Revelar una carta
❝Memories lost in stardust❞
—Este será nuestro libro —declaró el pequeño Jungkook de diez años cuando puso al mencionado sobre la mesa de la casa de Jimin—. Aquí vamos a pintar todos nuestros sueños y explicarlos, yo seré el ilustrador y tú el escritor.
Jimin tocó las hojas y las frotó entre sus dedos, eran duras, más resistentes que un par de hojas comunes. Un block de dibujo. Una sonrisa se formó en su rostro.
—Está lleno de hojas —observó, una de sus cejas se enarcó con curiosidad—. ¿En verdad crees vamos a llenarlo todo?
—Este libro ni siquiera será suficiente, Minnie, necesitaremos muchos más, llenaremos al menos uno al año.
Jimin compartió una mirada con su abuela, que también estaba ahí en la cocina, la mujer de mayor edad estaba reprimiendo una risa al igual que él.
Su lindo Gguk era la persona más energética que jamás había conocido, en vacaciones apenas eran las 8 de la mañana cuando ya tenía al menor saltando en su cama felizmente para una nueva aventura que empezar, por supuesto que Jimin siempre estaba listo para lo que sea que hicieran.
—Si quieres llenar esto será mejor que empecemos de una vez —alentó Jimin, con una sonrisa particular en el rostro—. ¿Qué es lo primero que escribiremos?
—¡Paris! —Jungkook amplío su sonrisa mientras hablaba—. Jimin y yo en Paris, bailando junto a las estrellas, ¿no te gusta?
Corrieron a la sala, Jungkook esparció todo lo que traía, pinceles, acuarelas, crayolas y colores.
—¿Qué tan grande debo dibujarlo? —preguntó Jungkook—. ¿Media hoja?
—La torre Eiffel alta —contestó Jimin—. Muy alta, muy alta.
Jungkook comenzó a trazar, mordía su labio inferior entre pensamientos y hacía todas las preguntas necesarias para que ambos estuvieran de acuerdo, desde los colores hasta los detalles más pequeños.
Tal vez Jungkook sólo tenía 10 años, pero sus habilidades para pintar y dibujar ya dejaban entrever su futuro artístico. No era el mejor en matemáticas como Jimin, ni en Historia ni en Geografía, pero era bueno para cualquier cosa sobre arte.
Cantar, tocar instrumentos, dibujar, pintar, crear las mejores historia con las que entretenía a Jimin cada noche.
Ambos eran destacados por sus lados.
—Este eres tú —Jungkook señaló la figura más pequeña—. Y este soy yo.
—¡¿Por qué soy más pequeño?! —se quejó Jimin con un puchero en el rostro—. Se supone que soy mayor que tú.
—Los dos sabemos que seré más alto cuando seamos grandes —se burló Jungkook, sin ocultar su sonrisa—. Pero no te molestes, voy a cuidar muy bien de ti.
Jungkook dio palmaditas en la cabeza de Jimin mientras este hacía un berrinche y exigía a Jungkook que le agregara al menos un milímetro más.
Aunque pelearan algunas veces, siempre estarían ahí para complementarse.
.
.
.
En algún momento sin ninguna señal, Jimin se encontró a sí mismo cayendo por él.
Conocía ese sentimiento, siempre tan familiar, le recordaba tanto a esas navidades en las que su abuela preparaba los mejores postres del mundo y él esperaba con ansías, sentadito en la cocina, a que la cena estuviera lista.
Este sentimiento era así, con él en su propio lugar, ansioso por recibir un bocado de aquello que olía tan dulce como la miel.
Una pizca de anhelo, una gota de necesidad y una cucharada de amor.
La misma recta en exceso, inundando sus papilas gustativas y enfermando su corazón con un sentimiento imposible.
Se estaba enamorando por segunda vez.
Tan, tan mal.
No era posible querer dos cosas al mismo tiempo. Jimin tenía novio, uno a quien se supone que amaba demasiado y con el que llevaba más de dos años de relación, era su chico, el que metió las manos al fuego por él y que jamás lo abandonó en este mundo aterrorizante.
Y luego estaba Jungkook, un hombre dulce que representaba todo lo que Jimin había dejado atrás con el paso del tiempo: inocencia, ingenuidad, optimismo, metas y deseos.
—Me encantas —susurró Wonho, sus brazos anchos y musculosos rodearon su cintura posesivamente—. Eres una joya preciosa...
