Causa y efecto

Memories lost in stardust

Eran las cinco de la mañana cuando Jimin despertó por una corazonada que había estado tejiéndose hace poco, completamente reforzada gracias a Yoongi.

No despertó a Jungkook cuando salió de la habitación ni se atrevió a encender la luz de la entrada, todo lo que hizo fue utilizar la lámpara del celular, tomar lo necesario y salir a toda prisa.

¿La razón? Estaba muy preocupado por algo, lo que pretendía hacer en las primeras horas del día era la única manera en la que podría sentirse en paz.

Todo comenzó tras su ruptura con Wonho; pensó que la angustia se lo tragaría vivo. Era difícil pensar o respirar sin ahogarse, consideró encerrarse en su habitación. Las grandes ideas que tenía sobre su cambio de vida se disolvieron en ácido y todo lo que quería hacer era desaparecer.

De pronto, como una fórmula mágica bien estudiada, Jungkook comenzó a actuar.

Su presencia por sí sola ya era reconfortante, como lo había sido desde que tenía uso de razón, pero esta vez hubo algo diferente, un factor extra.

Jungkook parecía un adivino, hacía y decía todo lo que Jimin necesitaba en el momento adecuado. Esta vez Jimin no tuvo necesidad de ocultarse en un caparazón; lejos de querer destruirse, quiso ser mejor.

Y ese extraño sentimiento fue tan familiar como lo eran los antiguos cuidados de Seokjin.

No era igual, por supuesto que no. Jungkook tenía otro tipo de esencia para hacer las cosas.

Jungkook no era demasiado sabio, influyente ni seguro. Su Jungkook era genuino e inocente, miel pura, una manta cálida hecha para envolverlo en un crudo invierno.

¿Jungkook le daba la confianza de volver a amar? No, Jungkook lo hacía amar.

No importaba cuánto intentara ser de piedra, Jungkook aparecía con una sonrisa, una idea o algún detalle; le cantaba con una voz del cielo hasta ayudarlo a conciliar el sueño; lo arrullaba con su afecto; y lo mimaba como si fuera el diamante más precioso de la tierra o la estrella más brillante del universo.

Quizás Jimin era un espejo y cuando Jungkook hablaba sobre belleza era porque se veía a sí mismo en él, porque ese tipo de adulaciones no podían ser reales. Las quería creer, se esforzaba en eso y al final del día de alguna forma terminaba sintiéndose insuficiente.

Las cosas que Jin habría hecho para ayudarlo, Jungkook las hacía.

Al comenzar a notar las sospechosas similitudes, la nostalgia desapareció y fue reemplazada por el pánico.

No es que creyera que Jungkook fuera incapaz de tener ese tipo de detalles con él o que dudara de sus intenciones, es que este tipo de cosas eran pensadas con una cautela con la que Jungkook jamás se movería. Se sentía planeado.

Decidió investigar, descubrió que Jungkook desayunaba casi todos los días con Seokjin, algunas veces se les unía Hoseok. No quiso espiarlos, no lo hizo. Yoongi fue quien se lo dijo al aire una vez que se encontraron de camino a la residencia.

El mayor no quiso profundizar en su comentario, evadió la mirada de Jimin y jugueteó con su celular. Jimin reconoció el miedo.

Jin podía estar tramando algo. El aviso sobre la carrera de Taehyung no era más que el inicio.

Esta vez Jimin no sintió miedo de perder a Jungkook, tuvo miedo de que este oscuro plan alejara a Jungkook de sus sueños cuando él y su banda estaban a tan pocos días de irse a la semifinal.

Jimin no aprobaba a ninguno de los que integraban la agrupación, con Yoongi era punto neutro, pero sabía a ciencia cierta que esa banda era la oportunidad de oro para Jungkook si quería llegar a cumplir sus sueños, incluso si se beneficiaban personas desagradables.

Jimin conocía a Seokjin mejor que a nadie, si el maldito seguía teniendo control en esto, todo terminaría con Jungkook fuera de la banda.

Por eso decidió encontrar la manera de hacer algo y para ello no tuvo más remedio que ser directo.

