Capítulo VII: La quedada

Habíamos quedado en la puerta misma de mi casa, a las cinco. Salí unos minutos antes, y mientras esperaba, me puse a dibujar la calle de mi vecindario. Azusa llegó puntual y se sentó a mi lado a esperar  conmigo a Suzuya.

-Hola. - Me saludó Azusa al llegar.

-Hola. - Respondí, sin apartar la vista de mi boceto. Azusa apoyó la cabeza en mi hombro para cotillear lo que estaba haciendo.

-Oh, sabes dibujar. Es bonito.

-No, si sólo es un boceto... - Dije, modesta.

-Pero está muy pro. A mí me gusta.

-¡Gracias! - Le dije, mirándole y sonriéndole. Luego pasé de página y comencé otro boceto. Me apeteció de pronto plasmarle a él en el papel. Oculté el dibujo de su vista y le miré cada dos por tres. Al parecer, Azusa se percató de lo que yo estaba haciendo y puso una expresión guay e interesante, como si posase para mí. Y así procedí a dibujarle. Al rato, cuando tenía un boceto en condiciones, Suzuya llegó y tuve que recoger mis cosas.

-Ey, ¿no me das el retrato? - Me preguntó Azusa.

-No está acabado... - Le respondí, tímida, abrazando el bloc.

-Ah, eso quiere decir que me lo darás cuando lo acabes, ¿no?

-Bueno... Sí.

-Je, je... No hace falta que me lo des si no quieres. Estaba de broma, senpai.

-No, no, siempre entrego los retratos... Bueno, ¿vamos?

-Eso, que ya he llegado. - Dijo Suzuya.

-Vamos. - Dijo Azusa, poniéndose en pie. El moreno me tendió la mano para ayudarme a levantar y se la dí. Azusa tiró de ella, sin hacerme daño, ayudándome a levantar a mí. Le sonreí, le miré y le dije:

-Gracias.

-De nada. - Respondió. Los tres nos pusimos en marcha, caminando por el barrio. Suzuya era muy confiable y Azusa me caía muy bien. Hoy sin duda iba a ser un buen día. Espero no caerme...

-¿Qué os parece si hoy sólo vemos lo importante? Como el centro y el mercado comercial... - Propuso Suzuya.

-Ah, vale. - Asintió Azusa.

-Yo me declaro neutral... - Dije. Nos dirijimos al mercado comercial primero, donde los comerciantes exponían sus productos a la clientela. Suzuya me dijo los días de oferta a la semana de los puestos dónde él siempre compraba.

-Vaya, senpai, eres como una madre. - Dijo Azusa.

-Toda la gente que conozco me lo dice... - Respondió Suzuya, alicaído.

-No te deprimas, Suzuya. Tú eres así a fin de cuentas... Y me gusta que seas así. Es lo que hace que confíe en tí. - Le dije.

-Ah... Vaya, gracias, Sora. - Me contestó él. Le dirigí la mirada momentáneamente y por mirarle a él y no al suelo, tropecé con una losa de la calle mal puesta. Suzuya tuvo buenos reflejos y me sujetó del brazo. Gracias a él no caí. - Ten cuidado, Sora...

-¡Lo siento! Soy muy torpe...

-Si ya lo sé... Agárrate a mi brazo para no caerte aún si tropiezas.

-Hum... - Emití. Me agarré a su brazo, tímida. Me puse tremendamente nerviosa de pronto y roja. Miré al suelo para disimular. Suzuya era el chico que siempre me había gustado. ¿Notaría los latidos de mi corazón? Suzuya me miró.

-Sora, mira al frente. Yendo conmigo así no te vas a caer ya. - Me dijo Suzuya. ¿Azusa se daría cuenta? No sé disimular esto, así que probablemente sí.

-Lo sé... Pero déjame ir así... - Pedí. Suzuya se encogió de hombros.