El cuerpo de Jimin cosquilleó y la emoción lo recorrió a golpes, ahí, en esa cama grande, rodeado por este gran cuerpo cálido que amaba, Jimin se sentía en la punta más alta del cielo, quería llorar del placer —si tan sólo pudiera derramar lágrimas—, derretirse y fundirse en esas sábanas doradas y esos brazos bien trabajados.
—Te amo, te amo, te amo... —susurró Jimin, repetidamente sobre sus labios, cada fibra de su cuerpo temblaba junto a su voz—. Maldita sea, te amo...
Una risita tonta escapó de sus labios mientras balbucea infinitos halagos cariñosos, esos arranques suyos siempre venían después de cada encuentro sexual romántico cuando estaban alucinando las sensaciones más excitantes en los labios del contrario.
Él amaba encerrarse con él, en esas cuatro paredes hechas de opio y deseos absurdos.
Ahí donde nadie tenía que pensar, donde sus mentes se apagaban por un rato y Wonho suspiraba deseos en forma de humo sobre los labios de su querido Jimin.
Jimin sabía que una vez vivo y despierto, al salir de la profanada habitación, tendría que golpearse las mejillas y regresar a la cruel realidad, donde todo el mundo oprimía sus últimos sentimientos contra el oscuro asfalto de "La fosa" y Wonho lo dejaría abandonado durante días para irse a trabajar.
Y afianzado a esa realidad, la reciente aparición de Jungkook representaba una abertura en el techo de su esfera oscura, una agujero delgado que dejaba entrar haces de luz.
"Sea lo que sea que esté pasando podemos superarlo".
Jimin sólo quería aferrarse, sostenerse a él y regresar a un lado saludable, al menos uno que fuera suficientemente humano como para hacerlo sentir con vida.
Pero Wonho no estaba en ese lugar.
—Wonho, sobre mi parte del dinero... necesito tomar algo... —masculló Jimin al inicio de la semana, antes de que ambos se levantaran de la cama—. Es una cantidad un poco grande, así que prefiero que me la des el sábado... si no es molestia.
—¿Qué vas a comprar?
—Un regalo.
—Está bien... —Wonho giró en la cama hasta quedar de espaldas—. Ven el sábado antes de terminar tu turno.
Trabajó como nunca lo había hecho, a niveles que corromperían su alma, pues si algo tenía claro era que si iba a hacer un gasto debía hacerlo bien, no le compraría a Jungkook cualquier guitarra, compraría esa de la que le habló Yoongi hace varias semanas.
¿Para qué? Para que cuando llegara el sábado, encontrara a su hombre sentado en Soft-core con las pupilas terriblemente dilatadas y una bebida especialmente morada en la mano. Estaba eufórico, hablaba en alto, se reía y todo su cuerpo se sacudía entre cada carcajada.
Luego Jimin pidió su dinero y todo se fue a la mierda.
—¿Qué dinero?
Con una sonrisa forzada, Jimin se regañó a sí mismo por no predecirlo. Esta no era la primera vez que pasaba, Wonho olvidaba sus negocios más de la mitad de veces, necesitaba recordatorios contantes, pero incluso con ellos en algunas ocasiones parecía que lo hacía a propósito.
—El que te pedí el lunes...
—No tengo ningún dinero tuyo, sabes que debemos pagar nuestras plazas, adquirir mercancía, pagar la renta de nuestros puestos y pagarle a Taemin, y no olvides lo que nos confiscaron, necesitamos reponerlo para mantener nuestras cabezas en su lugar —Wonho se encogió de hombros—. Así son los negocios, Cosmic.
—Todo eso se paga en la tercera semana del mes, ni siquiera... —Jimin respiró, necesitaba calmarse o moriría en ese preciso instante—. Wonho, no estamos ni a mitad de mes.
—Sí, pero como teníamos el dinero y Taemin estaba de paso, ¿por qué no?
Quiso reírse, porque, vaya, eso tenía que ser una pésima broma, su novio solía ser mejor con ellas.
Despertarlo en la mañana para decirle que alguien había entrado a robar, que Jimin fuera y sólo encontrara una linda sorpresa en la cocina como una rebanada de pastel, fruta, sándwiches, jugo y malteadas.
Poner una cara seria para decir "creo que ya no te quiero, ahora te amo".
O decirle a Jimin que acababan de cerrar su tienda favorita y reírse de su rostro preocupado minutos después.
Esos solían ser los chistes, no estos.
