Jon
La guerra ha finalizado, y Eddard Stark debe comenzar su regreso a su hogar, Invernalia, así que, junto a toda su caballería, se dispone a salir del Sur para ir al Norte. Un largo tiempo después, Ned ha llegado, y aunque no con toda su caballería debido a grupos que aún luchaban por los Targaryen, aunque lamentablemente para la casa, fueron extintos también.
Por aquel entonces, Ned Stark estaba recién casado con Catelyn Stark, pero con cierto cariño que poco a poco han ido forjando. Tristemente, en cuanto Ned apareció en aquel pacífico y hogareo castillo con un niño en sus brazos, Catelyn Stark sintió su corazón derrumbarse y tocar fondo. Se encontraba ahí, en el balcón de madera de sus aposentos con una rota sonrisa y los brazos decaídos, y Ned, en verla apagada de aquella manera, supo que había visto al bebé en seguida, y que se temía lo peor.
Aquella noche, Ned se encontraba aún con el niño en sus brazos. No se había separado de él en todo el día, recordando una y otra vez lo sucedido con su hermana Lyanna, recordando sus palabras y su petición.
-"Protégelo, Ned. Prométemelo. Prométemelo..." - no dejaba de repetir su hermana.
Esas palabras no dejaron de rondas por su mente en todo el día. Catelyn, quién lo observaba estar sentado en el patio trasero privado junto al bebé. Poco a poco de iba acercando, como si temiera a ese bebé como a un mal augurio. Ned notó su presencia e hizo espacio para que ella pudiera sentarse en el mismo banco. Sintiendo que no podía echarse atrás de la propuesta, se sentó a su lado sin dejar de mirar a aquel niño de ojos negros que guardaba silencio mientras movía sus cortos brazos al aire.
-¿Es cierto...? - murmuró Catelyn triste - ¿Has llacido con otra mujer en la guerra?
Ned tardó un rato en responder, porque sabía perfectamente que debía hacerlo. Debía mentir. Por su hermana, por el niño... Si dijese su verdadero origen, le aguardaría un destino fatal.
-Sí - sentenció seriamente, mientras que Catelyn sintió su corazón arder un poco más de lo quemadp que estaba ya -. Y aquí está la prueba, pero Cat... Yo... Solo ha sido una vez, y me arrepiento mucho por ello. Pero te juro que solo ha sido esta vez, y que no volverá a suceder.
-Te tenía por un hombre de honor, Ned.
-¡Y lo soy, Cat! Pero entiende... que este hijo es mío. Y tengo que protegerlo, para recordar.
-¿Recordar qué?¿Qué traicionaste tu propia palabra?
-Y que no va a volver a suceder, porque te amo. Te amo, Cat.
Catelyn le miró tristemente a los ojos, y le dio un beso en los labios, dando a entender que volvió a depositar su confianza en él.
-¿Cómo se llamará? - murmuró Catelyn.
-Aún no lo sé.
Ned observaba al bebé con una pequeña sonrisa, y aunque Catelyn estaba al lado mirándolo, sabía que estaba mal hacerlo. Aunque verdaderamente sonriera por el recuerdo que siempre tendría de su hermana.
-¿Emuth? - preguntó Catelyn como opción para el bebé - ¿O Jon?
-¿Jon?
-Sí, Jon.
Ned le sonrió a su esposa mientras asentía levemente.
-Jon. Jon Stark...
-Querido, a los niños...
-Lo sé - la interrumpió -. Lo sé...
-Lo lamento - dijo con franqueza Catelyn.
Ned observó ahora con seriedad a aquellos ojos negros e intensos durante un tiempo incontable relativamente. En verle, veía los ojos de su hermana Lyanna reflejados en estos mismos. Observaba su rostro, y su desgraciada muerte. Aquel bebé era para Ned un recuerdo. Un recuerdo sobre un lugar, un recuerdo sobre una guerra, un recuerdo sobre una aniquilación, un recuerdo sobre una victoria, un recuerdo sobre una pérdida, un recuerdo sobre una alegría... Un recuerdo de su sangre y un recuerdo del fuego.
Sabía perfectamente que su nombre llevaría esa mancha para siempre, y que el niño también por llevar aquel apellido, pero Ned Stark prefirió mantener aquella mancha a perder al único recuerdo que le quedaba de su hermana y perder al que consideró su hijo durante sus años de vida. Entonces, poco a poco, volvió a dejar florecer aquella sonrisa corta, y murmuró:
-Jon Snow.
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