Capítulo 31
El atardecer caía lentamente frente a nuestros ojos. Todo parecía un sueño, el tenerlo conmigo observándome de esa manera era tan perfecto que parecía irreal. Sin embargo, a pesar de parecerlo, nuestra situación estaba lejos de ser perfecta. Ambos estábamos enredados en una gran mentira y no podíamos entender absolutamente nada. Era como si estuviéramos en distintos laberintos pero al final ambos llevaran a la misma salida. Sabía que al resolver mis dudas de alguna manera él también resolvería las suyas.
—No tengo idea de lo que me hablas, Hailey.
—Deja de mentir Andrew —alcé mi voz— tuve que pasar casi tres años de mi vida medicada por tu muerte y de la nada apareces aquí. ¿Por qué juegas así conmigo?
—De verdad no entiendo nada. ¿Mi muerte? Tú sabes perfectamente que me encerraron en prisión por un crimen que no cometí. Pasé casi tres años escribiendote cartas diarias, esperando tu respuesta, esperando saber porqué no ibas a visitarme. Pasé noches llorando por no poder abrazarte una vez más, ¿y yo soy quien está jugando contigo?
Los ojos de Andrew comenzaron a soltar pequeñas lágrimas. No parecía estar mintiendo. No. Yo conocía bien a Andrew Stone y sabía que estaba siendo sincero conmigo. Bastaba con mirar sus ojos verdes hechos un mar para saber que lo que él decía era verdad. En ese caso, sólo había una respuesta para todo este lío.
—Nos mintieron a ambos —dije aún deduciendo—. Si yo no fui a visitarte a prisión fue porquee hicieron creer que habías muerto.
Andrew prestaba atención a mis palabras pero sus ojos cada vez desprendían más lágrimas. Comprendí que cada palabra de lo que le decía lo lastimaba más que la anterior. Dirigió su mirada al suelo intentando contener el llanto y soltó un gran suspiro.
—¿Quién? —apenas pude escucharlo decir. Su cabeza estaba agachada en medio de sus piernas.
—George.
Las manos de Andrew se transformaron rápidamente en puños al escucharme decir el nombre de su padre. Se puso de pie y caminó con furia hacia la entrada de la casa. Estaba hecho un demonio y estaba segura de que iba a por George.
—Andy —grité detrás de él mientras intentaba detenerlo—, sé que es horrible lo que hizo pero por favor, mantén la calma.
—Quédate en el jardín, Hailey —demandó fríamente.
Corrí para posicionarme delante de él y bloquearle el paso. Me miró extrañado y con algo de molestia, así que coloqué mis brazos en su cálido pecho para evitar que siguiera avanzando.
—Por favor, no te metas en más problemas de los que ya estás —le dije.
Demonios, estábamos tan cerca el uno del otro que podía escuchar su agitada respiración. Me perdí en sus labios carnosos tratando de recordar el sabor de sus besos. Habían pasado casi tres años ya desde la última vez que lo besé y honestamente moría por hacerlo de nuevo. Sentía como sus labios llamaban a los míos como si se tratara de dos imanes atrayendose. Él se acercó más a mí y después jaló mis manos pegándome más a su cuerpo mientras en mi interior yo rogaba para que me besara.
Estaba segura de lo haría, pero lo único que hizo en su lugar fue negar con la cabeza, alejarse y seguir caminando. Aun así, corrí para alcanzarlo, no podía permitir que se metiera en más problemas o que hiciera el lío más grande.
—Andy...
A unos cuantos metros de la entrada a la casa noté como Andrew frenó en seco. En la puerta principal estaba George platicando con alguien más, un hombre. Creí que podía tratarse del médico y que tal vez no se había ido aún por quedarse a platicar con su buen amigo, pero no fue así. Me di cuenta en cuanto escuché a George pronunciar mi nombre casi gritando.
— ¡Ya te dije que Hailey no está aquí! No sé nada de ella, por favor sal de mi casa.
A diferencia de Andrew, quien se quedó ahí parado, yo seguí avanzando para tratar de averiguar quién era el hombre que preguntaba por mí. Al estar lo suficientemente cerca y ver de quien se trataba entendí porque Andrew se había sorprendido tanto que frenó en seco. Yo también lo hice.
—Ahh... —él soltó un suspiro en forma de alivio en cuanto me vio— estás aquí.
Yo estaba atónita y sin saber como reaccionar, al verlo ahí parado supe que definitivamente habrían problemas aquí.
—Ben...
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