Afuera había mucho viento, no muchos autos transitaban las calles dada la hora y los pájaros en los árboles todavía no despertaban. Metió las manos en los bolsillos de su chamarra verde, encogiéndose del frío, y caminó hasta la zona residencial más popular de la ciudad.

El cambio de dirección era drástico, las calles estaban completamente limpias, libres de cualquier rastro de basura y ambulantaje. Las casas se veían cada vez más separadas unas de las otras, dando espacio a grandes jardines que no requerían ser protegidos por ninguna valla en la mayoría de los casos.

Le repugnaba admitirlo, pero todo era tan familiar que incluso podía recordar algunos rostros de la zona, personas que Seokjin saludaba en aquellos tiempos en los que ambos caminaban juntos por estos lares.

Una señora grande preguntó una vez:

—¿Y ese pequeño de ojos azules?

Seokjin tomó a Jimin en un abrazo apretado y recargó su mejilla en la de Jimin con una sonrisa juguetona, para luego contestar:

—Es mi hermanito menor, ¿no somos parecidos?

La mujer casi lo creyó, pero conocía a la perfección ese tono bromista de Seokjin, así que lo único que hizo fue saludar a Jimin con cortesía y decirle que era mil veces más lindo que Seokjin si se lo preguntaba.

Eso Jimin no lo creyó. Par de bromistas, pensó.

Venir por estos lugares nunca fue cómodo, pues no le gustaba la envidia que crecía en su interior cuando familias pulcras con miradas relajadas iban de aquí para allá hablando de sus preocupaciones, que para Jimin eran cosas muy fáciles de tratar.

La luz que Seokjin irradiaba sobre él era tan potente que podía opacarlo, pero Seokjin nunca hizo nada para volverlo menos; siempre lo puso a su altura, ni enfrente ni atrás, junto a su lado.

Seokjin lo hacía sentir como una persona normal.

Y sin él, andar por aquí volvía a ser como una mancha de mugre paseando.

Tras un rato más de caminata donde intentó parar de recordar, llegó a una casa blanca de grandes ventanas. La casa de Seokjin.

Sacó el celular de su bolsillo y marcó ese número que conocía de memoria.

Primer timbre, segundo timbre...

—¿Quién habla?

No tenía muchas esperanzas, pero Seokjin era bueno despertando fácilmente.

—¿Fingiendo que no conoces mi número? —se burló.

—¿Qué quieres? No puedo hablar tan temprano.

—Está durmiendo junto a ti, ¿no es así? No puedes hablar libremente.

—Ve al grano o cuelgo.

—¿Qué te parece si toco el timbre repetidamente y hacemos que Namjoon se asome?

Escuchó un par de maldiciones, seguidas del sonido de las sábanas y un bostezo que no provenía de Seokjin.

¿A dónde vas? —preguntó Namjoon, con voz adormilada—. Es demasiado temprano.

—Tengo una llamada.

—Mmm, rápido... y sin hacer ruido.

A Jimin no le gustaba esa voz, tampoco el tono, ni las palabras, ni esa persona...

Sus dedos reforzaron su agarre en el teléfono, el enojo estaba gorgoteando en su pecho y las ganas de lanzar el teléfono se volvieron difíciles de contener.

—Ven afuera.

No puedo hacer eso —se quejó Seokjin, para cuando contestó ya estaba lejos de la habitación—. Es muy temprano, ¿no tienes cosas que hacer? Además... ¿qué haces llamándome? Tú no me llamas.

—Dije que vinieras afuera.

—Jimin...

—Ahora.

—No.

—Este timbre me está llamando, ¿debo presionarlo?

—¿Qué carajos quieres?

—Vas a explicarme qué demonios pretendes con Jungkook, quiero escuchar toda tu patética historia y te advierto que si no vienes ahora mismo...

—Eres como un niño.

Jimin se detuvo ahí, pues no estaba de humor para bromas y tampoco quería que Seokjin consiguiera manipularlo a través de ese humor retorcido que lo caracterizaba, digno de aplausos ya que con él podía evadir las conversaciones serias.

