Capítulo III: Mamá
Sonó el despertador a las seis en punto. Papá y yo guardamos las cosas en el maletero del coche y tras desayunar algo nos pusimos en marcha. Mi padre arrancó el coche y lentamente dejamos atrás nuestro piso de alquiler de la ciudad de León, en España. Iríamos a Madrid a coger un avión con dirección a Japón. Iba a ser un viaje muy largo del que probablemente acabara agotada, pero de momento me encontraba muy animada y pletórica por volver por fin a mi país de origen. En Japón era ahora primavera, con lo cuál pronto comenzarían el curso escolar. Era perfecto, podría ir a clase con Suzuya como en los viejos tiempos, antes de mudarme a España. Mantuve conversaciones con mi padre pero no toqué el tema de mamá. Sabía que no me diría nada. En unas cuatro o cinco horas nos plantamos en el aeropuerto de Barajas y enseguida montamos en el avión. Fuimos a nuestros asientos. Nos tocó asientos separados. En los cinco asientos de enfrente al mío había una familia numerosa ocupándolos todos. Frente a mí estaba sentado el hijo mayor, un chico alto y muy guapo de característico cabello azul celeste y ojos amarillos, como el sol. Hablaba en japonés con sus padres, manteniendo una animada conversación. Entendía lo que decían y algo en su conversación me hizo gracia y me reí disimuladamente. Al oírme reír, el chico me miró son sorpresa. Le miré también y le sonreí. Algo en mí me pedía a gritos que hablara con él.
-Buenos días. - Saludé, educada, en su idioma. El chico dejó de mirarme con sorpresa y me devolvió la sonrisa, simpático.
-Buenos días. - Me respondió, educado. - ¿Hablas japonés?
-Sí, mi padre es japonés...
-Ya veo. No es usual encontrar a alguien que hable mi idioma en un avión lleno de españoles. ¡Menuda coincidencia!
-Pues sí.
-Viajar sola puede ser peligroso.
-Mi padre viaja conmigo. Vamos a Japón, nos estamos mudando.
-Uy, nosotros también vamos a Japón. Vinimos a España de vacaciones, pero nos volvemos a casa porque pronto comenzará el curso.
-Sí, lo sé. Cuando llegue a Japón tendré que hacerme la matrícula, je, je...
-¿Y a qué Instituto irás?
-Al Seigetsu
-¿En serio? ¡Ahí estudié yo! Acabé el invierno pasado, qué recuerdos... Pues los chicos se alegrarán de tener en sus filas a otra chica.
-Sí, soy consciente de ello. El año pasado lo hicieron mixto pero sólo se matriculó una chica.
-Exacto. Si aún no asistes, ¿cómo puedes saber tanto de ése Instituto?
-Tengo amigos que sí van allí y chateo con ellos. Por eso estoy informada.
-Ah, ya veo. Guay. - Dijo el chico. Hubo un pequeño temblor por el avión. Despegaba. Miré a la ventana, ilusionada. El suelo se veía poco a poco más lejos. Y entonces, el verdadero viaje comenzó. - Je, je, parece que nos vamos.
-Sí, al fin. - Dije, sin apartar la vista de la ventana. Cuando el avión se puso horizontal ya no se notó nada. El chico se movió y le miré de reojo. Rebuscaba algo en su mochila. Sacó de ella papeles de distintos colores y se puso a hacer origami con ellos. Tenía bastante soltura haciéndolos y quedé impresionada por su pericia. - Guau... - Vocalicé, mirándole de nuevo de frente. El chico alzó la cabeza para mirarme también una vez acabó lo que tenía entre manos.
-¿Te gusta? - Me preguntó. Asentí.
-Se te da muy bien. Yo sólo hago aviones o barcos... He intentado hacer otras cosas, pero no me salen como quiero y eso que lo intento.
-Ja, ja, ja, pues ten, te lo regalo. Puedo hacer más. - Me dijo, ofreciéndomelo.
-Muchas gracias, lo guardaré como recuerdo de cuando me mudé a Japón. - Respondí, modosita y cogí lo que me ofrecía con una sonrisa. El chico se puso a hacer más origami porque sus hermanas también querían algo. Estuve observando los dobleces del que me regaló a mí. Cuando me cansé de comerme el coco sobre cómo narices lo había hecho, saqué yo un bloc de dibujo, un lápiz y una goma y procedí a hacerle al chico un retrato. Me vio mirarle mucho. Lógico, era un retrato. Pero no dijo nada y en un buen rato acabé el dibujo. Le puse la fecha y arranqué con sumo cuidado la hoja por la perforación que tenía el bloc. - E-em... Ten. A cambio de tu origami... - Le dije, tímida.
