chapitre un


CHAPITRE
U N


Luego del susto vivido por el ataque de los mortífagos en el Mundial de Quidditch, la madre de Ophelia estaba muy alterada y no tenía planes de soltar a su hija tan pronto ésta llegó a su hogar. Toda la maternidad que en algún momento pareció desaparecer en Leia Beaufort regresó abruptamente luego de creer que algo malo le había sucedido a su única hija. Después de todo, aunque Leia y ella tuvieran una buena relación como mejores amigas, nunca existió ese amor sobre protector de madre hasta ese instante.

Pero las cosas no pararon hasta allí, Leia se había tomado muy en serio el peligro que su hija había corrido y eso impidió que Ophelia pudiera disfrutar el resto de su verano junto con Eros.

Muy molesta e indignada por el nuevo comportamiento de su madre, la rubia se dedicó a estudiar en espera que las vacaciones terminaran y así pudiera regresar al colegio.

La reacción que esperaba fue totalmente distinta a la que recibió cuando una carta de la directora Olympe Maxime arribó en su hogar: El Torneo de los Tres Magos se llevaría a cabo ese mismo año y no en cualquier parte, sino en Hogwarts, el rival más fuerte que ha tenido Beauxbatons en cuánto se refiere a la competencia en dicho torneo. Y encima de ello, uno de los lugares que Ophelia más se moría por conocer.

En la carta de Madame Maxime se dirigía directamente a su madre con la petición de que Ophelia fuera una de los doce estudiantes seleccionados para asistir y terminar su curso en el Colegio de Magia y Hechicería Hogwarts bajo la supervisación de la directora de Beauxbatons.

Y por supuesto que Ophelia aceptó.

¿Qué era lo que podría salir mal?


A Ophelia no le gustaba aceptar cada que cometía un error (¡¿A quién sí?!).

Podían llamarle orgullo u estupidez pero ella no pensaba bien las cosas cuando accedió a subirse a una enorme carroza para transportarse desde Francia hasta Escocia. Y menos cuando tenía a alguien tan molesto a su lado como Eros Rousseau que fingía provocarse arcadas para que las ganas de vomitar de su mejor amiga aumentaran.

«¿Qué era lo que podría salir mal?» se repitió con molestia. ¡Era una estúpida! ¡Por supuesto que muchas cosas podrían salirle mal!

Ugh.

Su decisión de ir al torneo de los tres magos mejoró cuando se enteró que su mejor amigo Eros también había sido uno de los doce estudiantes seleccionados para asistir y eso le dio aún más razones para aceptar.

Estaba extasiada.

¿Por el torneo? En absoluto. Ophelia conocía la historia a la perfección de aquel torneo y no estaba nada feliz de saber que quizás podría enfrentarse a un basilisco como la última vez varios siglos atrás. Pero, ¿viajar junto a su mejor amigo? ¡Demonios, sí!

Todo era mejor cuando estaba Eros.

Bueno, todo... A excepción del viaje en carroza que era extenso y cansado, sin reparar en cada una de las reglas que Madame Maxime les hizo prometer a cada estudiante de los doce seleccionados. Entre ellos, obviamente, estaban Eros y Ophelia los cuáles en lugar de estar emocionados por competir en el torneo, morían por conocer aquel castillo al que arribarían. Los dos habían leído mucho sobre esa escuela en el último mes entre las mil páginas de la «Historia de Hogwarts», y no había manera de que ellos se lo pudieran perder.

En cambio, la directora Olympe tenía esperanzas en que alguno de los dos (al ser los más inteligentes de su generación) fueran alguno de los tres campeones escogidos del torneo. Pero había dos grandes detalles que complicarían aquel deseo, para empezar, Eros era cualquier cosa menos atlético y Ophelia... ¿Meterse a un torneo en dónde tenía más del noventa por ciento de probabilidades de morir?

¡Jamás!

Ophelia prefería tener la seguridad de respirar por más tiempo, eso incluía por supuesto, alejarse de todo lo que gritara: peligro.

—Te. Odio. Tanto. —gruñó Ophelia a Eros entre dientes. Sus manos estaban aferradas a los bordes de su asiento, apretándolos tan fuerte como si su vida dependiera de ello cada que la carroza daba leves (muy fuertes, si le preguntabas a Beaufort) sacudidas—. Esto no es divertido.