-Pues vale. - Respondió. Suzuya no se daba cuenta. Al saber que yo siempre fui tímida, creyó que mi comportamiento era así todo el rato. Azusa me miró, interrogante. Y el moreno obtuvo respuesta al ver mi cara roja como un tomate. Azusa ató cabos, pero no dijo nada.

Tras pasar el mercado, fuimos al centro del barrio. Un montón de jóvenes hablaban, cada uno con su grupo, dando vidilla y ambiente a la zona. Un lugar tan abarrotado de gente me agobiaba. Yo prefería sitios más tranquilos. Pero Azusa parecía sentirse bien con tanta gente.

-Suzuya... ¿Podemos ir a un lugar más tranquilo, por favor? - Pedí. Me temblaba la voz a causa del nerviosismo por estar así con él.

-Claro, hay un parque por aquí. - Me dijo Suzuya.

-Id yendo, os alcanzo ahora. - Nos dijo Azusa. Le miré y él me guiñó un ojo, con picardía. Después, Azusa se fue a  hablar con unas chicas que probablemente no conocía de nada. ¿Me estaba dando Azusa una oportunidad para estar un rato a solas con Suzuya? Sí. Pero yo no quería, no tenía confianza. Una chica tan tímida y poco lanzada como yo jamás atraerá. No soy Tsukiko. No puedo hacerlo.

Suzuya y yo caminamos al parque. Abracé con mi mano el anillo del Zodíaco y a mi contacto, éste emitió un leve destello que duró sólo unos segundos.

-¿Qué ha sido eso? Ví algo brillar... - Dijo Suzuya, mirándome. Alcé la mirada para verle también y le enseñé el anillo. Mi amigo lo miró bien. - Ah... Es que es de oro. Le daría el sol y eso provocaría el destello. - Cabiló él.

-Sí, seguro. - Respondí. Pero no era así. El anillo se había sincronizado por fin con mi corazón. La profecía de Cetus comenzaba y ya nada ni nadie podría pararla. Esta profecía haría de mi vida un otome, como los que tanto me gusta jugarlos, pero en la vida real. Y entonces, por primera vez me pregunté quiénes serían el resto de los representantes. Entendí lo que Shiki quiso decirme y nació en mí una nueva duda... ¿Si importa más lo que se representa a lo que se es de verdad, la profecía es más fuerte que los genes y podré hacerlo con él como si fuera un chico más? Me imaginé la escena y me puse colorada otra vez. Suzuya lo vio. Mi amigo ladeó la cabeza, interrogante.

-Sora, ¿te ocurre algo? - Preguntó.

-Te-tengo calor... - Dije.

-Bueno, es primavera y hace un buen día, pero...

-Acabo de imaginar algo indecente... Mi mente me ha jugado una mala pasada... - Susurré.

-Ja, ja, ja, vaya... Hasta una chica tan dulce como tú es capaz de pensar en esas cosas...

-¿Dulce? - Dije, mirándole. - Yo no... - Añadí, desviando la mirada.

-Ven, sentémonos en un banco. - Dijo. Suzuya me cogió de la mano y fui con él. Nos sentamos. Mi corazón estaba a punto de explotar. ¿Acaso es tan sano ser feliz sin razón? Suzuya no me ama. Pero soy tan dichosa de solo estar con él... No lo merezco. Su amabilidad... me hiere. Me duele porque sé que nunca llegaré a él. Me duele porque sé que nunca será mío. No sabe que existo. No ve lo que siento por él. Sería tan fácil que él lo viera y fuera quien diera el paso... Yo carezco de confianza. No me atrevo. Temo demasiado al rechazo. No quiero que me rechace y luego distanciarme de él. Por eso, prefiero quedarme como su amiga de la infancia y punto.

Suzuya seguía dándome la mano. De pequeños era igual, pero ahora, yo sentía que era diferente. Szuya había crecido, su mano era grande... Mi amigo se había convertido en un hombre. Hice el amago de soltarme. Él lo notó y me soltó.

-¡Ah, lo siento...! - Me dijo.

-No te preocupes... - Respondí. Se hizo el silencio.

