Capítulo V: Los chicos del parque

El día antes de que empezaran las clases, por la mañana, fui con Shiki a comprar los libros. Ambos iríamos a tercero en el instituto Seigetsu, y también había que ir a recoger los uniformes. Volvimos a casa a la hora de comer. Por la tarde, me puse a chatear con Suzuya, a través de una web social. No le dije absolutamente nada sobre de que estaba en Japón ahora. Quería darle mañana una sorpresa, a ver qué cara pone. Pero me muero por verle... Aún así, me tengo que aguantar las ansias. ¿Se habrá echado novia? Tras acabar de hablar con él, pedí permiso a mi padre de salir a dar una vuelta para conocer el barrio.

-Papá, hola. ¿Puedo salir a dar un paseo? - Pregunté.

-Claro, pero estate en casa a la hora de cenar, hija. ¿Vas a ir a casa de Suzuya?

-Siempre respeto los horarios y no, no voy a ir a su casa. Quiero conocer el barrio.

-Tu hermano se lo conoce bien, ¿y si vas con él?

-Ya salí con él por la mañana... Me gustaría ir sola esta vez.

-Hum... Vale. Llévate llaves e intenta no perderte.

-Claro. Gracias, hasta luego. - Dije, y me fui. Empecé a caminar y lo primero que mis ojos vieron fue una mansión enorme, típica japonesa. No me pude resistir y le saqué unas cuantas fotos con el móvil.

-¿Qué haces? - Escuché tras de mí. Me asusté y pegué un bote en el sitio acompañado de un grito. Me giré, era Shiki. - ¿Por qué te asustas?

-No te esperaba... - Respondí. - Hago fotos... Quiero dibujar si encuentro un parque.

-Comprendo. Pues mira, a dos manzanas tienes uno. Y justo al lado está nuestro instituto. ¿Crees poder ir sola?

-¡Sí, gracias, hermanito! ¿Y tú a dónde sales?

-He quedado con un amigo.

-Oh... Pues pásalo bien.

-Sí, igualmente. Nos vemos luego. - Dijo y se fue, caminando en sentido contrario al mío. Seguí sus instrucciones y me puse en camino hacia ese parque. Llegué al parque como en diez minutos. Todo estaba relativamente cerca de casa. Y si quería ir a ver a mis abuelos sólo tenía que coger un autobús. Una vez en el parque, me senté en un columpio y saqué mi bloc de dibujos con el lápiz la goma y los colores. Guiandome por el móvil, comencé a dibujar ese templo anteriormente fotografiado. Al rato, cuando ya estaba dandole el color a mi boceto, dos chicos cercanos a mi edad entraron al parque. Les oí hablar y alcé la cabeza para mirarles. Iban hablando. Uno era muy alto, de pelo morado y bonitos ojos azules y el otro era bajito, pero algo más alto que yo, moreno y de ojos violeta. El alto sujetaba algo entre sus manos. Era un cohete. Volví a mi dibujo, pero presencié su conversación:

-¡Ya verás como esta vez sí funciona! - Dijo el alto.

-No sé yo... - Le contestó su amigo, no muy seguro.

-¡Vamos, Azusa, ten un poco de confianza! ¡Mis inventos son siempre los mejores! - Se excusó el alto.

-Tsubasa, llevamos intentándolo desde hace dos días y el trasto este no funciona. Sube unos centímetros, explota y baja. A estas alturas, he perdido la esperanza a que funcione. - Respondió el moreno, sincero. Me levanté del columpio y me moví hacia ellos. Ví al alto mirar al cohete, triste pero pensativo.

-Quizá le falte una pieza, ¿no? - Dije, cortés, situada detrás del moreno, quien se giró a mí al oírme hablarles. El chico me sonrió y se acercó más a mí.

-¿Y tú quién eres, preciosa? - Me preguntó, en tono de querer ligar conmigo.

-Me llamo Kagurazaka Sora. - Me presenté. - Hola.

-¿Kagurazaka? Tienes el apellido de un senpai nuestro... - Me dijo el alto. - Será coincidencia. Yo soy Amaha Tsubasa, encantado. - Añadió, poniendo la mano para que se la estrechase. Le sonreí, tímida y le dí la mano. Mala idea. Tsubasa comenzó a agitarmela de una manera muy efusiva, mientras se reía, mirándome muy alegre. El moreno se puso a mi lado y pasó su brazo por mi cintura, acercándome a él.

-Y yo soy Kinose Azusa. Perdona el enérgico comportamiento de mi amigo, Sora...

-Ah, no te preocupes... - Le dije, separándome de él un poco. Era muy pulcra y no me agradaba tanta cercanía en el primer momento de conocer a alguien nuevo. Creo que Azusa se dio cuenta de eso y no insistió más.