-Oh, ¡gracias! - Me respondió, muy alegre y expresivo. El chico cogió el folio y lo miró. Era un retrato a color. - Guau... - Vocalizó. - Dibujas y pintas muy bien.
-Qué va... Sólo es un boceto hecho rápido... - Respondí, desviando la mirada, tímida.
-Pues está muy currado. Voy a guardarlo para que no se estropee. Será un bonito recuerdo de mis vacaciones en España, gracias.
-De nada. - Respondí. Me cansé de estar sin nada que hacer y me puse a jugar a un videojuego de mi consola portátil. No hubo mucha más conversación entre ese chico y yo, pero me resultó muy simpático. Como Japón estaba tan lejos, hubo que hacer un transbordo en una parte del camino. En unas horas más, por fin llegamos a Japón. Yo me había rendido al sueño y me quedé frita en el asiento.
-Eh, despierta, que ya estamos en Japón. - Me dijo el chico. Me movió un poco y abrí algo los ojos. Comencé a desesperezarme.
-Hum... - Emití, más dormida que despierta. Ví movimiento y risas y desperté de golpe. - ¡Ah, Japón! Tengo que reunirme con mi padre... - Pensé en voz alta. Una de las hermanas gemelas del chico salió corriendo sin esperar a nadie, metiéndose entre la fila de gente que se disponía a salir en orden del avión.
-Ah... ¡Shirabe! - Gritó la otra gemela, dando la voz de alarma al resto de la familia, que se movió rápido para buscar a la otra niña. Cargué con mis maletas y encontré por los pasillos del avión a mi padre. Nos unimos a la cola de aquellos que bajaban del avión. Había mucho griterío en la cola y cuando todo se calmó un poco, ya fuera del avión, oí el llanto de una niña. ¡Era la hermana de ese chico! Sentí que debía ayudarla y fui a hablar con ella.
-Hola. - Le dije. - ¿Te has separado de tu familia?
-Snif... Sí. - Respondió.
-¿Cómo te llamas?
-Kanakubo Shirabe.
-Muy bien, Shirabe. Yo me llamo Shikigami Sora, te ayudaré a encontrar a tus padres. - Le dije, tendiéndola mi mano.
-Gracias. - Respondió la niña, agarrándome de la mano. Caminamos por el lugar. Mi padre me seguía los pasos con la vista. Yo sabía de sobra cómo eran sus padres y sobretodo cómo era su hermano mayor. - Oye, tú eras la chica que hablaba antes con mi hermano, ¿verdad? - Me preguntó la pequeña.
-Así es. - Respondí.
-Lo sabía.
-¡¡Shirabe!! - Oí claramente la voz de ese chico reclamando a su hermanita pequeña. - ¡¿Dónde estás?!
-¿Hermanito? - Dijo Shirabe. buscando a su hermano con la mirada. Le ubicó a unos metros más adelante de donde estábamos. Se soltó de mi mano y comenzó a correr hacia él. - ¡Hermanito! - Le dijo. Caminé tras ella con paso tranquilo.
-¡Shirabe...! - Exclamó el chico cuando la vio aparecer. Se agachó a su altura, la abrazó y luego la cogió en brazos. - No nos des estos sustos ni salgas corriendo sin más, tonta... ¡Estábamos muy preocupados!
-Lo siento... Es que quería llegar a casa cuanto antes... - Se excusó la niña.
-Bueno, de los errores se aprende. No la riñas mucho... - Dije, conversando otra vez con el chico.
-Ah, la chica del avión... ¿Fuiste tú quién la encontró? - Me preguntó, reconociéndome.
-Sí. - Respondí, alegre. - Hemos ido hablando todo el viaje, pero no nos hemos presentado. Me llamo Shikigami Sora, encantada.
-Es verdad, qué cabeza tengo... Yo soy Kanakubo Homare, un placer. Y muchas gracias por encontrar a mi hermana.
-No hay de qué, Homare. - Respondí. Homare se fue junto con su hermanita a reunirse con sus padres y la otra gemela. Mi padre se acercó a mí.