Y Eros tenía una sonrisa muy divertida en su rostro a sabiendas que su amiga no estaba nada cómoda con el viaje. Él se encontraba sentado a su lado con la pierna cruzada en una postura relajada mientras que la veela parecía a nada de devolver todo su desayuno.

—Sí, lo es —sonrió Eros—, y mucho.

Ella se contuvo las ganas de golpearlo, primero que nada porque no tenía ninguna intención de soltar su agarre de la silla y segundo porque Madame Maxime ya les había lanzado varias miradas antes como advertencia. Lo menos que necesitaba era que fueran regañados por mal comportamiento antes de llegar a su destino.

—Te golpearé cuando menos lo esperes. —le prometió—. Ahora lo primordial, es bajar de éste monstruo... —agregó haciendo referencia a la carroza en la que viajaban.

—Una vez más: estás exagerando todo. No es tan malo... —alcanzó a decir Eros antes de liberar un bostezo y posar su mano sobre su propia barriga—. ¿Crees que sirvan filete en la cena? Estoy cansado de lo mismo. Necesito algo mejor...

Ophelia ni siquiera se molestó en responderle, él tenía tanta hambre que estaba divagando en todo lo que decía y no le encontraba sentido detenerlo porque, bueno, Eros nunca se detenía cuando se trataba de su furiosa hambre. La veela prefirió respirar hondo y tratar de controlar sus nervios antes de desviar su atención a una de las ventanillas a su lado de la gigante carroza. Allí se podía admirar a lo lejos cómo poco a poco lo que parecía algo tan pequeño e insignificante a lado de su instituto, se convertía en un magnífico y gigante castillo con todo el complejo de estilo medieval que a ella tanto apreciaba.

Pronto se olvidó de sus náuseas y ya tenía ambas manos recargadas en la ventana al igual que su nariz pegada a la misma para poder alcanzar mejor la gran vista delante suya. Poco a poco los que parecían ser pequeñas hormigas, crecían hasta formar la forma de chicos con túnicas y sombreros negros que estaban reunidos en filas mientras estiraban sus cuellos para poder ver, Ophelia los reconoció como los estudiantes de Hogwarts.

Estaba a punto de saludarles con la mano al notar que algunos de ellos se habían percatado de que su rostro estaba pegado por completo a la ventanilla haciendo que su cara se arrugara en una mueca graciosa. Muchos reían por eso pero Ophelia no pudo ver nada más porque su brazo fue jalado de vuelta a su lugar encontrándose con los zafiros escandalizados de su mejor amigo estaban sobre los suyos.

¡¿Estás loca?! —musitó en un chillido bajo para que nadie los alcanzara a escuchar—. Madame Maxime te matará si se entera. ¡Recuerda que nos dijo «compostura»!

Ophelia hizo un puchero encantador que incluso removió por dentro a Eros, obviamente, tratándose del encanto (su poder) que tenía siendo una joven veela.

El chico parpadeó y arrugó el ceño con molestia.

—¡No uses tus poderes conmigo cuando estoy regañándote! —la señaló acusadoramente—. ¡Ya habíamos hablado de eso!

La rubia rodó los ojos con cansancio conociendo el discurso de su mejor amigo con respecto a sus ideas de: «usar los poderes para salirse con la suya estaba muy mal». Ella a veces fingía hacerle caso para que dejara de molestarla pero incluso en algunos momentos Ophelia se encontraría negándose a usarlos cuando recordaba sus propias palabras.

—Está bien. Perdón, no lo volveré a hacer. —prometió Ophelia y puso un dedo sobre la frente del azabache—. No te enojes, ¿sí? Borra ese ceño fruncido por mí... Anda... —Eros rodó los ojos pero después se relajó cuando la rubia besó su frente—. Así está mejor, E. ¿Ya me perdonas? —preguntó batiendo sus pestañas encantadoramente.

—Eso es trampa —bufó Eros cruzándose de brazos—, sabes que no puedo enojarme contigo.

Lo sé. —le guiñó un ojo Ophelia.