-Volviendo al tema: ¿Qué pieza le falta? - Me preguntó Tsubasa. Miré al cohete. Me pareció verlas todas.

-Hum... Me he equivocado, están todas. Lo siento. - Respondí. - Quizá te lo vendieron con fallos en las medidas de las piezas...

-No es comprado, todo lo he hecho yo. - Me aclaró Tsubasa. - Pero si no vuela porque tiene el alerón demasiado corto... Hum... Tendré que revisarle los planos y hacerle uno más grande... ¡Muchas gracias! Cuando vuelva a casa me pondré a ello.

-De nada. Me parece impresionante que construyas tus propias cosas. ¿Te importaría enseñarme?

-¡Por supuesto! - Me dijo, feliz.

-Esto no puede salir bien... - Comentó Azusa. A Tsubasa y a mí nos entró la risa. Azusa suspiró, puso los brazos en jarras y sonrió, mirando para mí. - Sora, ¿a qué instituto irás?

-Al Seigetsu. - Respondí.

-¡Anda, nosotros también asistimos a ése! - Exclamó Tsubasa.

-Oh... Qué bien, ¿no? Seremos compañeros.

-Sí, es genial. Entonces sí que podré enseñarte a hacer inventos. - Dijo Tsubasa.

-Espero que no te lleve a su laboratorio... - Me dijo Azusa, a modo de advertencia.

-¿Y eso por qué? - Quise saber. - Parece divertido...

-No es divertido que un líquido morado haga ¡pum! en tus manos...- Explicó Azusa.

-Ah, vaya...- Dije.

-¡Eh! Eso ocurrió solo una vez. - Se excusó Tsubasa. - Y cuando me pongo a trastear en el laboratorio ¡siempre abro las ventanas!

-¡Pero siempre explota algo y sale humo negro por la ventana! - Corroboró Azusa.

-Nununu... ¡No es verdad! - Exclamó el otro, negándolo todo en redondo. Parecía la discusión de una pareja.

-¿Nununu? - Repetí. Me hizo gracia la forma de expresarse que tenía Tsubasa y volví a reírme. Les contagié la risa. Me dio por mirar la hora y comprobé que ya era muy tarde para mí. Me dio por mirar la hora y comprobé que ya era muy tarde para mí. - Uy, qué tarde es... Me tengo que ir a casa ya, chicos. Nos vemos mañana en la presentación.

-¡Vale, hasta mañana! - Me dijo Tsubasa. Eché a correr.

-¡Ten cuidado por el camino! - Me dijo Azusa. Corriendo, hice un giro de trescientos sesenta grados, girándome hacia ellos, y les sonreí. Luego, continué mi carrera, pero al doblar la squina, pisé en falso y me caí al suelo.

-Ay... ¡Qué torpe soy! - Me dije. Volví a ponerme en pie y emprendí de nuevo la carrera, en dirección a casa. Abrí con las llaves la puerta de entrada y me descalcé al entrar. La casa ya olía a una deliciosa cena. Saludé a mis padres, que estaban en la sala de estar, mirando la televisión despreocupadamente. - Hola, ya he vuelto. - Dije. Mi madre me miró y me sonrió.

-Bienvenida, cariño. - Me dijo.

-¿Quién está haciendo la cena en la cocina? - Pregunté.

-Las sirvientas y el cocinero, claro. - Me dijo mi madre.

-Hum... - Vocalicé, un poco disgustada. No estaba acostumbrada a estos lujos. Miré a mi padre, inconforme. Se percató de que le estaba mirando, me miró y se rió.

-Sol, nuestra niña no está acostumbrada a que se lo den todo hecho. - Le dijo mi padre a mi madre.

-Ah, vaya... - Dijo mi madre.

-Voy a presentarme y a ayudarles. - Dije. Me fui a la puerta de la cocina. Toqué a la puerta y una de las sirvientas me abrió. - Hola.

-¿Qué se le ofrece, señorita? - Me preguntó la sirvienta.

-Llámame Sora, quiero ayudaros. - Dije.

-No puede, señorita, su madre nos ha contratado para que nosotros hagamos este trabajo... - Dijo.

-Bueno, déjame al menos poner la mesa.

-Ah, pero... - Respondió, mirando al cocinero jefe en busca de ayuda.

-Deja que lo haga, dos manos más siempre es ayuda. - Respondió el cocinero. La sirvienta agachó la cabeza y me dejó pasar a la cocina. Entré dentro y lo curioseé todo con la mirada. El cocinero me indicó dónde estaba cada cosa y me puse a poner la mesa. Escuché la puerta de la calle abrirse y cerrarse. Al poco, ví a Shiki pasar por el pasillo y fui con él.

