Nunca lo olvides

Arya se encontraba encerrada en su habitación mientras no dejaba de practicar con su espada de madera, espada que Catelyn Stark no tenía idea de su existencia. Eso, hasta que se enteró por los ruidos que hacía Arya en su habitación.

-¡Toma! - exclamaba Arya sin dejar de hacer alocadas estocadas contra el aire.

Se imaginaba que no dejaba de luchar contra unos desconocidos y malvados bandidos, sin piedad a acabar con ellos.

-¡Arya! - la detuvo el grito de su madre en la habitación.

Esta se giró de golpe guardando su espada tras su espalda.

-¿Qué haces con eso?

-Es mía... - murmuró.

Catelyn negaba con la cabeza mientras se acercaba a ella.

-¡No me la quites! - pidió Arya suplicante - Por favor...

-Sabes que esas cosas no son para una niña, y menos para una dama.

-No soy una dama... - masculló Arya sentándose en la cama, sin soltar la espada ni una pulgada.

Catelyn suspiró ya cansada de tener de nuevo esta conversación, pero debía hacerle ver a su hija la realidad.

-Arya...

-Sé lo que me vas a decir, y no estoy de acuerdo... - la interrumpió.

Catelyn la observó con pena y se sentó a su lado.

-Pero las cosas son así Arya... - murmuró Catelyn rodeándola con un brazo.

-Eso implicaría cambiarme - murmuró Arya con los ojos cristalinos -. ¿Es que quieres que cambie?

-¡Par nada, cariño...! - exclamó Catelyn triste - Para nada... Al contrario, quiero que nunca olvides quién eres y de dónde eres. ¿Me has entendido?

Arya asintió a la vez que alzó a ver a los ojos de su madre.

-Nunca que olvides de dónde vienes, nunca olvides que eres una Stark... - sonrió Catelyn.

Arya apoyó su cabeza en el hombro de su madre mientas esta le acariciaba el brazo.

-Mamá...

-¿Qué?

-¿Y si soy una dama guerrera? - preguntó, y Catelyn se rió levemente.

-Buena idea - sonrió su madre antes de darle un beso en la frente.


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