Corona de papel

Introducción

Mi único propósito era hacerla sonreír, no había ni hay día que no piense en ella. No recuerdo bien su rostro aunque la mire en las fotografías, pero los sentimientos son mas nítidos que eso. Pasé casi quince años a su lado, era cosa de salir de mi casa y caminar menos de una cuadra porque era el único lugar al que podía ir. Su presencia era de las pocas cosas que me mantenían a flote, pero también era una de las razones por las que lloraba por las noches.

Luego vino la polémica, y la cagamos los dos. Me disculpé aunque no debí hacerlo, pero ella solo me respondió con frialdad. La extraño. Está a dos casas de distancia, pero no me moveré de aquí, no iré a su lado corriendo por más que quiera.

La vi en la calle hace poco y ni si quiera notó mi presencia. Lo peor de todo es que ya me esperaba algo como esto, porque ella siempre ha tenido muchos amigos pero a la mayoría la desechó porque «necesitaba progreso y no podía estar cerca de la gente que no progresa». Aún antes de la polémica, tenía pensado alejarme de ella, no me agradaba su actitud ni su forma de pensar, pero la amaba tanto que no la iba a dejar. Y no iba a ser como ella, yo no desecho a la gente.

Tenía pensado alejarme, pero no de esa forma.

Quería alejarme cuando tuviera otro hombro en el cual llorar, porque estaba seguro de que lo hallaría.

Quería alejarme antes de que ella me alejara.

No la odio, no puedo odiarla. Sólo la extraño, pero no volveré a su lado.

Mi despedida con ella habría sido diferente. Mi despedida habría sido antes de abril, cuando se consiguió un novio que si la ama. Pero salí corriendo, no habían pasado ni cinco minutos desde que entré a esa casa cuando escapé. Sigo pensando que ese día huí, pero ella no vino a buscarme. Ya no la espero, de hecho, nunca esperé que viniera por mi. Pero habria sido lindo que lo hiciera, aún cuando ella no es así.

A diferencia de ella, no tengo «cinco razones para amar...». En su lugar, ofrezco «seis razones para no odiarte».

Margaritas, Alaska, estrellas, casiopea, cigarrillos, destruir, romper... A ti va este poemario, porque me quiero deshacer de la tempestad en mi cerebro.

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