11. Caballo negro (Parte I)
11. Caballo negro (Parte I).
20 de septiembre 2001
Quito mi atención de los interminables papeles que tengo sobre el imponente escritorio que pertenece al verdadero propietario de Sharpe Media y que yo sólo pretendo mantener caliente hasta su regreso.
Porque tiene que hacerlo. Tiene que mejorar y retomar su vida.
Aunque todos los pronósticos estén en nuestra contra.
Cállate cerebro.
Giro la silla y me dejo arrastrar por la vista exterior que me muestra la ciudad de Nueva York.
La puerta se abre sin que nadie fuera anunciado por Beatrice, lo que significa que el intruso sólo puede ser...
—Gerard.
—Steve, querido.
Escucho cómo nos encierra en el despacho, pasando el pestillo. De ese modo, me revela el motivo de su visita.
Vuelvo mi silla hacia el frente y fijo mis profundos ojos azules en los grises del británico, que ya ha tomado asiento del otro lado.
Viste, como siempre, de manera impecable con su traje de tres piezas de corte inglés, de color negro, con un pañuelo rojo en el bolsillo sobre su pecho. Él es quien me ha inculcado siempre lucir como un millón de dólares.
Y dominar mis emociones.
—Me tienes un trabajo.
Me lo confirma al extenderme un archivo que tomo para estudiarlo brevemente.
—En el Bronx. Un líder de una banda callejera de poca monta que se hace llamar Blood. Deberás instalarte cerca para el reconocimiento y conocer de primera mano sus movimientos.
—Coincido. ¿Eso ya lo tienes preparado? —Afirma y eso me asegura que será completamente confiable—. No debe ser realmente de poca monta si requieren de nuestros exclusivos servicios.
—Bueno, tienes algo de razón. Es de poca monta, pero cree ser el dueño de la montaña y ha jodido al hombre equivocado.
Asiento comprendiendo el descuido de mi próximo objetivo.
Un hombre de color que luce como los típicos pandilleros de las películas. Y que desgraciadamente, son más reales de lo que desearía.
—¿Drogas?
—Drogas, armas, robos, asesinatos. Comenzó siendo un don nadie hace varios años. Un joven vendedor en un mísero barrio en ese entonces. Pero su ambición y perversión lo hizo escalar. Asesina por diversión, y aunque es listo, mordió más de lo que podía tragar.
—Quiso jugar en las grandes ligas.
—Y por su atrevimiento, tipos más peligrosos y de organizaciones mafiosas poderosas quieren escarmentarlo y a cualquier otro que quiera pasarse de la raya.
—¿Entonces sabes quién es nuestro empleador esta vez? —Asiente—. Eso es nuevo.
—El anónimo estaba tan enfurecido que soltó más información de lo que debía. Aunque no dijo a qué organización pertenece, até los cabos fácilmente. —Veo de reojo que se remueve con molestia en su asiento, llevando una mano a su hombro opuesto y un gesto de dolor se desliza por sus facciones algo arrugadas.
Una media sonrisa atenta con aparecer en mis labios.
Pero muere en el intento.
—¿Duele algo, viejo?
—Insolente —masculla, aunque no evita cierto brillo de orgullo en sus ojos—. Ya no puedo seguirte el ritmo muchacho. Creo que deberías hallar a otro contrincante para practicar... o tal vez...
Arrugo mi entrecejo.
—¿O tal vez... qué?
—Hay clubes de peleas clandestinas. Podrías usarlos como campo de entrenamiento.
—Es una buena opción. Lo tendré en cuenta... después de todo, no quiero terminar por romper todos tus frágiles huesos, abuelo.
—Abuelo un carajo. Sólo tengo... —se detuvo. El inglés es demasiado vanidoso para reconocer su edad. Aunque le calculo unos sesenta años. Muy bien llevados, con su porte elegante y contextura delgada pero bien constituida por su permanente hábito del ejercicio y pasado militar—. Estoy todavía en la plenitud de la vida.
—Lo que tú digas... viejo.
***
30 de septiembre 2001
No fue fácil acercarme al tipejo durante los diez días que llevo en este barrio abandonado por la ley, salvo aquella propia de la naturaleza, donde sobrevive el más fuerte. Si aquí eres débil, te matan o te someten.
Y no puedes confrontarlos sin pagar un alto costo.
