hoseok salió del salón con Taehyung detrás, pero no pudo seguirlos, pues la profesora llegó en ese instante con una expresión de piedra y les ordenó a todos que se fueran a sentar a sus puestos.
Su amigo y Hoseok no volvieron en todo lo que quedaba de la hora, que para Yoongi transcurrió como si no estuviera allí, como si fuera otra persona.
Pero al salir, se pilló con Taehyung, que le esperaba con una expresión de piedra.
La gente seguía murmurando a su alrededor, y vio que las personas volvieron a pegar las fotografías por todas partes.
—No creí que fueras ese tipo de persona —fue lo que soltó Taehyung con el rencor en su voz.
Se tensó, con sus manos temblando, con el irrefrenable impulso de rascar sus brazos por la creciente picazón que sentía. Pudo sentir sus ojos picar en señal de que iba a romper a llorar.
—No te acerques a Lisa ni a Hoseok —prosiguió Tae como si nada, con los ojos quebrados—, porque lo único que has hecho es arruinarles la vida.
—Taehyung... —murmuró débilmente.
—Y no me hables más —masculló Tae, girándose—, no quiero ser tu amigo, Yoonji.
Fue como si una puñalada hubiera ido directo a su corazón y hubiera permanecido allí durante todo el día.
Jin trató de ayudarlo durante el resto del día, pero eso no impidió que a la salida Jiho y parte de su grupo le dieran una paliza bajo una nueva amenaza de que anduviera con cuidado, porque en cualquier momento le agarrarían para su propio disfrute.
Terminó caminando a casa con el cuerpo adolorido y el labio sangrando, repitiéndose a sí mismo que tarde o temprano eso iba a pasar, que sus compañeros no iban a detenerse por nada y lo seguirían molestando apenas tuvieran la oportunidad. Yoongi siempre estuvo preparado para eso, porque sabía lo que opinaban de gente como él.
En realidad, lo que más le destrozaba, era ver el rostro quebrado de Hoseok, llorando por su culpa. No podía evitar culparse por eso, por lo que estaba ocurriendo y el dolor que causó a la persona que más amó. La persona que más amor le dio a él.
Le rompió el corazón a Hoseok y sólo había un culpable.
Entró a su casa cojeando, queriendo llegar pronto a su cama y echarse, tan cansado por ese largo e insoportable día. En ese preciso instante, no podía aguantarlo más, no podía soportarlo más.
Sin embargo, no pudo hacerlo, porque su papá lo agarró del brazo repentinamente y tiró de él, gritando algo inentendible en ese momento.
No lo entendió hasta que le empujó al suelo y llegó el cinturón sobre su estómago.
—¡Puta! ¡Mi hija es una puta! —gritaba Bonhwa, levantando el cinturón, dejándolo caer sobre cualquier parte de su cuerpo—. ¡No te criamos para ser una puta!
—¡Papá! ¡Papá, basta! —sollozó Yoongi, sintiendo como su cuerpo se encogía ante cada nuevo golpe, el dolor recorriendo su interior, su corazón, su alma, rompiéndolo por completo.
—¡Sabía que ir donde Jimin te tenía así! ¡¿Acaso lo están manipulando de alguna forma para que te deje hacer esas atrocidades?! ¡Puta!
—¡Papá! ¡Mamá! ¡MAMÁ!
Levantó la vista, chocando con el impasible rostro de su madre en el umbral de la puerta.
—Los golpes y las heridas curan la maldad; los azotes purgan lo más íntimo del ser —recitó Hyeyin como si nada—. Proverbios 20:30. Te enseñé muy bien ese versículo, Yoonji.
Gritó cuando el nuevo latigazo de dolor recorrió su piel.
—Mamá —sollozó Yoongi—. Mamá, mami, mami, por favor...
Pero sólo el dolor y la indiferencia contestaron.
—Yoongi.
—¿Qué ocurre, Jimin?
—Papá y mamá me llamaron.
—...
—Me contaron que... Ellos saben lo de Namjoon. Lo del club.
—...
—Creen que... Piensan que te escapas cuando estás acá y yo no sé nada de eso...
—...
—No pude decirles que no, Yoongi, lo siento mucho, mierda, soy el peor hermano del mundo. Perdóname. Lo siento. Perdón.
—Está bien. Lo entiendo. Si ellos se enteran de que me apoyas de esa forma... Te meteré en un enorme problema.
—Lo siento mucho.
—No pasa nada.
—Y ellos... Ellos dijeron que no ibas a venir más acá, no por ahora, y no pude hacerlos cambiar de opinión, estaban muy enojados y alterados y... ¿Te golpearon? Dime que no lo hicieron. Si es así, iré a buscarte ahora mismo, ellos no pueden–
—Jimin, tranquilo. No me golpearon.
—¿Qué?
—De verdad. Discutimos, por supuesto, y gritamos mucho, pero antes de que... papá me levantó la mano, pero me fui a mi cuarto y cerré con llave.
—¿No me estás mintiendo?
—¿Por qué lo haría?
—...
—Te lo prometo, Jimin, no me pegaron. Estoy bien. Lo juro.
—¿Seguro?
—Como que me llamo Yoongi.
—Está bien. Voy a creer en ti.
—Gracias, Jimin. Debo irme ahora. Hablamos... hablamos después, ¿te parece?
—Sí, no te preocupes. Y Yoongi... si crees que estar allí se vuelve insoportable, sólo dímelo, ¿bien? No quiero que... Puedes vivir un tiempo conmigo en el departamento, ¿vale? A Jungkook no le molestaría.
—Oh, ¿hay algo que no me estás contando?
—Nada que te interese.
—Que mal. Buenas noches, Jimin.
—Buenas noches, Yoongi.
¡gracias por leer!
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