-¡Shiki, ayuda a poner la mesa! - Le dije, abrazándole por la esplda. Shiki giró la cabeza y me miró.

-Tengo que limpiarle la jaula a mi serpiente. - Me dijo.

-Pero en eso no se tarda mucho... - Respondí. - Venga, por favor...

-¿No crees que te estás esforzando mucho, Sora?

-¿Eh?

-No me digas que no lo has notado... Esto no es una familia. Somos actores. Todos. La persona que se hace llamar nuestra madre, está con tu padre viendo tranquilamente la tele, no en la cocina, haciendo la cena. Cuando esa gente me salvó del laboratorio, viví con uno de mis salvadores y su mujer. Me adoptaron, ¿sabes? Y ella siempre cocinaba. Había conversación en la mesa y yo era muy feliz. Si comparo esa familia con ésta... Ésta está muerta. Esto no es na familia, ni nunca lo será. - Dijo.

-¿Para tí esto sería una familia si mamá cocinase? Shiki, en eso no consiste una familia. Da igual quien sea el que cocine, las bases de una familia son otras...

-¿Cómo cuáles?

-Amor y respeto mutuo por parte de todos. Y si quieres que mamá cocine, yo puedo enseñarla, si quiere. Porque no puedo obligarla. Y otra cosa de una familia es hacer numerosas actividades juntos, como poner la mesa. Esto no es la familia que deseas tanto porque no te abres a nosotros. El problema reside en tí y sólo tú puedes cambiarlo. Ven a poner conmigo la mesa, Shiki. - Le dije, severa.

-De acuerdo... - Dijo, tras pensárselo un rato. Le solté y Shiki vino conmigo al comedor. Juntos, los dos pusimos la mesa. La gente de la cocina acabó de hacer la cena y llamaron a cenar. Tras acabar su trabajo, tanto sirvientas como cocinero se fueron a sus casas.

-¿No cenan con nosotros? - Pregunté.

-No, sólo son empleados. - Me dijo mi madre.

-Hum... - Vocalicé. La mesa apenas tenía conversación. - ¿Sabes, mamá? Hoy por la tarde salí a dar una vuelta y fui al parque, donde conocí a dos chicos como de mi edad. Por coincidencia, van a asistir a mi mismo instituto.

-Anda, mira qué bien... Pero tu padre me dijo que eras más bien tímida.

-Bueno... Algo en mí me dijo que hablase con ellos... Son muy simpáticos.

-Conocer gente nueva siempre es bueno. Y mejor es si rompes poco a poco tu timidez, hija. Eso es un gran avance. A fin de cuentas, el ser humano nunca deja de crecer. - Dijo mi padre. Mi madre miró a mi hermano, quien no dijo nada.

-Y luego, al volver Shiki a casa, me ayudó a poner la mesa. ¿Verdad? - Dije, obligándole a decir algo. Quería ayudarle y le dí un empujoncito en la buena dirección.

-¿Eh? Ah... Sí. - Dijo él.

-¡Anda, cuánto me alegro! - Dijo mi madre, alegre.

-Mamá, me gustaría cocinar algo contigo un día. - Dije.

-¿Cocinar...? ¿Acaso quieres que queme la casa, cielo?

-Vuestra madre no sabe cocinar. Cuando érais pequeños, siempre era yo el que cocinaba. - Dijo mi padre. Shiki puso expresión de entender algo.

-Oh... Pues entonces, ¿y si cocinamos los tres juntos? Tú, papá, Shiki y yo. Quiero hacer actividades en familia.

-Claro, cuando encuentre un hueco en el trabajo o tenga día de descanso. ¿Tú qué dices, hijo? - Le preguntó mi padre a Shiki.

-Quemaré la casa también... - Contestó mi hermano. Nos reímos todos menos él.

-Entonces, tú y yo haremos la compra y la tarea de cocinar se la encargamos a estos dos. - Le dijo mi madre a Shiki.

-Vale. - Asintió él. Tras cenar, nuestros padres recogieron la mesa y nosotros subimos a nuestras habitaciones. Hice mi rutina, que consistía en ponerme el pijama, lavarme los dientes, ponerle al móvil la alarma e irme a la cama pronto. Al día siguiente, comenzarían las clases, pero era sólo la presentación, con lo cuál quedaría libre gran parte de la mañana y toda la tarde.

--FIN--


¡Hola, lectores! ¿Cómo habéis visto el capítulo? Votad y comentad si queréis y nos vemos en el siguiente. No tengo nada más que decir sobre el texto... Un saludo. 









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