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Eloise se había quedado pensando en las palabras de Luke. Habían causado, de alguna forma, un fuerte impacto en ella, tanto que cuando entró en el aula ni siquiera se dio cuenta de que Draco ya estaba ahí, con el libro abierto.
—Tarde. — la voz gruesa de Draco la sorprendió, haciendo que diera un brinquito.
Sus ojos color avellana se fueron directamente a los ojos grisáceos de Draco. —Tampoco es como si tú llegaras temprano.
Malfoy se burló. —¿Quieres darte prisa? Tengo cosas que hacer.
Eloise levantó ambas cejas. —¿Qué es exactamente? — comenzó a preguntar, mientras caminaba lentamente hacía la silla junto a Draco. —Que yo sepa abandonaste el equipo de quidditch.
Malfoy se tensó al escuchar las palabras salir de la boca de Eloise y su comportamiento mínimamente amigable desapareció por completo de su cuerpo. —Eso no es de tu incumbencia.
Eloise resopló y sacó el libro de pociones de su mochila. —Yo no dije que lo fuera.
—Bueno, entonces ya cierra la puta boca. — escupió Draco con molestia.
Quizás, si ella hubiera estado realmente interesada en saber más de Draco se habría ofendido, pero la sonrisa de victoria que se formó en su cara era digna de un ganador, pues había dado justo en el clavo, ¿cómo lo sabía? Draco estaba enojado.
La forma en que había cambiado de estado de animo de forma tan repentina, con solo escuchar una simple pregunta lo decía absolutamente todo.
Y Malfoy empujó el libro que tenía entre sus manos dentro de su mochila y jaló con fuerza el que Eloise tenía frente a ella.
—La semana siguiente comenzamos con la práctica. — murmuró en voz baja, abriendo el libro en una nueva página.
—De acuerdo.
Y con aquello dicho, ambos se sumergieron en la tutoría más larga que habían tenido, pues cada que Draco decía algo y Eloise no lo entendía, él volvía a repetirlo de la misma forma y ella seguía sin entender.
Draco estaba perdiendo la paciencia con ella y Eloise estaba al borde de llorar por el estrés que aquello le estaba causando.
—Es simple, Granger —. dijo Draco entre dientes, empujando el libro con molestia —. Solo tienes que aprender a escuchar, maldita idiota.
—No entiendo nada. — Eloise lloriqueó.
Y después de una hora de estudio, con lágrimas de estrés e insultos de Malfoy, Eloise estaba guardando sus cosas para al fin poder irse a descansar.
Su cabeza estaba a punto de explotar, mientras escuchaba a Draco guardar las cosas en su propia mochila, empujó el banco y tomó un poco de valentía para poder hablar con él. —Gracias.
—¿Por qué? — preguntó Draco.
—Por tener paciencia para cada tutoría que me das.
Draco sonrió lleno de si mismo. —Bueno, cada vez que te enseño algo nuevo tengo la oportunidad de sacar mis frustraciones contigo.
Eloise levantó ambas cejas. —¿Cuáles frustraciones? — se burló —Eres solo un niño mimado que tiene problemas con papá.
La cara de Draco se tensó, sus manos se habían convertido en puños, enterrando las uñas en sus palmas, como si intentara sacar el odio en su cuerpo haciéndose daño a si mismo, en lugar de explotar en la cara de Eloise.
—No sabes nada de mi.
—Sé más de lo que te gustaría.
Draco Malfoy comenzó a dar pasos lentos y largos hasta ella, por cada paso que él daba, ella retrocedía dos, pero el espacio detrás de ella no era infinito, por lo que su espalda chocó con el estante de libros detrás de ella.
Draco se había acercado a ella demasiado, lo suficiente para hacer una jaula con su cuerpo y mantener cautiva a Eloise.
—Si supieras la mitad de lo que soy... entonces saldrías corriendo, sangre sucia. — susurró.
El aliento mentolado se estaba mezclando con el dulce aroma de Eloise, las manos de Draco ni siquiera la estaban tocando y ella ya podía sentir lo caliente por dentro.
