﴾53. Heart of mine﴿

 


JiMin

— ¿Qué demonios fue eso? —Jin está furioso, pero habla en voz baja a penas YoonGi se encierra en el baño.

     A decir verdad, yo tampoco sé lo que acaba de pasar.

— ¿Qué cosa?

—Te acaba de maltratar, JiMin, no me digas que no te diste cuenta —me hace notar, pero claro que no fue así.

     Es decir, sí me sentí un poco afligido por la forma en que me habló, pero es mi culpa, no debí insistirle para que viniera.

—No fue así, es que... chicos, tienen que entender. YoonGi está pasando por un momento muy difícil ahora, su madre se llevó lejos a su hermano y eso lo ha tenido bastante agobiado toda la semana.

—JiMin, todos pasamos por situaciones jodidas, pero no por eso vamos a maltratar a nuestros amigos o parejas —interviene Hobi, quizá tiene razón, pero no.

     Ellos no entienden. YoonGi es diferente.

—Hobi tiene razón —agrega JungKook—. Hasta yo, que fui un idiota en el pasado, me puedo dar cuenta de que eso no se hace.

—Chicos, denle una oportunidad, él es diferente, él tiene...

     Pero algo me interrumpe al hablar. Escuchamos a alguien batallar para respirar, luego la puerta del baño es azotada y el golpe sordo de las rodillas de YoonGi contra el piso nos alerta a todos.

     Entonces, temo lo peor cuando lo veo caer directo al suelo, golpeando su cabeza.

— ¡YoonGi, no! —No puede ser, ¿qué está pasando?

     Mi reacción, igual que la de Jin, es levantarnos para auxiliarlo. Entre los dos, lo levantamos en peso hasta el sillón, está inconsciente, completamente laxo. No puede ser, esto está muy mal y todo es mi culpa, no debí pedirle que viniera, debí dejarlo que se quedara en casa a descansar.

—Despierta, despierta —trato de hacerlo reaccionar, dándole palmadas en sus mejillas, pero es inútil.

     Los demás se acercan a ver qué sucede, pero es SeokJin quien piensa más rápido en cómo resolver esto.

—Tenemos que llevarlo al hospital, se golpeó la cabeza y no sabemos por qué se desmayó —los demás están de acuerdo, así que hago un esfuerzo por parar de llorar y trato de levantarlo, pero JungKook interviene al ver que no puedo ni con mi alma.

—Déjame hacerlo, JiMin —y con sus enormes y fuertes brazos, levanta a YoonGi con una facilidad impresionante.

—Vámonos —ordena Jin—JungKook, mételo la camioneta, JiMin, vas atrás con ellos, Nam, acompáñame. Los demás, quédense aquí, no podemos ir todos. Si me pueden ayudar a lavar los platos, se los agradecería. Volvemos más tarde.

     Él moviliza a todos de una forma eficiente, como siempre. Pero todo para mí se siente lento y trágico, apenas puedo ser consciente de lo que sucede porque mi cabeza se siente estancada en la culpa y en el llanto.

     A pesar de eso, corro tras JungKook y me instalo en el asiento trasero, de forma que YoonGi queda recostado en mis piernas y eso me permite monitorearlo, estar al pendiente de su respiración y su estado de consciencia. Jin conduce tan rápido como puede al hospital, tratando de calmarme porque no puedo parar de llorar, pero es inútil, me siento responsable y no voy a estar bien hasta que mi novio sea atendido y lo vea despertar.

—Todo estará bien, mi amor —es todo lo que puedo susurrar entre mi llanto. Para tratar de mantenerme cuerdo, acaricio su cabello, está algo sudado, pero no tiene alta la temperatura, entonces tal vez no está enfermo. Su hermosa piel blanca ahora se ve pálida y sus labios están partidos, resecos. Luce tan frágil, delicado y vulnerable. Tengo que cuidarlo.

     En cuanto llegamos al hospital, JungKook reacciona y con sumo cuidado, acomodamos a YoonGi para que sea cargado hasta la sala de urgencias. Kookie es realmente fuerte y ágil, nunca lo había visto actuar así.

     Me siento aliviado cuando llegamos a la sala de urgencias y está vacía, eso significa que nos atenderán pronto. NamJoon toca frenéticamente el timbre rojo, logrando que un enfermero joven acuda con rapidez a atendernos.

—Buenas tardes. ¿Cuál es la emergencia?

—Se desmayó, parece que le costaba respirar antes de caer inconsciente, luego se golpeó la cabeza contra el piso —contesta SeokJin.

     El enfermero se voltea y pide por una camilla. Es obedecido rápidamente por dos enfermeras, quienes le piden a JungKook recostar a YoonGi.

—Sólo puede entrar una persona con él—aclara el enfermero y todos voltean a verme. Obviamente soy el indicado, nadie más que yo puede darle a los médicos la información que necesitan sobre YoonGi.

—Gracias, chicos, no tienen que quedarse.

—Nos quedaremos hasta asegurarnos de que esté bien —Jin sonríe para mí y los tres me dan un gran abrazo que me llena de fuerzas para continuar.

     Me despido de ellos y entro a la sala de urgencias, siguiendo a las enfermeras que acomodan a YoonGi en un cubículo y el otro enfermero le mide los signos vitales.

— ¿Qué pasó antes de que se desmayara?

—No lo sé —sostengo la mano de YoonGi, de pronto me siento bloqueado, como si mi cabeza no quisiera cooperar por el estrés que siento.

—Intenta recordar algo —él me habla con una sonrisa paciente y amable, mientras revisa la cabeza de YoonGi, encontrando la hinchazón causada por el golpe, afortunadamente no se abrió la cabeza. Aun así, esteriliza con mucha gentileza y luego le abre los párpados para revisar las pupilas.

