29.

Advertencias: angst, drama, temas de género.

—¡Nunca se borrará ese recuerdo de mi memoria! Ella era joven, casi una niña, hermosa y pálida. Él le decía con ternura: "¿por qué lloras?". "Perdona este involuntario sentimiento de egoísmo", le respondió ella enjugándose una lágrima, "lloro por mí. Lloro la vida que me huye: cuando el cielo se corona de rayos de luz, y la tierra se viste de verdura y de flores, y el viento trae perfumes y cantos de pájaros y armonías distantes, y se ama y se siente amada, ¡la vida es buena!". "¿Y por qué no has de vivir?", insistió él estrechándole las manos conmovido. "Porque es imposible. Cuando caigan secas esas hojas que murmuran armoniosas sobre nuestras cabezas, yo moriré también, y el viento llevará algún día su polvo y el mío ¿quién sabe a dónde?"

~Las Hojas Secas, Gustavo Adolfo Bécquer~

—¿Estás llorando?

—No.

—Entonces, ¿estás sudando por los ojos?

—Eres un idiota, Hoseok.

El niño frente a ella comenzó a reírse al escucharla decir eso. Sin embargo, pasados unos segundos, con suavidad tomó su rostro entre sus manos y le dio un pequeño beso en la mejilla. Quería tranquilizarla, a pesar de que no sabía con exactitud porque su mejor amiga estaba llorando como una bebé.

—¿Qué ocurre, Yoonji? —preguntó Hoseok con suavidad.

—Soy asquerosa —sollozó Yoonji, sorbiendo su nariz—, soy horrible. Mamá dice... dice que yo... te-tengo pensamientos a-anormales...

Hoseok frunció los labios, un tanto confundido y sin entender un poco el por qué la madre de Yoonji le habría dicho eso, cuando él la veía tan bonita y normal como siempre. Quizás un poco más gruñona, ¡pero así era Yoonji! Una niña toda gruñona y apática, pero dulce y con el corazón cálido también.

—No le creas —dijo Hoseok, limpiando sus mejillas llenas de lágrimas—, tú no eres asquerosa, ¡eres muy hermosa! Una persona hermosa no puede ser asquerosa —le dio otro beso en la mejilla antes de alejarse—. ¡Te traje un regalito, Yoonie!

La pequeña frotó sus manos en sus ojos, ya más calmada debido al cariñoso toque de Hoseok, y observó con curiosidad al chiquillo que buscaba algo en su mochila. Luego de varios segundos, sacó un cuaderno de dibujos, y lo abrió en una página.

—¡Lo hice en la clase de artes! La profesora quería que hiciéramos un dibujo que saliera de nuestro corazón, ¡y yo hice esto!

—Es horrible, Hoseok.

—¡No lo es! —Hoseok hizo un puchero—. ¡Se llama Mang!

—Mang —la chica frunció el ceño—. ¿Es un caballo?

—No —Hoseok se sentó a su lado, con el cuaderno sobre sus piernas—. Nadie conoce su rostro, porque Mang usa esa máscara de caballo para ocultarse de todo el mundo. ¡A Mang le gusta bailar, es muy feliz cuando está bailando!

—Hoseokie...

—¡Mang se muestra feliz hacia los demás! Le gusta alegrar la vida del resto, aunque él esté triste todo el tiempo...

—SeokSeok...

—Mang oculta su verdadero rostro del resto, porque no quiere que nadie se preocupe de él...

—No llores, Hobi...

Hoseok levantó la vista, chocando con los ojos llenos de lágrimas de Yoonji, y su voz se quebró, dejando que la chica lo abrazara.

—Mang no quiere que nadie vea su dolor —sollozó Hoseok entre llantos—, Mang no quiere que nadie lo abandone cuando vean que él sólo sufre y llora en silencio. ¿Por qué todo el mundo es feliz, pero Mang se queda atrás?

Yoonji soltó un sollozo bajo, abrazando a Hoseok por el cuello, sintiendo su playera empapada, pero poco le importó en ese momento. Ella no era tonta: sabía que Mang era sólo un eufemismo para referirse a él mismo, a todo lo que ocultaba Hoseok del resto, y Yoonji podía entenderlo.

Tienes que estar contento porque lo tienes todo. Tienes que siempre sonreír porque tu familia te ama, tus amigos te apoyan, en el colegio te va bien. Tienes que ser feliz y nunca estar triste, porque, ¿qué motivos tienes para estarlo?

Pero la tristeza no era sólo un estado de ánimo. La tristeza no era una simple emoción que uno podía suprimir por capricho propio. No, la tristeza era una maleza que se enrollaba en el corazón y crecía con el paso de los días, lentamente, hasta que se hacía difícil de cortar, difícil de sacar de raíz, porque se aferraba a uno como fuera. Era una planta carnívora que crecía por todas partes e inundaba el alma sin dudar un poco, apoderándose de tu espíritu y carcomiéndolo por todas partes.

Yoonji lo sabía muy bien.

Porque algo tan simple como la diferencia en el rol de género que se le asignaba a Jimin y a ella podía llenarla de dolor, un dolor tan grande imposible de controlar.

Porque romper el sueño de ser bailarín, el sueño que Hoseok tenía desde los siete años, quebraba su alma en miles de pedazos, como un espejo al que lanzaban una piedra, haciéndolo sentir amargado y desconsolado de todo.

—Mang no está solo —susurró Yoonji alejándose, tomando sus mejillas—. Mang tiene a Shooky.

—¿Shooky?

—Yo... yo también tuve que hacer un dibujo para la clase... —murmuró Yoonji, avergonzada—. Es... es una galleta malhumorada...

