Capítulo 2
Incómodo.
Al día siguiente, luego de que terminan las clases, le comento a Elizabeth que no podré ir. Connor ya lo sabía, lo llame y le conté todo con lujos y detalles después de que mamá dejó mi habitación.
—¿Por qué? —pregunta Eli con el entrecejo fruncido.
—Debo llegar temprano a casa, mamá dijo que hoy cenaremos con los nuevos vecinos.
—Tu madre siempre tiene una excusa para que no salgas conmigo —hace un puchero —, realmente no entiendo su odio hacia mi.
—Yo tampoco lo entiendo ¿cómo alguien puede no querer estar cerca de esta dulzura? —dice Connor mientras le da un abrazo tan apretado que la deja sin aire.
—¡Suéltame, imbécil! —dice golpeándolo, pero eso solo hace que Connor aumente la intensidad de su agarre —, ¡me estás ahogando, idiota! —Connor ríe mientras la abraza. Pero no le dura mucho, ya que Eli le da rodillazo en la entrepierna, haciendo que este la suelte encorvandose por el dolor.
—Creo que lo dejaste sin hijos —le digo a Eli, mientras miro con lastima a Connor. Los dos tratan de recuperar el aliento.
—Se lo merecía, casi me deja sin pulmones.
—Yo solo quería darte amor —dice Connor, un poco mejor pero aún adolorido —, después preguntas por qué la madre de Dylan no te soporta.
—A quién no debería soportar es a ti, pero te ama —dice en un bufido.
—Es lo que causo en las mujeres. Yo lo llamo "el efecto Connor".
—Sí, claro —dice irónicamente Elizabeth.
Miro la escena tranquilamente. Ya estoy acostumbrado a que Connor se meta con Eli y termine malherido.
—Si ya terminaron de golpearse, me iré —digo mirando la hora en mi teléfono —, ya casi son las seis y mamá no tardará en llamar.
—Suerte con la nueva vecina —dice Connor con picardía. Se ha recuperado increíble rápido del golpe. Tal vez no fue tan fuerte.
—¿La ancianita? —pregunta Eli extrañada —, no me digas que te gustan las viejitas, Dylan.
—Así es mi querida Lizzie —Connor pasa un brazo sus hombros —, nuestro Dylan es todo un asalta tumbas.
Eli me mira confundida, yo solo ruedo los ojos. Me despido de ambos y me voy a casa. Al llegar veo que mamá y Emma ya están listas, las dos con un vestido azul marino. Emma como siempre esta pegada a la televisión sin prestarnos atención y viendo a sus amados ponys.
—Qué elegantes, no sabía que cenaremos con la Reina Isabel —digo riendo.
—Dramático y cero talento para chistes —dice mamá, acercándose a mí y mirándome con pena. La miro con fastidio cuando posa sus manos en mis mejillas —, pero nada que tu metro ochenta y nueve, ese cabello rubio y tus hermosos ojos grises no arreglen —besa mi frente — Sí, eso bastará para la vecina nueva.
—¡Mamá! —reclamo soltándome de su agarre —, ¿otra vez con eso?
—Síp, hoy la ví mejor y créeme cuando te digo que es preciosa. Es castaña, sus ojos son cafés y es algo bajita, pero sé que me darán hermoso nietos —dice con fingida emoción y secándose una lágrima invisible. Ruedo los ojos y cambio de tema.
—¿Dónde están papá y Liam?
—Trabajando —se encoge de hombros —, la cena es a las ocho así que aún tienen tiempo para llegar y arreglarse.
—Si la cena es las ocho ¿por qué tú y Emma ya están listas?
—Sabes que a Emma no podemos sacarla del sillón en cuanto comienzan sus caricaturas, así que la vestí hace un rato. En cuanto a mí —apunta su rostro —, esta preciosa cara es digna de un maravilloso y perfecto make-up, solo que me demoré menos de lo que esperaba.
—¿Make-up? —pregunto confundido — pero si ni llevas maquillaje.
—Se llama nude, cariño. Actualízate —me mira como si fuese un ser inferior, luego su expresión cambia a la habitual—, en tu habitación dejé dos outfit, ve y pruébate el que más te guste.