Wonho no debía jugar así cuando veía a Jimin trabajar tantas horas día y noche, repartiendo sustancias, cobrando a personas peligrosas, encerrándose en la habitación de los bares hasta que fuera demasiado noche como para caminar entre esas calles.
Wonho no debía bromear así.
—¿Estás... hablando en serio?
No tenía más tiempo.
Tal vez entregar la guitarra ahora y no después era más un capricho que una necesidad. Jimin quería tener ese tipo de cosas sin fundamentos, no quería seguir conformándose, si estar en esta ciudad ya era una mierda, esperar con las manos abiertas era todavía peor.
—Compra lo que quería luego.
—Vete a la mierda, Wonho.
Jimin no lloraba, él temblaba y gritaba, a veces se quedaba callado o simplemente se desconectaba cuando las emociones eran demasiado pesadas para ser sobrellevadas.
Y en ese momento todo lo que hizo fue soltar maldiciones y amenazas que hicieron a Wonho preocuparse por lo que los demás pudieran pensar al verlos discutir así, entonces lo tomó del antebrazo y lo condujo a una habitación muy lejana a pasos torpes.
Pasar por un mar de sudor, alcohol y sexo no hizo nada por calmar a Jimin. La imagen de Jungkook estaba en su cabeza, lo imaginó sentado en el escritorio, sonriéndole, lo vio acostado junto a él bajo la oscuridad, con unos ojos negros tan preciosos y brillantes como el cielo estrellado. No iba a rendirse.
—Ya no quiero hacer más negocios contigo —jadeó furioso, cuando llegaron a la pequeña oficina privada.
Taemin, el jefe de ambos, ya no venía regularmente más que para tomar una buena parte de las ganancias y retirarse, en esas ocasiones utilizaba este lugar, Wonho era de los pocos a quienes se les había confiado la llave.
Wonho acorraló a Jimin contra la puerta.
—¿Quieres más dinero? Trabaja, esfuérzate más y si no te gusta entonces cuida tus propias cosas, llévate tus ganancias a tu estúpida residencia, espera a que el niño bueno que vive contigo lo encuentre todo y te denuncie si eso es lo que quieres —soltó sin ni una pizca de cariño—. Le diré a Taemin que no te saque, que deje que te pudras ahí adentro.
Jimin no era menos ofensivo, nunca lo fue.
—¡Hazlo! Seguro así te hago un favor, ¿verdad? Si me largo de tu maldita vista tendrás más tiempo para los demás, como siempre has querido.
—¿Qué carajos estás diciendo...?
Se besaron, las manos de Wonho sostenían la cabeza de Jimin en el lugar adecuado mientras este se aferraba a sus brazos. Era cosquilleante, embriagador y adictivo.
Pero todavía lo hacían sentir drenado.
¿Cuántos años más iban a pasar?
La pregunta le causo escalofríos y lo hizo intentar alejarse abruptamente.
—Dinero —masculló con esfuerzos—. Lo necesito.
El otro se rindió ante la resistencia de Jimin y fue hasta uno de lo muchos muebles para sacarlo de ahí.
—Este es el único dinero que queda, tienes que devolverlo antes de que termine la semana —Wonho sacó un fajo mediano de una bolsa de plástico negra—. Necesito pagar mi alquiler y otras cosas... Te estoy haciendo un préstamo.
Wonho tenía dinero, Jimin no.
Jimin era el de los pagos más problemáticos. ¿Razones? Las desconocía, pero siempre faltaba dinero y siempre era su parte. Le atribuían la culpa a muchas cosas, a la hora de trabajar era difícil mantener la contabilidad. Iba y venía.
Jimin nunca podía ver los billetes cayendo en su cartera.
Cuando Jimin iba a tomar el dinero, Wonho lo alejó.
—Pero debes prometer que vendrás a hablar conmigo y pondremos en orden esto —advirtió.
Jimin tragó saliva y asintió con la cabeza.
Cuando Wonho extendió el dinero, Jimin lo tomó sin titubeos y salió apresurado de la habitación.
Salir de ahí, abandonar Soft-core, dejar atrás esa parte de la ciudad e ir a la residencia se sintió como una probada de algo que podía ser realidad.
Ahora, ¿por qué se sentía tan sucio?
.
.
.
Manos ocupadas eran mente ocupada.
Cuando sus pensamientos intentaban desviarse, encendía la bocina, cuando era imposible respirar hablaba, cuando no podía dormir, le pedía a Jungkook que lo abrazara.
