Calles vacías
❝Memories lost in stardust❞
—¡Jiminnie!
Él estaba en su habitación, inmerso en el mundo que su pequeña imaginación ilustraba con colores y crayolas que danzaban entre sus manos. Había un dragón, un castillo enorme, un pueblo y un arquero apuntando desde una torre, o algo como eso era lo que interpretaba su creatividad con aquellos trazos abstractos.
—¡Jiminnie! ¡Mamá está aquí!
Al escuchar esa voz, soltó las crayolas, dejando que se esparcieran por todo el suelo y corrió lo más rápido que pudo hasta la entrada. La madera crujió bajo sus pies, un aroma dulzón a tarta de manzana recién hecha inundó sus fosas nasales en el camino y su boca se hizo agua.
Al final de las escaleras, una mujer esbelta de largos cabellos castaños lo esperaba con los brazos abiertos, a cada pasó la imagen se volvía más nítida, la luz cálida de la ventana se filtraba y acariciaba con cariño la silueta de su madre, formando un haz de luz a su alrededor.
Se lanzó a sus brazos, lleno de amor y gratitud. Ella lo estrechó con ternura, sintiendo el latido del corazón de su pequeño tesoro. Un beso suave en la frente y caricias en su cabello oscuro fueron una muestra de amor hacia su propio corazón.
—¿Qué hacías, pequeño travieso? ¿Por qué no venías cuando te llamaba tu abuelita? ¿Eh? —regañó en un tono bromista—. Cuéntame mientras comemos tarta de manzana con ella.
—¡Tarta de manzana!
Acudieron al comedor y se sentaron en la mesa junto a la abuela, una mujer alegre y canosa de 62 años, con un talento indescriptible para la cocina que su hija también había heredado, tal vez en el futuro Jimin sería igual de bueno que ellas.
Les habló de su dibujo con una emoción contagiosa, la travesía de un brillante arquero que quería participar en un campeonato para ganar el premio y construirle un castillo a su princesa. Su madre escuchó con atención las palabras mágicas que su hijo decía, había una sonrisa divertida en su rostro e incluso exclamaciones de sorpresa cuando Jimin llegó a la parte en la que el arquero se enfrentaba al gran dragón que cuidaba el tesoro.
—¡Eres tan creativo, Jiminnie! —halagó su madre en cuanto el relato terminó—. ¿Y cómo se llama ese valiente arquero? ¿Eres tú, cariño?
—A mí me suena a alguien bastante conocido —musitó la abuela mirándolo con complicidad—. Me preguntó qué muchachito de por aquí será.
—¡No es Jungkook! —interrumpió Jimin, ocultándose detrás de su vaso de leche—. Bueno, tal vez se parece... puede que me haya basado en él, ¡pero no es él!
—A Jungkookie le encantará saber que ilustraste una historia sobre él —dijo su madre.
—¡P-Pero no es él!
Una sonrisa tímida se asomó en los labios de Jimin mientras se llevaba una cucharada de tarta a la boca, la mezcla de dulzura se fijó en sus papilas gustativas y corazón.
—No importa quién sea el arquero en la historia, cariño —dijo su madre con un tono suave y reconfortante—. Lo que importa es que siempre puedas encontrar aventuras en tus propios cuentos y en las personas que te rodean.
Jimin asintió aún sonrojado. Le gustaban este tipo de escenarios; la risa de su madre, el cariño de su abuela y su propio amor por la creatividad.
Quería estar con ellas para siempre.
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Recordar el pasado genera un vacío grande para las personas que no pueden superar lo que ha sido y no volverá a ser. La vida es como una película en bucle, con un público memorizando cada escenario hasta el cansancio, incluso si regresan a sus escenas favoritas no podrán vivir la sorpresa del primer momento. Tal vez eso era lo que más hería a Jimin, la manera en que los recuerdos perdían la magia hasta convertirse sentimientos lejanos e inalcanzables.