Asiento y me voy a mi habitación, tomo una ducha, luego veo los conjuntos tendidos en mi cama y elijo uno que consta de: una camisa negra, pantalón de tela ajustado color beige y unas converse blancas. Mamá tiene buen gusto para elegir nuestra ropa, creo que si no hubiese tenido a Liam tan joven, se habría dedicado a algo relacionado con la moda.
Cuando termino ya son las siete y treinta de la tarde. Papá y Liam ya deben estar en casa, así que bajo para reunirme con todos.
—Que guapo —dice mi hermano cuando llego a la sala.
—También luces bien.
—Debo lucirme, escuche que hay una chica en la casa de al lado.
—¡Ni lo pienses, pedófilo! —grita mamá desde la cocina —, es para tu hermano.
—Pero si Dylan está enamorado de esa chica rara de la Pizzería. ¡Ay! —dice cuando le doy un golpe en el brazo.
—Cállate, idiota. No es cierto —siento mi rostro arder —, solo la encuentro linda.
Y no miento.
Bueno, no del todo.
Madison me gusta, pero no estoy enamorado. Ella es una bella colorina de ojos verdes, bastante divertida e inteligente. Y aunque admire tanto su belleza como su cerebro, no me ve más que como un hermano pequeño, ya que lamentablemente tiene la misma edad que Liam y me ha dejado claro, en varias ocasiones, que no está interesada en ir a la cárcel.
—Y que siga siendo así, eres muy joven para enamorarte —dice palmeándome la cara.
—Lo dice quien se enamoró de su profesora a los quince —me burlo.
—No se puede hablar contigo —dice enojado y quita su mano de mi rostro.
//
Más tarde mamá papá y Emma se reúnen con nosotros y nos vamos a la casa de los vecinos. Al llegar papá toca el timbre y una mujer, con un largo y elegante vestido rojo, nos recibe.
—Buenas noches —dice saludándonos con una gran sonrisa —, ustedes deben ser los vecinos, soy Rosalie Campbell. Pasen por favor.
La saludamos con un apretón de manos y entramos. La estructura de la casa, al igual que todas las del vecindario, es idéntica a la nuestra, pero la decoración no. Se ve que todo es muy fino y costoso.
—¡Bienvenidos! —dice un hombre que lleva un traje negro y una corbata roja —, soy Bastien Campbell — se presenta—, por favor pasen a la sala.
—Gracias —dice papá, caminamos y nos sentamos en un gran sillón —, esta es mi esposa Leah y mis hijos: Liam, Dylan y Emma.
—Son niños muy lindos —dice la señora Campbell mirándonos —, espero se lleven muy bien con nuestra hija.
—La vi cuando llegaron, es una chica preciosa —dice mamá.
—Gracias —dice una suave voz femenina que reconozco de inmediato, la incomodidad llega a mi en cuestión de segundos. La chica va sin maquillaje, vestida con un sencillo vestido negro de mangas largas que le llega no más abajo de sus rodillas, unas converse blancas y su largo cabello cae en unas despreocupadas ondas. Bastante informal a comparación de sus padres, que pareciera que van combinados a algún tipo de evento.
—Oh, aquí estás. Saluda a los Collins, querida —dice el señor Campbell.
—Hola —dice sin expresión alguna. Su padre la mira con reproche, ella se da cuenta, esboza una forzada sonrisa y agrega — soy Camille. La cena ya está servida, pasen a la mesa —, se da la vuelta y se va, sin darnos tiempo de devolverle el saludo y presentarnos.
Seguimos a los señores Campbell hasta la mesa, la cual está con platos llenos de comida, y nos sentamos. Afortunadamente no quedo al frente de la chica, que ahora sé que su nombre es Camille, pero aún así me siento muy incómodo, así que trato de no mirar en su dirección.
—Coman por favor, no queremos que se nos enfríe esta grandiosa comida que preparó Rosalie. Pasó horas en la cocina —dice el señor Campbell. Ella ríe bajito —, ¿desde cuando viven en este vecindario?