Hacía cualquier cosa que lo separara de su propio reflejo que a gritos lo llamaba culpable por amar a dos personas al mismo tiempo. Wonho hizo mucho por Jimin y se amaban, no había razón para que Jimin decidiera alejarlo, si lo hacía era un idiota.
Las personas malas tienen que estar con personas iguales, no con hombres como Jungkook, puros e ingenuos en todo el sentido de la palabra. Eso dijo Taemin hace muchos meses, cuando ambos estaban fumando en la azotea de un edificio abandonado.
Cuando una persona mala está con una tan buena, lo corrompe.
Jungkook era la persona buena.
Y Jimin daría todo por no ver sonrisas rotas.
Las primeras señales ya estaban ahí, Jungkook cada vez pensaba demasiado, ya no salía con sus dos amigos: Namjoon y Hoseok, que por muy idiotas que Jimin los considerada, seguían siendo amigos. Su mundo se había reducido a Jimin, Taehyung y la música.
Quizás eso no estaba bien.
O quizás estaba pensando demasiado y Jungkook era la persona perfecta para él, alguien a quien tenía que dejar entrar.
Pues no podía mentirse a sí mismo y decir que nada había cambiado desde ese beso en la fiesta, porque sabía perfectamente que esa noche estuvo más seguro que nunca de sus sentimientos.
—¿Puedes repetir ese acorde?
La voz del instructor de Jungkook sonaba suave y calmada, sin presiones, Jimin estaba afuera del club cuando lo escuchó, reconoció de inmediato que el hombre era el pianista que a veces tocaba en los ensayos y presentaciones del club de baile contemporáneo.
El sonido cálido de las teclas se reprodujo de nuevo, Jimin se deslizó por la pared hasta caer sentado en el cemento pulido, con la mirada en las jardineras que se hallaban frente al pequeño edificio de actividades artísticas. Escuchaba la calma de Jungkook a través de la música si es que eso era posible.
Jimin fue a todas sus presentaciones cuando eran niños.
Siempre tomaba el asiento que estuviera más al centro, donde Jungkook pudiera verlo sin problemas para relajarse si se le dificultaba tocar. El pánico escénico del más joven no era algo nuevo, quizás solo uno de sus pocos defectos.
Cerró los ojos, dejándose llevar por la suave melodía de una pieza de Liszt cuyo nombre no recordaba, sólo sabía que le pertenecía porque Jungkook le contó que estaba trabajando en una de sus obras en el taller.
—Continúa, chico, te estoy escuchando —dijo el hombre.
Jimin ignoró el sonido de sus pasos acercándose hacia la puerta, hasta que percibió el aroma de un cigarro a unos cuantos pies de distancia, abrió los ojos y encontró al profesor pianista ahí, mirándolo con una mirada cansada por la vida.
—Es dulce, ¿no es así? —preguntó, casi parecía que no había reconocido a Jimin, hasta que agregó—: Bailarines como tú son buenos para apreciar este tipo de piezas.
—Ya no bailo —respondió Jimin.
—No dejas de ser un bailarín hasta tu muerte.
No respondió, regresó la mirada hacia las jardineras y escuchó el final de la suave melodía con atención. Así era Jungkook, suave y dulce.
—Continuaremos mañana, cierra la puerta cuando termines —anunció el instructor desde ahí y luego se marchó con su cigarro a medio terminar en la mano, sin más despedidas.
Jimin se puso de pie para recibir a Jungkook cuando saliera. Él se sorprendió al encontrarlo ahí, pero le sonrió de inmediato y comenzó a hablar sobre todo lo que había aprendido en su práctica y cosas que faltaban por trabajar.
Caminaron casi de la mano por el camino menos concurrido hacia la residencia y mientras se escondían, Jimin sólo pudo pensar en todo lo que pasaría si Namjoon se enteraba de ellos dos.
¿Intentaría arrebatarle a Jungkook así como le arrebató a Seokjin?
Tal vez lo de la carrera era una trampa, Taehyung no le había mencionado nada a Jimin sobre que participaría en una el día de mañana y Jungkook no dijo que iría. Si seguía escuchando las mentiras de Seokjin, enloquecería.
Solo quería dormir, olvidarse de Wonho, de Seokjin, Taehyung, Namjoon, el trabajo, la supuesta carrera... Necesitaba acostarse en la oscuridad, envuelto en los brazos de Jungkook y descansar.