—Entonces déjame conocerte, Malfoy. — susurró Eloise de vuelta.
La sonrisa burlona en el rostro de Draco, aquella sonrisa llena de diversión. —No.
Eloise cerró los ojos cuando Draco sopló en su cara.
Draco comenzó a alejarse de ella, pero cuando dio la vuelta Eloise lo tomó del brazo, haciendo que la mirara de nuevo. —¿Por qué?
—Porque vas a salir corriendo. — respondió él.
—¿Y si no lo hago?
El piso bajó sus pies pareció detenerse en el momento que Draco volvió a enjaular a Eloise con su cuerpo, presionando sus pechos, como si deseara tenerla más cerca de lo normal.
Sus labios no habían tardado mucho tiempo en unirse a los de ella, besando fuerte, como si deseara dejar una huella en ella por siempre, un fuerte recordatorio. Y es que este beso fue diferente para Draco, mientras besaba a Eloise, su pálida mano había volado hasta el cabello castaño y había enredado sus dedos, la estaba besando con cuidado pero lleno de pasión, como si deseara que el momento que estaban teniendo fuera eterno.
No sentía que aquel beso estuviera lleno de lujuria, pues Draco se estaba dedicando a besarla una y otra vez, como si sus labios fueran un delicioso fruto que deseaba jamás terminar, pero si disfrutar, si se podía por una eternidad.
Su mano libre voló hasta la cintura de Eloise, jalando de su pequeño cuerpo a él, como si deseara fundirse en ella en ese mismo instante.
Porque Draco sentía una chispa en este beso, cuando ella levantó una de sus manos, aquellas que habían estado descansando en el pecho de Draco; ella acarició la suave piel de porcelana pálida de su mejilla, para luego mover sus dedos hasta la nuca de Draco, jugando con los cabellos platinado.
Como si ninguno de los dos deseara separarse de aquel.
Y, extrañamente, ninguno parecía estar lleno de lujuria en ese momento, parecían solo disfrutar del toque sincero del otro.
Y Draco sintió un terrible hormigueo por su estomago.
La empujó contra el estante detrás de ella una vez más, su beso subió de intensidad de un momento a otro, hundiendo su lengua dentro de la boca de Eloise, haciendo que ella gimiera al sentir el sabor mentolado de él.
Draco detuvo el beso y su mano salió disparada hacía un libro al azar que estaba junto a la cabeza de Eloise, la miró a los ojos mientras iba bajando el libro entre sus cuerpos, su miraba siempre fija en ella, mientras su pecho subía y bajaba.
—Abre las piernas para mi. — susurró Draco sobre los labios de Eloise.
Ella separó las rodillas, dejando un acceso más amplio a Draco a su entrada, pero lo que él tenía en mente era una de sus ideas más extrañas y eróticas que había tenido en un largo tiempo.
Tomó el libro entre sus manos, girando un poco para que el lomo de aquel objeto quedara justo debajo de la intimidad de Eloise, ella gimió cuando Draco aplicó presión en el lugar exacto.
—¿Alguna vez sentiste que no podías decir como te sentías? ¿Un miedo a ser juzgada? — comenzó a susurrar Draco, moviendo lentamente el libro entre sus piernas, creando una deliciosa fricción en ella.
Ella asintió y sus manos volaron a los hombros de Draco, el material de la camisa estaba siendo arrugado por los dedos de Eloise que apretaban.
—Un sentimiento de soledad... — volvió a susurrar sobre los labios de ella.
Ella no dijo nada, su cabeza cayó contra el estante de libros detrás, mientras sentía como Draco molía la piel sensible de su entrepierna con el lomo del libro que había tomado.
—Si... — ella gimió.
Draco simplemente no podía dejar de verla, como si jamás se hubiera tomado el tiempo de ver sus expresiones al obtener placer por parte de él, como si jamás hubiera visto la forma en que ella mordía su labio, haciendo que los gemidos y jadeos se quedaran en el fondo de su garganta, la forma en que apretaba sus ojos y veía estrellas, como si pecho subía y bajaba, como sus labios se separaban y soltaban gemidos silenciosos. Jamás. Draco jamás podría eliminar esas imágenes de su mente.