Mientras esperaba a Seokjin, se recargó en la reja metálica de su casa y miró la edificación solo de reojo, aunque no pudo evitar que su mirada cayera por varios segundos en esa ventana que sabía que pertenecía a la habitación de Seokjin.

Si cerraba los ojos podía ver una vibra oscura allá adentro, decorada con luces led y cientos de posters de bandas y videojuegos. Seokjin amaba jugar, a veces pasaba horas frente al ordenador y Jimin se quedaba tirado en su cama dándole ánimos para ganar, como el buen amigo que era.

Dudaba que todavía existieran esas cosas, con lo anticuado que era Namjoon, ese tipo de pasatiempos no debían seguir existiendo.

Jimin lo vio desde el primer momento en el que Seokjin cambió su forma de vestir, pasando de lleno a los trajes elegantes con accesorios sutiles.

Bien por él.

El sonido de la puerta cerrándose llamó la atención de Jimin. Se despegó de la reja y al girarse se encontró con Seokjin, quien vestía una gabardina muy bonita.

—¿Qué carajos haces aquí? —gruñó, pero su enojo no era ni palpable—. Si Namjoon te hubiera visto...

—Le habría dicho todo lo que has estado haciendo cuando no te ve —amenazó Jimin. Seokjin era más alto que él, pero eso no le impedía ser intimidante—. Habría fingido no creerme, pero dime, ¿qué hubiera dicho cuando ustedes dos estuvieran con las puertas cerradas?

Seokjin puso los ojos en blanco y comenzó a caminar sin rumbo fijo.

—Por favor —masculló—. No hubiera dicho nada.

—¿No hay auto hoy? —preguntó Jimin, siguiéndolo.

—Namjoon tiene las llaves y no quería decirle que iba a salir, te hubiera descubierto... ¿Vamos a una tienda de 24 horas? Tengo hambre.

Jimin asintió y lo siguió sin decir nada en todo el camino.

Se suponía que el encuentro fuera más agresivo, nada de ir a desayunar o caminar hombro a hombro. Esas cosas derretirían la barrera de hielo que Jimin había construido con tanto júbilo y no es como si Seokjin hubiera cambiado algo de su personalidad; el problema era ese constante recordatorio de lo mentiroso que podía llegar a ser si se lo proponía.

Corrección, sin necesidad de proponérselo.

¿No fueron mentiras todas las cosas del pasado?

Cuando Seokjin abrazaba a Jimin y lo llenaba de palabras buenas.

—¿Qué pasa con esa cara? —preguntó Seokjin, sacándolo de sus pensamientos—. Pensé que estarías muy animado como para querer molestar a los demás a las cinco de la mañana, ¿Jungkook no te hace feliz?

Jimin detuvo el paso de golpe.

—Vuelve a mencionar a Jungkook y te golpearé —soltó con irritación.

—¿No viniste aquí para hablar de él? —Seokjin puso una falsa voz de ingenuidad.

—Te crees muy listo.

Seokjin soltó una risa que murió en el aire tan pronto como llegaron a la tienda de 24 horas de la que Seokjin hablaba antes. Si afuera hacía frío, adentro no era muy diferente. Seokjin saludó a la cajera con una sonrisa amable y fue directo al fondo para prepararse una sopa instantánea mientras Jimin conseguía un café americano.

Una música venía de los parlantes, era una tonada suave y muy sencilla sin letra, solo un ritmo al estilo indie, del tipo que le gustaba a Jimin.

Movió el café con el batidor y siguió el movimiento del líquido café yendo en círculos.

Tenía un plan, iba a amenazar a Seokjin por teléfono hasta hacerlo jurar que no se acercaría más a Jungkook, pero luego escuchó la voz de Namjoon y actuó por mero instinto. No ganaba nada sentándose a desayunar con Seokjin, perdía el tiempo y eso era todo, ¿entonces qué estaba haciendo?

—¿Adentro o afuera? —preguntó Seokjin, cuando sacó su envase del microondas—. Aquí hace frío, pero afuera hay mucho viento.