Un segundo más tarde el carruaje se posó en tierra (haciendo que Ophelia estuviera eternamente agradecida por eso) y después de que la directora Olympe Maxime saliera de la carroza, los estudiantes la siguieron por detrás formados en filas de seis mujeres y seis hombres, ambos lado a lado. Ophelia fue la encargada de dirigir la marcha de las chicas mientras que Eros se encargaba de la de los chicos con la pequeña excepción de que los dos jóvenes eran los únicos que iban tomados de la mano, ya siendo una costumbre en ellos.

Eros siempre le decía como broma a Ophelia que ambos habían nacido para estar juntos. Claro, si no fuera porque él era gay, serían una pareja perfecta. Y ella estaba segura que en alguna otra vida, ellos lo serían.

Al momento de poner un pie fuera, la veela pensó inmediatamente que quizá las náuseas que tenía dentro por el viaje no era tan terribles como el viento congelando todo su cuerpo.

El agradable clima de Francia había desaparecido y el mal tiempo de Escocia la había recibido de una pésima manera. Su uniforme no era de mucha ayuda, ya que únicamente estaba conformado por una túnica de seda fina corta de color azul pálido y por supuesto, sin ninguna capa encima. Lo único que lograba amortiguaba el frío (que no era de gran ayuda) era la bufanda azul que ella había decidido milagrosamente usar porque combinaba con sus pendientes.

Por otra parte, el uniforme de los chicos quizá era menos incómodo que en ese momento para las mujeres, ellos portaban al igual que ellas, túnicas de color azul pálido que también eran de seda fina pero logrando cubrirles más que la corta túnica de las chicas. Ambos llevando el escudo de Beauxbatons en el pecho con orgullo: Eran dos varitas mágicas doradas cruzadas, con tres estrellas que surgían de cada una.

Pero a pesar del mortal frío, los dos mejores amigos disfrutaban de obtener tantas miradas sobre ellos. Si bien ambos eran los más populares de su instituto en Francia, eso no quería decir que permitían a alguien más entrar a su selecto grupo de amigos, ya que sólo estaba formado únicamente por dos: Eros y Ophelia.

Para Ophelia, no era ninguna sorpresa ver todas las caras impresionadas de los estudiantes de Hogwarts, le sorprendería sino fuera así. El carruaje de Beauxbatons era colosal, de color azul pálido y del tamaño de una casa grande, que era tirado por una docena de caballos con ojos rojos, alados de color tostado pero con la crin y la cola blancas, cada uno del tamaño de un elefante.

Y a pesar de todo eso, a Ophelia no le agradaba ni un poco estar allí dentro.

Todos los alumnos de Beauxbatons estaban escondidos detrás de la imponente figura de su directora. Madame Maxime bien podría ser como más de siete Ophelias en una sola persona. Era muy grande y con un estilo tan elegante que la veela admiraba y por supuesto, respetaba. La mujer tenía su rostro de piel morena, unos ojos cristalinos grandes y negros, y una nariz afilada. Llevaba el pelo recogido por detrás, en la base del cuello, en un moño reluciente. Sus ropas eran de satén negro, y una multitud de cuentas de ópalo brillaban alrededor de la garganta y en sus gruesos dedos.

—Mi querida Madame Maxime —saludó un hombre de barba blanca y larga acercándose hasta ellos—, bienvenida a Hogwarts.

—«Dumbledog» —sonrió Madame Maxime, con una voz profunda. Y aunque su inglés fuera bueno, algunos estudiantes como la misma directora tenían el problema con el uso de la "r" en sus palabras haciéndolas sonar más graciosos cuando las cambiaban por la "g". Gracias a Merlín que Ophelia no había tenido ese problema porque su madre le había enseñado a temprana edad perfeccionar el idioma—, «espego» que esté bien.

—En excelente forma, gracias —respondió Dumbledore.

Ophelia trató de no reír por la respuesta del anciano director y bajó la mirada hasta su mano entrelazada con la de su mejor amigo para distraerse.

—Mis alumnos —presentó Madame Maxime, señalando tras ella con gesto lánguido.

La mayoría de los compañeros de los estudiantes de Beauxbatons miraban el castillo de Hogwarts con aprensión a excepción de Eros y Ophelia que podrían ser los únicos excitados con la idea de entrar a refugiarse en el calor, quizá más tarde (cuando se encontraran en una temperatura agradable) podrían recorrer todo el maravilloso lugar.

—¿Ha llegado ya «Kagkagov»? —preguntó Madame Maxime.