Las calles nocturnas suspiraban peligro en cada uno de sus rincones, no para cualquier persona, solo para aquellos involucrados en perniciosos negocios con gente capaz de hacer todo por un poco de dinero, como Park Jimin.
Su rutina era una exposición a la muerte y al sufrimiento, algo a lo que Jimin estaba acostumbrado al igual que toda su gente; nunca podían estar seguros de llegar con vida al final del día. Si tenían la oportunidad de definirlo, podían decir que se trataba del recorrido en una ruta peligrosa sin retorno.
¿Pero por qué? ¿Qué había en las calles vacías? ¿A qué le temían tanto?
El día terminaba a las dos de la mañana para volver a empezar a las cinco, esas tres pequeñas horas se sentían como el jodido cielo entre la comodidad de su cama y la calidez de las mantas, era perfecto.
Jimin siempre tuvo la idea de que él no pertenecía a ese lado oscuro de la ciudad y que, por lo tanto, no debía caminar entre esa gente.
Ellos eran de ese tipo de personas que se creen unos malditos sabelotodo, aquellos que se burlan por los sentimientos inocentes y las preocupaciones no mortales. Jimin sabía que pensaban de esa forma porque lo único que conocían era la acidez de las cosas malas, no tenían idea de lo que significaban las cosas buenas, así que no, no lo sabían todo, nunca lo sabrían.
Por otro lado, Jimin nunca fue ajeno a lo que las demás personas decían de él, conocía los rumores de esta ciudad cruda y lo que se revelaba en los pasillos de la escuela. Mantenía una reputación que nunca quiso tener donde todos apuntaban hacia él y decían que era malo, un chico muy malo.
Entonces tomó el papel.
—Cosmic —llamó una voz en las escaleras metálicas del edificio abandonado—. ¿Por qué no me regalas algo? ¿Mmm? ¿Qué tal si me das un gramo y yo te lo pago después? Sabes que lo necesito mucho y tú eres muy bueno.
—Quítate.
Despectivamente, usó el pie para apartar sus falsas plegarias. Una vez sostuvo la mano de personas como él y lo único que se ganó fue el robo de la mitad de la mercancía que estaba bajo su poder, vaya idiota, alguien dijo que era normal para los novatos caer en ese tipo de errores, pero él no podía volver a meter el pie, nunca más. Al menos así tendría el control de que nadie más intentaría aprovecharse en esta rama. Tenía que ser duro.
Cuando pisaba las calles de "La fosa" su cuerpo perdía sensibilidad y su alma moría a cada paso; su rostro se volvía frío, su mirada se convertía en un vacío profundo como el de cualquier persona ahí. No era más que una máscara, una que poco a poco se adhería a su piel y temía que algún día no pudiera volvérsela a quitar.
—Alto ahí.
Adentro de la construcción, una mano fuerte se cernió sobre su hombro y lo echó hacia atrás sin cuidado, la reacción de Jimin por quitarla de encima fue casi instantánea.
—¿Qué carajos...?
—No puedes entrar, está ocupado.
—Me importa una mierda, yo soy un asunto de prioridad —gruñó Jimin—. Entra y dile que quiero verlo ahora mismo.
El hombre aclaró su garganta, empujó sus gafas negras hacia arriba y alejó a Jimin de la puerta, manteniendo su discreción.
—Escucha, el Éxodo vino —susurró—. Su Croupier está aquí desde hace una hora. No me concierne hablar de esto, pero será mejor que te vayas y esperes indicaciones. Estas personas se han vuelto locas.
—¿A qué te refieres exactamente?
—Ya no tienes distribuidor aquí, Cosmic.
Aquellas palabras fueron suficientes para entender.
Acomodó su gorra negra, regaló una última mirada a aquel hombre alto y ancho que cuidaba la puerta y por un segundo, siente, conectaron sus emociones de miedo y pena.
—Suerte —le susurró antes de salir.
En cuanto estuvo afuera de esas paredes oscuras, sus piernas acabaron por fallar y lo poco que desayunó terminó adornando el suelo polvoriento.