—Nosotros... estábamos comiendo —de pronto me cuesta respirar, mi vista se nubla y ya no sé si es por las lágrimas o la bruma mental.

—Respira —el enfermero pone una mano sobre mi hombro y no deja de sonreír—. Inhala.... Exhala... Bien hecho, una vez más. Inhala... Exhala, otra vez... Bien, justo así. ¿Me puedes decir ahora qué estaba pasando antes de que se desmayara?

     Ahora me siento más despejado, realmente necesitaba esa contención o seguro iba a terminar en una camilla igual que YoonGi.

—Lo invité a comer a mi casa, estábamos todos sentados en la mesa. Estaba un poco molesto desde que llegó por una situación difícil por la que está pasando. Se levantó para ir al baño y cuando abrió la puerta para salir, simplemente oímos el golpe contra el suelo. Estaba temblando, sudado y con los ojos medio abiertos cuando lo levantamos.

— ¿Notaste algo en especial mientras estaban en la mesa? ¿Alguna señal de nerviosismo, temblores o sudor?

—Bueno... a decir verdad sí. Lo vi temblar un poco, pero creí que era porque estaba nervioso por mis amigos, pues recién los conoció hoy. Pero no... No imaginé que...

     Otra vez, me echo a llorar.

—Con calma, respira.

— ¿Se pondrá bien?

—Claro que sí, el golpe en la cabeza fue muy leve, no hubo sangrado. Cuando despierte, él nos contará lo que pasó. Tal vez fue una deficiencia de azúcar, algún problema de presión o... ¿Dices que pasó por una situación difícil?

—Sí, su hermano se fue lejos y eso le afectó mucho, pero no puedo entender cómo eso se relaciona con esto.

—Tal vez emocionalmente no se encuentra bien y eso repercute directamente en su salud física. Quizá no está comiendo suficiente, se ve bastante delgado y pálido. Le haremos unos exámenes de sangre para corroborar que todo esté bien y le pondremos suero. Si todo sale bien, cuando despierte podrá irse.

     Él se sienta en un banquito y toma una tablilla, supongo que para hacer un historial médico. Me pregunta por sus datos generales, contesto toda la información que le puedo dar, hasta que me hace una pregunta que me desconcierta.

— ¿Cuál es tu relación con el paciente?

—Soy su novio —contesto con un poco de inseguridad.

— ¿Y sabes si tiene algún padecimiento en especial? Diabetes, hipertensión, anemia...

—Depresión —respondo, impresionado por que su semblante siga sonriente y no asqueado por nuestra orientación sexual.

— ¿Sabes si toma algún medicamento controlado para eso?

—Que yo sepa... sí, me dijo que tomaba antidepresivos y algo para dormir.

— ¿Sabes qué medicamentos toma?

—La verdad no, lo siento.

—No te preocupes, con la información que me diste es suficiente —el enfermero cierra bien las cortinas del cubículo y empieza a desvestir a YoonGi para colocarle una bata, así que lo ayudo.

     Cuando solo queda en ropa interior, el enfermero me entrega la bata, así que se la coloco con cuidado, tratando de no sacudirlo mucho o rasguñarlo.

     Él se va y vuelve casi en segundos. Toma una muestra de sangre de YoonGi y luego le coloca la intravenosa, dejando caer lentamente el suero y un analgésico leve, para el golpe de su cabeza. También le coloca una mascarilla de oxígeno y, por último, el medidor de pulso en su dedo índice.

—Muchas gracias —sonrío para él con timidez, realmente ha sido muy amable.

—No hay de qué, es mi trabajo. Si tu novio despierta o necesitas ayuda, presiona el botón rojo.

     Y se va, dejándome finalmente a solas con YoonGi. No puedo evitar llorar de nuevo, esto es demasiado para mí.

—Perdóname, mi amor, lo siento tanto —aunque sé que no me escucha, le hablo en voz baja mientras termino de desahogarme.

     Beso su mano, su cicatriz y cada uno de sus nudillos, lo observo con un amor infinito y le ruego, con todo mi corazón, que cuando despierte todavía quiera estar conmigo.





YoonGi

     Mis ojos se sienten pesados y arden cuando intento abrirlos, a pesar de que a mi alrededor no hay mucha luz. Mi cabeza duele como si estuviese siendo apretada por un pie gigante. Me despejo poco a poco, recobrando la consciencia y despertando en un lugar extraño... un hospital obviamente, lo reconozco por el olor. ¿Cómo mierda llegué aquí?

     Abro los ojos por fin, pero me siento mareado, con letargia. Volteo a mi lado derecho y veo a JiMin dormido en la silla junto a la camilla, con la cabeza caída hacia un costado y sus brazos cruzados. Sus carnosos labios están más hinchados de lo habitual y juro que veo un par de arroyos secos marcados en sus mejillas. Estuvo llorando.

—JiMin —él reacciona de inmediato, abriendo sus ojos hinchados y sonriendo, pero vuelve a llorar en cuanto me ve y me envuelve en un abrazo eufórico que me hace doler un poco la cabeza.

— ¡Estás despierto! —Chilla bajito contra mi oído y empieza a darme pequeños besos por toda la cara.

— ¿Qué me pasó? ¿Cómo me trajiste hasta acá? —No quiero arruinar su momento de romance, pero de verdad estoy confundido. Entonces noto que tengo puesta una mascarilla de oxígeno que me estorba, así que me la retiro desesperadamente.

—Te desmayaste cuando saliste del baño, así que te trajimos a urgencias. Kookie te cargó todo el tiempo porque él es el más fuerte de todos nosotros.