—¿Te gusta?
—Si, maestro. — susurró.
Y tan pronto Draco acomodó de mejor forma el lomo del libro, solo aplicando presión en ella, habló: —Entonces móntalo —. susurró —. Como si fuera mi polla en la que te estas frotando, sangre sucia.
Las caderas de Eloise comenzaron a hacer movimientos adelante y hacía atrás, usando de apoyo sus manos sobre los hombros de Draco, apretando la tela de su uniforme sin importar si la estaba arrugando o no.
Su respiración se hacía más pesada conforme el tiempo pasaba, sus labios se separaron, gimiendo en el oído de Draco, ella pudo percibir la forma en que Draco se sintió al escucharla gemir tan cerca en su oído.
Y lo que hacía aquel momento más erótico, es que Draco ni siquiera la estaba tocando directamente, lo estaba haciendo con un libro.
—Hazme saber cuánto te gusta, sangre sucia. — Draco susurró en su oído, incitando a que ella gimiera una vez más en su oído, aquel podría ser su nuevo sonido favorito.
—Me gusta, maestro —. Eloise gimió una vez más, moviendo sus caderas más rápido sobre el lomo del libro —. Me encanta.
Draco quedo deleitado por la forma en la que ella movía su cadera, adelante y atrás, lo mantenía constantemente hipnotizado, mientras veía el material de la falda moverse junto a las caderas de Eloise.
El nudo en su estomago se estaba formando, sus jadeos eran más constantes y el movimiento en su cadera iba aumentando su paso, pidiendo más de aquella deliciosa fricción.
—Ya no puedo... — jadeó Eloise, mientras su frente se iba llenando de sudor, guardando todo aquel placer en su estomago, para así poder soltarlo en algún momento, pero ella quería la luz verde de Draco.
—Córrete entonces. — susurró Draco con voz ronca.
Y eso hizo ella, un fuerte gemido abandonó sus labios, sus ojos revolotearon hacía la parte posterior de su cabeza y su frente cayó en el hombro de Draco. Ella lo había soltado todo.
Y cuando al fin terminó de recuperar el aliento una vez más, levantó su cabeza, sus ojos se cruzaron con los de Draco.
Un pequeño silencio incomodo los había invadido, como si fuera de las primeras veces que lo hacían.
—¿Quieres que yo...
Eloise fue interrumpida por Draco. —Verte hacer eso es más que suficiente para mi. — admitió en voz alta.
Ella asintió y vio como Draco sacaba el libro de sus piernas, el brillo de sus jugos hizo que sus mejillas se sonrojaran.
—¿Crees que yo pueda? — preguntó Draco, señalando el libro.
Eloise asintió, entonces pudo ver como Draco lamía todo el lomo del libro, para luego mirarla a ella, sus ojos nublados y llenos de lujuria se dirigieron a sus labios y la beso con fuerza, dejando que ella se probará a si misma.
Las uñas de Malfoy se encajaron en la piel de su cintura, haciendo que ella gimiera sobre sus labios.
Pero antes de que ellos pudieran seguir con su pequeño juego, la puerta se abrió.
Ambos saltaron y pudieron ver al profesor Slughorn entrar con un montón de libros.
—Siguen aquí. — dijo con sorpresa.
Draco acomodó el libro. —Ya nos íbamos.
—¿Por qué han tardado más de lo usual? — preguntó el hombre curioso.
Draco colgó su bolso en su hombro. —Granger no entendía algo... y yo quiero comenzar las practicas lo antes posibles, tengo... algunas cosas que hacer.
Slughorn asintió. —Podrías pedirle a Eloise que te ayude, así sería un ganar ganar.
Draco miró a Eloise, quien ya lo estaba mirando, una mirada curiosa. —Si... no lo creo. — respondió Draco y salió de la habitación.
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