Sólo un domingo normal al medio día. Todo pasaría, alguien podría estar esperando por ti en la esquina sin importar la luz o la oscuridad del día. Quizás Jimin no era tan relevante para ser el objetivo principal de alguien, pero con un puesto detrás no podía estar tan seguro de eso, ni tampoco de no ser la persona incorrecta en el momento incorrecto. Igual eso era lo único que tenía.
Conflictos, dinero, oscuridad y muerte. Una rutina. Su rutina.
Regresó al lugar donde pasaba la noche, caminando por ese puente a la vista de cualquiera que pasara por ahí. Caminó bajo el viento y sobre el río. Lo hizo porque pensó que tal vez de esa manera el miedo se apaciguaría y entonces volvería la calma.
La muerte era natural, ocurría todo el tiempo, pero todavía era difícil de digerir aun cuando no se trataba de alguien cercano.
Era ese sentimiento de extrañeza que surgía al saber que una persona a quien veías con recurrencia había dejado de existir.
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—¿Wonho...?
—Hoy no le tocó aquí —contestó el barman antes de que Jimin pudiera completar su pregunta—. ¿Tú no trabajas hoy? Escuché que ahora tienen más clientela y pedidos.
Jimin se encogió de hombros, derrumbándose en el cristal de la barra.
—Descanso.
El barman alzó una ceja.
—¿Y qué se supone que haces aquí?
—Pobre cosita, ¿ya estás en esa etapa en la que formas un apego con tu lugar de trabajo? —preguntó una de las bailarinas detrás de él—. Descuida, sé cómo se siente, Morphine.
Jimin se hundió más en su propio sitio.
Siempre se prometía a sí mismo que algún día nunca más tendría que regresar, no volvería a pisar esa parte arruinada de la ciudad, nunca más.
Pero en días como estos, se encontraba a sí mismo bebiendo un trago aquí, bajo la mirada de ese par de buitres que esperaban hambrientos por un pedazo de su alma. Sólo podía sentir vergüenza de sí mismo al no ser capaz de disfrutar su corta libertad.
—Déjalo en paz, todos sabemos que si Cosmic quisiera trabajar no estaría aquí, ¿verdad? —intervino otra bailarina, muy bonita y de apariencia excéntrica, igual que la anterior—. Este lugar sólo es un bar inofensivo para alguien como él, nuestro Cosmic Morphine ya apunta hacia otras ligas.
La chica se inclinó y acarició su cabello rubio con cuidado. Jimin alzó la mirada para encontrarse con sus pupilas enverdecidas por las lentillas, ella no estaba mintiendo.
—No estoy de humor, Cerise, vuelve a tu puesto de trabajo o le diré a tu jefe —amenazó con su tono más grave—. No quieres que te bajen de la tarima, ¿o sí?
—Maldito insolente —gruñó la chica—. Solo iba a decirte que los motociclistas y tu estúpido amigo están aquí, pero ahora puedes irte a la mierda.
Los ojos de Jimin brillaron en un segundo.
—¿Dónde están?
—Ve y búscalos por tu propia cuenta.
Ambas bailarinas regresaron a la tarima. Jimin estiró el cuello e intentó buscar entre el mar de personas, empezaba a dudar que estas chicas le estuvieran diciendo la verdad porque los motociclistas siempre causaban furor entre los bares más cercanos al puente, cualquiera se convertía en una máquina hormonal enfrente de ellos.
Tamborileó la mesa con sus dedos.
—Puedes ir a buscar al motociclista —dijo el barman—. El Éxodo y sus ayudantes ya no pisan estos lugares, así que no te tienes que preocupar por eso, últimamente están más adentro de la ciudad, ya sabes, negocios. No sé lo que estén planeando, aunque... escuché que se han estado resguardando para terminar de organizar este lado de la ciudad, creo que quieren expandirse a la otra mitad.
Jimin miró al hombre de reojo, agobiado por la facilidad con la que dejaba salir toda esta información en un lugar público.