—Se presentará de un momento a otro —aseguró Dumbledore—. ¿Prefieren esperar aquí para saludarlo o pasar a calentarse un poco?

«Adentro. Adentro. Adentro.» rezaba Ophelia tratando de no gritar que se congelaba. Aunque no fue necesario, su directora al mirarlos tiritando y temblando supo que todos le rogaban con la mirada lo mismo que la rubia.

—Lo segundo, me «paguece» —respondió Madame Maxime—. «Pego» los caballos...

—¿Acaso ellos importan más? —chilló Ophelia ofendida en voz baja solo para que Eros la lograra escuchar.

El joven Rousseau la miró muy ofendido y apretó con un poco de fuerza su agarre en su mano (sin lastimarla, claro) sobresaltando a la veela.

—¡Por supuesto que sí, Fée! —la regañó—. Y ahora, cállate.

Ophelia bufó.

Había olvidado por un segundo que su amigo era un gran amante y protector de todas las criaturas tanto mágicas como no mágicas.

—... Muy bien. —alcanzó a escuchar que decía Madame Maxime, haciendo una leve inclinación al profesor Dumbledore—. Y, «pog favog», dígale a ese «pgofesog Haggid» que estos caballos solamente beben whisky de malta «pugo».

Vaya mierda —sonrió Ophelia—, los caballos comen mejor que tú, Rousseau.

Eros entrecerró sus ojos hacia ella mirándola mal.

Allons-y! —anunció Madame Maxime a sus estudiantes.

Los dos amigos se enderezaron y con una elegante postura comenzaron a guiar a sus compañeros por la escalinata de piedra mientras los estudiantes de Hogwarts se apartaran a un lado para dejarlos pasar.


Ophelia nunca antes se había sentido tan feliz de estar en el calor.

—¡Extrañé tanto esto! —gimió la veela dejándose caer sobre una de las cuatro mesas que estaban en el salón. Se deshizo de su bufanda lanzándosela a su mejor amigo golpeándolo en su rostro. Ignorando el quejido molesto del joven, la rubia comenzó a frotar ambas manos para calentarlas—. Nunca más volveré a quejarme del calor.

Eros emitió una risa seca mientras doblaba con cuidado la bufanda de su amiga y la dejaba encima de la mesa.

—Sí, claro. —se burló—. Como si lo llegaras a hacer.

—¿Me estás retando? —enarcó una ceja Ophelia.

Él estaba a punto de cerrar el trato cuando una pequeña de rizos platinados se abalanzó con emoción en la mesa y se dirigió a los estudiantes franceses.

—¡Los de Durmstrang llegaron en un barco! —dijo la niña con emoción—. ¡He escuchado a un chico de Hogwarts decirlo!

—¿Un barco? —soltó con ironía una de sus compañeras de instituto, quién era hermana mayor de la misma niña—. Bueno, es impresionante pero no tanto como nuestra entrada.

La pequeña niña se mostró inconforme con eso.

Pero...

—No les tomes tanta importancia, Gabrielle. —interrumpió a su hermana con tono suave aunque sus palabras no fueran igual de agradables.

Era Fleur Delacour.

Una de las personas menos agraciadas para Eros y por lealtad, para Ophelia también. Por mucho que ambos trataran de hacer la convivencia más amena con la rubia, era imposible. El carácter tan hosco y el tono arrogante que usaba cuando se dirigía a las personas que no fueran sus compañeros de instituto impedía que se llevaran bien. A pesar de todo eso, Fleur no era mala, simplemente era una persona con un carácter complicado que chocaba con ellos.

—¿Eso es todo o tienes algo más que agregar, florcita? —inquirió Eros con aburrimiento mientras recargaba su barbilla en su mano observando a la rubia que comenzaba a sonrojarse por el apodo–. Verás... Tengo mucho frío y muchísima hambre. No me tientes a querer matarte frente a todos para usar tu cuerpo y cubrirme de éste horroroso frío. —amenazó con naturalidad—. Y si conoces la «amabilidad», intenta usarla. Por favor, florcita.

¡Ah!

Y la razón más grande por la que Eros Rousseau la odiaba era porque Fleur le había quitado una posible conquista aún sabiendo que a él le interesaba.

Sí, Eros no la soportaba desde entonces.