El primer día que entré a este horrendo bar —donde me encuentro una vez más, con un vaso de cuestionable limpieza y medio lleno de lo que debería ser cerveza—, sólo pude evitar una golpiza por ser un blanco donde los afroamericanos son mayoría gracias a mi vergonzoso estado, fingiendo ser un miserable diablo muerto de hambre, sucio y pobre.
Otro borracho que necesita una esquina donde llorarle a la vida, enfundado siempre con el mismo tipo de atuendo: desgastada sudadera oscura —bajo cuya manga mantengo oculto mi reloj ridículamente caro—, con capucha sobre mi cabeza y una gorra vieja disimulando mis rasgos faciales. Mis pantalones no están en mejores condiciones y las botas de trabajo, parecen haber olvidado que algún día sirvieron para algo.
Con el correr de las noches, han perdido el interés en mí y se han relajado. Al punto tal que he determinado que hoy sea cuando ejecute la última etapa de mi plan.
Escucho las estruendosas carcajadas y comentarios groseros de la mesa que ocupa mi objetivo con su séquito. Todos de piel oscura, con pañuelos del mismo color atados en alguna parte de su cuerpo y tatuajes cubriendo sus dermis. Un diseño se reproduce en cada uno de ellos, en diferentes partes de sus anatomías: una negra calavera envuelta en llamas rojas. Sin duda, el emblema de su grupito de inadaptados sociales.
No necesitan ocultar las armas que portan, porque aquí, nadie se atreve a enfrentarlos.
Siempre es la misma rutina. La que he estado siguiendo, memorizando y analizando, para hallar el punto más vulnerable. Todas las noches, después de pasarse el día como un sádico gallo en su gallinero, se queda varias horas en este bar, disfrutando de drogas, peleas entre ellos y sexo a plena vista con chicas que no siempre tienen en sus ojos el gustoso morbo de lo que les hacen.
Luego de follar siempre con alguna distinta, va al asqueroso baño del establecimiento y tras cinco minutos, regresa. Inhala una nueva línea de coca y se marcha con dos de sus secuaces, que lo dejan en la casa de la que al parecer, es su amante oficial. De seguro, sabe lo que el cabrón de mierda hace, pero no creo que pueda desafiarlo por ser infiel.
Es en esa casa, donde tengo planeado ejecutar el tiro de gracia, ya que descubrí que no hay ningún tipo de seguridad, confiado en que nadie se atrevería a invadir ese espacio.
Craso error.
No bajo la guardia en ningún momento. Y es por ello que tengo cada músculo tensionado al comprobar que es la tercera noche en que un desconocido muy desaliñado no quita sus ojos de mi blanco. Es otro hombre de piel del color del carbón. Su cabello hirsuto lo corona como si fuera un imitador de Don King.
No ha dejado de beber, como atestiguan todos los vasos sobre su mesa. Sólo que esta vez, parece haber más de la cuenta y no de cerveza, sino de algo más fuerte. ¿Vodka?
Mis instintos me alertan de que es una amenaza a mi misión cuando me percato que mantiene sus puños cerrados con demasiada fuerza y su mandíbula parece a punto de estallarle de tan apretada que la tiene.
Tras el ritual coital de nuestro objetivo, Blood se levanta para desaparecer en el pasillo que lo conduce a los baños.
Mis ojos siguen los movimientos del desconocido que también abandona su sitio, dándome la razón.
A pesar de verse en un estado lamentable, es alto y de hombros anchos. Luce como alguien derrotado, molido a golpes por la vida. Sus movimientos tambaleantes me hacen saber que no está en sus cinco sentidos. Lo que aumentan las probabilidades de que se convierta en un real grano en el culo.
—Puta madre —mascullo cabreado.
¿Justo hoy tenía que interrumpir mis planes?
Ambos han desaparecido en la oscuridad del pasillo, y temo que toda mi misión se vaya a la mierda, por lo que, aprovechando que ninguno de la banda está lo suficientemente lúcido para percatarse que su líder está en peligro, me pongo de pie y me deslizo hacia el mismo lugar, sin dejar de maldecir internamente.
El asqueroso pasillo me recibe a media iluminación. Cuando estoy por conducirme hacia la izquierda, donde queda el baño, mi atención se orienta hacia el haz de luz que recuadra la puerta a mi derecha y que está rotulada como "salida de emergencia". La identifico de mis reconocimientos previos y sé que da al callejón trasero.
Al parecer, no es en el baño donde se llevará a cabo nuestro encuentro.