     Cuando él se separa de mí, permanezco en silencio mirando a la nada, pensando en que esa jodida rata se atrevió a tocarme, lo primero que siento es disgusto, pero al aclarar un poco mis pensamientos, recuerdo todo de inmediato.

     Claramente tuve un ataque de pánico tan fuerte que me hizo perder el conocimiento. Durante la preparatoria tuve varios ataques leves, pero el último que sufrí así de fuerte fue cuando vivía con mi madre en Denver, cuando tenía doce años y ella...

— ¿Cómo te sientes? —JiMin interrumpe mis recuerdos con su suave voz constipada. Se sienta en la orilla de la cama y me toma de la mano.

     Al ser consciente de ese tacto, es que me doy cuenta de que me canalizaron. De solo ver la aguja insertada en mi brazo, siento náuseas. Odio las agujas.

—Estoy bien —me limito a cerrar los ojos y tratar de procesar todo lo que pasó.

     Un ataque de pánico significa que, otra vez, algo no anda bien dentro de mí, significa que tendré que volver al psiquiatra, me darán medicamento y volveré a la misma mierda de siempre, el mismo ciclo interminable de intoxicarme con sustancias controladas esperando a que me funcionen mientras sufro de espantosos efectos secundarios. No puedo permitir que mi padre se entere de esto.

—El enfermero dijo que podíamos irnos cuando estuvieras mejor, antes de evaluarte, por supuesto.

—No necesito que me evalúen, quiero irme ya.

     Intento levantarme a pesar de que tengo náuseas, pero JiMin me empuja de vuelta a la cama. ¿Qué mierda? Odio que me empujen. Me pongo de mal humor al instante.

—Tienes que esperar a que vengan a revisarte, te hicieron exámenes de sangre y tenemos que ver cómo saliste —la manera en que me habla es... severa, hay dulzura en su voz, pero sus ojos me comunican algo muy diferente.

—No hagas eso —intento detenerlo, pero es muy tarde, ha pulsado el botón para llamar a enfermería. Ahora todo su semblante se torna rígido y serio. ¿Dónde quedaron los ojos llorosos y la ternura? En cierto modo, me espanta.

— ¿Qué carrera estamos estudiando, YoonGi?

—Medicina —respondo entre dientes, no sé qué pretende.

—Y por lo tanto, debes permitir que te atiendan, no puedes ser un buen médico si no respetas el trabajo de los tuyos. Vas a dejar que te revisen y esperarás a que te den de alta —se cruza de brazos, siento que me está regañando. ¿En serio?

—No me des un sermón, JiMin. No estoy de buenas, me duele la cabeza, solo quiero irme a casa.

—Me importa un carajo si no estás de buenas. Te atenderán y aceptarás eso. No sé qué te pasó, YoonGi, pero estoy preocupado. Tu salud me importa y la voy a poner en primer lugar desde este momento hasta que la muerte nos separe. ¿Me entiendes?

     Bien, eso no me lo esperaba. ¿Desde cuándo se porta tan protector? Una cosa es que bese mis cicatrices y se preocupe por que coma o duerma, pero esto es demasiado. Y... ¿Hasta que la muerte nos separe? ¿Qué mierda se trae?

— ¿Por qué te preocupas exageradamente? No necesito que me cuides, puedo hacerlo solo.

—Me preocupo porque te amo, YoonGi, te amo más que nada en este mundo. Sólo me preocupo porque estés bien, perdón si eso te molesta, solo quiero que estés bien —de la severidad, pasa a quebrarse en un segundo, rompiendo en un llanto que, sinceramente, me da mucha lástima.

     Aprieta sus labios en una fina línea y se cruza de brazos, solloza suave con sus ojos perdidos bajo su cabello negro. ¿Cómo pretendo seguir enojado si me debilita con su propia debilidad?

—Ya, no llores. Dejaré que me atiendan, pero no le puedes decir esto a nadie.

— ¿Con "nadie" te refieres a tu padre?

—No le digas a mi padre.

— ¿Y cómo le explicarás ese golpe en tu cabeza? Se ve muy mal, tardará en deshincharse.

—Le diré que me golpeaste —bromeo y logro sacarle una sonrisa, él limpia sus lágrimas y finalmente se emblandece, tomando mi mano entre las suyas.

—Sí, dile que te golpeé porque me jugaste la bromita pesada de hacerte el muerto en mi casa —bueno, admito que eso fue inteligente y gracioso.

—Eres un tonto.

—Así me amas —besa mi mano, entrelazando sus dedos con los míos y acercándose hasta quedar hincado a un costado de la cama y apoyándose sobre el colchón con ambos brazos. Me observa profundamente con sus enormes ojos ya secos, pero ligeramente hinchados.

—Presiona de nuevo ese botón, ya me quiero ir.





     Tuve que decirle al médico la verdad y no fue para nada cómodo cuando me dijo "te referiré a psiquiatría". Estoy acabado, todo es culpa de JiMin porque me convenció de decir la verdad. De hecho, casi se infarta cuando me escuchó hablar y se enteró de que había sufrido un ataque de pánico, que no era la primera vez que me pasaba y además que tengo meses sin tomarme los medicamentos; y cuando el médico nos dejó a solas, JiMin quiso hacerme más preguntas, pero tuve que ponerle un límite porque no quiero tocar ese tema.

     Después de una charla incómoda y de recibir los resultados de mis análisis, me dejaron ir. JiMin me ayudó a vestirme, lo cual me pareció innecesario, pero dejé que lo hiciera porque se veía demasiado preocupado, además sé que lo traté de la mierda, así que lo menos que pude hacer fue darle el gusto.