—Está bien aquí.

Con un asentimiento, ambos se sentaron en la barra que daba vista hacia el exterior. Seokjin comenzó a comer de inmediato sin prestarle atención a Jimin.

Jimin lo miró fijamente.

Se veía diferente a antes, su cabello era más corto y no le cubría la línea de las pestañas, tampoco tenía ningún color, era negro natural, grueso y poco ondulado. La línea de su mandíbula ahora estaba remarcada y esos cambios pequeños de alguna forma lo hacían ver maduro y más guapo.

Solo había pasado un año.

Un año desde la última vez que recorrieron las calles juntos, cuando Seokjin se divertía con una pandilla pacífica que prefería el grafitis antes que las peleas. No es que Seokjin fuera talentoso en eso, lo único que hacía era recargarse en la motocicleta de su amigo y mirar como el mocoso mimado que era.

Jimin lo conoció a través de fiestas. Seokjin ebrio era naturalmente amable con quien se cruzara en su camino y ese día Jimin fue el afortunado que estaba pálido y con náuseas.

Seokjin lo acompañó a los baños y palmeó su espalda. Dijo con voz calmada:

—Déjalo salir.

Y Jimin sintió que iba a llorar en ese momento.

Después de eso sintió pena alrededor de Seokjin, no quería ser conocido por su pequeño desliz en una fiesta, pero Seokjin estaba más que acostumbrado a los descuidos de sus amigos.

En una semana Jimin ya era su favorito.

Al principio se sentía muy perdido, no sabía nada de este lado espeluznante de la ciudad ni conocía las advertencias sobre en qué calles no meterse y con qué personas no hablar. La llegada de Seokjin le cayó como anillo al dedo, el mayor conocía todo.

Caminaba entre esas calles como caminaba por las de su propio hogar. Él iba muy seguro de que nadie lo iba a atacar.

Mientras Jimin estuvo con Seokjin, nunca se les acercaron.

—¿Vas a dejar que tu café se enfríe? —preguntó Seokjin.

Jimin miró hacia abajo, el vaso humeante empezaba a perder su temperatura.

—¿De qué hablan tú y Jungkook? —interrogó, sin prestar atención a la pregunta anterior—. Sé que se ven muy seguido, también están con Hoseok.

—Somos amigos, creo que es normal que pasemos el tiempo juntos —Seokjin se encogió de hombros.

—¿Y de qué hablan?

—Cosas de amigos.

—Sé específico, no sé a qué te refieres con cosas de amigos.

Seokjin llevó la mirada hacia Jimin, sus ojos intensos se quedaron fijos en los del otro de una forma retadora.

—¿No tienes amigos? Si los tienes creo que sabes a qué me refiero.

Al hacer las manos puños, las uñas de Jimin se clavaron en su propia piel de forma dolorosa. Dio un vistazo al interior de la tienda, no había nadie más aparte de ellos y los estantes bloqueaban la vista directa de la cajera, quien debía estar distraída y somnolienta dada la hora.

Tomó a Seokjin del cuello de su camisa y lo atrajo hacia él.

—No vine aquí para tus juegos —siseó, conteniendo sus ganas de gritarle—. Vas a contestar mis preguntas o yo mismo me encargaré de joder tu estúpida relación con Namjoon.

Seokjin le mostró una sonrisa, llevó sus manos hacia las de Jimin con las que sostenía su camisa y las apartó con cuidado.

—Solo estaba jugando —susurró.

Seokjin estaba disfrutándolo, su calma pausada y las respuestas infantiles que daba eran la prueba viviente de ello. Cuando Jimin se separó, Seokjin arregló el cuello de su camisa y volvió a sus fideos.

—Hazme una pregunta más directa —habló Seokjin de nuevo, luego llevó los fideos a sus labios y sorbió silenciosamente.

—¿Qué hablan de mí?

Seokjin tragó y fingió pensar.

