Mayo, 2018


M A T A N D O
A L
C O L I B R Í

Aún con mis manos llenándose de sangre formada por tinta de lapicero, es difícil detener la opresión en mi pecho que, desgarrando conciencia, se expande por el cuerpo creando impotencia maldita. No puedo detenerla mientras toma el control.

Aún con las hojas llenas de las peores masacres, capaces de escandalizar al humano insensato, las ganas de herirte no cesan; ¡van en aumento!

Así que dime ¿cómo puedo parar el odio? ¿Cómo se extingue el rencor?

Dime cómo caducar el recuerdo de tu nefasta opinión, que se cuela en mi cerebro en forma de oración.

Dime cómo encontrar la perdida coma de las sílabas que entre tus labios se fundió.

Dime cómo acabar con el enojo y la ira.

Dime, cuéntame, cómo se erradican los malos recuerdos, pues para eso eres experta.

Lo sé, lo sé, sé lo que hay en tu cabeza, sé que nunca cambiarás.

Así que dime cómo ignorar tu recuerdo, cómo suplir esta toxicidad de mis pensamientos que entre letras te quieren matar.

Dime cómo encontrar la comilla perdida entre tus insultos saliendo de tu mente estúpida.

Dime cómo se eliminan las ganas de hacerte daño sin abrir los labios; cómo herirte sin hablar.

Porque no quiero, ¡no quiero!, jugar tu mismo juego, no quiero ser víctima del odio.

Quiero escapar.

Pero no hay retorno, no hay salida pues todo está cubierto por ardientes heridas que me guían de regreso a tus frases, a tu recuerdo y no sé, no sé como odiar.

No quiero odiar.

Dime, ¿qué ganaste al hacerme daño?
¿Por qué el mundo recompensa tu engaño?

Las mejores personas son las primeras en matar haciendo promesas que al final no cumplirán, restregando en ojos ingenuos su felicidad.

Y dime, santa paloma, ¿qué caso tiene
poseer humanidad si no la sabes usar? Si anteponiendo tu felicidad a la de los demás te atas a un círculo vicioso sin salida o final.

Dime cómo se despeja la mente del bien que para otros es decadente. No. Mejor cierra tus labios, no digas nada, no te quiero escuchar.

Dolerá el día que mueras y no te pueda ver más asi que... Susurra tus últimas palabras que al mundo de los vivos no podrás regresar si acabar contigo decido aún a costa de mi moral. Cuando estrangule tu cuello, cuando rompa tus huesos, cuando te ahogue en el silencio de quienes no están cuerdos.

¿Y si al final decido hablar?

Espero me perdones... pero todo esto arderá, igual que las llamas del infierno que seguramente no conocerás pues, ¡eres pura! ¡estás sana!

Estas cuerda, no eres rara.

"Freak, freak".

Ojalá te ahogues con los recuerdos de tu sufrir, ojalá se aparezca la quirina en persona y no puedas huir.

Ojalá tu falta de raciocinio tuviera una solución, pero no existen lentes para quienes quedaron ciegos de dolor.

Asi que... Dime cuánto me odias con la mirada, cerrando tus labios, entre recuerdos ahogada, de todas esas veces que te salvé de caer, de todas esas veces que me tuve que contener para no doblar tu cuello, para no manchar con tu sangre el suelo.

Ahógate.

Ahógate entre recuerdos y ojalá así puedas ver que no estoy cuerdo, que la sangre es elegante, que el cráneo no cruje de forma repugnante cuando es aplastado por la locura del arte. Porque sí, pequeña ignorante, lo que quiero hacer contigo se llama arte; cortar tu carne, que tus venas estallen, tus órganos se retuerzan y tus ojos de arder no paren.

¡Y el llanto! ¡El llanto! ¡Oh, el llanto maldito!

Acompáñame, llora conmigo, así como cuando no habían estrellas en el cielo y con desesperación las buscabas, esperando una luz que se llevara tu alma al paraíso del dios en el que dejaste de creer por puro capricho.

¡Ven, ríe conmigo!

¿No es gracioso como se hace realidad el mito que la sociedad fue creando acerca este delito?

Y el pecado, sí, el pecado, el pecado es evaporación del cuerdo y alimento del mendigo, que pide limosna para tomar un trago de alcohol.

¡Ven, llora mientras yo me río!

De como se escapa la vida de tus preciosos ojitos, de como el asco se convierte en daga y corta el aire y me ataca en gritos silenciosos sin comas o comillas.

¿Direccion? ¡No la necesito!

Es suficiente estar contigo y hacerte gritar, torturarte con la brusca presencia de mi mente y asfixiarte en la soledad. Si, nadie te podrá salvar, pues el cuerdo no tiene salvación cuando hay esperanzas en vivir un día mas.

Ahógate.

Y dime ahí, con el vomito atravesado entre tu cuello, cortando tu respiración, ¿mi realidad cómo se sintió?

¿Te sigo dando asco ahora que sabes cómo soy?

Siempre lo has sabido, esa es mi maldición, asi que responde en tu mente:

¿Quién es el hipócrita ahora?

Con tus recuerdos oprimiendo todos tus pensamientos. Y se acaban las palabras, se acaban las comas, los puntos y las comillas entre suspiros de rencor y heridas.

Pero dime, querida:

¿Quién sufrió mas?

Esto es una paradoja sin sentido,
como verás.

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