La Ascendencia

Thanatos estaba en silencio, el frío del planeta golpeaba su cara y su cabello ya presentaba hasta cierto punto un grado de congelación, su guardia estaba compuesto de Tempestus, o Vástago Tempestus, todos con su traje de combate y sus lentes de color rojo, solo su sargento Tempestor no usaba el casco, y no parecía afectarle demasiado el aire frío

Estos sujetos eran una cortesía de la inquisidora del Ordo Xenos que lo acompañaba, la inquisidora Victoria, lo primero que hizo esta inquisidora fue prestar su arma de plasma, o mejor dicho "incautar" y quien dice incautar dice robar, por que ahora mismo ella se pavoneaba con su nueva adquisición donada voluntariamente por el mismísimo regente, trato de protestar y lo que recibió fue que le apunto a la cara con el arma, así que se la termino "regalando"

Escupió al suelo por el hecho, y la saliva que salio liquida llego al suelo congelada, en un leve tintineo, Thanatos solo miro estupefacto, y luego toco sus labios, y soltó un suspiro de alivio al sentirlos, entonces escucho el sonido, levanto la vista y vio como la nave de estilo extraño descendió desde el cielo, rapidamente los tempestus formaron un semicírculo protector frente a el apuntando sus rifles inferno hacia la nave a medida que esta descendía

Thanatos dió unos pasos hacia atrás mirando la nave y choco con algo, o alguien se giró y encontró a la inquisidora Verónica con la pistola de plasma desenfundada y preparada para lanzar en cualquier momento un ataque con sus poderes psíquicos

—Saludos, regente. Parece que nuestros invitados han llegado —dijo ella, visiblemente exaltada.

Thanatos se preguntaba si era por la posibilidad de erradicar xenos o por encontrarse con ellos.

—Espero que no dispares cuando traten de saludar, inquisidora. No quiero una guerra contra un enemigo completamente desconocido.

La inquisidora se colocó frente a él para dedicarle una mirada repleta de indignación:

—¿No quiere una guerra? ¿Seguro que usted está calificado para ser regente del reino hasta regresar al Imperio, señor Thanatos? —preguntó con desdén.

—Prefiero tener una idea sobre a qué nos estamos enfrentando, en vez de mandar a nuestros hombres a morir estúpidamente por una causa egoísta —contestó. La inquisidora estuvo a punto de recriminarle, pero Thanatos prosiguió sin dejar que ella soltase una sola palabra—. Estamos en un lugar desconocido, en una galaxia desconocida, lejos de la luz del emperador para que nos guíe. Nos limitados a cien mundos en nuestro haber. Si nos enfrentamos directamente a un enemigo que tenga cien veces esos cien mundos sin conocer sus capacidades, estaríamos muertos.

La inquisidora dudo unos segundos antes de bajar su arma.

—Hasta cierto punto tiene razón, regente, pero mucho de lo que dice sería considerado herético por el simple hecho de dudar del poder de nuestro emperador.

Thanatos le sonrió:

—No dudo del poder del emperador, inquisidora, dudo de nuestra fuerza. No tenemos un millón de mundos resguardando nuestras débiles espaldas. Una derrota sería desastrosa para nosotros, y más para usted.

Thanatos se giró cuando una lanzadera aterrizó frente a ellos, con un ruido que se sobrepuso al ártico sonido de la tormenta invernal.

—¿Usted propone que descubramos la debilidad del enemigo antes de atacar? —pregunto Verónica.

—Correcto, así tendremos un martillo con el cual golpear en vez de una daga para clavárnosla en el pecho —Thanatos dio unos pasos al frente.

—Y podremos aplastar la cabeza de los xenos de un solo golpe...

Victoria pensó estas palabras un poco antes de empezar a caminar junto al Regente Thanatos.

–¿Y qué si ellos atacan primero? –preguntó la inquisidora.

Thanatos se detuvo unos instantes y la observó directo a los ojos:

–Los asesinamos a todos –respondió.

