2
—No, no, no, no, no, por favor.
Miles de cuerpos muertos a su alrededor, sangre por todos lados, gritos de dolor resonando en todo el lugar y la única persona que quería mantener con vida a toda costa se moría frente a sus ojos.
Hicieron contacto visual. Neji lo miró y después miró a su torso y la sangre que teñía su ropa en una mancha cada vez más grande. Respiró con dificultad y sus piernas se doblaron bajo su peso. Tosió sangre, a punto de cerrar los ojos para siempre.
—¿Por qué? ¡¿Por qué?!
—Ibas a morir...
—¡Me hubieras dejado morir!—no podía pensar, estaba paralizado. Las lágrimas aparecieron sin que pudiera detenerlas—. No te vayas, por favor...
—Me gustaba cuando veíamos el cielo juntos—Neji estaba divagando por la pérdida de sangre y el dolor—. Nunca te lo dije... era bueno tener un momento para nosotros .
—¡¡Un médico!!—gritó desesperado. El cuerpo de Neji se enfriaba rápidamente y cada respiración se volvía más difícil que la anterior. Intentaba en vano detener la hemorragia, pero la herida era tan grave que poco podía hacer— ¡AYÚDENME! Alguien... ¡Neji! ¡NEJI!
No llegó ningún médico. Los pocos que habían sobrevivido estaban muy lejos o muy ocupados. Algo se quebró en su interior cuando el cuerpo del Hyuga finalmente se relajó en sus brazos. No sentí su respiración. El sello de su frente había desaparecido. Sus ojos, todavía abiertos, carecían del brillo que los caracterizaba.
Alguien llegó a su lado y sostuvo una de sus manos temblorosas. Tenten lo acercó a ella y le permitió llorar sobre su hombro.
***
Cuando llegó a su casa ya se había oscurecido. Tenten estaba sentada en la mesa del comedor afilando uno de sus cuchillos. La chica levantó la vista cuando lo vio llegar y lo saludó con una sonrisa.
—Está afuera.
No preguntó por qué no estaba en la cama a esta hora, ese era un tema que iba a resolver después de saludar a su hijo. Dejó sus cosas antes de dirigirse a la puerta que daba al patio, que se encontraba entreabierta.
Distinguió a Metal gracias a la linterna que el niño llevaba consigo. Se acercó a él lo más en silencio que pudo, pero el pequeño lo escuchó acercarse cuando estaba a unos pocos metros.
—¡Papá!—Metal se paró ágilmente y corrió a abrazarlo (embestirlo)—. ¡Volviste! ¿Cómo te fue en la misión? ¿Detuviste a los malos?
—Sí, hijo, no tuvieron oportunidad—revolvió el cabello del niño, que se rió y lo abrazó por las piernas. Lee miró al lugar donde Metal había estado sentado y enarcó una ceja al ver un libro abierto con muchos dibujos de puntos conectados por líneas—. ¿Qué estás leyendo?
Metal se apartó de él y miró al libro y después a su padre. Ocultó las manos detrás de su espalda y agachó la cabeza, como si hubiera hecho algo malo.
—Lo saqué de tu estudio, la tía Ten me dijo que estaba bien. Los dibujos eran muy bonitos y quería leerlo. Lo cuidé mucho, te lo prometo.
El adulto reconoció el libro y se le formó un nudo en la garganta cuando sus dedos tocaron la encuadernación de cuero y las letras bordadas en hilo dorado resplandecieron con la luz de la linterna. Rezaba: "Astronomía para principiantes: todo lo que se debe saber de los astros y constelaciones para comenzar". Era uno de los tantos tomos que había rescatado de la casa de Neji luego de su muerte cuando se enteró que se iban a deshacer de sus pocas pertenencias. Era el mismo que el Hyuga abría cuando se olvidaba algún dato o para mostrarle el mapa celeste que traía incluido para tener una referencia. Lo tenía en su estudio, y solo lo abría unas pocas veces cuando lo extrañaba demasiado.
—Me alegre que te interesa la astronomía—dijo por lo bajo, casi tanto que el más joven apenas pudo escucharlo—. Tenemos otros libros para cuando te aburras de este. Son todos tuyos.
Los ojos de Metal Lee brillaron.
—¡¿En serio?!—apenas pudo esconder su emoción—. ¡Gracias, gracias, gracias! Los voy a cuidar a todos, la tía me dijo que son importantes para tí, voy a tener mucho cuidado.
Por supuesto que para él eran importantes, porque eran importantes para Neji. Pero la alegría de su hijo le hizo saber que era mejor sacarlos de la sucia estantería donde los guardó protectoramente durante tantos años.
Se recostó junto a Metal mientras el niño le contaba sobre las constelaciones que se podían ver en esa época del año. Lee sonriendo con nostalgia al recordar los tiempos antes de la guerra.
Hacía seis años que no veía las estrellas. Le dolía demasiado hacerlo sin que su novio estuviera con él, diciéndole datos que seguramente iba a olvidar al cabo de unos días. Apenas recordaba lo hermoso que se veía, incluso desde la aldea.
Tenía la sensación de que ahora eran más brillantes, pero debía ser porque no estaba la estrella más hermosa de todas: la suya.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top