21.
Advertencias: angst, drama, temas de género.
No intentes rescatarme,
No necesito ser rescatado.
~We Got The Power, Gorillaz~
El sábado en la mañana, Yoongi vio el momento exacto en el que el pomo de la puerta giraba, indicando que iban a abrir.
Sin embargo, no se movió. Se quedó sentado sobre la cama, incluso cuando su mamá soltó un alarido de sorpresa y rabia al ver los vestidos, antes hermosos, ahora rotos por completo, destrozados sin compasión alguna, sucios con maquillaje, sobre el suelo.
Pero eso no era todo. No, las paredes pintadas de rosado también estaban ahora rayadas con el delineador negro, con los esmaltes que Yoongi tenía. Rayadas con dibujos, con palabras sueltas, sin sentido alguno. Al menos, para el resto.
Aunque para Yoongi, muchas de esas palabras tenían significados personales. Canciones que escribió a solas, que nunca le mostró a nadie, y ahora tenía en su regazo, guardadas en un cuaderno que agarró fuertemente cuando se puso de pie.
—Si vuelven a tirar mi ropa —dijo con la voz temblando—, prometo que la próxima vez voy a matarme.
Pasó a su lado de forma apresurada, pero aun así alcanzó a oír las palabras de Hyeyin:
—Prefiero tener una hija muerta que una hija enferma como tú —declaró fríamente.
Yoongi no se detuvo, porque sabía que si lo hacía, se iba a derrumbar.
Se sentía aturdido, vacío, sin saber exactamente muy bien el por qué. Quizás era porque llevaba más de doce horas sin comer o beber algo. Porque apenas pegó ojo en la noche. Porque sentía su cuerpo adolorido debido a los golpes. Porque no se había duchado y llevaba la misma ropa del día anterior. No lo sabía bien. Lo único que tenía claro era que debía salir de esa casa apenas pudiera, y eso hizo.
Para su fortuna, no se encontró con su papá al salir. Con toda probabilidad debía estar trabajando, así que no volvería en la noche, y eso le daba tiempo para recomponerse lo suficiente antes de verse obligado a volver.
Ya que no podía irse, porque era menor de edad todavía, sus padres eran sus tutores legales, nadie lo iba a contratar para trabajar en algo, y él sólo, sin ayuda financiera, no iba a llegar a ningún lado.
¿Qué podía hacer, en ese caso?
Nada, sólo rogar que las cosas terminaran rápido.
Minutos después, tocó a la casa de Lisa, porque era la casa más cercana que tenía. Pero no esperaba encontrarse frente a frente con el rostro medio dormido de Taehyung.
Taehyung lo miró con sorpresa, abriendo su boca en una expresión atónita, antes de tragar saliva.
Yoongi dio un paso atrás.
—Lo siento —murmuró, sin mirarlo—, no pensé que... que Lisa estaría ocupada.
Se giró, dispuesto a irse, pero Taehyung lo tomó de la muñeca, deteniéndolo.
—Ven, entra —masculló Tae, tirando de él hacia dentro—. Los papás de Lisa fueron a una fiesta de la empresa, así que la casa está sola.
Quiso hacer un comentario irónico sobre lo que tuvieron que haber hecho anoche ellos dos, pero decidió que quizás no sería lo más sensato. No cuando Lisa salió de la cocina con el cabello revoltoso, como un león, y vistiendo sólo unas bragas y camisa de Tae.
—¡Santa mierda! —gritó Lisa al verlo—. ¡Tae, ¿cómo lo haces pasar cuando estoy así?!
—¿Eh? —preguntó Tae, confundido—. Pero si Yoonji es una chica, como tú.
Tae no lo dijo con mala intención, lo sabía por su tono de voz, pero aun así, tiró de su brazo para soltarse de su agarre.
—Yoongi es un chico —corrigió Lisa, antes de que Yoongi pudiera hacerlo.
Tae cerró su boca.
Lisa rodó los ojos.
—Voy a cambiarme —murmuró entre maldiciones, y miró a Yoongi con cariño—. Pasa a la cocina, puedes comer algo.
Normalmente, Yoongi habría sonreído de forma educada y diría que no se preocuparan, pero ahora tenía demasiada hambre, su mente estaba agotada, y sólo quería que alguien cuidara de él. Por lo que fue a la cocina, con Taehyung siguiéndolo, y cuando vio la sartén con huevo revuelto y pan caliente, comenzó a comer como si fuera el último día de su vida.
Tae no dijo nada, lo que fue una fortuna porque estaba seguro de que si comenzaba a hablar, le daría un buen golpe en la cara.
Aunque, claro, su suerte no duró mucho.
—¿Quién te pegó? —preguntó Tae, mirando su rostro.
Yoongi bajó la taza de té que estaba tomando.
—Mi papá —contestó con tranquilidad.
Un rayo de dolor cruzó los ojos de Tae.
Volvieron a quedarse en silencio, oyéndose sólo el tic-tac del reloj, el desorden que hacía Lisa en el piso de arriba.
—Tienes la misma ropa de ayer —volvió a decir Taehyung, sin dejar de mirarlo.