     En una semana tendré una nueva cita con el psiquiatra y por supuesto que le van a informar a mi padre porque como todavía no tengo veintiún años, mi familia tiene que saber esa información. Seguro me matará cuando se entere, pero ya me preocuparé por eso después.

     Mientras tanto me han dicho en urgencias que debo cuidarme y regresar si vuelvo a tener síntomas de ansiedad o cualquier cosa anormal. Para el golpe en mi cabeza, sólo me dieron analgésicos.

     Afuera de la sala de urgencias, nos recibieron SeokJin, NamJoon y la rata, al cual tuve que agradecerle por haberme cargado hasta el hospital. Durante todo el camino a casa de JiMin, nadie dijo una sola palabra, lo cual me reconfortó porque no tuve que responder preguntas de ningún tipo. Incluso pareció que yo era invisible.

     Nos bajamos de la camioneta una vez que llegamos, entramos a la casa y los que se quedaron están viendo la televisión mientras comen pastel.

—Volvimos. ¿Todavía quieren ir al cine, chicos?

     Los tres en el sillón se levantan enérgicamente, felices y motivados por la propuesta, asintiendo como niños pequeños y empezando a dar opciones sobre qué película ver, lo cual me satura de inmediato por los gritos y chillidos de todos. JiMin permanece en silencio, tomado de mi brazo como un niño asustado.

— ¿Vienes con nosotros, YoonGi? —Me pregunta NamJoon.

—No, debo ir a casa a descansar. El doctor me pidió reposo.

—Pero también dijo que no podías conducir —recalca JiMin—. Te quedarás aquí y más tarde Jin te llevará a tu casa. ¿Verdad, hyung?

—Por supuesto —se nota que SeokJin responde solo por compromiso, porque la mueca en su rostro denota su disgusto hacia mí.

—Puedo conducir, no me quedaré aquí solo.

—Me quedaré contigo y te cuidaré hasta que estés mejor —dice JiMin y se aprieta más a mi brazo.

     ¿Por qué habría de necesitar que me cuide? Solo tengo un golpe en la cabeza y muchísimo sueño. No soy un puto bebé.

—Hazle caso —dice SeokJin—. Déjalo que te cuide, no pierdes nada.

—Sí —agrega NamJoon—. No tienes idea de lo bien que cuida de otros. Hace algunos años, enfermé de hepatitis y fue todos los días a verme a mi casa. Nadie quería acercarse a mí y sólo él entendió que yo necesitaba compañía. Así que me llevaba comida, libros y veíamos películas juntos, todo con un extremo cuidado y dedicación.

—Lleva la profesión en la sangre —continúa SeokJin con una sonrisa de orgullo—. Nosotros nos vamos, ustedes quédense a descansar. Pueden calentar comida si tienen hambre, espero que te sientas mejor, YoonGi.

— ¿Pero qué fue lo que te pasó? —Pregunta TaeHyung, a lo que SeokJin le estampa un golpe en el hombro a modo de regaño.

—No seas indiscreto, es una pregunta muy personal.

—Está bien, no pasa nada —aclaro—. Tuve un ataque de pánico y me desmayé, es todo. Estoy bien, no se tienen que preocupar por mí.

—Oh, bueno, eso lo explica todo. Quédate a descansar un rato con Minnie, entonces, lo necesitarás para reponerte —dice SeokJin, esta vez sonriéndome con más sinceridad.

—Sí, claro, "descansar" —la jodida rata se burla, haciendo reír a todos. Ojalá pudiera romperle los dientes en este momento.

—Cuídense, chicos —dice HoSeok antes de que todos salgan de la casa codeándose y riendo como estúpidos. Cuando nos quedamos a solas, percibo un silencio incómodo, JiMin está con las mejillas rojísimas por la broma de la jodida rata.

— ¿Quieres ir a mi cuarto a recostarte? Si quieres dormir, yo estaré acá abajo, no te molestaré.

—Me iré —intento zafarme de su agarre, pero me retiene. O él se ha vuelto bastante fuerte, o yo estoy jodidamente débil.

—Quédate conmigo —sus ojos de cachorrito me miran fijamente, esa mirada que no me permite negarle nada.

— ¿A cambio de qué? —Tal vez quedarme no sea tan mala idea y además... estamos solos, por lo menos por un par de horas.

—Te daré lo que quieras —esta vez, me sonríe con cierta coquetería que no me molesta para nada. Al contrario, me provoca.

—Convénceme —bajo el tono de mi voz a casi un susurro. Él no duda en acercarse a mi rostro y abrazarme hasta que la distancia entre nosotros casi se anula por completo.

—Bueno, tenemos casa sola y mi cama es muy cómoda —pronuncia contra mis labios, dejándome aspirar su cálido y agradable aliento, el cual termina por mezclarse con el mío al dejarme caer ante sus encantos. Y el beso se hace de superficial a profundo en un abrir y cerrar de ojos.

—Me da flojera subir las escaleras.

—Arriba está todo lo que necesitamos, tendrás que hacer un esfuerzo —al separarse de mi boca, me mira a los ojos y ríe con travesura. Maldito niño calenturiento.

—Cárgame, gordito —me dejo caer sobre él, abrazando sus hombros y casi poniendo mi total peso en ellos.

— ¡Estás muy pesado! —Chilla carcajeándose al contrarrestar mi peso con su fuerza. Me separo después de molestarlo un poco y tomo su mano. Él me mira con cierta travesura que ya va rayando en lo lascivo. Creo que él no tiene idea de lo mucho que me acaba de excitar esa mirada, porque me sigue mirando sin percatarse de que algo empieza a crecer en mi entrepierna.

—No aguantas nada, gordito, vamos arriba —aunque lo noto enfadarse por el apodo, de todas maneras está entusiasmado.