Sonidos apagados llegan a mí y mi sentido común me desplaza hacia ellos, refugiándome en la oscuridad, detrás de la puerta. Una conversación desde afuera parece desarrollarse, junto con los característicos ruidos de golpes, gruñidos, jadeos y una risa socarrona que he odiado desde el primer día.
No puedo verlos, pero escucho su conversación, aguardando el momento oportuno para actuar.
—Esa puta está donde merece —sé que esa voz es de mi objetivo—. Dos metros bajo tierra, con una bonita lápida.
Ríe, pero es callado por un puñetazo.
—No hables de ella —espeta el otro, con la voz gruesa cortada por los impactos.
—Era una zorra que para lo único que servía era para abrir las piernas. Y su boca. —Nuevos impactos suenan—. Era una basura, igual que tú. Una interesada que vino a mí cuando supo que nunca le podrías dar lo que necesitaba.
—No sabes una mierda —bufa—. Era un ángel que tú pervertiste. Y por eso, voy a matarte. Me la quitaste. Me quitaste mi vida y yo haré lo mismo con la tuya.
—¿Tú? —Su risa ronca vuelve a resonar—. Eras y eres un miserable. Un bueno para nada. Un drogadicto de mierda. Un ladronzuelo de cuarta que traicionó a los suyos. Debí matarte también a ti y no sólo quitarte parte de tu preciada joya.
—Tal vez debiste hacerlo —ruge—. Estaríamos juntos ahora.
—Es que fue tan divertido... —se mofa—. Aunque tranquilo, eso se puede solucionar, eun...
Más forcejeos se escuchan entre gruñidos de rabia, interrumpiendo al hijo de puta. Parecen dos perros de pelea buscando despedazar al otro.
El sonido de algo metálico rebota varias veces.
Por suerte, la estruendosa música del bar amortigua lo que acontece en el exterior.
Reviso por encima de mi hombro al resto de los hombres de este capullo con aires de jefe de la mafia y confirmo que siguen en su mierda, inhalando sus rayas blancas y manoseando a las putas que tienen sobre sus piernas.
Comprendo que es cuestión de minutos para que los otros excrementos de la sociedad terminen por darse cuenta de que algo malo está ocurriendo, por lo que el tiempo apremia. Confiando en tener ese pequeño margen, guio mi ojo hacia la mínima abertura buscando obtener alguna imagen de la escena y poder analizar mis siguientes pasos. Porque al parecer, todos mis planes definitivamente se han ido al carajo. Cortesía del imbécil que está siendo sometido por el mismo hombre que ambos queremos capturar.
Encima de estorbo, inepto.
Porque en estos momentos, el criminal lo está castigando a patadas en su torso al tenerlo contra el suelo sucio y húmedo. Claramente, el ganador es la escoria. El otro no tiene oportunidad a pesar de su ancha complexión. Es lo que la vida lo ha vuelto. Un cuerpo inservible.
Están de espaldas a mí, por lo que decido que lo haré ahora, en este lugar. Saco mi 9mm SIG Sauer P226 de mi espalda y le coloco el silenciador, esperando que el descerebrado siga con su macabra tarea de romper las costillas del pobre diablo.
Cuando estoy listo para colarme por la puerta entreabierta, un giro inesperado en los acontecimientos me hace agazaparme otra vez en las sombras.
El perro apaleado acaba de hacer caer al puto pitbull cuando lo sorprendió atrapándolo por las piernas en un tackle como un verdadero jugador de fútbol de la NFL.
Ahora es este maltrecho y herido hombre el que golpea al otro. Parece como si un demonio hubiera tomado posesión de él. Lo veo desde atrás, embebido en toda su rabia azotando al enorme hombre que ahora cae sobre sus rodillas. El desconocido —que llamaré imbécil inoportuno—, está agitado, gruñendo y maldiciendo, con la voz quebrada y... ¿en llanto?
Esto tiene que ser una jodida broma.
Respiro profundo, y centro todos mis sentidos en mi objetivo.
Es la hora. Ya le di tiempo al imbécil inoportuno para que se descargue, porque comprendo a la perfección lo que está haciendo.
Yo estuve allí, en un lugar como este, tres años atrás.
Abro lo suficiente para colarme y con sigilo profesional y entrenado, avanzo hasta colocar la punta de mi arma silenciada en su cabeza, deteniéndolo en su tarea.
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N/A:
NFL: National Football League (Liga Nacional de Fútbol Americano).
Espero que estén disfrutando de estos Extras de nuestro amado Steve...
Gracias por votar, leer y seguir ahí, mis Demonios!
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