Cuando comenzó a hacer frío, Jungkook entrelazó sus dedos con los suyos, los llevó a sus labios y luego sopló su cálido aliento para darle calor. Jimin observó con admiración, las ganas de apartar las manos y besarlo lo iban a vencer en cualquier momento si no encontraba otra distracción para sus pensamientos tontos.
—¿Qué piensas cuando me miras? —preguntó, poco antes de que llegaran a la residencia.
—¿Será el destino?
Jimin soltó una risita y Jungkook se sonrojó por sus propias palabras cursis, y guardó la mano de Jimin en el bolsillo de su hoodie.
—¿Eso piensas?
—Sí, me pregunto si es el destino, porque todos los caminos aunque son diferentes me llevan al mismo lugar, me traen contigo.
¿Destino? A Jimin le gustaba mucho esa palabra, se sintió satisfecho al escucharla.
—¿Te gustaría que lo fuera? —se atrevió a preguntar, Jungkook lo miró a los ojos sin comprender—. Si el destino existiera, ¿te gustaría que yo fuera el tuyo?
La sonrisa que Jungkook le dirigió, dejaba ver todos sus dientes y sus orbes negras se llenaron de ilusión mientras la pregunta hacía eco en medio de ambos. Jungkook apretó su mano.
—Ya estoy muy seguro de que lo eres.
¿Qué era Jungkook para Jimin? Más de lo que nadie podía imaginar, era su cielo, su oxígeno, un sueño hecho realidad.
¿Qué lo detenía de estar con él? Todo.
El universo lo puso de cabeza, arrojó a Jimin a los confines del mundo y lo pisó hasta convertirlo en polvo para cuando Jungkook volviera.
Pero tal vez no todo estaba perdido.
Quizás aún se podía salvar.
.
.
.
Ahí estaba Jimin, un jueves durante la puesta de sol.
Todos estaban encerrados en la pequeña bodega de un edificio en desuso de al menos diez pisos. La junta ya había llegado a su fin, comenzaron a salir con miradas cargadas de recelo entre compañeros del mismo oficio.
Jimin bajó la mirada y vio las colillas de cigarrillo esparcidas en el suelo. Ya estaba acostumbrado a no respirar, el aire contaminado de esta ciudad dejaba poco oxigeno para que las pobres mentes de las personas trabajaran con decencia.
—Morphine —llamó Orión desde la puerta, él ya estaba afuera—. Necesito cerrar aquí.
Antes de que diera un solo paso, Wonho entró con una sonrisa de supuesta amabilidad, puso una mano en el hombro de Orión aprovechándose de la clara debilidad que el adulto tenía por él.
—Tengo asuntos que tratar con mi novio —comentó, sus ojos se mantuvieron fijos en los ojos de Orion, cubiertos por pestañas postizas—. ¿Nos puedes prestar el espacio solo 15 minutos mientras los chicos terminan de descargar? Te prometo que no haremos nada malo.
Orión torció los labios en fingido disgusto, fingido porque Jimin podía ver como sus sucios ojos recorrían los remarcados bíceps de su novio, centímetro a centímetro.
—Solo quince minutos y quiero que me invites una bebida la próxima vez que nos veamos, ¿entendido?
Wonho se rio.
—Por supuesto que lo haré, dulce, ahora si me permites...
Cerró la puerta, dejando al jefe de Jimin afuera.
—¿Se puede saber por qué razón me mandaste a la mierda frente a mis clientes el fin de semana, Min? —se quejó en cuanto no hubo más rastro de Orión, toda su expresión falsamente dulce se convirtió en una mirada irritada—. ¿Y qué fue eso que dijiste? ¿Dejar de hacer negocios conmigo? ¿Independizarte? ¿Qué carajos es eso?
Lo dijo por el calor del momento, eso era muy claro, o al menos lo era, porque ahora estaba bastante seguro de que quería tomar las riendas de su vida y comenzar a hacer las cosas por su cuenta, incluso si era algo tan mínimo como contar dinero y pagar sus cuentas, lo necesitaba.
—Necesito un tiempo para pensar y organizar mi vida... —respondió Jimin sin mirarlo a los ojos, no quería retroceder si lo hacía.
Escuchó una risa escalofriante, al mirar de reojo Wonho tenía la cabeza echada hacia atrás y sus hombros se agitaban mientras carcajeaba.
—¡Un tiempo! ¿Qué somos? ¿Adolescentes? Suenas como si estuvieras terminando conmigo —se burló—. Tú no tienes nada que pensar, Jimin. Esto solo se resuelve con una pregunta, ¿confías en mí o no?