     Y con esa energía me arrastra escaleras arriba, casi tropiezo por la fuerza con la que me jala, pero también quedo embobado por el precioso ángulo que me brinda de su redondo y perfecto trasero. No tengo remedio, es mi debilidad.

     Entrar a su habitación se siente extraño, pues es muy diferente a la mía. Es mucho más grande e iluminada. Su cama es individual, tiene un escritorio pequeño junto a la cama con un montón de cosas encima. Libros, su computadora portátil, una taza vacía, una caja de pañuelos y... vaya, eso no me lo esperaba. Lubricante.

—Este es mi cuarto, disculpa el desorden, no he tenido tiempo limpiar —se sienta en el borde de la cama con cierta timidez.

     El rubor le tiñe sus rechonchas mejillas cuando superviso todo alrededor con cierta curiosidad. Me acerco a su librero y él de inmediato me detiene con un grito.

— ¡No veas mis libros! —Trata de apartarme jalando mi brazo hacia atrás, pero no lo logra.

     Me quedo firme frente al librero viendo los títulos, los cuales son tan típicos como los que habría en el cuarto de una adolescente calenturienta de dieciséis años. Oh, mi JiMin tan inmaduro y un poco pervertido. ¿Libros del Marqués de Sade? Curioso, creí que solo leía esas idioteces de Cincuenta Sombras, las cuales... sí, no me sorprende que tenga la trilogía. Lo único serio que tiene es el par de libros de Kundera que le di, todo lo demás es totalmente irrelevante en cuanto a contenido.

— ¿Con que el Marqués? —Tomo el libro de Julieta, hojeándolo solo por encima mientras él se muere de vergüenza, cubriendo su rostro.

—No te burles de mí —habla bajito, con su voz temblorosa como cuando va a llorar.

—Me gusta el Marqués —dejo el libro en su lugar y me acerco para abrazarlo. Él me corresponde casi de inmediato, pero oculta su rostro en mi pecho.

— ¿De vedad?

—Claro, es un clásico, no sabía que te gustaba la literatura erótica.

—Me gusta mucho, es interesante.

—Ahora entiendo por qué eres tan calenturiento.

— ¿Quieres ver qué tanto puedo serlo?

     Y lo próximo que hace es empujarme hacia la cama, casi con urgencia. Sus labios traviesos atrapan mi lengua y la succionan con tal gracia que me sorprende que lo haga siendo primerizo en esto. Aunque con todo lo que lee, no me extrañaría que esté poniendo en práctica todo eso. Muerdo su labio inferior repetidas veces entre el vaivén de nuestras lenguas, una sobre la otra, mientras nuestros cuerpos se van acoplando en una posición cómoda, él sobre mí, meneando su cadera sobre la mía para provocarme.

     Estoy terriblemente excitado. No sé cómo lo hace, pero JiMin tiene esa capacidad de hacer que se me pare con solo empezar a juguetear con su lengua y sus carnosos labios, con sus manos que me acarician la espalda y con ese perfecto trasero que necesito ver desnudo, rebotando sobre mí.

     Entre los besos hambrientos, lo voy despojando de su ropa, dejando su preciosa piel perfecta al descubierto. Pero él se apena en cuanto me lo como con la mirada, observando esos pequeños y deliciosos pezones que ya están erectos.

—Yoon...

— ¿Estás bien? —lo tomo por la cintura, acomodándolo en la cama de modo que puedo verlo desde arriba. Está tan tímido, como si no se hubiera vuelto loco sobre mi verga hace unos días.

—Sí, es solo que... No estamos a oscuras y me da pena que me veas. No me gusta mucho mi cuerpo...

     Qué ternura, qué inocencia, qué belleza. Pero qué poca confianza en sí mismo.

— ¿Confías en mí? —La pregunta llama su atención, me mira fijamente y sonríe.

—Claro que sí, es sólo que no quiero que te burles de mi cuerpo. Ya sé que estoy un poco rellenito pero...

—Cállate. Me gusta tu cuerpo, y no estás rellenito. Estás perfecto.

—Pero me dices "gordito".

—Es de cariño, no es una burla. Me gustas así como eres, tienes unas piernas muy lindas y tu trasero es sexy, me gusta que sea grande.

     Y con eso basta para que él tome la iniciativa de quitarme la camiseta. Nos deslizamos para acostarnos completamente sobre la cama y me inclino sobre él. Abre sus piernas para mí y me rodea con ellas para permitirme sentir cómo él está tan duro como yo. Y se siente tan jodidamente bien.

     Nuestra semi desnudez se funde en una, mi piel rozando con la suya se siente tan delicada, tan suave y.... No hay manera fácil de describir ese delicioso contacto, pues no se puede comparar con algo que haya sentido antes. Es embriagante, tanto que necesito más.

     Nos besamos profundo al momento de mover nuestras caderas para rozarnos poco a poco. Mi verga necesita atención y con tan solo una caricia por encima ya siento que me duele.

     Desde su boca húmeda, bajo mis besos hacia su cuello y muerdo ahí por un segundo. Su preciosa reacción consiste en jadear profundo y apretar sus uñas contra mi espalda. Muerdo una vez más para continuar hacia abajo, donde no dudo en tomar con las yemas de mis dedos un pezón mientras que al otro le doy atención con la lengua.

—Ah, qué bien se siente —jadea con sus ojos cerrados y su cabeza hacia atrás. Se ve tan sexy, es mucho mejor a plena luz del día.

     Insisto más con mis labios en su pezón, tan suave al tacto que me provoca morderlo un poco, pero decido seguir bajando por su abdomen, besando poco a poco para sentirlo estremecer y escuchar cada jadeo agudo endulzar mi oído. No entiendo cómo es que le da pena su cuerpo, siendo tan perfecto.