El resto de sus compañeros de Beauxbatons ya estaba acostumbrado a las peleas constante del Rousseau contra Delacour, por lo que no era ningún asombro verlos pelear como gatos.

Pero Beaufort opinaba lo contrario, a ella aunque no le agradara ni un poco Fleur, no le gustaba ser grosera con ella (ni con nadie). A Ophelia la podías ver usar el lema de «amor y paz» todo lo posible. Bueno, eso hasta que sacaras la fiera que llevaba dentro cuando se metían con su mejor amigo.

¡Eros! —lo pateó por debajo de la mesa fallando su cálculo golpeando a Fleur. La rubia chilló y miró a Ophelia entre dos sentimientos: odio y furia—. Oops.

Por suerte, la entrada del resto de los estudiantes logró amortiguar los chillidos molestosos de Fleur y las risas de sus compañeros.

Poco a poco las cuatro mesas largas que ocupaban la gran parte del salón fueron llenándose con todos los estudiantes, tanto los de Durmstrang como los de Hogwarts (quiénes les ganaban en mayoría).

—¿Ese no es Viktor Krum...?

Ophelia siguió el transcurso de la mirada de Eros para ver una de la última mesa del lado izquierdo donde una gran fila de alumnos con un escudos de serpientes en sus túnicas se acomodaban y allí se encontraban junto a ellos los estudiantes de túnicas rojas en dónde podía sobresalir uno mucho más de las doce túnicas rojas. Y en efecto, se trataba de Viktor Krum.

Ophelia lo reconocería en cualquier parte. Es decir, con esas enormes cejas le sería imposible no verlo.

—Está guapo —comentó Ophelia regresando su vista a Eros—, pero no es mi tipo.

Él la miró.

—Sólo pregunté si era Viktor Krum, no pregunté si era tu tipo.

La rubia se encogió de hombros con inocencia.

—¿Y? —sonrió—. Vi necesario decirlo.

—¿Y cuál es tu tipo? —la cuestionó Annette, una morena quién había escuchado su conversación y también era compañera de su casa: Papillonlisse.

—Chandler Bing. —respondió Ophelia recordando su serie muggle favorita con una sonrisa de oreja a oreja—. Ése es mi tipo.

La morena entrecerró sus ojos confundida al no saber de quién hablaba mientras que Eros reía por la referencia de «Friends».

Todos fueron interrumpidos cuando empezaron a entrar en fila los profesores, que se encaminaron a la mesa del fondo y ocuparon sus asientos. Los últimos en la fila eran Dumbledore, el profesor que imaginaba debía ser Karkarov y finalmente, su directora Madame Maxime. Al verla aparecer, cada uno de los doce alumnos de Beauxbatons se pusieron inmediatamente en pie.

Pudieron escuchar algunas de las risas de los estudiantes de Hogwarts, obviamente encontrando inusual y raro el saludo. Pero ni Ophelia ni el grupo de Beauxbatons se avergonzaron en absoluto.

—¿Somos raros o por qué no se levantan...? —cuestionó un chico de Beauxbatons.

Eros bufó.

—Ignóralos. —respondió él antes de que volvieran a ocupar sus asientos cuando que Madame Maxime se hubo sentado a la izquierda del director de Hogwarts.

Dumbledore, sin embargo, permaneció en pie, y el silencio cayó sobre el Gran Comedor.

—Buenas noches, damas, caballeros, fantasmas y, muy especialmente, buenas noches a nuestros huéspedes. —dijo Dumbledore, dirigiendo una sonrisa a los estudiantes extranjeros—. Es para mi un placer darles la bienvenida a Hogwarts. Deseo que su estancia aquí les resulte al mismo tiempo confortable y placentera, y confío en que así sea.

Fleur que seguía aferrada a la bufanda con que se envolvía la cabeza, profirió lo que inconfundiblemente era una risa despectiva.

—¡Nadie te obliga a quedarte! —escuchó Ophelia que decía una chica a sus espaldas con un tono irritado.

Qué ruda... —murmuró la veela mirando sobre su hombro a la joven encontrándose con la misma castaña del Mundial. La chica era amiga del culpable de que sus botas blancas se volvieran un desastre.

Cuando la castaña de cabello esponjado e incisivos grandes se percató de la mirada de la francesa, se sonrojó y bajó su mirada rápidamente.