—Hablamos de lo impredecible que eres, puedes estar feliz un día, dispuesto a hacer de todo y al día siguiente te encierras en ti mismo y rechazas las propuestas de Jungkook para salir a divertirse. Pero yo siempre les digo que tienes tanta suerte de tener a alguien como él —Seokjin hizo una pausa molesta—. Una persona que sí tiene paciencia.

—Bueno, ese es mi jodido problema...

La pierna derecha de Jimin comenzó a agitarse en un tic nervioso porque las cosas se estaban poniendo demasiado personales, mirar hacia Seokjin era incómodo, pero no mirarlo lo hacía sentir abrumadoramente controlado.

—Y hablamos de que detestas que te digan las cosas en la cara. Jungkook piensa que eres un ángel sin defectos, Hoseok no te conoce, pero yo les digo que eres como una persona cualquiera: te enojas, te pones feliz, tienes mecanismos de defensa poco saludables, te preocupas por cosas terribles, pero también te preocupas por cosas estúpidas —Seokjin carraspeó y después con su voz más chillona dijo—: ¿Qué me debería poner mañana? ¿Mi cabello sigue siendo lo suficientemente rubio? ¿Taehyung se habrá robado mis lentes favoritos?

El calor escaló hasta las mejillas de Jimin, no tuvo que buscar un espejo para saber lo rojo que se había puesto de la vergüenza. Seokjin lo miró de reojo y contuvo una risa condescendiente.

—Cállate —gimió Jimin, ante la desagradable imitación—. Tú no sabes nada sobre mí.

—Sé lo suficiente —corrigió Seokjin—. ¿No recuerdas lo buenos amigos que éramos? Estuve ahí cuando te teñiste por primera vez.

El movimiento en su pierna se detuvo y los recuerdos lo aplastaron como un costal del metal más pesado cayendo sobre él. El recuerdo vino como una imagen capaz de revivir el dolor de su nostalgia.

Jimin se tiñó de rubio apenas dos meses después de haber conocido a Seokjin y eso no fue porque él quisiera.

Fue por Taemin, que tenía un gusto particular por las personas rubias y esbeltas.

Esa vez estaba llorando mientras Seokjin pasaba el decolorante por su cabello y susurraba palabras dulces.

—Te verás muy guapo, Jimin, mírate en el espejo, serás el hombre más hermoso de ese estúpido basurero, ¿me escuchas? Serás tan hermoso que les dará miedo lastimarte, no querrán ponerte ni un solo dedo encima.

Jimin asintió con la cabeza, aunque eso no detuvo las lágrimas.

Todo el tiempo Seokjin mantuvo una sonrisa contagiosa en los labios y con su bello tono carismático le dijo las cosas más hermosas que alguna vez pudo escuchar sobre su persona.

Pero Jimin también escuchó por accidente, ese mismo día se escabulló de noche en su cocina y lo escuchó romperse a llorar.

Su corazón se rompió aquél día.

Jimin estaba tan agradecido con Seokjin y con el cielo, juntaba sus manos en su pecho y se ponía tan contento por tener un amigo en ese mar de desgracias. El alivio que sentía siempre que le contaba uno de sus problemas a Jimin y el mayor lo solucionaba en un chasquido era indescriptible.

Seokjin entendía todo.

Entonces, ¿las lágrimas en la cocina fueron una mentira? Jimin pensó que Seokjin lo quería, pensó que eran mejores amigos.

—Jungkook estaba preocupado por ti y pensó en pedirme ayuda a mí, solo es eso —agregó Seokjin, esta vez en un tono más calmado—. Soy el novio de su mejor amigo, el mayor en todo ese grupo, era natural que me pidiera ayuda a mí.

Seokjin puso una mirada de sentirse culpable por la reacción que le había sacado a Jimin, pero esa culpa no significaba nada para el rubio.

Si temblaba no era porque Seokjin aún fuera su debilidad, los recuerdos no lo afectaban porque los extrañara y la gentileza de Seokjin no hacía nada para hacerlo sentir más frágil. Si Jimin estaba sentado en esta barra, al borde del colapso, era por la cantidad abrumadora de odio que Seokjin le hacía sentir.

No quería volver a los viejos tiempos, quería borrarlos.