     Finalmente llego a sus pantalones que guardan su erección tan vistosa. Está bien dotado, a pesar de ser tan pequeño y frágil. Y me encanta.

     Beso sus caderas y en automático le saco un gemido. Un precioso gemido que jamás había escuchado, tan agudo y delicado, la mejor expresión de él. Sigo besando y lamiendo para hacerlo disfrutar y porque ya me he vuelto adicto a esos sonidos que emite. A su vez, voy desabrochando sus pantalones y los bajo lentamente con todo y la ropa interior. No puedo esperar.

     Mientras termino de desnudarlo, continúa con sus ojos cerrados y luego cubre su rostro con ambas manos una vez que me he deshecho hasta de sus calcetines.

     Su delicado cuerpo queda ante mí como una preciosa obra de arte. De arriba hacia abajo es pura y perfecta porcelana. Hasta su vello púbico se ve atractivo, siento incluso la morbosa necesidad de hundir mi nariz en él. Me tomo un momento para contemplarlo mientras me termino de desnudar.

—Mírame, JiMin —llamo para que se descubra la cara, lo cual hace lentamente sin dejar de cubrirse por completo. Aprieta por completo sus piernas, viéndose tan adorable y tímido, pero el deseo sobrepasa la vergüenza que siente, se puede ver en lo duro que está.

— ¿Te gusta lo que ves? —Se sienta en la cama con cierta letargia, apoyado en sus brazos mientras me lanza una pequeña sonrisa y luego desvía nuevamente su mirada.

—Me encanta, eres más lindo a plena luz.

—Gracias.

—Siéntate ahí —le señalo la silla a un lado de su escritorio. Responde lento y se levanta sutilmente de la cama para obedecerme. Lo sigo y me arrodillo frente a él, tomándolo por sus anchas y perfectas caderas.

— ¿Qué vas a hacer?

—Esto —me apropio de su pene, masturbándolo con ambas manos como mejor sé, acariciando sus pequeñas bolas y yendo de la base a la punta con una presión que lo vuelve loco.

     Su cara es un poema, esa expresión de placer me obliga a darle cada vez más solo para admirar cómo se retuerce de gusto. Me gusta tener esa clase de poder sobre él, pero me gusta más que él, siendo primerizo, reaccione con tanta espontaneidad.

     Por eso es que decido ir más allá. Lo devoro por completo, acariciando su glande con mi lengua. En respuesta al placer que le doy, se sostiene de mi cabello, lo jala y gime mi nombre una y otra vez, arquea su espalda, embistiéndome la boca involuntariamente.

     Afirmo mis manos en sus caderas para evitar eso, yo soy quien llevará el ritmo. Se queda quieto, permitiéndome mover la cabeza con libertad. Voy de arriba hacia abajo, lamiendo un poco su extensión y alcanzando a saborear la sal que se va reuniendo en la punta. Aprieto mis labios en toda la longitud mientras lo voy sacando lentamente de mi boca, hasta que termino por chupar una última vez su glande antes de levantarme del suelo para intercambiar lugares.

     Él simplemente se deja guiar y sabe lo que debe hacer, pues se hinca frente a mí con lentitud y sonríe cuando le abro las piernas para darle acceso. Lo tomo de su suave cabello para acercarlo y que empiece, lo cual hace con cierta timidez. Y por eso cierra sus ojos al momento que toma mi erección entre sus manos y se mete el glande la boca.

     Se ve tan tierno y pornográfico a la vez, no sé cómo lo logra, pero está en su naturaleza verse inocente y, a la par, sus endemoniados labios cometen actos pervertidos y todo su cuerpo me invita a profanarlo.

—Mírame, JiMin.

     Abre sus ojos y me mira desde abajo, luciendo esos perfectos y carnosos labios alrededor de mi erección, subiendo y bajando lentamente. Y esa lengua... se pasea tan traviesamente por todos lados. Me parece increíble que sepa hacer esto, porque la mama demasiado bien para ser un principiante. Supongo que debo agradecérselo a la literatura barata que tiene en su librero.

     Permito que continúe saboreándome, comiéndome suavemente sin dejar de mirarme aún con timidez, hasta que estoy por reventar. Necesito enterrarme en él ya o seguro le lleno la boca de semen... lo cual sería sensual, pero no ahora.

     Lo levanto y de inmediato recurre a mí, besándome con urgencia. Sus besos me saben a gloria. Mi cuerpo se siente como si no hubiera pasado por un horrible desvanecimiento hace tan solo un par de horas.

—Siéntate —él no duda en obedecer.

     Me recuesto en la cama y él posa sus preciosas nalgas en mi regazo, su pene y el mío quedan casi juntos cuando estamos de frente, mirándonos con deseo al momento que nos aferramos con los brazos uno al cuerpo del otro. Tan cálido, tan jodidamente hermoso.

     Se aferra a mis hombros y yo a su cintura, ambos miramos hacia abajo para ver cómo nuestras erecciones están por tocarse. Y él toma la curiosa iniciativa de tomarnos a ambos con las dos manos, logrando un frote tan delicioso que me deja sin aliento. Esto es nuevo, nunca había hecho algo así y me sorprende que naciera de él.

     Lo tomo de las caderas con fuerza y echo mi cabeza hacia atrás, soltando jadeos de vez en cuando mientras él se dedica a observar mis expresiones con esa sonrisa lasciva que no sabía que tenía.

—Te necesito dentro —suelta nuestros penes y me toma por el rostro, besándome a base de mordidas y jadeos.