¿Terminar? A Jimin le dieron escalofríos sólo de pensarlo. No terminaría con Wonho ni hoy ni mañana.
—No vamos a terminar —se apresuró en aclarar—. Pero ya no nos vemos, no me dejas visitarte y tampoco me visitas, me echas todo en cara como si yo hubiera elegido esta vida para los dos y todo lo que haces es... —Jimin negó con la cabeza—. Manejar nuestro dinero como si fuera tuyo.
Wonho empujó la lengua contra su mejillas con claro disgusto, su posición se volvió más cerrada mientras se recargaba en el escritorio, piernas y brazos cruzados con la mandíbula remarcada.
—¿No confías en mí? —cuestionó sin alzar la voz, no necesitaba hacerlo para tener a Jimin encogido en una esquina de la habitación—. Después de todo lo que he hecho por los dos... Mientras juegas a los mejores amigos con Taehyung, yo me estoy ganando a Taemin para que nos deje libres pronto, te estoy consiguiendo los mejores bares para trabajar, los mejores clientes, las mejores pagas, el menor daño posible... ¿Qué carajos está pasando por tu cabeza?
Jimin casi se arrepintió del tema, ya no estaba encolerizado como esa noche, esta vez estaba más que sobrio y despierto, podía pensar en cada consecuencia y sobre todo en cómo sus decisiones podían afectarlos a ambos. Los negocios ahora eran uno de los pocos hilos que unían la relación, sin ellos verse era inusual.
No te conformes.
—Es diferente ahora —suspiró—. No espero que me entiendas, yo no he vivido una juventud fuera de esto, entramos cuando tenía 17 años y tú 20, puedes pensar que tres años de diferencia no son nada, pero... estoy a punto de cumplir 20 años y siento que la vida se me está yendo en esto.
—¿Esto? —Wonho se burló—. ¿El trabajo ilegal? Jimin, te aseguro que si no estuviéramos aquí nos estaríamos muriendo de hambre y habríamos terminado en manos peores. Taemin hace mucho por nosotros.
—Taemin no está haciendo nada si eso piensas... —masculló Jimin—. Sólo confía un poco más en ti y te regala cosas caras, es cierto, pero incluso si los grilletes se vuelven de oro, siguen siendo grilletes.
Del interior de una caja de madera, Wonho sacó un puro, rodeó el escritorio, se tiró en la silla del jefe y subió las piernas a la mesa. Todo su enojo se convirtió en una diversión cínica que se hallaba en combustión bajo el fuego del encendedor con el que quemaba el tabaco. No estaba diciendo nada, de hecho se veía muy despreocupado.
—Wonho... —Jimin se acercó a la mesa y se inclinó hacia enfrente—. Escúchame, no estoy tratando de hacer menos todo lo que haces por nosotros, ¿está bien? El día que decidiste quedarte conmigo a pesar de las consecuencias no sabes lo feliz que me hiciste —Wonho se encogió de hombros mientras escuchaba y comenzó a fumar su porro con aburrimiento, eso no hizo más que ahondar la desesperación de Jimin por hablar más—: Te amo, Wonho, y haría todo para demostrártelo, haría lo que sea que me pidieras, pero entiende que necesito tener esta parte privada de mi vida antes de que enloquezca, por favor, sólo quiero sentirme dueño de mí mismo, quiero conocer más lugares, tener mis sueños, mis ganas de aprender, mis propios gustos, mi propia vida. ¿Verdad que lo entiendes? —buscó la mirada de su pareja—. ¿Wontokki?
El monólogo se enfrentó al silencio mientras el humo inundaba una habitación cerrada que desde un principio ya era asfixiante.
Los pies de Jimin hormigueaban al estar quietos en la misma posición, cambió el peso de uno a otra para calmarse sin evocar el ruido, Wonho hablaría tarde o temprano, no iba a interrumpirlo.
Mientras Jimin miraba a Wonho, desde cada suspiro hasta cada pestañeó, este mantenía los ojos en las cenizas.
—Sonaste como si tuvieras esperanzas —dijo Wonho después de unos minutos.
El comentario tomó a Jimin por sorpresa.
—Bueno, sí... pensé que las teníamos, ¿no?
—¿Qué dijeron? —preguntó Wonho, alzó la mirada y observó a Jimin a través de sus pestañas—. Alguna mentira estúpida debieron decir para hacerte pensar así, como si pudieras sobrevivir lejos de mí o de Taemin.