—La próxima vez que te pida ayuda estaría bien que cerraras la boca —dijo Jimin, su voz recuperó la frialdad con la que se había presentado frente a su puerta—. O que le contaras la verdad, que solo lo estás utilizando para llegar a mí y lograr que te perdone por ser una basura.

Jimin se inclinó hacia Seokjin, quien había vuelto a su comida de forma evasiva, lo miró desde el costado y tomó el envase para ponerlo lejos de él.

—Jimin...

—¿Quieres que te diga qué tiene Jungkook que lo vuelve tan bueno? Debes estártelo preguntando. Tú y él son tan diferentes, pero piensas que eres mejor en todos los aspectos, excepto en ese rasgo desconocido —Jimin sonrió de forma espeluznante. Seokjin tuvo que retroceder y apartar la mirada mientras Jimin se acercaba—. La diferencia es que Jungkook no caería tan bajo como tú, él jamás manipularía a las personas, no utilizaría sus recuerdos más dolorosos para ponerlos sensibles y luego hacerse el héroe.

Seokjin comenzó a reaccionar, su expresión de desdén se fue quebrando a cada palabra, esa sonrisa socarrona estaba temblando por los nervios. Cada fibra sensible era apuñalada por Jimin sin piedad, el rubio, satisfecho por los logros, continuó:

—Cuando Jungkook no obtiene algo, no lloriquea hasta que se lo dan, él se esfuerza y se lo gana, no usa máscaras para caerle bien a los demás y... ¿Sabes qué? Incluso si supiera lo desagradable que eres, te apuesto a que no te odiaría, él no puede hacer eso, Jinnie, no está tan trastornado como tú o como yo —Luego se estiró hacia su oído y susurró—: Por eso es mucho mejor, es tan bueno que apenas y podrías besarle los talones.

Se tiró de nuevo en su silla metálica, Seokjin no era ni la mitad de lo que había aparentado cuando entraron al establecimiento. Por fin, Jimin se sintió lejos de su sombra, vivo e independiente.

Seokjin apretó los labios.

—¿Por qué te molesta que lo ayude? ¿No te beneficia que esté ahí para él? Si no fuera por mí seguirías enterrado en tu depresión y él habría decaído también por no poder ayudarte, ni siquiera seguirían juntos —cuestionó completamente molesto, sus orejas se habían puesto rojas por la indignación—. ¿Por qué sigues dudando de mis intenciones?

—Si piensas que solo me importa que Jungkook y yo seamos felices juntos, te equivocas —contestó Jimin, sin pensarlo dos veces—. Yo podría pudrirme en mi miseria y estaría satisfecho solo con verlo cumplir sus sueños. ¡Por eso me preocupa! Porque tú tienes un jodido problema con él.

—¿De qué hablas?

—Tú —Jimin lo señaló, empujándolo con el dedo índice—. No eres su amigo, tampoco eres amigo de Hoseok. Tú no tienes amigos. Solo te importa ser el novio de Namjoon.

—Aprendí a quererlo —rechistó Seokjin—. Aprendí a querer a Jungkook y si un amigo quiere mi consejo, voy y se lo doy. Quiero ayudarlo y quiero ayudarte a ti, ¿cómo es eso tan difícil de entender?

—Compruébalo. No puedes.

—¡Por supuesto que puedo! ¿Qué quieres que haga? Haré lo que sea...

Justo en el momento en el que más se necesitaba, el celular de Seokjin que yacía sobre la barra comenzó a timbrar. El tono era algo divertido, más colorido que la cara pálida que puso Seokjin cuando empezó a sonar.

—Es Namjoon —afirmó Jimin—. No contestes.

—No puedo hacer eso... Él necesita saber dónde estoy... —Seokjin comenzó a tartamudear, sus dedos buscaron ansiosamente tomar el celular.

—No contestes y quédate todo el día conmigo. Entonces tal vez pueda creerte.

—Prometí llevar a Namjoon a una feria de la ciencia. Tengo que acompañarlo, no puedo...

—Entonces no puedes comprobarlo.

—Por favor, Jimin.