-Se está muy bien aquí, ¿eh?

-Ah, sí... Hacía tiempo que no estábamos de esta manera...

-Sí, justamente once años.

-Azusa se está perdiendo el maravilloso canto de los gorriones...

-Déjale, es un ligón y un mujeriego...

-Eso son prejuicios, Suzuya... Azusa es muy simpático.

-No te lo niego, pero eso no quita lo otro. El año pasado no dejaba de tirarle ficha a Tsukiko.

-Ser la única chica de la escuela debió ser complicado.

-Supongo. Menos mal que Kanata, Yō y yo estábamos con ella.

-¿Yō?

-Un amigo que se fue a América el año pasado. Vaya, eso me trae recuerdos agridulces...

-¿Y eso? - Pregunté, mirándole.

-Yō avanzó mucho con Tsukiko. Éramos colegas, pero él parecía estar únicamente centrado en Tsukiko. Creí que nos la quitaría, pero... Acabó yéndose lejos. Fue una suerte para mí, pero Kanata le lloró en la despedida. No quiero que me quiten a Tsukiko. Un día, la presión de las emociones pudieron conmigo y me declaré indirectamente, pero ella no lo entendió. Desde entonces, no lo he vuelto a intentar... Puedo confiarte esto a tí porque eres mi amiga, Sora. - Me dijo. Me dejó clarísimo que le gustaba Tsukiko. Definitivamente no podía tenerle. Suzuya no era para mí. Mejor así. Me hice la fuerte y sonreí. No me quedaba otra que seguir actuando como su amiga si no quería estropearlo todo.

-Pues si no te entendió bien entonces, díselo de nuevo alto y claro ahora. Que la quieres. Pienso que hacéis buena pareja, Suzuya. Como amiga, te apoyo y te guardaré el secreto. - Dije.

-¿En serio? Ah, vaya... ¡Gracias! - Respondió, super feliz. - ¿Y qué hay de tí, Sora? ¿Hay alguien que te guste? ¿O tienes novio esperándote en España?

-¿Novio yo? ¡Qué va! Y tampoco me gusta nadie. Tengo que centrarme en mis estudios primero... El amor queda en segundo plano.

-Vaya, qué sensata y madura eres... Las chicas soléis darle más importancia al amor... O eso creo.

-Suzuya, no tienes ni idea de chicas, ja, ja, ja...

-¡Vaya! Perdón... - Dijo, antes de reírse. - ¿Sabes? Siempre has sido una buena chica en todos los aspectos... Gente como tú se merece lo mejor. Seguro que encuentras al mejor de los hombres. Aunque de momento parezca no importarte el amor... Quiero que sepas que yo también te apoyo.

-Ah... Gracias. - Respondí. Para. No seas tan amable conmigo, Suzuya. Me hiere y mucho., pensé.

-¡Hey, he vuelto! - Voceó Azusa en la distancia. Me vino de perlas que llegase justo en ese momento. Necesitaba escabullirme de allí. No aguantaba más rato con Suzuya. Estaba llegando a mi límite y necesitaba una excusa creíble para irme. Cuando Azusa llegó con nosotros, me levanté del banco. - He comprado refrescos, ¿queréis? - Nos ofreció Azusa.

-Ah, gracias. - Le respondió Suzuya, eligiendo uno.

-Yo... debería volver a casa. Hay unas cosas que debo hacer antes de irme a dormir.

-De acuerdo... ¿Quieres que te acompañe? - Se prestó Suzuya.

-No, gracias, sé volver sola. - Respondí.

-Te acompaño yo, que vivo por tu zona y a mí me dejan sólo hasta las ocho. - Me dijo Azusa.

-Vale, gracias, Azusa. - Le dije a Azusa. - Nos vemos mañana en clase, Suzuya. - Le dije ahora al otro. Me fui con Azusa. Suzuya se quedó sentado en el banco, mirando mi partida. En el sitio, cuando Azusa y yo ya estábamos lejos, Suzuya sonrió amargamente.