—Niño sucio —azoto su trasero con ambas manos y luego estiro mi brazo para alcanzar el lubricante del escritorio. Eso lo avergüenza, desvía su mirada.

—Qué pena que veas eso.

— ¿Te gusta meterte los dedos pensando en mí?

— ¡YoonGi, cállate! —Chilla y se cubre la cara con ambas manos.

—No te avergüences, es normal. De hecho, qué bueno que lo tienes, porque si no, tendríamos que dejar esto para otra ocasión.

—Lo compré después de nuestra primera vez, creí que sería bueno tenerlo —admite, mientras yo vierto el líquido en mis dedos.

—Niño listo —llevo mis dedos húmedos hacia su ano, acariciándolo por encima. Él se deshace ante el toque, noto cómo aprieta mis hombros en respuesta.

—Yoon, eh...

— ¿Qué pasa?

— ¿No crees que deberíamos usar un condón?

     ¿Qué mierda?

—Creí que te había dicho que estaba limpio, JiMin, me preguntaste cuando lo hicimos por primera vez. ¿O tú no estás limpio?

     Estoy desconcertado. ¿Por qué tenía que matar el momento con esa mierda de comentario?

—Claro que estoy limpio —lo noto indignarse—. Eres el único con quien he estado, pero tal vez sería bueno usarlo, ya sabes... porque es... es sexo anal.

—Mira, te voy a decir algo, pero no quiero que te enojes —suspiro y trato de mantener la calma, no quiero arruinarlo ni hacerlo enfadar, además realmente me lo quiero coger hoy.

—Dime.

—Soy alérgico al látex, eso significa que no puedo usar condones ni guantes, nada que sea de ese material. Es doloroso, de verdad, el pene se pone rojo y sufro hasta para orinar, pero si desconfías de mí podemos dejarlo aquí y...

—No, no, no, espera, no desconfío de ti. Solo lo decía por el tema de la higiene, pero viéndolo de esa forma, entonces no tenemos por qué usarlos. No quiero que algo tan lindo como hacer el amor sea doloroso para ti.

     Veo cómo se apresura a explicarse, no sé de dónde vino eso de usar el maldito condón, pero por ahora puedo dejarlo pasar. Ya lo tengo desnudo encima de mí, no voy a desaprovecharlo.

— ¿Entonces podemos seguir? No seas matapasiones, hay que aprovechar mientras estamos solos.

—Claro que sí, sigamos —con su mano, se encarga de devolver a la vida nuestras erecciones que cayeron muertas por culpa de su comentario, pero ya nada importa.

     Él me besa, masturbándonos a ambos mientras yo reanudo mis caricias sobre su ano. A medida que volvemos a calentarnos, meto un dedo lentamente. Eso lo pone tan loco, que suelta nuestras erecciones y se aferra a mí en un abrazo, gimiendo en mi oído. Así que me ocupo de expandirlo un poco más, con dos dedos esta vez. Y para evitar el incidente de la primera vez, meto un tercer dedo y lo penetro con cuidado, hasta que lo siento más expandido y listo para recibirme.

—Te necesito ya, Yoon —me ruega con su voz errática sobre la parte sensible de mi cuello.

— ¿Seguro?

—Sí, por favor.

— ¿Quieres hacerlo de perrito?

—Sí, sería interesante —sonríe avergonzado.

—Acomódate —él obedece, recostando su pecho sobre una almohada y parando su trasero de modo que me provoca lamérselo, pero eso lo haré después, quizá con un lubricante de fresa o algo así.

     Lo embisto nuevamente con los dedos para asegurarme de que la expansión siga siendo suficiente. Me recibe con gusto, así que es momento de continuar.

—Debes decirme si te duele.

—Lo haré, pero hazlo ya.

—Lascivo —azoto su trasero, lo cual le encanta porque tiembla y gime agudo.

     Entonces, lleno de lubricante mi verga y me meto entre sus nalgas, disfrutando del morbo que me generan ese par de cachetes enormes, mojados, recibiéndome con tanto gusto. Con cuidado, me hundo lento dentro de él. Tan solo con la punta es suficiente para volverme loco, tanto que quisiera embestirlo de una vez, pero me mantengo pendiente a sus reacciones.

— ¿Te duele?

—Un poco, pero se siente bien, sigue despacito.

—Respira hondo, exhala fuerte, eso te ayudará a abrirte más.

     Él obedece, yo sigo el ritmo de sus respiraciones y noto cómo su cuerpo está más receptivo. A medida que me dejo ir dentro de él, disfruto de verlo retorcerse y apretar la almohada con sus puños. Esta vez su cuerpo se expresa con más naturalidad, no está obligándose a recibirme como la primera vez, solo lo está disfrutando, lo cual significa que nuestra vida sexual será muy divertida a partir de ahora.

—Yoon... —voltea a verme ligeramente, llamando mi atención.

— ¿Qué pasa? —Me detengo un momento, espero no haberlo lastimado.

—Pégame.

— ¿Qué?

—Me gusta... me gusta cuando me azotas. ¿Puedes hacerlo?

—Niño sucio —dios, me causa tanta gracia y me calienta al límite, no sé cómo lo hace.

     Complazco su pervertido deseo, enterrándome una vez más y acelerando mis embestidas poco a poco, a la vez que lo nalgueo ocasionalmente y aprieto fuerte su trasero. Le fascina, no para de gemir y de masturbarse en consecuencia.

     Logro tomar un ritmo placentero para ambos, mientras él se mueve errático y alcanza los pañuelos en su mesita, con dificultad los pone debajo de él y se da rienda suelta con su pequeña mano ahí abajo, mientras yo lo hago temblar cada vez que me entierro profundo.