Éxodo, ese era unos de los muchos apodos que le habían puesto al líder de la mafia que controlaba este pedazo de la ciudad, se había ganado el nombre gracias a su plan de expansión, el cual empezaba a tener éxito. Ese hombre, si bien era jefe indirecto de cualquier residente de este lugar, era el único jefe de Jimin, el único al que le rendía cuentas.
—Será mejor que cuides tu boca al hablar de ese tipo de rumores —bebió lo que quedaba de su vaso—. Hoy tu Éxodo le hizo una visita especial a mi distribuidor y no creo que sea la última persona a quien visiten de por aquí.
El barman tragó saliva y asintió con la cabeza tan pronto como pudo.
—Idiota... —susurró Jimin, apenas audible para sí mismo.
Luego se puso en marcha, en busca de su mejor amigo.
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—Le dije que era un total idiota y salí de ahí, ¿cómo se atreve a dudar de mí? Yo tendría que dudar de él —se quejó el motociclista—. Es un tonto frustrado sólo porque no puede hacer lo que quiere...
—No deberías hablar así de él —susurró Jimin—, incluso cuando no lo dices en serio, no es normal.
—¡Ugh! ¡Lo sé! —el motociclista dio un mordisco a su hamburguesa mientras negaba con la cabeza—. Lo shé, pero él me hashe perder la cabezha con sus discusiones absurdash.
—Por dios, ¿podrías terminar de masticar primero?
El motociclista puso los ojos en blanco y tragó apresuradamente para poder defenderse.
—Perdóneme, señor de buenos modales, le recuerdo que usted es aún peor que yo.
Jimin alzó una ceja ante la respuesta y luego sonrió.
—Yo no soy el que apesta a cigarros mientras está en una apuesta para dejar de fumar.
—¡No estoy fumando! El humo de los chicos de la pandilla se me impregna, ¿qué quieres que haga?
—Yo no me creo ese cuento —Jimin robo una papa frita del plato de su amigo al terminar de hablar.
Las salas privadas del bar estaban en el segundo piso y eran bastante cómodas. Adentro había sillones de cuero negro y mesas de cristal para sentarse a comer, apenas separados de la fiesta por una cortina brillante que daba hacia un balcón, sólo con deslizarla y avanzar un par de pasos era posible encontrarse con una maravillosa vista del local.
Luces neón brillando aquí y allá, una pista repleta de personas, mesas alrededor ocupadas por grupos y bebidas que llegaban a ellos a cada minuto, de todos los colores. Luego estaba el DJ en la punta y al medio una tarima con bailarinas exóticas meneando sus cuerpos alrededor de los tubos metálicos.
Era el bar preferido del jefe de Jimin antes de que su estándar se elevara.
—Él tampoco ha dejado de fumar —dijo el motociclista, cambiando el tema—. Ni siquiera tiene sentido que yo lo deje de hacer, terminaremos engañándonos de esta manera hasta que olvidemos esa absurda apuesta y nadie pueda pagar sus propias deudas.
—¿Cómo sabes que no lo ha dejado de hacer? ¿Eh?
—Un encendedor en su chamarra.
—Eso no es nada, tal vez es un pirómano.
—Colillas en la ventana.
—Pueden ser viejas.
El motociclista rio ante la insistencia de Jimin y aquello disipó la tensión en el ambiente.
—¡Cosmic! ¿Por qué lo defiendes tanto? Se supone que eres mi mejor amigo, no el suyo —regañó el motociclista con enojo falso, tras ello, una característica sonrisa incontenible regresó a su rostro.
—¿No querías que me convirtiera en el mejor amigo de tu osito? —preguntó Jimin a modo de burla—. Tú querías unirnos.
—¡Solo quería que se llevaran bien! ¡Y él no es osito! ¡Soy yo!
—Descuida —Jimin regresó la mirada a su comida y su semblante animado decayó—. Nunca sería amigo de personas cobardes...
—Has estado muy dramático hoy, ¿pasó algo en el trabajo?