El entrecejo de Jimin se arrugó ante la ofensa.
—¿De qué hablas? ¿Qué dijeron quiénes?
—Las personas que te cogen —contestó Wonho sin pudor alguno—. ¿Quiénes más te dirían esas ridiculeces? Tal vez eres demasiado tonto o ingenuo para saberlo, pero la gente suele decir ese tipo de cosas cuando están calientes, ¿sabes? No se por qué, pero les da más excitación pensar que podrían ayudar a una p...
Las manos de Jimin se estamparon contra la mesa, ahogando el sonido de las palabras de Wonho, ahora estaba rojo de la vergüenza y temblando del coraje, esta vez no podía fingir que sabía controlar su ira, porque no lo haría.
—Esto no es por nadie —jadeó Jimin, sus pulmones se sentían tan oprimidos que apenas era posible hallar algo de oxigeno en este mar de polvo—. ¿Y cuál es el puto problema de tener esperanzas? ¡TODOS DEBERÍAN TENERLAS!
—¡No existen, Jimin! —exclamó Wonho—. Sólo nos tenemos el uno al otro, ¡¿qué carajos hace la maldita esperanza?! Nadie nos va a sacar de aquí, Jimin, ¡NADIE!
Se encogió bajo los gritos. ¿Cómo iba a vivir sin ninguna ilusión para el mañana? Todos necesitaban impulsarse de algo para vivir, Jimin necesitaba sus propios deseos, sus sueños.
—¿Qué quieres, Jimin? Pregunto porque parece que nada te satisface, ni siquiera cuando tienes el trabajo más fácil de los dos, ¿te acuerdas de cuando negociabas con Taemin y te temblaban las piernas como un imbécil recién nacido? —Taemin puso una sonrisa estremecedora—. Recuerda la primera reunión, saliste vomitando y me dejaste adentro con él. ¿Me estás diciendo que la misma persona que solía llorar todas las noches piensa que ahora puede hacerse cargo? Cariño, beber tanto alcohol te está afectando el cerebro, todo lo que tienes adentro es... pura mierda, eso es.
El cuerpo de Jimin tembló por la impotencia e incapacidad de expresar todo lo que estaba sintiendo. Si todavía hubiera tenido la capacidad de llorar ya lo habría hecho, porque Wonho era su mundo y Jimin no quería traicionar a nadie.
—Sólo quiero... sentirme capaz de hacer algo, si no me dejas hacer nada por ti, al menos deja que lo haga por mí... ¡Puedo llevar mis propias cuentas! Nuestra vida es de Taemin, ¿por qué no puedo tener al menos esto? —Jimin presionó las uñas contra la mesa de madera—. ¿Y todas las cosas que me prometiste que haríamos? —preguntó desconcertado—. ¡No entiendo tu nivel de pesimismo!
—No existen los sueños —contestó Wonho—. ¿Alguien dice que te va a sacar de aquí? Miente. ¿Alguien allá afuera dice que te ama? Miente. ¿Alguien dice que vas a lograr todo lo que te propongas? También miente. Solo estamos tú y yo, y si no te piensas conformar con eso, entonces no sé por qué sigues aquí.
—¡NADIE ESTÁ HABLANDO DE CORTAR! —peinó su cabello hacia atrás con desesperación—. Sé que siempre seremos tú y yo, pero sólo te estoy pidiendo una cosa, Wonho, una maldita cosa, déjame manejar mi dinero y punto, ¡no quiero más! Quiero ahorrar para cuando salgamos de aquí, volver a visitar el mar, recuperar un pequeño pedazo de mi dignidad y sentir que soy una persona. ¿Qué tiene de malo? ¿Por qué eso tiene que representar el final? ¿Por qué lo haces ver como algo imposible?
Wonho sopló el humo de su puro, su mirada se tornó frívola y su cuerpo recuperó una posición lejana a la aprehensión de sus gritos. Cuando Wonho lo miró a los ojos, Jimin sintió que nada de lo dicho lo había hecho cambiar de idea, iba a resignarse ante eso, si no podía cambiar a Wonho de idea, entonces tendría que esperar otra oportunidad e intentarlo después. Sería más responsable a partir de ahora para demostrarle que iba en serio, trabajaría más horas, no se retrasaría con absolutamente nada y hasta buscaría una forma de obtener otros ingresos a escondidas de Taemin.