-Sora, eso que has hecho a estado muy bien. Venga, vamos a casa de tus abuelos. - Me dijo mi padre.
-¡Claro! - Respondí, dulce.
Cargando con las maletas, llegamos a la casa de los abuelos, los padres de mi padre. La casa era la típica casa japonesa, de las grandes. Mis abuelos tenían una buena pensión y siempre habían logrado obtener una gran suma de dinero. Era la parte rica de la familia. Y yo iba a vivir ahora en ese enorme caserío, una mansión. Mis abuelos eran los mejores abuelos del mundo. Me hacían regalos cuando era más pequeña, cosa que siempre me alegraba aunque no lo hubiera pedido. Y siempre ingresaban una gran cantidad de dinero a modo de paga semanal a mi cuenta. Pero no he tocado nada de ese dinero en lo que llevo de vida. Lo estoy guardando para ahorrarlo y poder independizarme cuanto antes. No quiero ser más una carga económica para mi padre.
Una vez llegamos a la casa de mis abuelos, mi padre tocó al timbre. La puerta de la casa se abrió y mi abuela vino a abrirnos la cancela principal. Entramos y los abuelos nos ayudaron con el equipaje.
-Bienvenido, hijo. Y hola, Sora. Hay que ver cuánto has crecido, cariño... - Dijo mi abuela, cargando también con maletas. Era una abuela joven, al igual que mi abuelo. Entramos en la casa y descargamos maletas al fin. Alguien llamó a mi padre por el móvil, interrumpiéndole la conversación con mis abuelos.
-¿Sí? Sí, acabamos de llegar... Dame un momento, no seas impaciente. Vale, la casa cerca de la Universidad de Ingeniería. Nos vemos en unas horas. Sí, hasta luego. - Habló mi padre, respondiendo por el móvil. Me quedé mirándole fijamente con expresión interrogante.
-¿Quién era? - Pregunté, rompiendo el repentino silencio. Mi padre me miró y me sonrió.
-Mamá, trae eso. - Dijo mi padre a mi abuela.
-Ah... Voy. - Asintió mi abuela, yéndose de la habitación para entrar en otra estancia. Cuando volvió, en sus brazos sostenía una caja muy detallada, de aspecto delicado. Mi abuela me tendió la caja. - Ten, cariño... Esto es un regalo de nuestra parte para tí. Póntelo, a ver cómo te queda. - Me dijo mi abuela. Deduje que era algo de ropa. La caja estaba cerrada por un lazo color azul pastel muy bonito. Deshice el nudo y abrí la caja. Dentro descansaba un hermoso vestido blanco con detalles en negro, muy femenino. Me enamoré de él según lo ví. Lo saqué y desdoblé con mimo y me lo probé por encima. No podía quedarme mejor. Los ojos me centelleaban mucho y corrí a un baño a cambiarme sin mediar palabra. Salí ya cambiada al vestido y lucí mi silueta ante mi familia.
-¡Me encanta, abuela! - Dije, super ilusionada. - ¡Muchísimas gracias! - Añadí y la dí un abrazo de una manera muy efusiva.
-Te sienta estupendamente, cariño... - Me elogió mi abuela. - Iros ya, ella no esperará por mucho tiempo. - Añadió, mirando a mi padre. Estaba hablando de una tercera persona y esa tercera persona no podía ser otra que mi madre: Sol. Mi padre me agarró del brazo y caminé junto a él. Volvimos a salir a la calle. Yo le dejaba hacer, no tenía más que dejarme llevar. Pronto se aclararía todo. Mi padre llamó a un taxi, en el que montamos cuando llegó a buscarnos. Mi padre le marcó al taxista el destino y en poco tiempo, nos plantamos en otra casa enorme, cerca de la Universidad de Ingeniería.
-Debe ser aquí. - Dijo mi padre nada más llegar. Nos bajamos del taxi, después de pagar el dinero correspondiente y entonces, mi padre tocó al timbre de la casa.
--FIN--
¡Hola lectores, aquí la autora! Para no perderos, la imagen de arriba representaría a Sol, madre de Sora. Sora ha tenido el primer contacto con un representante de Símbolo Zodiacal. Amo a Homare, es un pedazo de pan... ¿Cuál es vuestra opinión general del capítulo? Nos vemos en el siguiente, un saludo.
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