—Desde hace veinte años, Liam tenía tres meses de nacido cuando nos mudamos —contesta equivocadamente mamá. Papá, quien está a mi lado, contiene la risa, sabe que a veces a ella se le olvidan las cosas.
—Vaya, eso mucho tiempo. Deben conocer muy bien el lugar, espero no sea un inconveniente para ustedes mostrarnos los mejores lugares de la ciudad —dice él.
—No será ningún problema, los fines de semana estamos libres. A excepción de Dylan que trabaja los sábados, pero podría ser un domingo —dice papá.
—¿Cuántos años tienes Dylan? —dice la señora Campbell en un amable tono.
—Diecisiete —respondo, ella me sonríe y luego desvía su atención hacia mi hermano —, ¿y tú, Liam?
—Veintidós —nadie se percata del error de mamá y doy gracias por ello. No me gustaría verla avergonzada bajo su "make-up nude".
—¡La misma edad que nuestra Camille! —dice emocionado el señor Campbell —, espero que se lleven muy bien y puedas mostrarle el lugar, nuestra pequeña es algo tímida y le cuesta hacer amigos.
Miro hacia ella y veo que come en silencio, su vista está fija en su plato. Parece molesta por el comentario de su padre, ya que aprieta sus labios formando una línea.
—Será un placer —contesta Liam. Debe estar muy feliz de haber encontrado una chica a la cual insinuarse y no sea ilegal para él.
—¿A qué te dedicas, Camille... —le pregunta mamá. Obviamente ya debe estar preparando el matrimonio de su hijo con la vecina —... trabajas, estudias?
—A nada.
—¿Cómo... a nada?
—No me dedico a nada —dice mirándola seria. Creo que esta chica no tiene expresiones faciales. O tal vez le desagrada estar sentada en la mesa con nosotros. Creo que optaré por la segunda opción.
—Camille estuvo un poco delicada de salud hace un tiempo —interviene su padre —, así que esperamos que se recupere del todo para que decida si quiere trabajar o estudiar.
—Ah —dice mamá, y no indaga sobre el tema —, ¿y ustedes a qué se dedican?
—Bastien es médico forense, en un hospital que está afueras de la ciudad, y yo estudié bioquímica, pero no estoy ejerciendo por el momento —responde la señora Campbell.
—Interesantes profesiones —dice mamá.
—Somos amantes de la ciencia —responde la señora Campbell —, ¿y ustedes a qué se dedican?
—Soy abogado —responde papá — Liam es policía, Leah se dedica a cuidar a los niños, Dylan hace pizzas y Emma...
—Tengo cuatro años y voy a la escuela. Conocí a una niña que se llama Emma igual que yo, también le gustan los ponnys y el color rosa. Creo que somos gemelas —interrumpe a papá, causando la risa de todos. Menos de Camille, ella la mira un poco asombrada y luego vuelve su vista a su plato.
—Eres una niña muy inteligente y linda Emma —dice la señora Campbell y, al igual que su esposo, la mira con ternura.
—Lo sé, me lo dicen todo el tiempo —contesta ella encogiéndose de hombros, causando más risas.
—¿Que haces además de la escuela, Dylan? —me pregunta el señor Campbell.
—Trabajo en una pizzería los sábados.
—¿No haces deportes, teatro o algo parecido en la escuela?
—No, me dedico a pasar el rato con mis amigos después de clases —la verdad es que no hago nada más, soy algo vago.
—A Dylan y a sus amigos les encanta ir al cine —dice mamá. Seguramente para hacerme parecer más interesante —, podrías invitar a Camille —dice en mi dirección con una amable sonrisa. Lástima que la conozco tan bien que ya sé cuales son sus intenciones.
—Por supuesto, le caerías muy bien a Elizabeth y Connor —digo mirando a Camille, ella me devuelve la mirada y me pongo nervioso al recordar el "incidente". Agradezco su silencio ante el tema, ya que no podría soportar las burlas de Liam.
—Eso espero.