Una sonrisa triste se asomó en los labios de Jimin. Iba a reírse de Seokjin, de sí mismo, de toda esta jodida situación que estaban atravesando. Ambos eran una tragicomedia, sus sentimientos y actos eran estúpidos, se pudo haber evitado.

—Ese día era mi cumpleaños —susurró Jimin, cabizbajo—. Dijiste que te esperara en la cafetería de tu facultad, yo te había dicho que odiaba celebrar mis cumpleaños, pero prometiste que sería diferente y aunque habíamos peleado días antes, yo fui con un poco de esperanza...

Jimin no estaba llorando. Ya no lo hacía, ya no necesitaba a Seokjin acariciando su cabellera mientras le prometía que el futuro sería mejor, ya no necesitaba sus cuidados, ya no lo necesitaba.

Pero el recuerdo de ese día siempre le traía un vacío profundo, se le apretujaba el alma solo de pensar en él mismo entrando discretamente a una cafetería extrañamente ruidosa donde todos vitoreaban y aventaban confeti. Intentó ver a través de la multitud y se arrepintió cuando quedó adelante y logró echar un vistazo, porque la imagen que vio fue horrible.

Fue el día en el que Namjoon y Seokjin comenzaron a salir.

—Eso no estaba planeado —afirmó Seokjin, bajando la voz—. Quise ir detrás de ti, lo prometo, yo solo...

Jimin se puso de pie, dejando el vaso intacto sobre la barra.

—¿Cómo podría creer que no me estás mintiendo sobre Jungkook o sobre mí? Ni siquiera puedes enfrentar a Namjoon para demostrarlo. Mientras él siga siendo tu mundo, nunca podré creerte.

—No es tan fácil.

—Si algo le pasa a Jungkook en esa banda, si Namjoon empieza a tratarlo mal o si cualquiera de ese grupo le hace alguna ofensa, tú serás la primera persona en la que sospeche, ¿me escuchas? —dijo Jimin, pero Seokjin solo podía mirar su celular que aún timbraba—. Te culparé de cualquier cosa mala que le pase, por muy pequeña que sea, y haré todo lo que pueda para destruirte a ti y a Namjoon. Tenlo en cuenta la próxima vez que quieras pasarte de listo.

Luego de terminar de hablar, Jimin salió del lugar sin mirar atrás. Buscó su cajetilla de cigarros en el bolsillo de su chamarra verde y cuando la obtuvo, sacó uno y lo puso en sus labios. Fue hasta el momento en el que quiso encenderlo que notó que sus dedos estaban temblando.

No quiso creer lo que le dijo Yoongi, pero ahora lo había comprobado.

Seokjin era patético, debió seguir sus sueños y ser actor, ¿no solía decir que el amor era para los tontos? Ahora que lo veía ansiando responder a una simple llamada como un adicto, sentía tanta pena por él.

Tú también eres un tonto.

Yoongi dijo que solo quedaba el cascarón de lo que Seokjin solía ser, estaba intoxicado y las toxinas cada día se expandían.

Jimin tenía mucho miedo de que Seokjin no lograra controlarse y le hiciera algo muy malo a Jungkook. No lo perdonaría.

De cualquier forma, ¿Wonho no le advirtió sobre juntarse con personas como Seokjin? Hombres demandantes con ganas de robar todas las cosas lindas que veían, personas demasiado inteligentes.

Patético, patético, patético...

Cuando volvió a la habitación, ese día, y al siguiente, y al siguiente, Jungkook no salió para desayunar con nadie más que con él, con Jimin.

.

.

.

Un día estaban recargados en su auto, detrás de un bar. En la calle paralela había una multitud de personas formadas esperando por tener un espacio en el club.

Hacía calor incluso afuera, Jimin estaba tan mareado. Respiró y exhaló tantas veces pudo mientras Jin, que estaba a su lado, navegaba en el celular.

De pronto, Jin soltó un bufido que llamó la atención de Jimin.

—Pequeño bastardo...