-Mentirosa... A tí te gusta Azusa. - Declaró, susurrando. Le dirigió al moreno una profunda mirada de odio. - Dime... ¿Acaso yo no tengo derecho a ser feliz? Entiendo que Tsukiko no sea para mí... ¿Pero tú tampoco, Sora? - Pensó Suzuya para sí, una vez se quedó solo. Al rato, Suzuya volvió a su casa, cercana a ese parque.

Azusa y yo íbamos caminando ya por el mercado. El camino desde el parque hasta aquí fue en silencio, pero Azusa me anduvo mirando muy de vez en cuando.

-Vaya silencio, ¿no? - Dijo Azusa, rompiendo el silencio.

-Ah... Pues sí. - Respondí, sin apartar la mirada del suelo.

-¿Por qué vas siempre con la mirada pegada al suelo, senpai?

-Para identificar a tiempo baches y evitar así tropezar y caerme.

-Pero así te pierdes lo mejor.

-No me pierdo nada, Azusa.

-¡Claro que sí, te pierdes el hecho de poder contemplarme! - Exclamó, egocéntrico y orgulloso. Me hizo gracia la forma en la que lo dijo y me reí.

-Eres muy gracioso, Azusa.

-¡No soy gracioso, yo molo! - Dijo. - Aunque... Si lo que digo te hace reír, genial. - Añadió en tono solemne.

-¿Eh? - Vocalicé. No entendí. Nos detuvimos momentáneamente. Le miré. Azusa desvió la mirada y pasó su mano derecha por la nuca mientras la izquierda permanecía apoyada en su cintura.

-No sé... Te pega más una sonrisa a una expresión de abatimiento... Cuando sonríes, deslumbras. Es como si miraras al sol fijamente. - Intentó explicar. La expresión me cambió drásticamente. Sus palabras, al principio me sorprendieron pero luego me vine abajo de pronto y comencé a hipar con violencia, teniendo un terrible llanto. Aún me dolía lo ocurrido con Suzuya. Azusa me abrazó, consolándome, o al menos intentándolo. - Ya me parecía que actuabas de manera forzada antes en el parque. ¿Te declaraste y te rechazó? - Dijo, suave.

-Más o menos... Me dijo que le gustaba otra chica, así que fue un rechazo indirecto. Pero él siempre es amable y esa bondad me hiere porque sé que él nunca me corresponderá.

-¿Pero te has declarado? - Preguntó, separándose de mí.

-No... Si lo hago, temo perder la relación de amistad que tengo con él.

-Eres tonta. Si a él realmente le importas como amiga, aunque te rechace, no romperéis por eso. Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

-Entonces... ¿Tu consejo es que me declare?

-¡Claro! Piensa en el amor como si fuera la pesca. Ningún pez picará en el anzuelo nunca si no tiras primero la caña al agua. Puede darte el sí al momento de decírselo o dentro de un tiempo. Hay muchas posibilidades, senpai, pero nunca las sabrás si no te atreves antes a intentarlo.

-Tienes toda la razón, Azusa. Gracias por el apoyo.

-De nada, supongo. - Dijo. - Venga, continuemos el camino. - Añadió. Volvimos a andar. Yo me sentía algo mejor gracias a Azusa. Llegamos a mi casa, donde me despedí de Azusa. Abrí la puerta y cerré al entrar. Decidí pensar en positivo y sincerarme con Suzuya de una vez por todas. Me había decidido a confesarle mis sentimientos mañana.

--FIN--

¡Hola, lectores! ¿Qué os ha parecido este capítulo tan turbulento? Azusa me encanta, es tan bajito y tan cuqui... Es un verdadero amor, ¿no os parece? Y soy fan acérrima de su doblador de voz. Y aquí, comentando sobre Suzuya, pienso que es un poco lento y tonto, pero no te preocupes, Suzuya, te amo también igual. Representa mi signo zodiacal, Cáncer... ¿Cuál sois vosotros? Comentad, votad si quieréis y nos vemos en el siguiente. Un saludo.









Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top