La inquisidora asintió, Thanatos siguió caminando y la inquisidora igual lo siguió, de la lanzadera se abrió una puerta, una especie de rampa que descendió hasta Tocar el frío suelo, entonces una docena de soldados, guardias o lo que sean, salieron de la nave

Dado que los Tempestus no habían bajado sus armas, los guardias de piel azul levantaron las suyas, y la tensión se pudo sentir en el aire, Thanatos dió unos pasos hacia el frente para quedar en medio de los dos grupos, observando detenidamente a estos extraños, más que su inusual color de piel, lo que llama su atención era su parecido físico extremadamente alto con los humanos

Antes si quiera de poder hablar, una mujer, bajo de la nave con paso lento mientras se dirigía hacia ellos, de piel azul, cabello negro y ojos rojos, brillantes que parecía darle un aire demoníaco, camino hasta estar frente a el

- Dígame si puede entender mis palabras -

- Claro que puedo entender sus palabras, la hemos estudiar estos últimos meses antes de entrar en contacto con ustedes - declaro la mujer con una sonrisa


–¿Cuáles son sus intenciones? –preguntó Thanatos.

–Lo mismo nos gustaría saber, regente –replicó la mujer.

–Entonces puedes decirles a tus hombres que bajen las armas –declaró la inquisidora, para luego colocarse al lado del Regente Thanatos.

La mujer azulada les indicó a sus guardias, con un breve gesto, que bajasen sus armas, los cuales obedecieron rápidamente las órdenes. Verónica hizo un gesto similar y los Tempestus bajaron sus armas.

–Ahora, declare sus intenciones –exigió Verónica, mostrando una sonrisa falsa.

–Déjeme presentarme: mi nombre es Plarak'iv'tamis, o Kivt, si gustan. Provengo de la Ascendencia Chiss, un pequeño imperio ubicado en las inmediaciones de lo que se conoce como el borde exterior, donde ustedes también residen –dijo la mujer azulada mientras sacaba algo de su bolsa.

Los Tempestus reaccionaron apuntando a la mujer azulada, nuevamente.

–Tranquilos –exclamó Verónica.

Ella dio media vuelta y levantó las manos hacia sus subordinados.

–¿Qué es esa cosa? –preguntó confundido el Regente Thanatos.

–Un holocron –respondió la mujer–. ¿No lo conocen?

- No, es una tecnología extraña hasta para nosotros –contestó Thanatos.

–Realmente peculiar.

Ella presionó el holocron, o una clase de botón ubicado en alguna parte del dispositivo. Thanatos no distinguió el accionar del holocron. Un mapa holográfico se mostró frente a él, detallando cada estrella. Era un mapa a escala de lo que suponía que era la galaxia donde estaban ahora.

–Es Impresionante...

La inquisidora se acercó para tratar de tomar el aparato con toda la confianza del mundo, pero la mujer azulada lo retiró y colocó cerca de su pecho.

–Les daré la información de este holocron y todo lo que requieran a cambio de información –propuso Kivt.

–¿Qué puedes querer tú de nosotros? –preguntó Thanatos con recelo.

–Como una nación de orden, queremos una alianza y tratados con ustedes. Son una fuerza considerable, según entiendo, con la poca información que hemos recopilado –Thanatos hizo una leve muesca sonriente al escuchar esas palabras–. Ambos estamos en medio de un mar de caos, por lo que sería natural una alianza para establecer un orden.

Verónica tocó el hombro de Thanatos.

–¿Qué sucede? –le preguntó el regente a Verónica.

–Dile que necesitas una muestra de su ADN como una forma de comprobar su amistad –dijo suavemente.

Thanatos asintió y luego miro a la mujer azulada nuevamente, llevándose de forma solemne un puño al pecho.

–Yo soy el Rey Thanatos de los dominios de Telmar –Thanatos se tragó su orgullo, pues odiaba ocupar dicho título, porque sentía que ocupaba el puesto del Dios Emperador–. Ella es mi consejera Verónica, del Ordo Xenos, dedicada a la diplomacia con distintas especies y a su investigación.

"Y exterminación", quiso decir Thanatos a modo de broma, pero decidió callarse.

–Necesitamos una muestra de vuestro genoma para estudiar –continuó Verónica–. Esto se usará para crear una base de datos con los rasgos de vuestra especie, y en caso de que ustedes se extingan, poder repoblar sus mundos nuevamente con gente de vuestra raza.

Thanatos casi escupe al escuchar la naturalidad con que Verónica dijo esas palabras. Ella mentía bien y su voz no denotaba una pizca de duda.

–Uhm... Estaríamos dispuestos a eso, y con gusto podríamos aceptar esos términos si eso nos lleva a una amistad perpetua, claro está.

Kivt extendió la mano.

–Nos encantaría que ustedes estén primeros en la lista de nuestros amigos.

"Y exterminio", murmuró Thanatos en muy baja voz, al ver cómo las dos mujeres se daban la mano tan cínicamente.

Las inquisidoras eran aterradoras.

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