Jimin suspiró, la preocupación en los ojos de su amigo lo hacía sentir mal. No importaba cuántas veces el motociclista recorriera esas calles peligrosas de la ciudad, la ingenuidad e inocencia seguiría plasmada en esos ojos. Jimin nunca se atrevería a corromperlo, ni siquiera con un gramo de miedo o lástima.
—Cambio de distribuidor, no es la gran cosa —sonrió, ocultando el pesar del deceso tras su espalda—. Pidamos una botella de vodka, necesito tomar algo.
—¡Pero si tú tomas casi diario! —se burló su amigo—. Aceptaré sólo porque no me gusta rechazar invitaciones de personas dramáticas.
—Me rechazaste hace una semana, mi querido Rider.
—Ocupaciones, tú también has estado muy ocupado.
Jimin dio un sorbo a su bebida y miró al motociclista con ojos intuitivos, sabía que este le estaba escondiendo algo y eso no le gustaba, los secretos no podían existir entre ellos.
—¿Sabes lo que me dijeron unas personas? —preguntó Jimin de repente, el motociclista alzó la mirada con interés—. Dijeron que la última semana estuviste muy ocupado...
—Sí, estoy en exámenes y...
—Con un chico de tu clase.
Los ojos del motociclista se agrandaron con sorpresa, no se atragantó solo porque todavía no se llevaba la comida a la boca.
—¡¿Le vas a creer a esos metiches?!
Los ojos de Jimin siguieron cada movimiento del motociclista, desde el tic de relamerse los labios, hasta el temblor de su pierna izquierda bajo la mesa, ambos acompañados de una falsa expresión incrédula.
—Pienso que tienes muchas cosas que contarme —contestó Jimin, con reticencia—. ¿Por qué no empiezas por explicarme qué demonios estás haciendo?
Su amigo puso los ojos en blanco y regresó la hamburguesa al plato sin morderla.
—Por favor, no es lo más relevante del mundo, nos conocimos en clase y descubrimos que nos gustan las mismas cosas, así que no le vimos el problema a seguir hablando —se encogió de hombros—, podría caerte bien hasta a ti si quieres que te lo presente.
—No me interesa saber quién es —respondió Jimin al instante—. Me interesa que los vieron jugando en el salón de clases y ahora están diciendo que estuviste a centímetros de su rostro, ¿no te parece comprometedor?
El motociclista recargó todo su peso en el respaldo del sofá apáticamente sin despegar sus ojos verdes de los de Jimin.
—¿Qué insinúas?
—Tú dime.
Tras largos segundos de silencio, una sonrisa sarcástica se apoderó del rostro de su amigo junto a una risa burlona.
—Okay, esto es ridículo, si estás insinuando que yo estoy coqueteándole estás muy equivocado, porque en realidad me estoy divirtiendo —espetó, toda la tensión de su cuerpo traicionaba su tono relajado—. Solo me parece gracioso volverlo loco y no por eso pienso intentar algo con él, ¿de acuerdo? Es un pasatiempo.
—¿Sabes en qué te estás metiendo? Es obvio que si esta información llegó a mí también puede llegar a nuestro conocido y no quiero verte en mi puerta lloriqueando después de eso. Será mejor que detengas tu juego de dar celos en cuanto antes porque no te está llevando a ningún lugar.
El motociclista desvió la mirada, todo su rostro se convirtió en una expresión amargada, hundió las mejillas para morderlas mientras mantenía los puños apretados sobre la mesa.
—¿Por qué estamos hablando de esto, Jimin?
—Tú dime, Taehyung.
Taehyung, el motociclista, recargó los codos en la mesa observando su comida sin ganas, situación que se quiso evitar desde el inicio. Jimin no toleraba el sufrimiento de las personas que le importaban, incluso en situaciones normales hacía lo posible por reducirlo al máximo, no podía ver tristes a los demás ni siquiera por una estúpida película. Desde pequeño fue un poco sensible, las personas que amaba eran su talón de Aquiles.