Ophelia sonrió tiernamente y regresó su atención al director.

—¡Ahora los invito a todos a comer, a beber y a disfrutar como si estuvieran en su casa! —anunció Dumbledore.

—¡Uy! —dijo Eros con felicidad—. ¡Por fin! ¡Quiero filete!

Ante ellos aparecieron como arte de magia la mayor variedad de platos que Ophelia hubiera visto jamás, incluidos sus postres favoritos y comida francesa que Fleur no dudo en atacar. El resto se trataban de platillos que imaginaba comúnmente debían comer los chicos de Hogwarts y otros desconocidos que eran evidentemente preparados para los de Durmstrang.

—¿Comerán solamente bouillabaisse?—se quejó Eros mirando a sus compañeros, señalando la larga sopera llena de guiso de marisco que había al lado del pastel de carne y riñones—. ¡Venimos de Francia y quieren seguir comiendo más comida de allá!

—Déjalos, Eros. —repuso Ophelia, sirviéndose un enorme trozo de pierna de pollo mientras sus compañeras (a excepción de Annette) la miraban mal—. Mejor come y cállate, chérie.

—Los odio. —añadió Eros refunfuñando para seguir dedicándose a llenar su plato de filete y pastel de carne en pirámide.

—¿Comerás todo eso, chérie? —le cuestionó la rubia preocupada—. Es mucho y luego te caerá mal...

—Mi plato, mi panza, mi problema —gruñó Eros sirviéndose más pastel.

—Está bien, pero luego no me busques cuando te sientas mal, ¿entendido?

—Si, mi capitana.

El salón destacaba claramente por los uniformes de los tres distintos colegios, que eran de colores diferentes, contrastaban muy claramente contra el negro de las túnicas de Hogwarts. Una vez desprendidos de sus pieles, los alumnos de Durmstrang mostraban túnicas de color rojo sangre.

A los veinte minutos de banquete, Eros chilló molestó al ver que el plato de filetes estaba vacío y con ojos llorones miró a Ophelia que degustaba en ese momento un trozo de pastel de chocolate.

El azabache comenzó a darle pequeños tirones juguetones a los mechones rubios de su mejor amiga. La veela molesta por el comportamiento infantil de su amigo, se giró sólo para ver los ojos tristes y brillantes de Eros que le pedían ayuda. Ophelia gruñó.

—No me levantaré a pedir más comida por ti.

—¡Ay! —gimió Eros con llanto dramático—. ¡Por favor, Fée! ¡Lo necesito para vivir!

—¡No! —lo regañó—. Ya has comido mucho, Eros. Te hará daño.

Pero eso no bastó para el joven Rousseau.

¡Te lo ruego! —pidió con tanta ternura que el corazón de Ophelia se ablandó. Y ella parpadeó.

—¿Ahora tú estás usando tu encanto conmigo? —lo reprendió la veela—. Eso es muy hipócrita de tu parte, chérie.

Eros siguió jugando con los mechones rubios de Ophelia hasta que la joven terminó suspirando.

—¡Está bien! —accedió viendo el triunfo en los zafiros de su amigo—. Pero me debes una. —agregó borrándole sonrisa.

De mala gana, Ophelia se levantó ignorando como todas las miradas recaían aún más en ella. Los efectos de ser una veela la hacían ser el centro de atención.

—¡Mira, Fée! ¡Es la zanahoria que te manchó tus botas! —dijo Eros señalando sin ninguna discreción en dirección al pelirrojo y a sus amigos—. ¡Y tienen filetes! ¡Pídele!

Al no ser nada discreto, obviamente los tres chicos los lograron escuchar y justo como el día el mundial, el pelirrojo volvió a sonrojarse furiosamente haciendo competencia con el tono de su cabello.

Ophelia se acercó hasta ellos y les sonrió amigablemente haciendo que el resto de aquella mesa se quedaran observándola con aire tonto.

—Yeux d'ange —saludó al pelirrojo con cariño—, ¿puedo tomar el platillo de filetes...?

El muchacho se puso colorado. La miró, abrió la boca para contestar, pero de ella no salió nada más que un débil gorjeo.

—Puedes llevártela —le dijo su amigo el azabache, acercándole a la chica el enorme plato.

