seis

Jungkook y yo, de repente, nos tratamos como si nunca nos hubiéramos dirigido la palabra.

Al pasar por la universidad él desviaba la mirada al verme. Y de hecho, al parecer todos se enteraron de su existencia porque de repente las mujeres no le despegaban los ojos de encima. E incluso cuando Rosé y yo íbamos al campus a ver a su primo Yoongi, lo encontraba jugando en el partido y con chicas gritando su nombre en las gradas.

—Al parecer Jungkook decidió aparecerse en una fiesta de la universidad y se hizo famoso.—me comentó Rosé aquella vez mientras mirábamos a Jungkook encestar un balón. Las chicas aplaudían y gritaban su nombre.

Oh no.

Rodé los ojos sin poder evitarlo.

—¿Es que acaso es el único hombre en toda la universidad?—me quejé sin poder evitarlo—¿Qué tienen en la cabeza estas chicas?

—Bueno—comenzó a explicar Rosé mientras se metía unas papas fritas en la boca—Jungkook es muy guapo. Es normal que consiga esa atención, de hecho creo que ya se estaba tardando.

Resoplé.

Lo cierto era que Jungkook era exasperante. Solo tenían que darle un minuto para darse cuenta de ello y alejarse.

"Pero te ayudo ¿cierto?" dijo la voz de mi cabeza.

Mordí mi labio sin poder evitarlo, sintiendo como la culpa de haber sido muy dura con él me carcomia el cerebro.

Intente ahuyentar esos pensamientos mientras mis ojos fueron a parar de nuevo a Jungkook. El partido de baloncesto ya había terminado y se acercó a las chicas, una de ellas era pelinegra y con un cuerpo delgado pero contorneado y de infarto, que terminó abrazando a Jungkook de manera efusiva mientras daba saltitos.

Vaya, sí que tenía fans. Y muchas pretendientes.

—Esa pelinegra se quiere acostar con él. Confirmado.—comentó Rosé entre risas.

—Confirmado.—repetí sonriendo.

El día pasó y la noche también. Nuevamente mi turno ya había acabado y para mi suerte, fueron mas los bailes eróticos que los clientes, así que ese día en particular me encontré de buen humor.

Sin embargo apenas salí y me abrigué al ir a la parada del autobús, me di cuenta que se comenzaron a oír murmullos y maldiciones.

Me congelé en mi lugar y me di media vuelta asustada.

—Tal vez solo son peleas callejeras por dinero.—susurré intentando convencerme. Sin embargo, oí un quejido de dolor y me asusté. Una vez más.

Mis manos se formaron en puños temblorosos mientras comenzaba a acercarme donde creía que se oían los quejidos. Mi corazon comenzo a bombear rapido. Busqué mi telefono rápidamente y marque el numero de emergencias pero sin apretar la llamada.

Mi corazón terminó de dar un vuelco cuando me di cuenta que estaban dándole una gran golpiza a un chico en el suelo en el callejón. Este estaba hecho un ovillo del dolor y cuatro chicos se reían abiertamente de él.

—Ya no eres tan duro fuera del ring. ¿no?—dijo uno de ellos

Fue entonces que corrí asomándome en aquella pelea.

—¡HEY!—grité, cuatro pares de ojos desconocidos voltearon a verme--¡Si no lo dejan en paz llamaré a la policía!

Uno de ellos me miró incapaz de creer mi osadía, y asomó una sonrisa en su cara.

—Podríamos quebrarte el brazo antes de que apretaras.

—Pruebalo.—lo reté alzando el mentón—para cuando lo hagas yo ya habré apretado la llamada. Y la policía vendrá hacia aquí. ¿Eso quieres imbécil?

El chico frente a mí hizo una mueca de puro disgusto. Acto seguido se dió media vuelta y le dedicó una mirada al chico en el suelo con aire arrogante y resignado.

—Una zorrita salvó tu culo esta vez, Jeon.

El corazón se me paró al oírlo. Los chicos pasaron a un lado de mí sin mirarme demasiado y una vez que desaparecieron de mi vista y pude calmar el latir desbocado de mi corazón, corrí hasta él en el suelo y me arrodille frente a él nerviosa.

Ahogué un gemido al tomar su rostro ensangrentado y reconocer esas facciones. Incluso con su ceja herida y uno de sus pomulos hinchados pude reconocer a Jungkook. ¿Qué demonios hacía ahí?

Intenté hablar con él pero parecía estar en otro mundo. Fue solo en ese momento que me di cuenta que estaba drogado.

—Déjame...—susurró, a lo que resoplé nerviosa mientras intentaba incorporarlo.

—Te ayudaré a levantarte, vamos.

—¡Que me sueltes!—gritó zafándose de mí una vez incorporados. Fruncí el entrecejo y lo miré impaciente.—¿Qué demonios haces aquí?

—Solo intento ayudarte.

—No vuelvas a meterte en una pelea de estas. Nunca.—dijo acusándome con su dedo, pero la verdad era que apenas podía mantenerse de pie sin tambalearse.—no necesito tu estúpida lastima.

—¡Podrían haberte matado!

—¿Pues debo agradecerte? ¡Lo único que has hecho todo este tiempo es tratarme como un idiota! ¡Estas loca! 

Estaba tan enfurecido... era como si en ese momento hubiera terminado de explotar.

—Es diferente. Tú lo haces por lástima, yo lo hice porque me necesitabas.

Se rió sin gracia.

—No, claro que no es diferente. No lo es. Para nada. No.

Las palabras las arrastraba y al mismo tiempo las decía con mucha enfasis. Estaba perdido y miraba hacia todos lados confuso, se encontraba mareado por los golpes y las drogas no ayudaban para nada a esa sensación. Sin embargo su rostro era una extraña mezcla de felicidad y angustia absoluta.

Fue en ese momento que se tomó un tiempo para ver mis pintas a pesar del lío en su cabeza; unos tacones altos, jean oscuro y un abrigo que me cubría hasta las rodillas del frío. Frunció el entrecejo, pero no dijo nada al respecto. Posiblemente no podía nisiquiera formular una pregunta en su propia mente.

—¿Quiénes eran ellos?—pregunté asustada.

—Amigos.—Jungkook estiró sus extremidades como si recién se hubiera levantado de la cama, aunque en un momento oí sus quejidos de dolor.

Vaya amigos.

Jungkook me miró de nuevo como si yo le estorbara.

—Ya puedes irte. Esfúmate.

—¿Sabes como volver a casa?—ignoré sus tratos infantiles e insistí.

—Es curioso...—dijo entrecerrando los ojos. Alcé una ceja.—lo olvidé.

No podía creerlo.

—¿No tienes a nadie a quien llamar?

Negó luego de unos instantes.

—Tú vete a casa. Yo estaré...bien.—dijo, con dificultad. Algo que no me calmó para nada.

Fruncí los labios respirando hondo. No quería llevarlo a mi hogar por muchas razones, pero ese día, algo me dijo que sería una completa hija de puta si lo dejaba a merced de la noche en esas condiciones poco conscientes de él mismo. Respiré hondo tomando una decisión. Era arriesgada, sí, pero no veía otra opción.

Lo sujeté del brazo y comenzamos a caminar.

—¿A dónde me llevas?

—Vamos a tomarnos el autobús.—respondí.—Jae estará feliz de verte.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top