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Habían pasado sólo dos semanas del rencuentro de Eloise y Draco.
Se habían estado escabullendo por las noches, para luego irse a algún pasillo abandonado y no parar de besarse hasta que los primeros rayos de sol acariciaran sus cuerpos.
Draco la estaba empujando con desespero al armario de limpieza, junto a escobas y jabones. Eloise solo podía jadear ante la sensación de las manos de Draco sobre ella y el estar agitada por correr y esconderse de los hermanos Carrow, quienes ahora vigilaban Hogwarts a toda costa.
Y es que, Eloise varias veces se preguntó cómo podía tener la energía suficiente para rendir en clases y verse más tarde con Draco.
Aunque, era cierto que las clases se trataban de torturar impuros de segundo año, por eso es que Eloise se escondía al final de la clase, rezando para que ninguno de los hermanos Carrow la viera y tratara de lastimarla, como había pasado con Ginny.
Ciertamente su espalda dolía, cada paso la hacía sentir que estaba cada vez más cerca de desmayarse en medio del pasillo, su cabeza chocando contra el duro piso pero no sin antes rebotar un par de veces contra este. Su cuerpo entero cayendo y comenzando a arder como el infierno desde dentro, casi tan similar a cómo se describía la sensación de la maldición "cruciatus". Sus entrañas se retorcían ante el dolor y cansancio de su cuerpo.
Y se encontró ahí, con la enfermera limpiando con un simple hechizo la mesa que se encontraba junto a ella.
Ella se dio cuenta que Eloise estaba consiente y esperó a que la chica cobrara un poco más la consciencia. —Él ha estado aquí toda la semana.
Eloise frunció el ceño, pero entonces siguió la mirada de la enfermera y pudo encontrar el cuerpo cansado de Draco, quien dejaba caer su cabeza entre sus manos, como si luchara por mantenerse de pie.
—Insistía en que quería estar aquí cuando estuvieras despierta y, a estas alturas ¿quién soy yo para juzgar?
Eloise no dijo nada, pero un quejido roto salió desde el fondo de su garganta cuando intentó reincorporarse, su cuerpo se retorció en puro dolor, creando una fina capa de sudor sobre su cuerpo.
Draco lo captó inmediatamente y se puso de pie lo más rápido que pudo, corriendo hacia la camilla de Eloise, la cual no se encontraba muy lejos de la silla donde Draco había estado intentando luchar contra su sueño.
—Está bien, está bien — susurró Draco cuando estuvo cerca de ella —. No te esfuerces, sigues delicada.
Eloise entre cerró los ojos por la luz que la golpeó repentinamente. —¿Qué pasó? — preguntó ella en voz baja.
Draco la miró con cuidado. —Solo estabas agotada, no te habías estado alimentado correctamente y te desmayaste en el pasillo, justo cuando íbamos a mi habitación.
Eloise solo asintió, pero notó la molestia de Draco, lo supo hasta que lo escuchó bufar.
—Te pregunté cinco veces si estabas bien, dijiste que si y lo asumí, no debí hacer eso. Por Merlin, Eloise, ¿en qué estabas pensando?
Ella negó con la cabeza. —En nada, supongo.
Eloise y Draco conversaron sobre aquella misión que Eloise alguna vez tuvo.
Tenía el corazón a todo lo que daba, mientras un nudo se formaba en su garganta.
Eloise miraba y sentía la forma en la que Draco acariciaba su brazo con delicadeza. Sentía que era la primera vez que alguien lograba amarla de aquella manera, la primera vez que alguien se preocupo por ella, al sentir los brazos de aquel rubio ella en verdad se sentía protegida, realmente había olvidado cuando fue la última vez que se sintió así en la presencia de alguien.
Su corazón dejó de estar acelerado cuando sintió la comprensión de Draco abrazarla en todos los sentidos posibles, su cuerpo era cálido y se sentía bien. Oh, como extrañaba aquella sensación, aquella que solo Draco Malfoy era capaz de proporcionar a su frágil cuerpo.
¿Realmente aquello era amor?
Eloise jamás había sentido amor, pero estaba segura de que así era como se sentía.
Ambos hablaron durante horas sobre aquella misión que había callado la castaña por tanto tiempo, sintiendo que al fin alguien comprendió su silencio y su dolor, sin afán de burlarse o sentir lastimar por ella y sus pensamientos, por ella y sus acciones.
Alguien, por primera vez, la estaba comprendiendo de una forma tan cálida, una forma que lograba darle una sensación de paz y tranquilidad, las dulces palabras que Draco susurraba sobre su cálida piel a esta altura solo lograban reconfortar su tembloroso cuerpo, que conforme soltaba aquello que la ataba se iba relajando poco a poco.
La compañía del rubio era incomparable a cualquier otra, se sentía como en casa, le encantaba volver a sentirse de esa forma, aunque sentía que era la primera vez que se sentía así.
Su estómago estaba lleno de mariposas, mientras sentía la fría piel de Draco recorrer la piel de su brazo con suma delicadeza, erizando cada uno de sus vellos.
—Perdóname por todo... — murmuró Draco sobre el cabello de Eloise, mientras enredaba sus pálidos largos dedos entre el cabello de la muchacha.
—Perdóname tú a mi... — susurró ella de regreso, mientras ella se dejaba envolver por el reconfortante aroma de Draco.
Oh, ambos deseaban estar así para siempre. Juntos. Dejando que la compañía del otro fuese lo unico que importara en todo el caos.
Porque ninguno estaba preparado para las escenas caoticas que estaban por desarrollarse, ninguno estaba preparado para el dolor y sufrimiento que venía para ambos.
Les dolía.
Les dolía porque ambos sabían, sabían perfectamente que podría volver a ser la útlima vez que ambos se vieran y pudieran estar en calma una vez más.
Les dolía el sentimiento de preocupación que revolvía sus estómagos hasta tener aquella terrible sensación de nauseas.
Los pasos fuertes de alumnos se escucharon acercarse a la enfermería, entonces ambos supieron que era momento de irse.
—Vendré más tarde. — le susurró Draco, temeroso a ser escuchado por algún mortifago o algún Slytherin con afán de traicionar.
En aquellos días no se podía confiar en nadie más.
Eloise lo miró unos segundos más, inhaló su perfume una última vez y dejó que el calor que el cuerpo de Draco emanaba la envolviera una vez más, aunque fuera unos pocos segundos más.
No sabían si se volverían a encontrar.
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