Buscaría la forma de convencer a Wonho de que él también podía hacerse responsable de ambos y lo empujaría a hacer una segunda vida lejos de aquí para que este mundo no los consumiera. No podía olvidar sus partes humanas, las necesitarían algún día cuando escaparan de este horrible lugar.
—Terminamos.
El cuerpo de Jimin quedó paralizado ante las palabras inesperadas.
—¿Terminamos?
—Le diré a Orión que empiece a pagarte directamente —Wonho dijo sin ninguna expresión en el rostro—. A partir de ahora tú mismo irás a la oficina de Taemin para ajustar cuentas cuando sea necesario, pagarás tus propias plazas, recogerás tu mercancía y te encargarás de guardarla, ya buscarás dónde. Si te soy honesto, lo que acabas de decir me decepciona bastante.
—¿P-Por qué estamos terminando...?
—Te estoy dando lo que quieres —explicó sin ganas—. Vete y descubre el mundo, ve con quien sea que te haya hecho esas propuestas tan estúpidas, yo te esperaré aquí para cuando vuelvas arrastrándote y llorando patéticamente, ¿sabes por qué? Por que también te amo, Jimin, y haría todo para demostrártelo...
Wonho siguió hablando, cada palabra ácida escupida no era más que una humillante imitación hacia lo que Jimin había recitado hace rato. Ninguna palabra sarcástica quedó registrada en sus oídos a partir de ahí y ninguna imagen cruda de la expresión mordaz de Wonho se grabó en sus ojos.
Jimin estaba en otro lugar, en muchos a la vez.
Se vio solitario, en pleno duelo.
—Lo lamento mucho, donde quiera que tu madre esté te seguirá cuidando.
Lloroso, suplicante por una oportunidad, una segunda vida.
—Trabajen para mí y nadie sufrirá.
Roto, aferrado a la nada.
—No puedes verte débil, Jimin, ahora eres Cosmic Morphine, si tienes que usar una mascara para lidiar con ellos, entonces úsala.
Se vio rogando por el bienestar de alguien más, de rodillas.
—La próxima ves que te vea llorando no tendré ninguna misericordia, nadie la tendrá.
Y ahora estaba aquí, helado y sin lágrimas, sintiéndose igual de miserable.
Entraron por él, tampoco registró las manos que se aferraron a sus brazos y lo sacaron de ahí.
Al salir al exterior lo recibieron los tonos rojizos y purpuras del cielo. Orión estaba ahí, dijo algo, advirtió a Jimin sobre no faltar al trabajo esta noche.
No respondió.
Lo hicieron entrar a un vehículo y lo llevaron hasta la residencia.
Pero nada estaba conectando en la cabeza de Jimin, todo era irreal, no reaccionó al tacto, a los sonidos, los aromas, las imágenes o los sabores. Los pensamientos daban vueltas una y otra vez, dejándolo a la deriva.
Quizás los que iban en la parte delantera del auto sintieron lástima por él.
—Toma esto, te sentirás mejor.
Pusieron algo en su mano y lo tragó.
Te sentirás mejor.
No, ni siquiera el entumecimiento emocional lo iba a traer de regreso, el infierno estaba en la tierra y las ilusas ganas de vivir que Jimin mencionó se habían quedado arrastradas en esa bodega polvorienta.
¿Quién era Jimin para hacer peticiones al final del día?
Necesitaba a alguien que se lo recordara.
Alguien que le dijera lo que tenía que hacer.
—Llegas temprano —masculló Jungkook cuando los dos se cruzaron en la puerta.
Vestimenta negra, una gorra y un cubrebocas que le cubría el rostro.
Recordó la carrera.
—¿A dónde vas?
—Voy a salir... ¿Por qué? ¿Estás bien?
Mierda, ¿por quién carajos estaba sacrificando la única vida que le quedaba?
"Espero que cuando el día llegue, tú y Jungkook piensen en mí".
Seokjin tuvo tanta razón.
✧ » ◇ « ✧ » ✦ « ✧ » ◇ « ✧
Todo el día tratando de cerrar esto y lo hice hasta apenas, en la última edición del capítulo aumenté al menos 500 palabras y moví muchos diálogos entre Wonho y Jimin.
El movimiento de Wonho es inesperado, ¿cierto? Es la primera vez que se me ocurre, nunca estuvo en mis planes y me pregunto hasta que nivel afectará la historia.
Hay tantas insinuaciones de los problemas reales de la historia en este capítulo, les adelanto que este desastre entre el jikook y el taegi es la menor de las preocupaciones de la historia.
—Princess.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top