Luego de eso Camille no habló más en lo que restaba de la noche, en ocasiones me inquietaba al sorpréndela mirándome, ya que podría decirle a todos como me vio espiando su patio, pero no lo hizo. La cena transcurrió de forma tranquila, entre preguntas, respuestas, y anécdotas de parte de mi familia. Al llegar las doce de la noche nos despedimos de todos y fuimos a casa.
El resto de la semana pasa volando, ya es sábado y me levanto a las siete para salir a correr. Debo estar a las nueve en la pizzería así que tengo aproximadamente una hora para ejercitarme.
Hacerlo relaja mi mente, me repone de energías y hace que la escuela sea más fácil de sobrellevar.
Me pongo el gorro de mi sudadera y corro por el parque. Hay más gente haciendo deporte y algunos pasean a sus perros.
Cuando son las ocho me detengo en un grifo a llenar mi botella con agua.
Siento que alguien se para a mi lado para, también, llenar su botella. Al terminar con la mía, cedo el puesto y veo que es Camille.
—Creo que tú madre madre olvidó mencionar que eres deportista —dice cuando comienza a llenar su botella.
—No se le olvidó, solo corro para liberar tensiones, ¿tú sí lo eres? —digo luego de observarla. Lleva zapatillas y ropa deportiva oscura.
—No. Lo hago por la misma razón que tú. Es como una terapia.
—¿Terapia? —pregunto confundido.
—Sí, ya sabes. El estrés puede llegar a ser dañino para la salud física y mental. Existen varios métodos para combatirlo, y uno de ellos es correr —explica cuando termina de llenar su botella y luego bebe de ella.
—¿Más métodos? —pregunto nuevamente, ladeando mi cabeza y bebiendo un poco de agua. Debo parecer un idiota que no sabe nada, porque veo que esboza una imperceptible sonrisa.
—Sí —dice, y su expresión se mantiene mientras habla —, existen millones de ellos, solo se debe buscar el indicado para cada uno. Muchos, al igual que nosotros, se ejercitan y practican deportes, otros meditan, algunos pintan o cantan —comenzamos a caminar por el parque —, y los que no tienen tiempo se medican —finaliza. Frunzo el ceño.
—Eso de la medicación no suena muy bien.
—No lo es —dice y algo en su expresión cambia —, si no la usas con responsabilidad actúa como las drogas. Después de un tiempo tu cuerpo comienza a pedir más y necesitas dosis más fuertes para controlarte. También pueden causar más enfermedades.
—Creo que me quedaré con el deporte —digo algo asustado y algo asombrado al escuchar tantas palabras provenientes de ella.
—Sí, yo también —dice y percibo nuevamente esa pequeña sonrisa.
Seguimos nuestro camino en silencio.
—¿Irás a tu casa? —pregunta cuando llegamos a la salida del parque.
—Sí —observo su rostro y veo que tiene unas imperceptibles pecas repartidas sobre su nariz.
—Iré contigo —comienza a caminar.
—¿A mi casa? —pregunto sorprendido. Y dejando atrás mis pensamientos.
—A la mía —dice con una suave risita. Me sonrojo al instante —, ¿tan rápido olvidaste que somos vecinos?
—N-no, es que... —digo tembloroso y rasco mi nuca —, olvídalo ¿vamos?
Ella asiente y caminamos en un silencio incómodo. Luego de 10 minutos llegamos, nos quedamos parados afuera de la entrada de mi casa y no sé cómo despedirme.
—¿Quieres realmente que los acompañe a ti y tus amigos al cine?, creo que tu madre te estaba obligando a invitarme —dice de repente.
—Mamá quiere que te ayude a conocer el pueblo y a más personas —digo algo tímido, recordando las verdaderas intenciones de mi madre —, y yo creo que estaría bien que lo haga —Camille me mira fijamente y yo comienzo a sentirme nervioso —, digo, no tengo nada más que hacer —me arrepiento en el instante en el que digo la última frase.
—No te preocupes, no es necesario —dice tranquilamente. Luego se despide de mí y se va.
Me quedo parado en medio de la acera y observo cómo camina hasta su casa.
¿Se enojó?
Creo que Liam debería cambiar su punto de vista sobre el concepto de "chica rara".
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