—Shooky —repitió Hoseok, y sonrió.

Y la visión de Hoseok sonriendo, mostrando sus dientes, con los ojos llenos de lágrimas y las mejillas húmedas por ella, era la visión más linda que Yoonji tuvo en mucho, mucho tiempo, de su mejor amigo.

—Mang no está solo —dijo Yoonji, sonriendo también—, porque Mang tiene a Shooky. Y Shooky tiene a Mang. Y van a estar juntos por siempre, ¿lo prometes?

—Lo prometo —Hoseok extendió su dedo meñique dulcemente, casi de forma cobarde, y Yoonji, sin dudarlo un poco, enredó el suyo también, sellando una tierna promesa de dos niños que apenas sabían algo de la vida pero que deseaban enfrentarse a ella.

El 17 de febrero de 2011, Yoongi esperó a que todo el mundo se marchara del colegio, dejando los pasillos vacíos, antes de deslizarse por ellos de forma silenciosa. Sostenía entre sus manos una bolsa de regalo, sintiendo los nervios atenazados en todo su cuerpo.

Rogaba a cualquier dios que existiera que Hoseok no hubiera cambiado la clave de su casillero una vez ellos terminaron.

Entró al pasillo del segundo piso, donde su exnovio tenía su espacio para guardar sus cosas, y viendo para ambas direcciones, asegurándose de que nadie le estuviera observando, puso la clave en el locker. Segundos después, tiró de la puerta, abriéndose el casillero, y suspiró de alivio.

El casillero de Hoseok era ordenado, Yoongi lo sabía, porque le gustaba tener todo lo que iba a necesitar siempre a la vista. Esperaba encontrarse con ello.

No con una foto pegada en la puerta, por dentro. Una foto de ellos dos, tomada tres años atrás, cuando ambos tenían catorce años y fueron a la playa juntos, sólo los dos, nadie más. Tuvieron la mala suerte de que justo ese día el cielo se nubló a media tarde y se puso a llover. Ambos se empaparon, el agua destilando de sus ropas, y Yoongi estuvo molesto y enojado porque tenía frío y odiaba el frío.

Pero Hoseok se limitó a abrazarlo, contándole chistes tontos sin sentido que lo hacían reír mientras esperaban el bus para irse de regreso, y en la espera sacó esa foto, con el rostro de Yoongi apenas viéndose debido a la capucha de la sudadera sobre su cabeza.

En esa foto lucía como un chico, pero a pesar de ello, Hoseok la puso, y encima había escrito con una torpe letra un Juntos por siempre que le rompió el corazón.

Mordió su labio inferior, dejando el regalo al fondo. Miró otra vez la foto y cerró el casillero, marchándose corriendo de allí con el corazón latiendo de forma descontrolada.

No tenía la intención de ver el momento en que Hoseok viera el regalo, porque ver su rostro haría que quisiera correr hacia él y llenarle la cara de besos.

Pero no pudo evitarlo, porque en el receso Jin le pidió que lo acompañara a buscar algo a su casillero que quedaba casualmente a unos metros de él y, en ese momento, Hoseok estaba poniendo la clave de su locker, fingiendo oír lo que fuera que Joohyun le estaba diciendo. Era bastante obvio que al chico no le interesaba un poco oír sobre la cita a la peluquería que la muchacha tenía esa tarde.

Sintió que en su estómago algo hacía malabares cuando vio el ceño fruncido de Hoseok, un tanto confundido, y sacaba el regalo del locker.

—¿Qué es eso? —preguntó Joohyun, arrugando las cejas.

Hoseok no le contestó, abriendo cuidadosamente el papel de regalo.

Yoongi sintió su respiración cortarse, queriendo huir de ese lugar antes de que comenzara a llorar por los nervios. Su corazón latía de forma apresurada, mientras sus manos comenzaron a sudar sin control alguno.

Hoseok sacó cuidadosamente el peluche mediano, un peluche con una cara de caballo celeste y un cuerpo violeta.

Hoseok levantó la vista bruscamente, chocando con los ojos aturdidos de Yoongi.

Se observaron un momento.

Luego, Hoseok leyó en voz alta la pequeña tarjeta que venía:

Mang siempre tendrá a Shooky.

Feliz cumpleaños, Seokie.

Volvieron a mirarse.

La magia del momento se rompió cuando Joohyun chilló:

—¿Es tu cumpleaños? —la chica parecía molesta y ofendida—. ¿Por qué no dijiste nada? ¡Te habría traído algo más lindo que ese tonto peluche!

¿Tonto peluche?

No, Yoongi le iba a dar un golpe que...

—Cierra la boca, Joohyun —ordenó Hoseok, volteándose y sosteniendo a Mang entre sus brazos, como si se tratara de un tesoro que no quería compartir con nadie—, no quiero un regalo tuyo.

—¡Oppa!

Hoseok se marchó sin mirar hacia atrás.

Pero esa misma tarde, cuando Yoongi abrió su casillero para guardar sus cosas, una pequeña nota cayó al suelo, una nota que tenía una letra conocida y querida:

Shooky siempre tendrá a Mang.

Tomó aire, doblando la nota cuidadosamente. La guardó en la mochila, al lado del pequeño peluche en forma de galleta que tenía junto a sus cuadernos.

—¿Ves, Shooky? —preguntó en voz baja—. No estarás solo nunca más.

Luego, esbozó una sonrisa pequeña, sintiendo como esa pena que apresaba su corazón disminuía un poco. No iba a pasar, Yoongi lo tenía claro, pero estaba bien si un día el sol llegaba a su dolida alma con más fuerza que antes. 

¡gracias por leer!

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