     Llega un momento de descontrol, donde él encuentra mis embestidas empujándose con fuerza hacia atrás, generando una especie de danza erótica entre los dos que me desquicia. La forma en que sus nalgas tiemblan contra mi cadera y el sonido húmedo de nuestras pieles llena la habitación, me lleva al límite.

     Me dejo llevar, hasta que lo siento apretarse fuerte y luego temblar, en señal de que tuvo un desastroso orgasmo que no respetó el límite de sus pobres pañuelos, pues su semen salió disparado más allá. La imagen de él corriéndose tan escandalosamente me provoca a joderlo con más fuerza, hasta que es mi turno.

     Azoto ambas manos contra su culo y lo aprieto contra mí, enterrándome tanto como puedo hasta que el clímax me tumba por completo. Al igual que él, termino con las piernas temblando y la respiración entrecortada. Dejo caer casi todo mi peso sobre él, pegando mi pecho sudado a su espalda, ese contacto me hace consciente de lo lindo que es esto.

     Para mi sorpresa, descubro que estoy arrepentido de haberlo tratado mal. El remordimiento me cala hasta los huesos, pero se expresa a través del afecto que tengo ganas de brindarle.

     Lo muevo en la cama para acurrucarlo como mi cucharita pequeña, él se mueve torpemente y apenas logra limpiar las manchas de semen en su sobrecama, tirando los papeles al piso para que podamos abrazarnos con calma.

     En silencio, lo abrazo y beso su nuca, me mantengo dentro de él y descubro que es una sensación agradable, me siento feliz. Él toma mi mano y besa cada nudillo como si fueran de cristal, suave y delicado, justo como él es.

—Te amo, Yoonie.

—Yo también te amo, Minnie.

— ¿Te sientes mejor?

—Mucho mejor, gracias a ti —bajo mi mano y acaricio su vientre, él se ríe porque le causa cosquillas, pero no deja de besar mis manos.

—Estaba muy preocupado por ti, perdóname por obligarte a venir con mis amigos, todo esto fue mi culpa.

—Claro que no fue tu culpa. ¿Por qué piensas eso?

     Con algo de torpeza, él rompe el abrazo y se voltea para mirarme, acaricia mi rostro y clava su mirada de cachorro en mí, debilitándome con su dulzura.

—Porque yo sabía que la estabas pasando mal por lo de YeoSang y de todas formas te insistí. Solo quería que conocieras a mis seres queridos, así como yo conocí a los tuyos, pero siento que lo arruiné. No quiero que me dejes por esto, realmente lo siento. ¿Podrías perdonarme? Prometo no volver a presionarte.

     Su mirada vidriosa solo indica que su corazón está por romperse si no le doy una respuesta ahora. La forma en que me acaricia, me habla y me mira, es solo una pequeña parte de esa necesidad que tiene de cuidarme, porque allá en el hospital me demostró con más fiereza lo mucho que se preocupa por mí. Y yo fui tan tonto, lo traté tan mal cuando él estaba sufriendo y culpándose en silencio.

     Soy una mierda de novio y aun así él me ama. No lo merezco, es demasiada bondad para alguien tan corrompido como yo.

—Calma, Minnie, no voy a dejarte —finalmente, rompe en llanto y se acurruca contra mi pecho. Lo abrazo fuerte mientras se desahoga, mi pequeño cachorro lastimado. ¿Por qué tenías que salir herido por mi oscuridad?

— ¿De verdad?

—Sí, no te preocupes por esto. Tampoco fue tu culpa, solo tuve un ataque de pánico porque descuidé mi salud. Sí me puse nervioso por tus amigos, pero ellos tampoco tienen la culpa.

— ¿Todo está bien entre nosotros? ¿No me odias? —Levanta su mirada hacia mí, limpio sus lágrimas con mis pulgares y beso su frente.

—Jamás podría odiarte, te amo, deja de preocuparte por eso. Ya pasó, te prometo que todo está bien.

—Abrázame fuerte y no me sueltes.

     Como un cachorro, se acurruca en mi pecho y lo cubro con mis brazos, dándole ese afecto que tanto necesita.

     Luego de un par de minutos, lo escucho suspirar en señal de que se ha dormido. Me permito mirarlo descansar por un momento. Sus enormes ojos llenos de esperanza están hinchados por mi culpa, soy tan idiota por causarle dolor a este chico rosa que solo se ha esforzado por darme todo su amor y cuidados.

     Debo dejar de ser un imbécil.

     Sé que quizá ya quedé mal frente a sus amigos, pero supongo que podré redimirme después con ellos. Después de todo, incluso la maldita rata se esforzó por llevarme a urgencias y todos se mostraron amigables conmigo. Pero, por ahora, solo me importa estar bien con JiMin.

     Me acurruco tanto como puedo contra su cuerpo, cierro los ojos y me permito disfrutar de este contacto. Ahora que he probado la desnudez entera con alguien que me ama, siento que me volví adicto. Quisiera permanecer en ese lugar, con él, por más tiempo, tanto como sea posible.

     Porque JiMin podrá ser parlanchín, sobreprotector y en cierto modo inmaduro, pero puedo presumir ahora que lo que siento con él es muy diferente a aquello con mis anteriores parejas. Esto se siente más puro, más real.

     Incluso si él se comporta infantil, sé que dice la verdad cuando dice que me ama. Y sé también que el futuro es incierto y no sé qué demonios pasará cuando vuelva a tomar medicamentos, pero al menos lo tengo a él.

     A él, quien le ha importado una mierda que yo sea un ojete malhumorado. Y supongo que eso es algo respetable y digno de admirar, porque no cualquiera me acepta de esta forma.

     BaekHyun tenía razón. Él es ese puto milagro divino que me hacía falta.



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