Capítulo II: Kagurazaka Shiki

-Narra Shiki-

Tras entregarle a la chica el colgante, me fui a un parque. Mi siguiente contacto era para que me volviera a Japón horas antes que la chica. Debía estar en casa de Sol, en Japón, antes que Sora. Y entonces, recibí una llamada. Era Sol.

-¿Sí? - Respondí.

-¿Se lo has entregado? - Preguntó Sol, con apuro.

-Sí, tranquila. Ya está hecho. - Respondí.

-Perfecto... Gracias, hijo. Vuelve a Japón, entonces. Comenzará la ceremonia cuando traigas al resto de la familia.

-De acuerdo... Oye, Sol...

-Dime.

-¿De verdad somos mellizos? Sora, yo... ¿Somos tus hijos biológicos? ¿Por eso me salvaste del laboratorio aquel día?

-Sí, lo sois. Y por fin haremos una familia. La distancia la marcaba la profecía, pero pronto los cuatro tendremos una vida normal. Tu padre, Koji, estaba al consciente de la profecía estelar y quiso cumplir su parte. Agradezco que también decidieras ayudar, Shiki. Por último, yo... No te salvé porque deseara tus habilidades, lo hice porque eres mi hijo y te quiero. Prometí cuidarte y criarte y eso es lo que hago. No tienes que preocuparte por nada, cielo. No volveré a permitir que te vuelvan a raptar.

-O sea que no pretendías usarme... Comprendo. Visto así, es un honor servirte, madre.

-Llámame "mamá", estamos en el siglo XIX.

-No hasta conocerte en persona. - Dije. Sol suspiró al otro lado.

-Está bien, cariño... Cuídate, nos veremos más tarde. - Respondió y colgó.

Me quedé parado, escuchando el ruido que emite el móvil cuando alguien cuelga la llamada al otro lado. Dejé caer la mano con la que sujetaba el móvil y apoyé el torso de la otra en mis labios, mirando al cielo. Cargué de aire mis pulmones y comencé a ver borroso todo cuanto tenía delante. Ofiuco, mi serpiente albina, se esforzaba intentando animarme, empujándome la mano posada en la cara levemente, con su cabeza. Moví la mano y acaricié su cuello. Y emprendí de nuevo mi camino, ignorando el hecho de que mi ojo izquierdo expulsaba una lágrima. Me notaba nervioso e indeciso. En unas horas conocería a mi madre, pero no estaba seguro de querer conocerla. No me daba confianza, a pesar de que fuera la que organizó mi rescate del laboratorio. Aquella persona que decía ser mi "madre" únicamente se comunicaba conmigo mediante llamadas, mensajes o correos electrónicos. No vino expresamente a salvarme del laboratorio, sino que ordenó a un numeroso grupo de personas que me sacaran de allí. Lo recuerdo como si fuera ayer. Eran doce en total. Dijeron que el Gran Don había elegido nuevo dueño. Se referían a mi habilidad de poder ver el futuro. Yo era el nuevo dueño de ése Gran Don, el mensajero que ayudaba a Cetus, Hija del Sol. Aquel que representaba el Ofiuco. Con lo cuál, deduzco que mi madre se casó con el anterior Ofiuco y su poder lo heredé yo. Pero no sólo nací yo, Sora vino en el reparto. Mi hermana ya ha heredado la Rueda de Símbolos... Ese anillo lo llevaba la primera Hija del Sol, Cetus, un antepasado mío. Como Ofiuco que soy, supongo que ya no pinto nada en su vida así que volveré de momento a Japón y continuaré mi vida escolar en la Academia Seigetsu. Si mi madre me desea ver... no me queda otra que ir a verla.

Y dicho esto, mi contacto me dio mi billete. Monté en el coche de mi contacto y pusimos rumbo inmediato a Madrid. Nuestro destino sería Japón.

-FIN-

¡Hola, lectores, aquí la autora! ¿Cómo os habéis quedado con la noticia? En el siguiente capítulo, contando desde el punto de vista de Sora, se descubrirá ya todo, por fin. Votad, comentad... Como prefiráis. Un saludo.






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