Taehyung era un caso aún más especial, siempre obstinado y juguetón como un mocoso, no obstante, su sonrisa cuadrada le otorgaba una vibra cándida. Todo el tiempo juntos lo encontraba sonriendo, incluso en momentos tensos.
Tal vez era genuino al respecto, o quizás lo hacía con la inocencia de creer que con esa sonrisa aniñada conseguiría una mejor reacción por parte de los demás.
Pero alguien le enseñó a Jimin a ser fuerte hasta volverlo inexpresivo, lo hicieron tragarse todos sus sentimientos, así que tuvo que ser duro con los demás, incluso si él resultaba aún más herido.
—Lo odio —susurró Taehyung con voz áspera—. No me gusta verlo cerca de mi novio con su estúpida sonrisa amistosa. Nadie se cree su maldita actitud de ángel, así que odio estar en esta jodida farsa donde tengo que fingir que él y yo no somos nada cuando este tipo lo toma de la mano y lo lleva a todos lados en mi lugar...No lo tolero.
Esto de tener que evitar nombres en este tipo de sitios era complicado, aun cuando ambos estaban acostumbrados a la discreción.
—¿Solo por una suposición quieres convertirte en una mierda de persona? Pon los malditos pies en el suelo —gruñó Jimin—. A mí tampoco me agrada ese idiota, pero no por eso vas a rebajarte a buscar la atención que no te dan en todos lados cuando todavía tienes un compromiso. ¡Tú quisiste esto!
—¿Atención? ¡¿Piensas que quiero atención?!
La conversación estaba escalando a niveles mayores y a Jimin no le gustaba discutir con Taehyung, nunca lo hacían, ellos nunca se gritaban el uno al otro por problemas como estos. Pero hoy en particular, el mundo de Jimin estaba colgando de un hilo y Taehyung también tenía sus propios problemas.
Jimin tomó una respiración profunda antes de seguir con esto.
—Escucha, no quise decir que...
—Está bien, no tienes que decir nada —interrumpió Taehyung—. ¿Podemos pedir el vodka una vez?
Jimin suspiró y se redimió al cierre del tema, no estaba seguro de que su amigo estuviera dispuesto a parar su tonto plan, pero existía un límite entre sus vidas y si Jimin había casi obligado a su amigo a no cruzarlo, él tampoco tenía que hacerlo.
Continuaron la conversación durante horas entre tragos crudos hasta que sus rostros quedaron calientes y sus risas se convirtieron en escandalosas carcajadas que por suerte eran ahogadas por la música del local.
—¡Aquí va el mejor consejo que vas a escuchar de tu mejor amigo! —declaró el motociclista, con una expresión exageradamente seria que desató carcajadas en Jimin.
—Adelante, estoy intrigado.
—Me llevas a tu habitación, me ocultó en el armario, esperamos a que llegue tu nuevo compañero de habitación y ¡taran! —propuso, extendiendo los brazos al final, como si estuviera presentando una obra maestra—. Le doy la mejor presentación del mundo.
—Pff, hazlo sonar como una buena idea.
—¿Por qué no me dejas conocerlo? Haría todo por ti, incluso podría deshacerme de él como con los que estuvieron antes, sería pan comido, una visita mía y en un par de horas estará lloriqueando para que lo dejen dormir en un hostal —insistió con un guiño travieso.
—Vamos, solo es otro idiota odioso...
Los ánimos del motociclista decayeron cómicamente, parecía el personaje dramático de una serie de dibujos animados. ¡Incluso un puchero infantil se hallaba instalado en su rostro!
—Sigue sin gustarme la idea de que estés con él...ni siquiera me dejas visitarte... ¡Él me está apartando de tu lado! ¡Es un tipo malo! ¡Seguro que oculta cosas igual de malas!
—No sabes controlarte. Saltarías encima de él en cualquier segundo —hizo una pausa, admirando la expresión indignada de su mejor amigo—. ¿O me equivoco, Taehyung?