Yoongi ladeó la cabeza, mirándolo en tanto suspiraba.
—Taehyung —dijo con la voz grave—, si no quieres hablar conmigo, no es necesario que lo hagas, ¿está bien?
Las mejillas del chico se tornaron rojas debido a la vergüenza, desviando la vista para observar la pared con una expresión un tanto ausente. Pensó que quizás la conversación l llegó hasta allí, sin embargo, Tae volvió a hablar:
—Extraño a mi amiga —dijo con lástima.
El de cabello negro puso una expresión de tristeza.
—Tu amiga no va a volver, Tae —contestó con dulzura—. Lo que ves ahora es quién soy en realidad, porque Yoonji era sólo una máscara para protegerme del mundo.
Tae mordió su labio inferior.
—Pero no lo entiendo —respondió con la voz quebrada—, ¿no puedo ser tu amigo?
Yoongi bajó la taza de té, parpadeando con sorpresa.
—¿Qué quieres decir?
Otra vez el chico se ruborizó.
—Yo... ah... —se removió en su lugar, incómodo—. Yo quiero... entenderte... Yo-Yoongi.
El corazón de Yoongi se estrujó ante sus palabras, sintiendo su estómago revuelto. Pero no era una mala sensación, como si fuera a vomitar, sino que se sentía bien. Extraño, claro, pero bien de alguna forma.
—¿No me odias? —preguntó con los ojos cristalizados.
Tae lo observó, atónito.
—¿Odiarte? ¿Por qué tendría que odiarte?
—Me has ignorado toda la semana.
—Estaba confundido. Estoy confundido —corrigió—, pero... ¿pero odiarte? ¿Cómo voy a odiarte? —Tae humedeció su labio inferior—. Hoseok tampoco te odia, por si acaso.
El nombre de su exnovio quemó su alma.
—No quiero hablar de él —dijo débilmente.
Tae pareció comprenderlo, porque no insistió con el tema.
En ese instante, Lisa apareció, recién bañada y vestida. Parecía dispuesta a regañar a Tae, sin embargo, sus ojos se posaron en Yoongi, poniendo ahora una expresión de preocupación.
—Luces horrible —dijo, tomando su barbilla—, ¿qué fue lo que ocurrió?
Yoongi pensó en mentirles, en no decirles la verdad, pero sabía que no podía hacerlo. Debía informarles de eso, no para que lo ayudaran, sino para que tuvieran conocimiento de lo que estaba ocurriendo en caso de cualquier emergencia.
—Papá me pegó —dijo como si nada—, y mamá regaló toda la ropa de Jimin, toda la ropa que utilizaba —sus labios temblaron—. Me compró vestidos, muchos vestidos, y los rompí todos.
Lisa abrió la boca por el horror, en tanto Tae soltaba una maldición baja.
—Oh, Yoongi —murmuró Lisa, abrazándolo—, lo siento tanto.
Su voz se quebró cuando volvió a hablar:
—¿Por qué no pueden entenderlo? —susurró con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Por qué no ven que eso me hace daño?
Tae se puso de pie, abrazándolo también.
—Tranquila. No, tranquilo —se corrigió a sí mismo, sin alejarse—. ¿Sabes qué haremos? Vas a ir a mi casa y te regalaré la ropa que ya no uso. Puedes hacerlo... Yoongi.
Yoongi negó con la cabeza, sollozando.
—No es necesario, no...
—Sí lo es —la voz de su amigo sonó firme—. Vamos, acompáñame. Luego podrás llamar a Jin y saldremos a pasear —le dio un beso suave en la frente, revolviéndole el cabello—. Ya verás, eso va a relajarte un poco.
Asintió en silencio, sorbiendo su nariz, y pensó en que no quería que el resto de las personas se metieran en sus problemas, lo rescataran de todo eso.
No, claro que no. Pero un poco de ayuda no vendría mal, no cuando esa ayuda le hacía ver que, quizás, lo que estaba haciendo no era algo malo.
Porque ese era el mayor miedo de Yoongi: creer que todo lo que estaba sintiendo, todo lo que estaba haciendo, era algo malo, y no debía seguir con eso.
—¿Te sientes mejor, Yoongi?
Levantó la vista, chocando con la preocupada mirada de Namjoon, y trató de relajar su expresión a pesar de que se sintiera tenso y estresado por dentro.
Observó a sus amigos jugando a orillas de un pequeño río que quedaba fuera de la ciudad, riendo entre ellos mientras se lanzaban agua y gritaban debido a lo frío que era, después de todo, estaban en invierno todavía, y se acurrucó más al lado de Namjoon para no perder el calor corporal.
Namjoon, por supuesto, sólo lo apretó contra su regazo, sonriendo amablemente, pero sin quitar sus ojos del moretón en su rostro.
—Estoy bien —repitió como si nada.
Observó a Tae huyendo de Lisa, ya que su novia lo estaba espantando con un insecto extraño que encontró en las orillas del río, mientras Jin le tiraba nieve a Kyungsoo antes de saltar sobre él y darle un beso pequeño.