Oh —musitó Ophelia agradecida y recibió el plato—. Muchas gracias, chéri.

Antes de que pudiera regresar a su asiento con la comida, se detuvo haciendo que Eros emitiera un chillido frustrante a sus espaldas y tras recordar algo la veela le preguntó:

—De casualidad, ¿tienes un hermano mayor? —queriendo saber la identidad de cierto joven con el que se topó en el Mundial.

Uy. —dos chicos rieron y el que tenía orejas puntiagudas y estatura baja, habló—. Depende de a quién te refieras, son como una docena de Weasley.

—¿Weasley? —cuestionó Ophelia, confundida.

—Sí —repuso el pelirrojo sin aliento—. Sí, soy... Ron W-Weasley... y tengo varios... h-hermanos....

Oh —Ophelia sonó más animada— ¿Y están aquí?

Ron se mostró muy avergonzado y su amigo el azabache tuvo que responder por él.

—Aquí solo están dos —dijo el chico y junto ambas manos en sus manos para gritar—: ¡Fred; George!

Y tras eso, dos chicos pelirrojos a unos cuantos asientos de ellos alzaron sus cabezas haciendo que las cortinas rojas de sus cabellos les cubrieran los ojos. Lo sorprendente fue, que al momento que descubrieron su rostro, Ophelia vio doble.

Eran gemelos pero ninguno de ellos era el pelirrojo que ella buscaba.

—Si... Creí que él estaría aquí —la rubia suspiró y estaba dispuesta a despedirse pero en ese momento la misma castaña de cabello esponjado que había gritado a Fleur le habló.

—Creo que te refieres a Bill, ¿no es así? —indagó la muchacha de incisivos grandes—. Es el hermano mayor de Ronald... Los vi hablando en un puesto la noche del Mundial.

Los ojos azules de Ophelia brillaron al recordar el rostro atractivo del hombre y se acercó más a la mesa de los estudiantes con escudo de león.

—Se llama Bill —probó su nombre en sus labios y sonrió complacida. ¡Incluso su nombre era tan jodidamente caliente!—. Considérame tu cuñada en ese caso, yeux d'ange. —añadió mirando a Ron con entusiasmo.

¡¿Te gusta Bill?! —preguntaron los tres chicos con asombro y Ron con una enorme decepción.

—No puedo decir que me gusta porque no lo conozco aún —explicó Ophelia felizmente—, pero no me molestaría... Bueno, fue un placer hablar con ustedes y que me dieran su platillo pero mi amigo me matará sino vuelvo con él.

La rubia se despidió con un guiño regresando a la mesa de Ravenclaw donde Eros no dudó en comenzar a reclamarle por su tardanza pero fue callado cuando la misma Ophelia le metió un trozo grande de filete a la boca para callarlo.

Con un largo suspiro puso ambos codos en la mesa y recargó el rostro en sus manos mientras miraba a la nada con aire romántico. Annette que estaba frente a ella devorando el resto de su pasta, se dio cuenta de la mirada soñadora de su compañera (quién apuntaba justamente a su dirección) incomodándola mientras seguía comiendo, la veía entre ratos solo para encontrarla en la misma posición.

Mientras Annette creía que ésos suspiros bobos iban dirigidos a su persona, Ophelia sólo imaginaba un par ojos azules y el pendiente de colmillo de dragón.

Ahora tenía un nombre y conocía a su hermanito menor. Lo único que faltaba y necesitaba era volver a encontrarse con él:

Bill Weasley.

nota de autora;

Sí, ya sé... Me tardé un chingo, pero finalmente acá les traigo el primer capítulo, ando inspirada así que no se sorprendan si de repente me da algo y comienzo a actualizar seguido.

1) Amo mucho a la amistad de Eros y Ophelia. En serio, sí me dieran a elegir un personaje favorito de ésta historia serían ellos.

2) Me he dado cuenta que en serio no conozco a muchas de mis lectoras, entonces, acá les pregunto tres cosas:
¿A qué casa de Hogwarts pertenecen? ¿Cuántos años tienen? Y, ¿de dónde son?

Yo comienzo: soy orgullosamente mexicana, una Slytherin y tengo 21 añitos respirando.

¡Nos leemos luego!

Besos enormes,
Fergie 🍯

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top