—Shhh, ¿qué haces soltando mi nombre así nada más? Soy Gucci Rider para ti, cielito, Gucci Rider.
—¿En serio? Pensé que eras un detective super secreto intentando deshacerse de mi enigmático compañero de habitación. Apenas iba a empezar mi papel de víctima desconsolada haciendo un llamado a la justicia —dramatizó Jimin y luego recargó todo su peso sobre su amigo haciendo ojos de súplica—. ¡Detective, sálveme del tipo malo que duerme en mi habitación!
—¡¿Un tipo malo que duerme en tu habitación?! Waaaah, eso es tan obsceno.
—Vete a la mierda, imitación barata de Sonic—contestó entre risas.
Tomó de vuelta la tercera botella de vodka que llevaban en toda la noche y vertió una buena cantidad en su vaso de vidrio, derramando un poco en el intento.
—¿Por qué no te pusiste Sonic de apodo? Es divertido, tienes el cabello azul como él y corres rápido en todas tus carreras...—divagó Jimin en un tono travieso—. Incluso tienes ese instinto de protagonismo heroico, ¿no crees? Habría sido más original que ser Gucci Rider.
—No es como que Cosmic Morphine suene mejor, eh.
Jimin soltó una risita atontada y sus ojos se arrugaron hasta volverse pequeños.
—¿Cosmic Morphine? ¿Eres una droga cósmica que hace ver las estrellas? —se burló su amigo, una de sus manos viajó hasta la costilla de Jimin y comenzó a hacerle cosquillas sin piedad hasta que se retorciera en el sofá de cuero—. ¿Me vas a curar de todos mis dolores, Morphine? Porque me duelen muchas cosas.
—¡M-Maldito, p-para! —exclamó Jimin entre carcajadas incontenibles que apenas lo dejaban hablar apropiadamente.
—¿Eres una droga dulce que me va a enviciar? —continuó burlándose el motociclista, Taehyung, y solo se detuvo al quedar encima de él en el sofá con las manos apresándolo de las muñecas—. ¿Gané, Cosmic?
Una sonrisa divertida adornaba el rostro de Taehyung, de oreja a oreja, sus ojos verdes admiraban su obra maestra. El cabello rubio de Jimin se había convertido en un desastre, tenía el rostro enrojecido y la respiración errática, también le dolía el estómago de tanto reír.
—Ya no quiero estar aquí —soltó Jimin en cuanto se recuperó del ataque—. Vayamos a beber al departamento de Nanna, tengo su llave, ¿qué opinas?
—Me parece una idea maravillosa.
—Entonces quítate de encima, pitufo.
Tardaron otro par de sesiones de cosquillas en salir de ahí.
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Tal vez salir del bar en ese estado fue una pésima idea, cuando el aire frío golpeó contra ellos y su cuerpo buscó la manera de mantenerse caliente, los sentidos de ambos se llenaron de neblina, con suerte recordarían esto mañana.
Sus pasos eran tambaleantes, un par de comentarios risueños escapaban de sus labios y solo la luz parpadeante de una farola acompañaba la caminata. La motocicleta de Taehyung quedó atrás con la promesa de que volverían por ella antes del amanecer si es que lograban despertar sin el estómago revuelto después de esto.
Todo se sintió como un sueño relajante hasta que se cruzaron con un par de tipos que estaban fumando hierba en la esquina con aires de melancolía.
—¿Ese es Cosmic?
Aún bajo el estado de ebriedad, Jimin alcanzó a registrar la pregunta en el pequeño grupo y levantó la mirada para intentar discernir sus sombras en la oscuridad. Estos chicos eran clientes habituales de su ahora ex distribuidor y, si no estaba equivocado, el mejor vestido de los cinco era primo del fallecido o algo así, desconocía su nombre real, sólo sabía que los demás lo llamaban usurpador, porque
Un escalofrío recorrió su cuerpo.
—Sigue caminando —susurró a Taehyung.