Ambas imágenes, de las dos parejas, envió un recuerdo fugaz de cuando fueron a pasear a ese mismo lugar, y Yoongi encontró una serpiente que usó para asustar a Hoseok, causando que rompiera a llorar. Logró tener su perdón luego de haberle dado muchos besos en los labios, hasta hacerlo reír y olvidar esa mala experiencia.
Mordió su labio inferior, apretando el cuaderno con las letras de las canciones que escribió a escondidas de todo el mundo y sacó de su casa cuando se fue, horas atrás.
—¿Qué es eso? —preguntó Namjoon sin perder el tono cariñoso.
Yoongi observó la cubierta desgastada del cuaderno.
—Son... son letras de rap —dijo de forma avergonzada.
Pero contrario a lo que esperaba, Namjoon no se rió, sino que lo observó con más curiosidad de ser posible.
—¿Puedo?
El primer impulso de Yoongi fue decirle que no, porque era algo demasiado personal, demasiado íntimo, y nunca antes se abrió de esa forma con alguien. Jamás dijo sus más oscuros secretos, sus más terribles miedos, a nadie porque temía no ser oído. Temía que nadie lo oyera, por mucho que gritara por ayuda.
Sin embargo, se sorprendió a sí mismo tendiéndole el cuaderno de forma temblorosa y desviando su vista, sin querer ver la expresión en el rostro de Namjoon.
Observó a sus amigos tonteando todavía mientras oía las hojas del cuaderno pasar, una tras otras. Sentía la ansiedad carcomiendo su estómago, comiéndole la poca tranquilidad que tenía de golpe, y mordió su labio inferior para no comenzar a temblar por todas las sensaciones negativas que estaba experimentando. Estaba a punto de pedirle de regreso el cuaderno a Namjoon cuando su amigo habló otra vez:
—Yoongi, son increíbles.
Se volteó a verlo, sorprendido.
Pero Namjoon se dedicaba a leer las letras escritas con cuidado, cuando a veces se sentía morir, cuando tenía que ocultarse ante todo el mundo, cuando Yoongi era Yoonji y todo lo que vivía era una mentira.
—Lo dices porque somos amigos —murmuró Yoongi, sonriendo con pesar.
Namjoon negó con la cabeza.
—Qué dices, también me dedico a escribir canciones, así que te digo que son fantásticas —le sonrió, mostrando sus hoyuelos—. Son... son tan personales, Yoongi, de verdad —hubo un poco de vacilación en su rostro—. ¿No has...? ¿Te sentirías muy incómodo si quisiera comprártelas?
Yoongi puso una expresión de incredulidad, dejando de oír las risas a su alrededor, los gritos, y se concentró en la intensa mirada de Namjoon, cuyos ojos decían con claridad que no estaba bromeando.
Tragó saliva.
—Eres mi amigo —le dijo con amabilidad—, no es necesario que te las venda, Nam. Te las regalo si quieres.
Sin embargo, Namjoon le sonrió dulcemente, sacudiendo la cabeza en señal de negativa.
—Es tu esfuerzo, Yoongi —le explicó con tranquilidad—, así que me gustaría pagar por él. De verdad, no puedo aceptarlas así como así. Además —observó otra vez las letras con admiración—, voy a convencerte para que te presentes con ellas en el café de Heechul. ¡Hasta podemos rapear juntos!
Yoongi comenzó a reírse al notar el entusiasmo de Namjoon, dándole un suave golpe en el hombro y negando con la cabeza.
—No tengo voz para rapear —dijo, suspirando—. Está bien, puedo vendértelas... algo así como a mil wons —contestó, moviendo su mano en una señal despectiva.
Sin embargo, Namjoon frunció el ceño, poniendo ahora una expresión de disgusto y fastidio.
—¡Estás loco! Eso es la nada misma. No, señor, te compraré cada letra a ochenta mil wons —replicó cruzándose de brazos.
Yoongi se atragantó con su saliva.
—¡Eso es mucho dinero, Namjoon!
—¡Es lo justo!
—¡Mis letras son una mierda!
—¡Claro que no lo son! ¡Serán el último éxito!
—¡Devuélveme mi cuaderno!
—¡Sólo si aceptas mi oferta!
—Oh dios, ustedes parecen una pareja de recién casados —dijo de pronto Jin, llegando con Kyungsoo tomado de la mano—. ¿Acaso no pueden hacer otra cosa excepto discutir?
—Tú no digas nada —masculló Namjoon, apuntándolo—, que te la pasas discutiendo con Kyungsoo hasta por el café que van a tomar.
El rostro de Jin se llenó de ofensa, incapaz de creer que le hubieran dicho eso, y procedió a pellizcarle la oreja a Namjoon, tirándosela mientras Kyungsoo comenzaba a reírse.
Yoongi los observó, abrazando sus piernas, y pensó que esos pequeños momentos valían la pena. No importaba si su mundo se estaba rompiendo a pedazos cada día que pasaba: si podía conservar esos momentos, entonces todo estaría bien.
¡gracias por leer!
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