Jimin quiso ver lo que sea que Jin estuviera viendo. Tenía que ser algo serio, pues había conseguido enfurecerlo. Se recargó en él y estiró la cabeza para darle forma a la pequeña pantalla iluminada que mostraba una conversación.

—¿Quién? Jin, ¿quién?

—Espera.

Jin siguió tecleando muy rápido. Su celular se agitó en cada movimiento y Jimin no pudo seguir ese mar de letras.

Alzó el rostro, mirando el ceño fruncido de Jin, sus labios pomposos torcidos con desagrado y los ojos cada vez más rojos, no necesariamente por las altas horas. Su amigo era muy atractivo y expresivo. A veces hacía caras graciosas, comentarios divertidos para que la cabecita de Jimin no se perdiera en lugares indebidos.

—Mira a este tipo, ¿te parece más guapo que yo? —Seokjin estiró el celular y Jimin tuvo que acercarlo más a su rostro para verlo mejor.

La sobriedad llegó como un balde de agua fría. Sostuvo el celular con fuerza y miró cada pequeña facción. Reconocía la cicatriz, conocía esa nariz peculiar, esos ojos redondos y ese lunar debajo del labio inferior.

Lo conocía tan bien.

Seokjin le quitó el celular bruscamente.

—¡No lo veas así!

—¿Cómo se llama?

—No lo sé, ¿qué importa? —Seokjin volvió a teclear, encogiéndose de hombros.

—Mierda, Seokjin, ¿cómo carajos se llama? Quiero verlo otra vez.

—Oh, por favor —Jin abrazó el celular contra sí mismo—. No me digas que tú también estás flechado por él porque juro que te voy a golpear, este tipo no deber ser la gran cosa.

—Seokjin, no estoy jugando —Jimin intentó arrebatar el celular, pero Jin retrocedió antes de ser alcanzado—. El nombre, ya.

—¡No puse atención! —Jin guardó el celular—. Algo de Jung no sé qué. Me parece que es de primer semestre, no sé de qué carrera, pero es cantante.

Jimin se quedó sin aliento.

—¿Cantante?

—Algo así, le gusta cantar.

—Cantante...

—Yoongi dice que van a meterlo a la banda que están organizando. Adivina de quién fue la idea y por qué. Dios, tengo ganas de romper este celular, es que no hay manera...

—Cantante...

Por primera vez, los oídos de Jimin se apagaron y todo lo que pudo escuchar fue el sonido de su propio vómito.

Al día siguiente se quedó callado y pretendió indiferencia, como siempre. Le quiso contar todo a Jin, quien si bien sabía de la historia de niñez de Jimin, no tenía idea de cómo era Jungkook o cuál era siquiera su nombre. Pero no pudo.

¿Qué hubiera pasado si Jimin le hubiera dicho?

Tal vez Jin no se habría ido, tal vez lo habría ayudado porque Jin siempre podía resolverlo todo con un chasquido.

Jin tampoco habría odiado a Jungkook.

Y Jimin no le tendría miedo ahora.

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Semanas, gente, semanas para escribir esto. ¡TENÍA 5 BORRADORES DEL MISMO CAPÍTULO CON ESCENAS Y PARRAFOS DISTINTOS! Pero ganó esta versión al final del día, descubrí que sí existe el momento indicado, este capítulo nunca se me hubiera ocurrido si no lo hubiera empezado  en el momento preciso.

No quiero entrar en detalles porque no es un tema apropiado para hablarse aquí, pero estas semanas he estado atendiendo varios asuntos de mi salud, nada serio, solo que necesito acostumbrarme a algunas cosas que han cambiado mi dinámica y que afectan mis horas del sueño. Como no tengo un horario regular, me cuesta planear las horas en las que voy a escribir, muchas veces estoy cansada demasiado temprano y otra veces es el dolor de cabeza que no me deja acercarme a la computadora.

Ya me siento mejor en ese aspecto, así que retomaré esto de inmediato.

Gracias a los nuevos lectores que se unieron en la semana. Aquí vimos la perspectiva de Jimin sobre Jin, Jimin se adelantó antes de que la influencia de Jin aumentara.

—Princess.

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