—Tú, pequeña perra —llamó el tipo mejor vestido—. Alguien muere y tú decides follarte a un motociclista y dar un desfile por estas calles, no tienes cinismo, ¿verdad?
Sintió el cuerpo de Taehyung tensarse a su lado, sabía que el motociclista era de los que perdían la calma en segundos, siempre listo para enfrentarse a los golpes en cualquier momento sin problema alguno. Eso podía ser problemático para ambos.
—Sigue caminando —repitió Jimin y tras pasar la esquina continuaron avanzando sin mirar hacia atrás.
—Sabes que fue tu culpa, ¿no? —continuó el tipo, al parecer ahora todo el grupo estaba caminando detrás de ellos.
Pero Jimin sabía que este tipo de personas eran como manadas de perros corriendo detrás de un automóvil, sólo pasabas la calle y ellos se quedaban atrás ladrando sin avanzar.
—Tu maldito novio hizo esto, ¿lo sabías? Todo es tu jodida culpa, no me extraña que...
Las siguientes palabras se desvanecieron en el aire y se volvieron borrosas, no eran cosas que Jimin quisiera escuchar, no las toleraba, esas malditas palabras eran el interruptor que lo hacía enloquecer.
Lo siguiente fue aún más borroso, se giró hacia él y caminó hasta donde estaba con pasos decididos, una vez cerca le propinó un golpe duro en la mandíbula que el otro tipo no pudo esquivar debido a su estado.
Así empezó la pelea que más tarde lo dejaría postrado en cama.
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El escenario podía verse horroroso, al menos eso intuyó de la mirada preocupada de Taehyung mientras lo subía al automóvil de Yoongi. Lo cierto es que no recordaba del todo lo que había sucedido en la última hora, apenas tenía un par de flashbacks de Taehyung gritando al teléfono mientras susurraba suaves palabras de consuelo al oído de Jimin.
Perdió el calor de las manos de Taehyung atendiendo sus heridas y lo único que pudo percibir fue la discusión que suscitaba afuera del auto. Cada luz se veía borrosa, intentar poner atención en algo era inútil, la pastilla que acababa de ingerir a escondidas de ambos por fin hacía efecto.
—Súbete al maldito auto o vete.
—Eso quieres, ¿no? Quieres que me vaya, Min.
—No voy a quedarme de pie en esta calle jodida para escucharte gritar.
—¡Bien, si eso quieres vete a la mierda!
Escuchó pasos en el pavimento. Yoongi entrando al auto con un portazo. Una respiración agitada. El ambiente era tenso y los sentidos de Jimin un vapor caliente asfixiándolo. No podía pensar.
Cuando Yoongi avanzó y se adentró en las calles de luces parpadeantes, Jimin se sintió mareado al punto de querer vomitar, las maldiciones de Yoongi al volante eran la menor de sus preocupaciones.
—Sabes que te van a buscar por empezar la pelea, ¿verdad? —preguntó Yoongi—. Querrán venganza y te atacarán por cualquier medio.
—No permitirás que me encuentren, Yoon —Jimin cerró los ojos y se deslizó en el asiento hasta terminar acostado, preso de visiones turbias que lo hundían en las penumbras del sueño—. No dejarás que me vuelvan a lastimar porque sabes...
Sabes lo que eso significa.
No volvió a recuperar la consciencia hasta que se hizo de madrugada.
Jungkook tiene razón, el mundo es un pañuelo.
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Cumplí mi meta de actualizar antes de que acabara Noviembre, tengo un montón de proyectos y exámenes golpeando mi puerta, pero sentí que no podría estar tranquila hasta no terminar este capítulo, a partir de ahora podré concentrarme en cerrar el semestre.
La extensión del capítulo es un regalo por mi ausencia, sólo esperen a que salga de vacaciones, estaré libre durante todo Enero si no termino saliendo a dar la vuelta por ahí con mis amigos.
Deséenme éxito, también para quienes estudian, trabajan o hacen ambas cosas. Ánimo, ya casi es navidad.
—KMDPrincess.
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